°11°


Por primera vez desde que puedo recordar, hay dos clientes en la tienda. Es decir, dos grupos que no han llegado juntos, y los dos necesitan ayuda.

No se me dan muy bien los niños; tal vez sea esa la verdadera razón por la que me destierran a la "zona de pintar ojos" durante las fiestas. Así que, sin tener que hablarlo siquiera, mi madre se dirige hacia la mujer con la niña pequeña, mientras que yo camino hasta la señora de mediana edad.

-Hola. ¿Puedo ayudarlo en algo?

-Si. Hace un par de meses vine aquí... tal vez fuera más bien seis, no estoy muy segura...y había una muñeca.

Como no continua digo:

-Tendre que investigar al respecto. No nos gusta que entren muñecas en la tienda.

Suelta una risita poco entusiasta; más bien una risa nerviosa.

-Sé que tendría que ser más específica.

Camina por la pared del fondo, mirando atentamente todas y cada una de las muñecas.

Yo la sigo.

-Si me la describe, puedo comenzar a hacer una rueda de reconocimiento de sospechosos.

-Genial el pelo es negro y rizado, con un hoyuelo en la mejilla izquierda.

La mujer se está describiendo a si misma; mucha gente se enamora de muñecos que se parecen a ellos. Examino a la mujer con un poco más de atención y trato de pensar en alguna muñeca que tengamos que se parezca a ella.

-Tina -digo finalmente-. ¿Recuerda si estaba sentada?

-Si. -La mujer me dirige una enorme sonrisa-. Si, creo que se llamaba tina.

-Debería estar por aquí. Déjeme que lo compruebe. -Voy hasta la esquina de la tienda donde vi a Tina por última vez, pero no la encuentro-. Voy a mirar en la parte de atrás.

Casi siempre volvemos a pedir la misma muñeca cuando se vende con facilidad.

La pared lateral del almacén está llena de estantes, y en ellos hay cajas lo bastante grandes como para guardar una única muñeca. En el extremo de cada caja hay un nombre escrito; es como nuestra propia cripta de muñecas de porcelana. A media altura veo el nombre de Tina. Arrastró la escalera hasta allí y bajo la caja, que parece muy ligera.

En el suelo, tras escarbar en las bolitas de porexpan, descubro por qué: no hay ninguna muñeca. Qué raro. Me quedo allí durante un momento, confundido y sin saber que hacer, y después salgo al exterior e interrumpió a mi madre en mitad de una frase.

-Perdona, mamá, ¿Podemos hablar un momento?

Levanta un dedo en mi dirección, y cuando termina de hablar con la clienta, camina conmigo hasta detrás de la caja registradora.

-¿Qué pasa?

-He ido a sacar a Tina de su caja, pero parece que la han abducido.

-Ah, si, lo siento. La vendí hace tiempo...debí de olvidar poner la placa de su nombre en el cajón.

-Ah, vale, es que me he asustado. Le diré a la clienta que podemos pedírsela.

Comienzo a alejarme.

-Geno -dice mi madre, manteniendo la voz baja.

-¿Si?

-¿Podrías intentar vender lo que tenemos en existencias antes de encargar otra muñeca?

Asiento con la cabeza. Por supuesto. Eso tiene más sentido que cualquier cosa de las que han pasado en los últimos cinco minutos. Mi madre quiere vender lo que tenemos en inventario antes de hacer más pedidos de muñecas. Es una buena idea para sacarnos del agujero, y de hecho me alivia un poco saber que tiene un plan para solucionar el gran número rojo en su libro.

-Lo siento -le digo a la señora-. Tina ha encontrado otro hogar, pero se que le encantarán otras muñecas que tenemos muy parecidas a ella. Déjeme que me muestre mi favorita.

Lo de "favorita" era un término relativo, que significaba que era la que me parecía menos inquietante.

La mujer no muerde el anzuelo. Tras enseñarle cinco muñecas que se parecen mucho a Tina, se muestra visiblemente molesta. Su voz comienza a temblarle, y sus mejillas se oscurecen un tono.

-Es que en verdad que quiero a Tina. ¿No hay ninguna forma de encargarla? ¿Tienen algún catálogo?

Mi madre, que acaba de despedirse de sus clientas, se une a nosotros.

-¿Puedo ayudarla en algo?

-Tenían una muñeca que queria comprar, pero ya no está.

-Tina -le recuerdo a mi madre.

-¿Le ha enseñado Geno algunas otras muñecas?

-Si, pero esas no me gustan.

-¿Hay algo en Tina que la hace especial para usted?

-Si. Mi padre me compró una muñeca cuando era pequeña. La regalaron cuando era adolescente, y desde entonces he perdido a mi padre. Cuando vía a Tina hace unos meses no podía creer lo mucho que se parecía a mí muñeca. Ese día me marché sin comprarla, pero desde ese entonces no he sido capaz de sacármela de la cabeza. De verdad que solo quiero esa muñeca.

