Capítulo 4

El silencio se prolongó por un largo rato. La soledad en los pasillos debido a las clases contribuía a la tensión en el ambiente. Aquellas palabras encerraron a los tres en una burbuja impenetrable, donde ningún sonido llegaba a ser transmitido. Las palabras emitidas fueron tan frías como una noche en invierno. Albergó por escasos segundos la esperanza de que fuera mentira, una cruel mentira.

Su estómago se revolvió al escuchar las palabras de Xavier. Era como el revolotear de una mariposa, deseosa de salir de ese frasco de vidrio que le oprimía y le asfixiaba. Así se sentía él, confundido, sin saber exactamente qué hacer; si asfixiarse de la duda o revolotear para descubrir que pasaba. «No puedo angustiarme. —Se dijo. Respiró y se calmó. En otro tiempo habría sido su corazón quien latiera desesperado, mas era peligroso para su salud—. Preocuparme no me hace bien» Por un momento pensó en Xavier y en lo que estaba pasando en esos instantes. Pensó en Julieta, una imagen borrosa en su mente que por más que intentara recordar no lo hacía. Xavier no era un hombre de mentiras, o por lo menos no le mentiría a sus amigos, ¿o sí?

Se volteó a mirar a Hernesto, también se veía la duda en su rostro, y ¿Cómo no dudar? «Tal vez Xavier piensa desmesuradamente» pensó David luego de meditarlo por unos momentos. Escrutó a su amigo, el moreno seguía mirando fijamente la pared; a través de los lentes, los ojos cafés se mostraban tristes, rojos. Esa fe la gota que derramó el vaso. Xavier nunca lloraba; por ninguna chica, por ningún golpe que se hubiera dado así doliera demasiado. Xavier podía ser mujeriego, mas era fuerte, tenaz y amigable. Eso sólo podía significar que el asunto era más grave de lo que se imaginó.

Sus pensamientos estaban divididos, unos le decían que creyese en lo que inequívocamente Xavier expresaba, que confiara en lo que decía y que realmente tenía una hermana, pero, ¿por qué ellos no sabían? En algún momento debieron saberlo. ¿Por qué no recordaban? ¿Qué pasaba?

La otra parte, la coherente, le decía que Xavier estaba mal, que estaba jugando con ellos para saber sus reacciones, que todo era una vil mentira. ¿Entonces por qué lloraba? Él no lloraría por una simple broma, Xavier no sabía actuar y sobre todo, no sabía engañar. O por lo menos no a ellos que se conocían tan bien.

Temía hablar y decir alguna mala palabra. Con mala no se refería a insultos, sino a de esas que dañaban y perforaban los corazones de las personas, que herían sin quererlo, así que tenía que pensar muy bien en ello, tenía que elegirlas minuciosamente y hablar. No había visto a Xavier así, nunca, por lo que el miedo en su ser iba en aumento.

Hernesto suspiró. No había mencionado palabra alguna al igual que él. Miraba con cierta preocupación a Xavier, del mismo modo que David, no sabía en qué creer. Ambos estaban conscientes del valor de su amistad, mas aquello se salía completamente de los límites de lo real. ¿Acaso estaban en la posición de dejar el escepticismo?

—No me creen, ¿verdad? —preguntó Xavier en un pequeño hilo de voz. Débil, tenue y triste. No podía esconder del todo sus sentimientos. Ya no le importaba el lugar en donde estaba, en esos momentos sólo eran él, sus dos amigos y la duda.

—Xavier... —Hernesto intentó hablarle, pero se detuvo. De su boca no brotó ningún sonido, eso pareció enojar al moreno. Él se volvió con brusquedad hacia ellos, los miró con aquellos ojos enrojecidos y las inequívocas marcas de lágrimas que se habían formado en sus mejillas. David creyó por un momento que les gritaría; no lo hizo, sólo se dio la vuelta y se fue.

No hizo nada por detenerlo, ni él ni Hernesto. El castaño parecía algo deprimido y David vio en su semblante remordimiento por no haber hecho algo. Quizá se sentía igual de frustrado que él. Ambos sabían que no había nada que hacer, por más que quisieran apoyarlo debían dejarlo ir.

—Dejémoslo solo, creo que necesita meditar un poco. —Hernesto asintió. Ambos se quedaron allí por unos momentos, cada uno en su ensimismamiento producto de la escena de anterior.

—¿Crees que lo que dice es verdad? ¿Qué tiene una hermana que nosotros no conocemos? ¿Crees que haya la posibilidad que exista y no la conozcamos? —No sabía exactamente qué responderle a Hernesto, después de todo eran las mismas dudas que él tenía, las mismas que le empezaron a dar vueltas en la cabeza, provocando que todo fuera difuso; una mezcla de frases y pensamientos indescifrables para él en ese momento.

