Capítulo 23
El viento pasó sigiloso, a la expectativa de cualquier acción que pudiera ocurrir en aquellos momentos de tensión. Comprendió las palabras que salieron de la boca de Vida, no era difícil hacerlo, aunque todavía la impresión dominaba su rostro. «Mi deseo —pensó—. Mi deseo se cumplirá... ¿Será posible?» Se relamió sus labios resecos, y abrió su boca con la intención de decir algo, pero de ella no salió ningún sonido. Se había quedado sin habla de repente. ¿Tanto le había afectado?
Pudo sentir su cuerpo más frío de lo usual. Los nervios le erizaban los vellos del cuerpo, pequeños escalofríos continuos que no querían cesar. Miró a la Madre, tan brillante y hermosa a través de esos cristales. La sabiduría de todo lo que era estaba allí, al frente de ella, inofensiva e insignificante, y a su vez poderosa. Las luces a su alrededor no paraban de volar en distintas direcciones. Sabía qué era cada una de ellas; lo que la conformaban: mares, tormentas, árboles, arbustos, flores, animales de todas las razas, raíces, y todo lo referente a la vegetación. Esas pequeñas luces que pululaban representaban cada especie que existía en ella. Seguían brillando con la misma intensidad de antes. Se preguntó por cuánto.
—Eso quiere decir que... ¿moriré? —preguntó dudosa. Levantó su mirada hacia Vida que tenía sus cejas encorvadas en una expresión compasiva.
—No puedo asegurártelo, mi pequeña flor —contesto con su típico tono melifluo—. Lo único que sé, es que la Tierra te necesita más que nunca. —Inhaló y exhaló, como si las palabras que continuasen le costara pronunciarlas—. Desde hace veintiséis años has sido para la Madre un tranquilizante a sus dolores. Gracias a que cada noche vas a recibirlas sin rechistar, y eso el Dios Padre te lo agradece infinitamente.
—¿Me lo agradece? —bufó negando con la cabeza—. Vaya forma de hacerlo. ¿Por qué yo?
—Porque eres la única conexión que tiene la naturaleza con la Tierra —dijo con rapidez, en un tono atropellado. Respiró, recuperando la compostura—. Una vez fuiste la diosa de la Naturaleza, ahora eres la guardiana de este bosque. Pero aun siendo algo tan menor en un lugar tan menor, tienes poder, tienes conexión. Eres el único vestigio que queda de lo que llamamos el "ambiente" Ningún otro dios conoce los ecosistemas mejor que tú. Ninguno sabe la historia de la Tierra, ni lo que la constituye. Nadie sabe como sanar a las flores, ni como escuchar a los árboles. Solo tú. Incluso, después de tantos años... no se ha podido encontrar a alguien para ocupar el puesto de dios. No has podido ser reemplazada. Gracias a ti la Tierra se mantiene a raya; gracias a que logra liberar toda su furia en ti, mi pequeña.
»Sé que duele. No creas que no he visto lo que sufres cada noche; pero es necesario para que la Madre pueda descansar un poco. Si no fuera por ti, ya hubiera desobedecido las ordenes del Creador y desatado su ira en contra de todo ser vivo habitable dentro de ella, intentando expiar todo lo que le hace mal.
—Lo entiendo. Entonces ¿Por qué todo cambia? Una rama está rota, tiene dos décadas así, por ese motivo sus quejas son cada día más fuertes, y yo me debilito en el momento; descanso, recupero mi fuerza y regreso a la normalidad. ¿Qué cambiará?
—Todo —respondió, tensa—. Todo cambia pequeña flor. Porque las quejas de la Madre se intensificarán cada noche, y cuando tu alma no lo soporte, la Tierra tenderá a absorber tu poder. ¿Sabes que ocurrirá cuando lo haga? —preguntó a la espera de una respuesta, sin embargo, Forest y apenas pudo analizar aquellas palabras.
