Capítulo 19

No sabía hasta que punto existiría un límite. Si algo había aprendido con el tiempo, es que los humanos aparte de ser codiciosos, eran temerosos con lo que no conocían. Siempre huían o atacaban al ver algo extraño; era algo natural, ella no podía juzgarlo. Al igual que la naturaleza de un Dios es mantener una estabilidad entre los poderes que manipula, en ellos era ser precavidos ante lo desconocido. Pero ¿Por qué él no lo era?

Forest pensó que para esa etapa ya debía de haber huido, y jamás regresar. Mas mostraba persistencia y determinación, una tenacidad que jamás se habría esperado de ese chico, menos cuando su estado era tan inestable.

Esa persistencia estaba despertando sentimientos que prometió olvidar. La estaba convirtiendo en alguien débil ¡No podía serlo! Ella era la guardiana del bosque, debía poseer una estabilidad férrea, recia al igual que su actitud con todos. ¿Entonces por qué en ese momento no pudo hacerlo? ¿Por qué se dejó llevar por las palabras de un simple humano?

Su paciencia, su estabilidad mental estaba siendo afectada por un simple mortal. ¿Cómo era posible? Una guardiana no debía dejarse llevar por seres inferiores, ni si quiera por las palabras que bien podían ser mentiras. En su mente los pensamientos afloraban sin quererlo, contradictorios y desordenados «Pero él dijo que quiere amar este bosque —Le dijo su parte ingenua. La otra negó, considerando las experiencias de tiempos anteriores, en los que su inocencia le trajo pesares—. No, él no puede amar este lugar. Terminará destruyendo, todos hacen eso»

Tragó saliva y se obligó a mantener nuevamente la calma. Miró directamente al joven David, deteniéndose en sus ojos que se renegaban a darse por vencido. No quería aceptarlo, él no creía ser como el resto. Pensaba que era distinto. Claro que para Forest, todos los humanos eran iguales. Apretó sus puños, volviendo a pronunciar una de las frases que últimamente frecuentaba, reacia a mantenerlo en sus dominios.

—Vete, este no es un lugar para humanos —pidió nuevamente «Por los Dioses, que se vaya» imploró.

—Ya te lo he dicho —David frunció su ceño—. No me iré. No hasta que ellos regresen —Forest apretó sus dientes y le dio la espalda con brusquedad. Debía mantener la calma, ser paciente y certera. Tenía que idear un plan para sacarlo y que más nunca regresara.

Entonces, otro sentimiento arraigó en su alma. La decepción, esa de saber que no podría sacar al humano del bosque. En cambio, si fuera una Diosa todo sería distinto. «¿Por qué? —Se preguntó mientras apretaba sus puños con fuerza—. ¿Por qué ahora? ¿Por qué él? ¿Por qué los Dioses no quieren dejarme descansar mis días en paz?» No podía asegurar que todo era una treta de los Dioses, no obstante, tampoco descartaba la posibilidad.

Tenía tantos sentimientos encontrados, que recordó cuando era una joven humana; con sueños y esperanzas, con una alegría, un positivismo que nada podía aplacar, a excepción de algo. De la muerte.

Ahora su pasado cobraba vida, renaciendo de las cenizas de lo que fue y jamás será. Todo por culpa de un mísero humano que no aceptaba su naturaleza. Se estaba desequilibrando. ¿Cómo evitarlo? «Prometo demostrar mi cariño hacia este lugar. Prometo cuidarlo, tanto como pueda. Y, te demostraré, que llegaré a quererlo, tal y como amo la naturaleza» Aquellas palabras dejaron su marca en el alma de la guardiana. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que escuchó palabras similares? Despertaban en ella un sentimiento que casi no experimentaba. Era algo ajeno, algo que pocas veces experimentó siendo la protectora de ese lugar. «¿Cuál era su nombre? —Cerró los ojos intentando recordar—. Es... es... ¿Alegría?» Sí, ese era el nombre para ese sentimiento que provocaba una calma y paz absoluta. Ese que te hace sonreír. Solo que Forest no sonreía. Nunca.

—¿Este lugar siempre es así? —Escuchó al joven preguntar. Se volteó a mirarlo con gracilidad. Quedó perpleja al mirar aquella sonrisa tan sincera, tan... natural. Observó como en su mano se posaba una mariposa, y él en vez de espantarla, le sonrió. «Se está ganando a los animales ¿Cómo?» pensó perpleja.