Su mente podía asemejarse a un ovillo, uno en donde las interminables y frágiles cuerdas representaban a los pensamientos que iban y venían en un frenético vaivén, en el que colisionaban y al final no llegaban a ningún resultado concreto.

Fue entonces cuando recordó la noche anterior, la conversación con su padre. Sintió un indescriptible vacío en el estómago. «Quien entra no sale» susurró su conciencia.

Hernesto esperaba por una respuesta, aunque no se lo quiso decir a David, pero ya él lo sabía, tenía que decir algo para no dejar al castaño tan inseguro de la situación, después de todo debían actuar y hacer algo con Xavier. Era su amigo de muchos años, inseparables, debían aclarar la situación.

—No lo sé —respondió luego de unos momentos y de haber meditado la respuesta. Sabía que Hernesto no se quedaría con esa e iría en busca de Xavier. Se sorprendió un poco al ver que no lo hizo.

—Sentí... sentí que realmente él no estaba bromeando con nosotros David. Él... estaba triste y nostálgico. Hay una hermana que no conocemos o no recordamos —aseveró Hernesto. El pelinegro se volvió hacia él con sus rulos largos cerca de su rostro. Vio en el castaño confusión pero a la vez determinación. Él también planeaba aclarar la situación.

—Yo también —dijo—. Después de las clases deberíamos hablar con él —propuso.

—No. Hoy no. Dejemos que pasen dos días, estoy seguro que no vendrá, necesitará pensar. De verdad le duele la situación. —Se quedó unos momentos mirando la dirección en la que Xavier se había ido—. No creo que esa hermana nosotros la conozcamos David, fuimos incontables veces a su casa, conocemos a su madre, a su padre, sus primos. Sabemos en qué parte de su cuarto esconde el dinero, así como también sabemos donde guarda el porno. Y aun así nunca, nunca vimos un cuarto lleno de flores, de muñecas para jugar, no recordamos ninguna hermana. Algo extraño está pasando David.

—¿Y si esa hermana no la conocemos porque es lejana? —Se aventuró esperanzado.

—¿Lejana? Eso no tendría sentido. Los padres de Xavier no son divorciados ni tampoco se han separado por grandes períodos de tiempo, son una familia muy unida, ya tendríamos que conocer alguna hermana si la tuviera.

David no respondió. Hernesto tenía razón, los padres de Xavier nunca se habían separado, seguían tan unidos como el día de su matrimonio, que había ocurrido siete años después del nacimiento de Xavier, al parecer se habían cansado del concubinato. Miró a Hernesto de soslayo otra vez, lo notaba pensativo; no despegaba su visión de donde se había ido Xavier, como si pudiera conseguir la respuesta a todas sus preguntas en los vacíos pasillos de la universidad.

—¿Crees que si hablamos con Gadné podamos entenderlo un poco más? —preguntó Hernesto de repente. David le miró sorprendido. Tragó saliva.

«Es cierto, Gadné empezó a tener importancia en este asunto desde que Xavier también tiene una hermana fantasma» pensó. No le gustó para nada llegar a esa conclusión, pues lo del hermano fantasma le parecía algo ilógico pero a la vez extraño. No quería subestimar la situación, no quería decir que era imposible, mas tampoco darle credibilidad porque se salía de los límites de la realidad.

—Creo que... —No pensó decir aquello, y lo hizo—... creo que debemos hablar con ella.

Hernesto le miró y asintió.

Estaban de acuerdo. Debían actuar rápido y con cautela, pues se aventuraban a terrenos desconocidos y sinuosos.

Habían regresado a sus salones para terminar las clases que le faltaban,y ese mismo día planeaban hablar con Gadné, aunque en realidad no sabían cómo harían si ya se había negado rotundamente a hablar con ellos antes. Sería difícil, lo sabía, pero ya no era el bosque o salir a pasar un buen rato, ahora era su amigo,Xavier; el moreno tan carismático y mujeriego que había sido siempre. No podía simplemente dejarlo pasar por alto, no era algo que él haría.

Le tomaría más importancia al asunto, porque ver a Xavier tan ofuscado como se había presentado horas antes no era común. Cuando se enojaba siempre les decía porqué, nunca se ocultaban nada, por muy grave que fuera; los tres eran personas de palabra y tenían algo que apreciaban bastante.

El orgullo.

No hablarían ese día, como había dicho Hernesto, meditar sobre el asunto era una opción más viable que adelantar los sucesos y sofocar a su amigo. No parecía complicado, mas lo era.