Se llevó una mano al lugar en la que antes tenía un corazón. Recuerda cuando se lo quitaron. Es la marca de la inmortalidad, todos los dioses son inmortales, por eso ninguno tiene un corazón. El de ella no era rojo, sino verde, como el musgo de las piedras que están cerca de los ríos. O como las hojas de los árboles en pleno verano. No solo eso, su contextura era mohosa, y tenía pequeñas ramitas que simulaban las venas. Tuvo su corazón en la mano la vez en la que Vida se lo mostró. Palpitaba como si todavía estuviera conectado en su cuerpo, y se aceleraba cuando ella lo hacía. Vida le explicó que no tenerlo en el cuerpo significaba la vida eterna, mas eso no significaba que no respiraba, o que no podía tener calor corporal. La diferencia era que tenía una vacío allí, y que todos sus sistemas continuaban funcionando. Cuando saliera herida, se curaba automáticamente, sin importar la gravedad.
Y ahora sabía que eso ya no podía ser.
A pesar de que lo había deseado todo lo que llevaba de guardiana, no estaba preparada para afrontarlo. Sabía lo que significaba el hecho de que la Madre comenzara a absorber su poder, pero darle frente por todo el tiempo que eso conllevaba, no era fácil.
—Tu expresión me lo dice todo pequeña flor, sabes lo que significa.
—¡Claro que lo sé! —exclamó en un hilito de voz—. Yo... no creí que todo esto sería así. Deseé morir, lo admito, pero... eso es demasiado tiempo —musitó—, y el proceso no me será grato.
—No —admitió Vida—. Oh mi pequeña flor, no sabes cuánto lo lamento. No merecías todo lo que te ha pasado, ni lo que pasarás. —Se desvaneció con rapidez, traspasando el cristal de la madre y materializándose al frente de Forest. Allí, le levantó el mentón con su dedo índice, para observar mejor su rostro. En él, solo se notaba la tristeza, y el miedo—. Si estuviera en mis manos cambiaría todo. Si me lo hubieran permitido no hubiese dejado que ese día tu alma llegara a mis manos. Eras tan inocente... lo sigues siendo, sólo que ganaste sabiduría con los años. ¿Comprendes que esto es necesario, no es cierto? —Ella asintió—. Muy bien. ¿Quieres que te cuente una historia?
—Me encantan las historias que me cuentas —respondió Forest con una sonrisa forzada—. Vayamos al árbol.
Ambas desaparecieron en el aire, y se transportaron en él con rapidez, hasta que sus cuerpos se materializaron al frente del enorme sauce llorón. Vida se sentó en el pie del árbol, acurrucando a la guardiana que se mostraba vulnerable. Ella era especial, era de los pocos dioses en los que se mostraba como era. Vida comenzó a acariciar su cabello, pasando sus dedos entre los delicados risos rojizos.
—Había una vez, la nada.
»La nada, era sólo eso, nada. Un inconmensurable espacio lleno de oscuridad; sin formas, sin luz, sin nada. Todo cambió, cuando en medio de todo eso, surgió un pequeño brillo. Era tan diminuto como el grano de una arena. Ese pequeño grano, comenzó a crecer y a crecer con suma lentitud. Pasaron milenios para que tuviera el tamaño de una manzana. Luego, eso se volvió un rayo de luz que iluminó la nada, una luz con conciencia propia.
»Tenía sentimientos, y poder. Así que comenzó a crear. Se creó una forma física, incorpórea. Era algo que no tenía ni pies ni cabeza, pero era su forma. De allí, se dio cuenta de que estaba solo, no había nada. Así que de diversos sentimientos, comenzó a crear. Su primera creación, fue el mundo, la Tierra. Visualizó una figura, que fue lo que plasmó. Era un círculo vacío en medio de la oscuridad. Él era una luz blanca, y creyó que ese círculo sin nada, necesitaba vida.
»Así que de él, se desprendió un pequeño círculo blanco. Ese círculo blanco se dividió en dos, uno era más pequeño que el otro. Con el tiempo, crecieron al igual que él y adoptaron formas incorpóreas. Al pasar de los años, los tres las perfeccionaron, hasta que tuvieron forma humana. Piernas, brazos, cabeza, ojos, oídos... todo. Ninguno de los dos que surgieron de él, eran tan poderosos. Uno se llamó Herostes, el otro fue Luna, y así mismo se llamó Rhaalak. A Herostes, se le fue impuesto el deber de iluminar la Tierra, (que para ese momento no tenía nombre) pero notó que sólo una parte de ella era iluminada, mientras que la otra permanecía en la plena oscuridad. Así que mandó a Luna, a iluminar la parte faltante.