No contestó. Ella no pretendía hacer amigos humanos, jamás lo haría.

Se escuchó un chillido que hizo ecos en el viento. Este se alborotó batiendo el cabello de Forest, al igual que el delicado vestido que llevaba puesto. David se asustó, agachándose ante el repentino grito. Pero ella no se inmutó. Quiso sonreír, mas no lo hizo; solo esperó al momento en que las garras del animal se clavaran en su brazo. Era grande, y pesaba cada día más. Su plumaje era majestuoso, delicado y agradable al tacto.

David cayó al suelo sorprendido. El animal chilló de nuevo, como si fuera un grito de guerra dirigida al joven de rulos. Forest percibió el miedo en sus ojos. Su mano libre se encargó de acariciar con delicadeza al águila que ahora posaba en su brazo. Su plumaje era marrón, con algunos detalles en blanco, y su tamaño era considerable.

—Se llama Gardenia, y odia a los intrusos —«Esta es mi oportunidad, si se asusta lo suficiente se irá despavorido. No regresará jamás» El águila miraba a David, como si inspeccionara cada parte de él—. Si no le agradas, puede que te ataque —mintió. El animal no atacaría a menos que ella lo dijera. Se concentró en su objetivo. Asustar lo suficiente a David como para que se fuera del bosque.

Notó el miedo congestionar el rostro del chico. A esa distancia escuchó los latidos de su corazón que se aceleraban con rapidez. «No, no, no. Así no tendrá fuerzas para irse»

—Te recomiendo irte por donde llegaste y no regresar jamás. No querrás que mis chicas se alimenten de tu carne. ¿Cierto? —No había notado el cambio en su tono de voz. Ahora emanaba malicia, buscando que fuera transmitida a él, lo suficiente como para hacerlo reaccionar.

—No me iré, y-ya te lo dije —Se sorprendió. No solo por la persistencia, también por la determinación y la valentía que mostraba en esos momentos, a pesar de que la marca inestable en su pecho amenazaba con hacerlo desfallecer. Estaba segura que era lo más cerca que había estado de un animal tan grande y peligroso como Gardenia. Sabía el peligro que ella podría suponer para él, entonces ¿Por qué continuaba insistiendo?

Forest rechistó enojada. Nada de lo que hacía cambiaba la opinión de David. «Paciencia, es un humano, caerá y cuando lo haga yo podré accionar»

—De acuerdo —aceptó, dejando a un lado su orgullo momentáneamente. Le costaba creer que estaba diciendo aquellas palabras, aunque era la única opción que le quedaba—. Podrás quedarte en el bosque —David sonrió—, pero, si llegas lastimarlo... no tendré piedad ¿Me entendiste?

Creyó que su advertencia borraría la sonrisa de David, mas no fue así. El chico de rulos sonrió y asintió feliz, como un niño al que le acaban de regalar un dulce. ¿Acaso era un regalo permitirle el paso a un bosque que reclamaría cualquier error que él cometiera? «Sé persistente y verás los resultados —pensó—. Espera, observa y... ataca»

—¡Muchas gracias! —exclamó David. Sus ojos azules brillaban, quizás era de la alegría que experimentaba—. Prometo cuidar el bosque. Por cierto. ¿Cuál es tu nombre? —Forest frunció su ceño.

—Que te haya permitido quedarte no significa que seremos amigos. Mantente alejado de mi, que yo no me acercaré a ti —respondió férrea. Había prometido no entablar relación alguna con un humano. Recordó las palabras de Ido y se enfureció por dentro. No permitiría que aquellas palabras fueran determinantes en su futuro. No sería nada de aquel humano llamado David, se encargaría de ello.

Miró de soslayo al chico, y observó un rostro algo triste, pero su expresión fue reemplazada con rapidez por una sonrisa.

—Entonces te llamaré Esmeralda —dijo—. Tus ojos son hermosos, parecen pequeñas esmeraldas, aunque es de un verde distinto. Son fascinantes, la verdad. Es un gusto conocerte, yo soy...

—David —completó Forest—. Tu nombre es David. Fuiste amigo de Hernesto y de Xavier.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó sorprendido.