Después que terminó la clase ambos salieron de allí. Ninguno de los dos tenía intensión de irse directamente a sus casas, después de todo aún eran las tres de la tarde. Decidieron que irían a una pequeña plaza que quedaba cerca de la universidad para comerse un helado y tal vez hablar sobre Xavier.

Mientras salían vieron a Gadné caminar sola. Hernesto inmediatamente le dio un codazo a David que tenía intención de ser suave. David soltó un pequeño chillido y volteó bruscamente hacia él batiendo sus incontrolables y saltantes rulos. Hernesto era unos centímetros más grande, lo que aumentaba su aspecto fiero y rechoncho. No le hizo caso a la mirada de David, únicamente se encorvó un poco hasta llegar a la altura de su amigo, allí le señaló hacia una dirección y le susurró en el oído:

—Mira, allí va Gadné.

David la localizó. Por detrás se veía aun más menuda de lo que era. No se veía la típica figura de una mujer, tal vez por la enorme ropa que usaba. Los jeans eran una cosa, pero la camisa de Nirvana le podía quedar a él.

Su oportunidad de averiguar algo más sobre los dichosos hermanos fantasmas caminaba despreocupadamente en dirección a la reja de la salida, esa que marcaba la entrada a la universidad. Quería ir y detenerla, mas temía de lo que pudiera ocurrir. Sin embargo algo se prendió en él, algo le decía que debía ir, seguirla y detenerla, aclarar el asunto y ya. Su instinto se lo gritaba, le decía que moviera sus piernas y caminara.

Su mente le decía que se metería en problemas, pero, ¿cuándo David no se metía en problemas?

—Sigámosla —Le propuso a Hernesto—. Luego vemos hacia dónde se dirige y si tenemos la oportunidad hablamos con ella sobre Xavier.

—¿Crees que funcione?

—No lo sabremos hasta que lo intentemos —repuso sonriente. Miró a Hernesto y este le correspondió la sonrisa. Le agradaba que estuviese más animado que al inicio del día. Eran sentimientos que siempre son bien recibidos, que les hacían sentir vivos.

Empezaron a caminar detrás de Gadné, varios metros muy lejos de ella. Se habían ocultado entre la nube de estudiantes que se formaba cerca de la universidad. Unos comentaban que se irían a una fiesta cerca de allí, otros que irían a beber a la casa de un amigo. Muy lejos de aquellos planes, ellos irían tras el misterio de la hermana de un fantasma y de su amigo que resultaba también tener un hermano que no existía.

Caminaron tras ella un largo rato, ya se habían separado de la nube de estudiantes y andaban en silencio para que ella no les escuchase, aunque era poco probable porque tenía unos audífonos colocados en ambas orejas. Existía la posibilidad de que no llevasen música, por ende prefirieron no hablar.

Después de caminar como unos veinte minutos, David se dio cuenta que la ruta que estaban tomando daba hacia la plaza que tenían originalmente pautado ir a comer helado. Vieron los pequeños parques aledaños, donde pocos niños jugaban. También el puesto de helados con su sombrilla llena de colores y el señor de uniforme colorido. Vieron como Gadné se sentaba en la pequeña silla de un columpio y se mecía en él tenue, mientras continuaba su libro totalmente tranquila. Su expresión en el rostro seguía siendo la de temprano. Imperturbable.

Hernesto y él se detuvieron detrás de un pequeño árbol antes de ir directamente hasta ella, estaban algo nerviosos y de repente inseguros en lo que hacían. Por algún motivo los rumores y el amargo recuerdo de su reacción no era buena señal.

—Creo que es mejor ir ahora mismo. Mírala, está tranquila, no hay nadie. Es el lugar perfecto para hablar con ella —dijo Hernesto.

—Sí —suspiró. Inhaló y exhaló—. Vayamos.

Empezaron a caminar y cada paso que daba, David podía sentir el ambiente que empezaba a tensarse, «yo traigo la tensión —pensó—, soy patético»

Caminaron hacia Gadné sin intención de apaciguar el sonido que hacían sus zapatos en el suelo, de hecho entre más se escuchase mejor, así ella no se sorprendería con sus presencias. Cuando llegaron al frente ella no se inmutó. Permaneció leyendo el libro con mucha calma, hasta que Hernesto carraspeó con inseguridad.

Ella siguió sin inmutarse. David frunció su ceño, hasta que cayó en cuenta de un detalle.

—Tiene audífonos —dijo. Si hubiese sido otro momento habría reído. Hernesto sólo asintió al notarlo.