»Al final, no fue lo que planeaba. La luz de Luna no era suficiente para iluminar aquella inmensidad, eran tan solo un destello en el cielo nocturno. Entonces se preguntó qué haría. No tardó mucho en encontrarle una solución. Ambos rodearían la Tierra constantemente, como un ciclo, y así no habría nada sin que le llegara la luz. A la oscuridad que había cuando no estaba Herostes, le llamó noche, y a la luz cuando estaba, día. Ese fue el inicio de todo lo que conocemos.
»Rhaalak se preguntó que quien vería todo aquello ¿Qué sentido tenía su existencia y la de Herostes y Luna? Inconscientemente, mientras se hacía esas preguntas en la nada, nació alguien más. De él se desprendió un halo de luz más grande que Herostes y Luna, que optó una forma con mucho más rapidez que ellos. Automáticamente, nacieron los cosmos, debido al extenuante brillo que emanaba. Cosmos, pequeños planetas... todo lo que le brindó luz a la nada.
»A esa luz, la llamó Vida, y le encargó el deber de darle conciencia a lo que él creara. Pero Vida no encontró ningún lugar habitable, a excepción de la Tierra. Allí Rhaalak creó los mares. El agua que todos necesitamos. La Tierra era entonces un recipiente lleno de mar, y allí Vida creó a los animales acuáticos. Pequeños seres que vivirían en el agua, que evolucionarían con el pasar de los años. Para Rhaalak no fue suficiente, él quería más. Así que creó la tierra, el terreno que se sobreponía al mar, y en donde podían habitar otros animales.
»Al momento de la creación surgieron plantas verdes, grandes y pequeñas, de todo tipo. Al instante surgió una planta extraña, apenas un tallito con una hoja rodeada en un cristal, que él mantuvo por mucho tiempo sin darle importancia. Al pasar del tiempo y la evolución esa plantica fue creciendo y tomando más terreno en el mundo creado. Él, ignorando este hecho, le pidió a Vida la creación de seres terrenales. Ella, lo hizo.
»Nacieron los animales. Diferentes razas, que se alimentarían unos de otros, y que formaría todo el ciclo que ella les impondría. Existiría una reproducción que le diera paso a la vida de un ser más, que luego nacería, crecería y... ¿Luego qué? ¿Qué ocurriría luego? Nada, no pasó nada. Los animales eran inmortales.
»El Creador pensó que no todo podían ser animales, seres menores que evolucionaban demasiado lento para su gusto. Así que le habló a Vida, sobre un proyecto. Los humanos. Le habló de su forma, similar a los de él. Luego quiso unos distintos, como Vida; delgados, frágiles y elegantes. Así que juntos unieron sus poderes, y lanzaron una pequeña esfera de poder a la Tierra. Dentro, nacieron los humanos; mujeres y hombres. Eran una misma especie, que podían coincidir y procrear. Era la mayor creación de ambos.
»No tenían el aspecto que tienen ahora. Eran velludos y desgarbados. Parecían una raza de animales más. Solo que a diferencia de todos, ellos tenían conciencia de sus actos; su mente trabajaba más rápido y mejor, así que evolucionaron con mucha rapidez. Comenzó una cadena de inmortalidad, pero esto traía sus desventajas.
»Todo comenzó a deteriorarse. Comenzaron guerras entre clanes, eternas y continuas. No existía la muerte, cuando era tan necesaria. Así que para evitar tanta destrucción y disensión, Rhaalak creó un nuevo dios; el primero que era creado por la necesidad humana. Él mismo tomó un halo de luz, y le dio forma. A ese nuevo dios, la llamó Muerte, y era la encargada de acabar con las vidas de los seres vivos que habitaban la tierra. Así fue como los primeros hombres, desaparecieron. Muerte arrasó con todos, dejando vivos únicamente a los pequeños que crecieron y de igual forma murieron en cierto periodo de tiempo.
»Muerte trajo el final. Gracias a ella existen las diferentes etapas de los seres vivos; luego del nacimiento, el cambio de aspecto de la niñez a la adultez, hasta que finalmente llegan a la vejez que significa el final de sus vidas.