Se le escapan unas lágrimas en los ojos y la mujer de apresura en secárselas.

Aparto la mirada y me siento algo avergonzado por ella. O tal vez sea más que eso. A lo mejor estoy celoso porque alguien pueda tener una relación tan cercana con su padre que, incluso después de que haya muerto, el hecho de pensar en él haga que se emocione. Cuando yo pienso en mi padre, tan solo siento vacío.

Mi madre le da una palmadita en el brazo y dice:

-La entiendo perfectamente.

Pero, ¿De verdad la entiende perfectamente? Su propio padre renegó de ella. ¿Esta pensando en eso mientras consuela a este señora? ¿Piensa mucho al respecto? ¿O será que, al igual que yo, intenta guardar ese tema en las partes más alejadas de su mente, esperando que nunca escape, especialmente delante de otros?

-Siento mucho su perdida -continua mi madre-. A veces son las cosas pequeñas las que nos devuelven a esa persona especial de alguna manera. -Hace un gesto en mi dirección, y después dice-: Geno puede ser un poco insistente a veces, pero desde luego que encargaremos esa muñeca. Seguro que podríamos hacerle incluso un precio especial.

Se lo que está haciendo; me está convirtiendo en el chivo expiatorio. Pero no me importa cargar con las culpas. Lo que me preocupa es el hecho de que una vez más mi madre no está pensando en nuestros problemas financieros. ¿Habría quebrado ya la tienda de no ser porque yo evitaba que hiciera demasiados descuentos a los clientes, o que permitiera que las niñas escogieran demasiada ropa pasa sus muñecas en las fiestas de cumpleaños?

-Por supuesto -digo-. Déjeme que le enseñe el catálogo para que podamos asegurarnos de que estamos hablando los tres de la misma muñeca. -La conduzco hacia el catálogo, y entonces añado-: Necesitaremos el pago por adelantado antes de hacer el pedido.

Lo último que necesitamos es encargar una muñeca y que la señora jamás aparesca para llevársela.

Mi madre se gira hacia mi cuando la mujer se marcha.

-Geno.

-¿Qué?

-No puedo creer que estuvieras con esa clienta como media hora sin averiguar por que quería la muñeca. Nos preocupamos por la gente, Geno. He conocido a demasiadas personas que solo se preocupan por si mismas como para criar a un hijo que no piensa en los demás, aunque sean desconocidos.

La crítica no tan velada de mi madre hacia mi padre no se me escapa, pero la generalización me molesta. ¿No es posible que el dinero no tuviera nada que ver con las actitudes de la pequeña fracción de gente rica horrible a la que estuvo expuesta?

-Me dijiste que tratará de venderle una de las muñecas que ya teníamos.

-No a costa de sus sentimientos.

-Los sentimientos no cuestan nada. Las muñecas si.

Me dirige una pequeña sonrisa, y después me recorre la mejilla con su mano.

-Tal vez algún día entiendas, mi querido hijo, que los sentimientos pueden ser lo más costoso del universo.

Y esa es la clase de actitud que va a suponer la rutina financiera de la tienda.

~~ • ~~ • ~~

Mientras permanezco sentado en mi habitación más tarde, su frase se repite una y otra ves en mi mente "los sentimientos pueden ser lo más costoso del universo." ¿Qué significa eso? ¿Estaba hablando de mi padre? ¿De sus sentimientos hacia el?

Saco un cuaderno titulado "Donante de Órganos" del estante superior de mi armario, voy hasta una página vacía y escribo la frase que ha dicho mi madre. Aquí guardo toda la información que tengo sobre mi padre. En realidad , se muchas cosas: su nombre, donde vive, e incluso que aspecto tiene. Una vez lo busque en internet, por curiosidad. Trabaja en un bufete importante en Nueva York. Sin embargo, saber cosas sobre alguien no es lo mismo que conocerlo. Así que en este cuaderno escribo todas las cosas que mi madre ha dicho alguna vez sobre mi padre. No es gran cosa. Había conocido a mi padre desde que era joven, y fue una relación corta que termino rápido. A menudo me pregunto si realmente lo conocía. Rara vez respondía a mis preguntas, así que deje de preguntar, pero de vez en cuando dice alguna cosa de pasada que quiero recordar. Visas que podrían ayudarme... ¿A descubrirlo a el? ¿A descubrirme a mi?

Incluso pensar es eso me enfada. Como si necesitara que mi padre fuera una persona completa. Dejó a mi madre para que se las arreglaba por su cuenta, ¿Cómo podría querer parecerme en algo a el? Pero soy práctico y racional, y si necesito encontrarlo algún día, quiero saber todo lo que pueda. Cierro el libro y vuelvo a subrayar el título. Nunca sabes cuándo podrías necesitar un riñón o algo parecido. Por eso es por lo que guardo este cuaderno. Es la única razón.

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