David entonces pensó en tocarle el hombro, pero cuando lo iba a hacer ella le apartó la mano con brusquedad. Alzó su mirada hacia ellos cerrando su libro en un movimiento delicado, sin ser tosco de alguna forma. Su mirada fue fría y filosa como un cuchillo, o por lo menos así ambos amigos lo sintieron. En esta ocasión no se fueron. Continuaron allí.

—Gadné...

—¿Qué quieren? —preguntó seca, sin darle tiempo a continuar.

—Queríamos disculparnos por lo de esta tarde —dijo Hernesto. David le miró y notó un leve rubor en sus mejillas. Se veía tierno y amigable. Como un oso de peluche. Lástima que su apariencia no hiciera efectos en personalidades como las de Gadné.

—Está bien —respondió ella luego de un momento en silencio—. Ya no importa. Pero no creo que por eso hayan estado tanto tiempo detrás de aquel árbol. —Señaló sin inmutarse. Hernesto y David intercambiaron miradas.

—Eh, pues... —David tartamudeó—. La verdad es que... queremos hacerte unas preguntas...

—¿Preguntas?, creí que les había dejado claro que no quería responder nada, que no pienso dejar que se...

—¡No nos queremos burlar! —Le interrumpió Hernesto en una exclamación que casi se volvió un grito—. Nuestro amigo está pasando por una situación similar a la tuya y queremos ayuda porque no sabemos qué hacer.

Su voz se fue apagando al decir la última frase. Gadné le miró arqueando ambas cejas levemente, un gesto de notable sorpresa que a la vez sorprendió a David. Era más de lo que en algún momento se esperó de ella. Quizá siempre su actitud de indiferencia o el silencio le había dado un aspecto tranquilo e imperturbable, pero era humana y no podía escapar de los sentimientos intrínsecos de su especie.

Ella no respondió, o no tuvo intención de ello tan pronto. Primero escrutó sus rostros, tal vez buscando en ellos señal de burla «No nos queremos burlar —pensó David—, solo queremos saber un poco más sobre lo que le sucede a nuestro amigo» Esperó paciente a que Gadné dejara de dudar, lo que provocó un ambiente muy incómodo para todos. Hasta que finalmente habló, moviendo esos labios pálidos que no tenían una pizca de encanto.

—Imposible, no le puede suceder lo mismo que a mí —dijo—. Me toman por loca, que les quede claro que no lo soy. Sé lo que sé, me conformo con eso.

—Le sucede, nos dijo que tiene una hermana llamada Julieta, dijo que nosotros no la recordamos —empezó David—. Somos amigos de la infancia, si él tuviera una hermana ya nosotros la conoceríamos. Se vio bastante afectado hoy cuando nos hizo la pregunta y le respondimos que no recordábamos a Julieta. Queremos respuestas, respuestas que tú tal vez nos puedas dar. —David miró a Gadné fijamente sin pestañear. Por más que buscaba algún rastro de vida en aquellos ojos oscuros, no lo encontraba; únicamente veía el vacío, la nada en la que se había convertido su alma.

—Por favor —contribuyó Hernesto, esta vez sentándose en el columpio de al lado. Se veía bastante tonto e infantil, después de todo ya era un hombre de veinte años—. Necesitamos saber qué ocurre. Prometemos no juzgarte, nunca nos burlaríamos de algo así. —expuso con seriedad. Volteó a mirar a David y él asintió.

Gadné seguía insegura sobre si debía hacerlo o no; se notaba en su rostro. A medida que hablaba más y se mostraba más interesada en lo que decían David entendió que ella no era como se mostraba, fría y segura de sí misma, sino todo lo contrario. Era una chica insegura y muy demostrativa, sólo que lo ocultaba y que con los años pudo perfeccionarlo, aunque él no estaba completamente seguro de aquello. No sabía cuánto había pasado de que Gadné fuera apodada la hermana de un fantasma, pero ya en esos momentos no era del todo relevante, aunque ser observador con respecto a esa chica le agradaba. Le gustaba conocer facetas distintas de las personas y romper aquella máscara que muchos solían usar, escondiéndose tras de ella como un pequeño ratón huyendo de un humano.

—¿Qué quieren saber? —preguntó finalmente. David tuvo un sentimiento de sosiego al escucharla decir eso, era lo que más quería en esos momentos y por fin pudo relajarse.

Se sentó en el columpio al lado de Gadné de tal forma que Hernesto quedó del otro lado, así para poder escuchar lo que se diría desde ese momento.

Ella miró a David y él sonrió cálidamente. Respondió.

—Queremos saberlo todo. 

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