»Luego del inicio, fueron naciendo más y más dioses, todo para satisfacer las necesidades de los mortales. Y también, los creados; dioses que el Creador consideró necesarios para la supervivencia y estadía de todos los seres vivos en su habitat. Nació el amor, la lujuria, la sabiduría, el cielo, la maldad, los sueños, y muchos más...
»Y así, comenzó todo un ciclo, en el que cada uno cumplía con un deber, mientras que cada vez se creaban muchas más cosas. Esos deberes fueron creciendo con el paso del conocimiento, y ahora, todo se mantiene en un equilibrio completo.
Vida terminó con su relato, mientras continuaba acariciando la cabellera de Forest.
—¿Esa es la historia de la creación? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.
—Sí pequeña flor. No es del todo completa. Ocurrieron muchas cosas más profundas que simples acciones. Hubieron dudas, preguntas, miedo... todo lo que nos hace sentir vivos. Es más que todo como un resumen, ¿te gustó?
—Sí, me encantó —musitó—. Muchas gracias, eres la persona más importante que tengo en esta vida.
—Y tú eres mi hija más preciada. No sé como llegué a quererte tanto en tan poco tiempo. —Se hizo un silencio extraño entre ambas, hasta que la guardiana decidió hablar.
—Vida... prométeme algo —pidió Forest, luego de pensarlo bien por unos largos momentos.
—Claro pequeña flor. Lo que sea —Forest se separó de sus brazos, y se volvió a mirarla con su ceño fruncido. Era difícil pronunciar lo que quería, no era fácil, menos para ella, pero lamentablemente esa era la solución a todos sus problemas.
—Prométeme que cuando muera, te cerciorarás de que Muerte destruya mi alma. —Todo quedó en silencio. El viento pasó sigiloso y asustado. Forest supo que a su amigo no le había gustado lo que había dicho, y en esos instantes se lo hizo saber.
El rostro de Vida se congestionó en uno lleno de sorpresa e incredulidad, y su respiración tan tenue se volvió agitada.
—¿Qué... estás diciendo? —preguntó atónita.
—Sé que las almas de los que mueren van al cielo o al averno. Lo sé. Así como también sé que aquellas que piden clemencia, le das la oportunidad de reencarnar en un nuevo cuerpo, con el objetivo de pagar por sus pecados cometidos en su otra vida; o de poder lograr lo que no pudieron. Sé que si no piden eso, van al averno para pagar por sus pecados. Pero yo no quiero ir a ningún lado. No quiero vivir de nuevo, de ninguna forma, en ninguna vida. —Forest sintió que su corazón latía con fuerza, y la picazón en sus ojos regresó de nuevo. Necesitaba llorar, mas no podía, ya lo había hecho hacía muchísimo tiempo. Notó necesaria humedecer sus mejillas, sentir las pequeñas gotas recorrer su rostro hasta su mentón. Pero por más que lo intentó, no lo logró, así que continuó hablando como si cada palabra le costase pronunciarlas. En parte, lo hacía—. Creo que... creo que he sufrido y aprendido lo suficiente. Mi alma siempre recordará, siempre tendrá la marca del pasado plasmada. Necesito desligarme de todo y de todos. Por favor... permíteme ser parte de la Madre. Cuando Muerte destruya mi alma, podré descansar en paz. Lo sé, ¿sabes por qué lo sé? Porque no existiré, seré... la nada.
—Hija... —musitó Vida, dejando salir lo que Forest en esos momentos añoraba. Dos lágrimas brillantes se deslizaron por la blancuzca piel de la diosa, dándole paso a más de ellas. Se acercó a Forest y la envolvió en un emotivo abrazo, en donde los gemidos de dolor se le escapaban en tenues suspiros.
La guardiana sintió su dolor, era el mismo que ella experimentaba. Era saber que morirías, sólo que no sabías cuando. Era saber que encontraría la paz que tanto añoraba, sólo necesitaba ser paciente y saber esperar un poco más. El proceso sería doloroso; necesario para lograr su objetivo. Era lamentable en cierto punto, querer morir y olvidar todo, ser la nada en un mundo tan complejo que empezó precisamente así. En la nada.
—Prométemelo Vida. Estaré más tranquila si me haces esa promesa. Sé que tú no me traicionarás como él lo hizo.