—Creí habértelo dicho ya. Sé todo sobre las personas que jamás salen de mi bosque —Forest le brindó una última mirada, y movió su brazo haciendo que el águila cobrara vuelo y se fuera de allí, alborotando algunos pétalos que se hallaban en el suelo. La marca de sus uñas quedaron en su piel. Estas con rapidez desaparecieron, sin dejar rastro alguno de magulladura.

Inhaló y exhaló, hasta que desapareció de la visión de David, desvaneciendo cada partícula de su cuerpo con lentitud. Se dejó abrazar por el señor viento, que le recibía con mucho cariño y amor. No se alejó, se quedó allí a observar los pasos de David, al pendiente de cualquier error que pudiera cometer.

Era curioso. Ese chico era extraño. ¿Por qué insistía tanto en ser diferente? No lo conocía, debía admitirlo, pero al fin de cuentas era un humano, y todos los humanos son iguales. Observó como David suspiraba y se sentaba a admirar las flores con una sonrisa. Percibió la alegría en él, al igual que la nostalgia. De repente sacó de su bolso un artefacto, uno que ella conocía demasiado bien.

Se encolerizó al escuchar el clip característico de las cámaras fotográficas, esas que retractaban la belleza de lo que ella cuidaba. Se hizo visible con rapidez, dejando a su vez un viento que actuó acorde a sus sentimientos en ese momento. De un guantazo, el artefacto salió volando de las manos de David y fue a parar muchos metros lejos de él, probablemente destrozada. La cólera que recorría sus venas podía sentirla, como el fiero mar que se enaltecía ante una tormenta.

David se volteó con una expresión de horror, mientras que Forest le gritaba.

—¡¿Qué diablos hiciste?! —exclamó enfurecida. Su voz había salido distorsionada, como una liga de muchas voces gruesas. Notó como el corazón de David se aceleraba a un ritmo preocupante.

—Y-Y-Yo s-s-solo l-le to-tomaba una... foto.

—¡Eso es un insulto! ¿Acaso no entiendes que tomar una foto de este lugar es mostrarle al mundo lo que esconde este bosque? ¿Qué pretendes? ¡Sabía que tus intenciones no eran buenas! Seguramente quieres que vengan más personas, ¿no es cierto? A destruir y arrancar la belleza de este lugar —Se recriminó lo tonta que había sido. Debía sacarlo de allí cuando antes, debía...

Quizá se había sobrepasado. El corazón de David palpitaba muy rápido, y él parecía no poder controlarlo. ¿Acaso fue su gutural voz la causante de esa reacción? «Claro, eres un mounstro, entiéndelo» Vio como la mano del chico, temblorosa se acercaba al pecho, al igual que el rostro que empezaba a denotar dolor. Mucho dolor.

Forest tragó saliva. Estaba como antes, se había dejado llevar y ahora le causaba daño a una persona. «No... yo no soy así» Se reprochó. No le agradaban los humanos, pero tampoco deseaba ver a alguno morir en su bosque.

—No te alteres, tranquilízate —Le dijo, aunque parecieron palabras también dirigidas hacia ella misma, buscando taimar la fiera que salía cada vez que lo más preciado que tenía era dañado. Se acercó con pasos lentos hacia el joven que ahora estaba sentado en el suelo. De repente su piel había empalidecido, quizá demasiado. Sus palpitaciones eran consecutivas, casi a lo que ella podría considerar alarmante. Acercó su mano al corazón que latía con fuerza. «Lo siento —pensó—. Los humanos no me agradan, siempre he sentido odio por ellos pero... »

La idea de la muerte seguía rondando por su cabeza, al igual que la lástima hacia aquellas personas que intentaban ser distintas. Una parte de ella sintió compasión, aunque no quería hacerlo. Deseaba rechazar cualquier impulso piadoso, pues ellos no se lo tuvieron a ella.

De su mano, transmitió una pizca de su poder, trayendo la calma al pecho de David. Era la misma que usaba para calmar a seres tristes o angustiados. Nadie lo veía, mas la naturaleza tenía vida y pasaba por tantos momentos como los humanos. Su magia era el poder de su alma; actuaba según sus deseos e impulsos, así que dentro de ese bosque, podía hacer lo que quisiera, sin importar que era relativamente débil comparada con un Dios.

El corazón de David dejó de latir a ritmos preocupantes, regresando a su velocidad natural. El joven de rulos pareció recobrar la fuerza y la paz, sin embargo no se movió. Sus ojos se abrieron y miraron directamente a Forest. La guardiana no supo decir que querían decirle aquellas perlas azules. ¿Era odio? ¿Agradecimiento? No supo hasta que él lo dijo.

—Gracias... —El joven acercó su mano con lentitud, y acarició la mejilla de Forest, anonadado por la belleza que emitía su rostro. El roce fue delicado... tierno. La guardiana sintió una presión en el hueco de su pecho, ese en el que anteriormente estaba su corazón. Recordaba a la perfección ese movimiento tan grácil. Revivió momentos dolorosos, inundándose en el agua de su pasado.

En otro tiempo, hubiera llorado. Pero la guardiana del bosque no lloraba. Eliminó sus recuerdos y se levantó del suelo. Sacudió con presteza su vestido de sedapara luego juntar sus manos sobre el vientre.

—Las cámaras fotográficas captaron la belleza de este lugar en un tiempo. Las personas siempre traían consigo una, para guardar el momento, no solo en sus memorias. —Miró a David, él se reincorporaba con lentitud, atento a lo que ella relataba—. Me parecía hermoso que los humanos quisieran recordar este bosque por siempre, creí... creí que ellos no eran impíos como algunos Dioses. Para ese entonces, todavía depositaba en ustedes una pizca de confianza, que poco después traicionaron.

»Las fotos fueron difundidas. No sé cómo, solo sé que lo fueron. El mundo entero quería venir a admirar la belleza de este lugar. Y yo... estaba feliz. Mi mundo era conocido por muchas personas que poco a poco le tomaban cariño. O eso fue lo que pensé.

»Las visitas incrementaron, y con ella, la contaminación. En la noche, cuando nadie miraba, tenía que recibir las quejas del bosque. Escuchaba a los árboles llorar, y a la flores suplicar el regreso a la tierra; esas que arrancaban para adornar sus cabellos, o cualquier cosa. Incluso, se llevaron muchas de este jardín y yo... yo lo permití. No hice nada para detenerlo.

»Los guardabosques dejaron de prestarle atención a la basura que poco a poco se acumulaba, y las personas ignoraban los carteles en el que les pedían que no contaminaran la naturaleza. El ser humano creó un escudo de negación ante lo visible. Veían la basura tirada en el suelo, y no la recogían, creyendo que no importaba.

»Con las visitas incrementó la cantidad de plásticos y objetos dejados en el lugar. Todas las noches buscaba purificar el bosque, pero no servía de nada. Cuando me daba cuenta, había más, y más... Usaba mi poder cada vez más seguido, intentando mantener la pasividad de mi entorno. Hasta que comprendí las acciones fatídicas de los humanos.

»Más allá de querer proteger el bosque, lo que pretendían era pasar un buen momento, ignorando las normas. Guardar el recuerdo en una cámara fotográfica; recuerdo que era mostrado a otra persona que vendría de igual forma al bosque a destruir. Se convirtió en una cadena que no tenía fin.

»Creí que todo estaba bien, me quería engañar diciéndome que no había problema, que era natural. Pero en las noches debía sanar las plantas destruidas; los árboles que rayaban con una navaja, en donde colocaban las iniciales de los enamorados, creyendo que era una manera de que la relación fuera duradera; debía sembrar todas aquellas flores que lloraban del dolor al ser arrancadas... debía purificar el oxígeno que comenzaba a cambiar...

»Mi límite llegó el día en que las personas comenzaron a traer cigarrillos escondidos de los guardias. Las personas se internaban en lo profundo del bosque y prendían con una cerilla los cigarros, calando y expulsando el humo contaminante de estos. Al principio creí que solo era uno, hasta que días después una parte de mi bosque se incendió. Otra persona, a muchos kilómetros de distancia calaba de un cigarro. Lo tiró al suelo y no lo apagó.

»Mi alma se destruyó, al igual que la fe que mantenía en la humanidad. Corrí hasta mis árboles. Me transporté en el viento con la velocidad que me permitió. Pero cuando llegué al lugar ya muchos estaban afectados. Mis tímpanos explotaron al recibir los gritos y las súplicas de ayuda, clamaban «¡Madre, madre, ayúdanos!» Intenté apagar el fuego, pero el río no estaba cerca, no había fuente de agua que me sirviera. Así que tuve que quemar mi piel junto a ellos para transmitir mi energía y disipar el fuego.