—Mi pequeña flor —murmuró separándose. Sus ojos cafés seguían cristalizados, pero la fortaleza que siempre emanaban hizo que la diosa sonriera, y en un débil gesto, asintiera—, te lo prometo. Cuando llegue se día, estaré presente y me cercioraré de que... de que tu alma descanse.
—Gracias, no sabes cuánto te lo agradezco —contestó emulando una sonrisa. Los músculos del rostro se le tensaron más de lo que quería, y al final terminó siendo una mueca. El rostro de la diosa se congestionó, para comenzar a reír a carcajadas, todavía con el rastro de las lágrimas.
—¿Qué... es eso? —preguntó entre risas—. ¿Una sonrisa?
—Sí... —Vida se carcajeó aun más.
—En todos los milenios que llevo de existencia, nunca en mi vida había visto un intento tan vago de sonrisa.
—¡No me culpes! —exclamó Forest borrando su mueca—. Tengo muchos años sin saber lo que es sonreír.
—Oh mi pequeña flor, lo sé. Pero eso no durará mucho tiempo —Forest frunció su ceño, contrariada por la mirada pícara que hizo Vida—. Ido me contó de cierto visitante, que tiene unos días viniendo al bosque —aclaró canturreando.
—Ese chismoso —Se quejó por lo bajo—. Un simple humano que interrumpe el equilibrio de este lugar. Estoy esperando que cometa algún error para volverlo parte de bosque.
—Me temo que ese día no llegará —Vida se acomodó, para quedar al frente de ella—. He visto ciertas cosas, escenas... ese chico seguirá viniendo, tal y como prometió.
—¡Es humano! Comete errores.
—Todos cometemos errores. Incluso los dioses. Sin ellos, no podemos llegar a lo que llamamos experiencia, y sin la experiencia no hay sabiduría. ¿Cómo aprender si no hemos fallado en algo?
—No intentes justificarlos.
—No, intento justificar tu pecado —espetó enfatizando en la última palabra—. Ya te lo dije pequeña flor, perdona a los humanos, y el dios Padre te perdonará.
—¿Cómo se supone que me perdonará? ¿Hará que deje de ser inmortal? No lo creo, me necesita para retener a la tierra mientras encuentre una solución viable a todo lo que ocurre.
—Tienes razón. Pero confiará más en ti. No te vigilará ni permitirá que los dioses se burlen de ti.
—Sus burlas son lo menos importante para mí. Este bosque es todo en mi vida, cometí el error de dejar entrar a los humanos por años a este lugar, ¿y cómo me lo pagaron? Incendiando y trayendo caos al bosque. ¿Cómo puedo volver a confiar en ellos?
—Entiendo que sufriste, pequeña flor. El Creador te castigó por ello, quizá haya sido injustamente, no soy nadie para contrariar sus acciones. Sólo sé que no eres así. Sé que puedes aceptar a ese muchacho en este lugar —Forest iba a refutárselo, pero Vida continuó—. Es cuestión de tiempo para que el bosque lo acepte. Parte de los animales lo hicieron, y el río... Dime pequeña flor, ¿recibiste quejas del río cuando por accidente cayó en él?
—No... —musitó sorprendida. Apenas y recordaba ese detalle. No recibió ningún tipo de quejas del agua cuando cayó. Usualmente suelen ser muy sensibles, ¿por qué? «Seguramente es porque fue un accidente, ninguno de los dos se lo esperaba»
—Quizá ya no le tiene ningún rencor.
—O solamente fue por ser una peripecia inesperada. No podemos afirmarlo. Sé que si le doy mucha confianza a David terminará haciéndonos daño. Ha prometido mucho... lo ha hecho, y... una parte de mi quiere creerle. Sé que no puedo hacerlo, no debo darme ese lujo. No quiero escuchar de nuevo los llantos desgarradores de los robles, o el quejido del río. No quiero sentir como la piel se me desgarra al sentir que una flor es arrancada sin permiso ¡Y más cuando esa persona desconoce de nuestros poderes! De lo que hay, de lo que somos...
—No veo malas intenciones en ese muchacho. Sí, es un humano, todos cometen errores, y llevan la codicia en la sangre. Pero dale una oportunidad, y ve que se te presenta. Quizá se vuelva un compañero para ti ¿No crees?
—No —respondió cortante—. No quiero a ningún compañero.