»Sentí por segunda vez el fuego quemarme. El dolor penetrante... mas no me importó. Poco después llegaron las personas con mangueras dentro del bosque, esos que ustedes llaman bomberos. Desaparecí y observé de lejos. Apagaron lo que quedaba del fuego, de nada sirvió, ya era muy tarde. Mis árboles estaban destruidos, y muchos animales fueron afectados por las llamas. Algunos murieron en mis manos... otros tenían heridas... ningún humano se atrevió a tocar a alguno de ellos. Escucharon como chillaban ¿Y qué hicieron? Se refugiaron detrás del escudo de negación, diciendo que:"No afectó demasiado al bosque, fue una suerte"

»Mi repulsión hacia ustedes creció, y comprendí que parte de lo que había ocurrido fue por las tontas cámaras que difundieron nuestra belleza, atrayendo a las personas hacia aquí, como la miel a las hormigas. Yo cometí un error, y fui castigada.

»Los árboles afectados fueron destruidos por los Dioses completamente. Era un castigo por dejar que eso sucediera, cuando prometí cuidarlo. Sufrí al escuchar sus gritos, sus lamentos que taladraban cada parte de mi alma. Y como marca, dejaron que el terreno no admitiera mi poder, así que más nunca pude sembrar árbol alguno allí. —Apretó sus puños, dolida por el amargo recuerdo—. Prometí ese día que más nadie nos haría daño. Y hasta hoy lo he cumplido.

Inhaló y exhaló con pesadez. Nunca había relatado esa historia con tanta facilidad. Nunca... se lo había contado a un humano. ¿Lo hizo realmente? ¿O acaso su parte irracional lo contó por ella? Todos los Dioses conocían esa historia, era algo más compleja de lo que había relatado, mas ese chico no necesitaba saber el resto. Fueron muchos factores que hicieron ese bosque inhóspito para los humanos. Quizás ese evento fue la gota que derramó el vaso de lo que podía y no permitir.

Una parte de ella, le recriminó lo que había hecho. ¿Cómo pudo contárselo a un humano? No supo responder aquella pregunta, pero por algún motivo se vio en la necesidad de hacerlo. Ella también sufría, ella no era un mounstro porque le gustaba serlo. El destino y sus acciones erradas llevaron a que todo terminara de esa manera. El joven era extraño, algo que le decía que no recriminaría su acción, aparte de que era una forma de explicar su repentino gesto tan brusco «¿Habrá sido lo correcto?» Se preguntó mientras miraba a David de soslayo.

Él tenía el ceño fruncido. No parecía enojado, quizá pensaba en lo Forest le había relatado. «No importa como se lo quiera tomar, no importa si no le hizo un daño directo al bosque. Si vuelve a tomar una foto lo sacaré de aquí, así le cueste la vida»

—Así que espero que no... —Se detuvo al mirar como David se levantaba. Tenía los puños apretados y su ceño fruncido. ¿Estaba enojado? ¿Por qué? «No fue buena idea contárselo» pensó temerosa a que se lo recriminara dañando a sus hijas, las flores.

Aquellos ojos azules emanaban una furia que no era dirigida hacia ella; una cólera que quería ser expulsada. David comenzó a caminar. Luego de que diera tres pasos ella comprendió que se dirigía al lugar en donde había lanzado la cámara. «La recogerá y se irá. Le molestó que la arrojara»

David se abrió paso entre las flores para recoger el artefacto. No pisó ninguna flor, caminó al pendiente de no dañar nada «Es precavido —Comprendió Forest—. Sabe que cualquier cosa que le haga al bosque o a la naturaleza puede costarle la vida» Tomó en su mano la cámara fotográfica rota. La pantalla se abría en dos grietas de cristal que sus dedos rozaron con melancolía en la mirada. Pero el joven la reemplazó con furia y regresó al sendero. Allí, tiró la cámara al suelo con brusquedad, para luego darle pisadas con fiereza hasta que la destruyó por completo.