—No puedes evitarlo —Vida se levantó, luego se dio media vuelta, para poder observar la luna—. No hasta que él siga evitando cualquier acción imprudente de su parte. Él quiere estar aquí; si no me equivoco, le arrebataste lo más preciado que tenía, ahora solo le queda este lugar —La diosa cerró sus ojos cuando el viento pasó alborotando las plumas que cubrían sus hombros—. Tú más que nadie sabe lo que es perder a la gente que amas, ¿harás lo mismo esta vez? ¿Le quitarás la paz que siente ese muchacho al entrar en tus dominios?
—¡Él altera la paz! —Se quejó dolida. No podía creer que Vida no estaba de acuerdo con su decisión, cuando era la más prudente que pudo tomar—. Si le doy confianza, hará lo mejor que ellos saben hacer... destruirla.
—Los humanos merecen una segunda oportunidad.
—¿Segunda? —espetó—. ¿Cuántas veces ellos han sido perdonados? Vida, no aprenderán. Ni si quiera con las catástrofes que ocurren una vez cada cientos de años. Siguen destruyendo, mintiendo...
—Me decepcionas, Forest —El tono de la diosa se volvió tan frío como el agua de las cascadas. Se volvió a ella con su ceño fruncido, y la desaprobación en su rostro—. Creí que eras más racional. Reprochas los pecados de los humanos como si en tus vidas anteriores nunca hubieras cometido uno. —Ella se sorprendió ante la frialdad de la mirada de quien consideraba su madre. Se sintió como una niña pequeña siendo reprendida por algo malo que hizo. ¿Acaso su decisión era errada?—. Una vez fuiste humana. Mentiste como cualquiera; envidiaste; deseaste lo que no era tuyo y no te arrepentiste de ello. Pero también hiciste cosas buenas. Veneraste a los dioses sin saber de sus existencias; amaste con sinceridad; abnegada hasta el último día de tu vida; cuidando de la Madre y de tu familia. ¿Lo comprendes ahora? —preguntó suavizando su tono—. Nadie es perfecto, ni si quiera los dioses. Todos hacemos cosas buenas y cosas malas, una simple catalogación para nuestras acciones. ¿Qué más da? Así fue desde el principio, y será muy difícil eliminarla.
»Los humanos comenten atrocidades, y también gracias a ellos la naturaleza persiste. ¿Crees que ningún humano quiere lo que tu amas? No. Hay muchos más que David. Ese joven tiene sus dificultades, y eso no le ha impedido hacer lo que le gusta. Así como él hay muchos más humanos. Sí, cada día son menos. Lamentablemente no podemos hacer más nada, aparte de esperar. Forest, no juzgues a un solo humano, por lo que muchos otros han hecho. Sé que te han dañado; has visto de ellos sus peores facetas, pero no juzgues a ese muchacho solo porque no has tenido buenas experiencias con el resto.
—¿Entonces qué debo hacer? —preguntó levantándose. Irguió su espalda y colocó sus manos sobre el vientre. Tenía miedo de lo que podía ocurrir si permitía que ese chico entrase, aunque debía admitir la razón en las palabras de Vida. Ella no era nadie para juzgar cuando se había comportado de la misma forma. Había cambiado, o eso creía.
—Pequeña flor... sabes qué debes hacer. —Vida sonrió con ternura, mirando a la guardiana con el mismo cariño de siempre—. Dale una oportunidad a ese joven, permítele que entre a este lugar y observe la belleza que posee. Habla con él, cuéntale las leyendas de este lugar; invéntale historias fantásticas sobre el bosque y lo que lo conforma. Al dársela, te la das a ti también. Te das la oportunidad de perdonar —Vida se acercó y tocó con su dedo índice, el lugar en donde antes tenía su corazón—. Él lo necesita, tú lo necesitas.
—Tengo miedo —musitó. Sus mejillas se arrebolaron al dejar a luz sus pensamientos más profundos; los que nunca compartiría con alguien que no fuera tan cercano como Vida—. ¿Y si no resulta?
—Entonces tendrás motivos para volverlo parte de este bosque —contestó con una sonrisa. La respuesta no le agradó del todo; significaría obtener los recuerdos y añoranzas de esa persona. A pesar de todo, no poseía un odio profundo hacia él, solo la desconfianza que continuaba siendo un muro entre ellos, y que probablemente nunca se podría romper.
—Está bien. Lo haré. —Subió su mirada, inexpresiva. Vida volvió a sonreír, satisfecha por lo que había logrado.
—Eso sí, no puedes revelar mucho sobre nosotros ¿Entendido? Ya no puedes ocultar lo que eres, y probablemente lo que fuiste. Pero es peligroso que los humanos se enteren de la existencia de dioses, cuando ellos solo confían en un solo Dios. Es mejor que mantengas a raya algunas historias. Del resto, es cosa tuya pequeña flor. Muéstrale tu verdadera forma, y no le des mucho material al risueño de Ido, puede que venga a hacerte unas bromas.
—No me importan los jueguitos de Ido.
—Entonces estarás bien —Vida se acercó para envolver a Forest en un abrazo, pero de repente el bosque comenzó a temblar. El suelo retumbó, haciendo que ambas se tambalearan por la fiereza en que lo hacía. Los pájaros se despertaron asustados; muchos volaron y se acurrucaron en otros lugares, esperando que el temblor acabara. Las liebres salieron corriendo, y las flores se volvieron capullos, escondiéndose del peligro que amenazaba todas las noches. El bosque entero se sumió en un silencio sepulcral luego que todo regresara a la normalidad; ni si quiera los grillos continuaron cantando luego de semejante susto.
El viento pasó apresurado entre ambas, susurrándole al oído lo que la guardiana ya suponía. Todo seguía sumergido en la capa de tensión que tanto odiaba percibir en su bosque. El duro deber llamaba, como la sombra de un fantasma negro, que susurraba impasible lo que acontecería a su llegada. Forest miró a Vida con gravedad. Inhaló y exhaló con pesadez, y con el mismo miedo de todas las noches. Buscó en los ojos cafés de la diosa algo que pudiera ayudarle a encontrar la paz, mas solo halló la compasión en su mirada.
—Tú puedes hacerlo pequeña flor. No olvides que te quiero.
—Yo también te quiero —Vida se dio la vuelta, para irse, pero Forest la detuvo—. ¡Espera! —La diosa se volteó con curiosidad—. Prométeme que regresarás de nuevo. Prométeme que no me dejarás sola por tanto tiempo. —Ella sonrió, y en un leve gesto asintió.
—Lo prometo pequeña flor. Regresaré pronto.
El cuerpo de la diosa se desvaneció, dejando cientos de plumas plateadas volando alrededor de donde antes estaba. Brillaban tenuemente, y al caer en el suelo, desaparecían de manera evanescente. Forest esperó ver como desaparecía la última pluma, para inhalar el olor de orquídeas que había dejado Vida. Luego entró en el manto del viento, se transportó vertiginosa al centro del bosque, el lugar más profundo e inexplorado por humanos.
Y allí lo vio. El Árbol Padre con su tamaño bestial, y sus raíces tenebrosas, gritando la calidez del cuerpo de la guardiana.
Se relamió los labios, nerviosa. Su espalda se irguió, y sus temblorosas manos regresaron a su posición habitual. Continuaba siendo difícil recitar la oración y entrar a su perdición. ¿Sería como todas las noches? ¿O el sufrimiento aumentaría? Siempre se preguntaba lo mismo. Al final solo había una forma de saberlo.
«Bien, aquí vamos.»
N/a:
¿Éste es el fin del hombre araña? digo... em... ¿Éste es el fin de la diosa del bosque? ¡No señores! La historia no acaba ni en tres caps, ni cuatro, aún faltan muchas cosas que develar e historias que contar. Nada es definitivo ni seguro, quizás y en el final se encuentren con una sorpresa 7u7 ¿Quien sabe? XD
Querido lector. No sé de dónde me lees, ni qué hora es, pero hoy 31 de diciembre les quiero desear un feliz año nuevo, que este este lleno de muchas alegrías para todos, espero que me puedan seguir apoyando y leyendo esta historia que tanto esfuerzo le he dedicado :3 Muchas gracias a todos los lectores, realmente me siento muy feliz.
Para los que no lo saben ¿Sabían que esta historia fue escogida como destacada del mes de enero, por el perfil oficial de fantasía en español? ¡Me siento muy feliz! Esto es gracias a ustedes. Que pasen una linda noche, les quiero <3
-Little.
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