Forest se sorprendió. Sintió como sus manos comenzaban a temblar con lentitud, completamente atónita por aquella reacción. «Él... él...» Aquel simple gesto podía significar tanto, y a la vez nada. En la guardiana volvieron a despertar los sentimientos que por tanto tiempo quiso erradicar; fueron como los revoloteos de mariposas en su pecho, ansiando encontrar una salida a la jaula de frialdad que había construido con el tiempo. Sintió la alegría, la nostalgia, la... sorpresa al presenciar la rabia contenida por el chico hacia uno de los aparatos que destruyeron la paz en el bosque.

Ella no lo admitiría tan fácil. No podía simplemente cambiar sus pensamientos ante tal acto. Solo que... ¿Cómo podía explicar el alivio que sentía? ¿Cómo describir aquel sentimiento que provocó estragos en su estómago? Al ver el coraje, la furia... fue como verse a sí misma, fue como si aquel chico reflejara el odio que sintió aquel día, en el que volvió a sentir las flamas quemar su piel. Aún tenía muchas preguntas, muchas dudas, pero la desconfianza contenida en ese humano en específico, de alguna forma comenzó a disminuir, solo que no lo quería aceptar.

—¿P-Por qué? —preguntó atónita—. ¿Por qué tú...?

—Porque no permitiré que ocurra de nuevo —Ella abrió sus ojos aún más, conmocionada—. No... no sabría explicarlo pero... no quiero que cuando me veas, mires a un humano que quiere destruir la paz que con tanto esfuerzo has mantenido —David miró a Forest con rabia, no hacia ella. Apretó sus puños mientras bajaba su mirada—. No quiero hacerle daño a este lugar que me transmite tanto sosiego. Sé que... sé que no puedo borrar todo lo que las personas han hecho; no puedo erradicar la fama que inconscientemente nos hemos ganado. —Subió su mirada hacia la guardiana; emanaba determinación y firmeza—. Prometo que no traeré la desgracia hacia este lugar sagrado. Y prometo que cuidaré lo más que pueda la tranquilidad que trasmite.

El viento danzó sobre ellos. Sigiloso, ágil... al pendiente de cualquier acción de Forest, pero la guardiana ignoró su cálido roce en el rostro, para ella solo existía la pureza que manaba aquel humano. Era tan incoherente, ilógico... ¿Cómo un humano podía tener ese pensamiento? No sabía que decir, ¿qué se supone que se dice en momentos como ese?

La guardiana llevó su mano al pecho, en el que antes reposaba su corazón. No sintió nada al tacto, aunque sí percibió que en el lugar en el que estuviera; en un cofre, en un cristal... sabía que su corazón estaba latiendo, fuerte, rápido... un corazón que a pesar de la lejanía reaccionó ante las palabras que solo él había pronunciado con tanto coraje. Palabras que podían marcar un antes y un después en la vida de Forest.

«No, no caigas —Cerró sus ojos—. Puede ser un engaño ¿Y si lo es?» Sus pensamientos iban y venían, ¿a cual hacerle caso? Optó por su actitud de siempre. Inexpresiva. Cambió su expresión de sorpresa, de nostalgia, de alegría... por aquella en la que no podías saber que pensaba. Y no lo hizo precisamente porque no quería que él viera más allá de lo físico y husmeara en sus sentimientos. Lo hizo para sentirse fuerte. Eso debía ser, fuerte por el bosque, fuerte por ella misma.

—No creas que por el hecho de que te haya contado parte del pasado de este lugar, te trataré diferente —dijo luego de unos minutos en silencio—. Significas tanto para mí como el resto de los humanos. Una amenaza. Así que no esperes de mí un trato distinto. Obtienes lo que das, David.

Creyó que al responder de esa forma, eliminaría cualquier rastro de esperanza en el joven. Se sorprendió al no ser así. Él solo sonrió, de forma dulce e indefensa. Algo se removió en ella al escuchar su respuesta.

—Entonces, lucharé por el cariño del bosque.



N/a:

ACLARACIÓN: David no le hizo daño a la naturaleza al tomar una foto, por ello Forest no usó medidas para desaparecerlo, únicamente se asustó al creer que la historia podía volver a repetirse, por eso se encargó de evitarlo.

Sé que es algo obvio, pero quería prevenir preguntas así (?

Saludos a todos mis lectores. Besos y abrazos.

-Little. 

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