Bendiciones- One- shot

Desde tierras lejanas, existía una joven bella que a pasos ligeros y cálida sonrisa visita a las afueras de la fortaleza en la cual residía, junto a los seis bendecidos concedidos con el poder de los dioses.

El mayor brindaba vientos ligeros, para calmar la gran furia del sol. Su hermano menor concedido el poder de crear relámpagos, castigaba cualquier injusticia.
El joven de belleza sombría controlaba el agua de todo el país brindándole vida a todo lo que tocaba. La gran sacerdotisa del fuego, brindaba la cálida y ardientes llamas que permitían luz y comestibilidad de los alimentos. El fuerte, que controlaba la tierra, daba todo de sí para mantener fértiles tierras. Luz, el más joven de todos, quien daba esperanza al país entero.

Una fuerte combinación de bendecidos y la unión de la bella joven llamada Érida, por su valentía y la osadía de superar todos los obstáculos para llegar ser la sirvienta del gran palacio real y amiga de los seis bendecidos.

Gente hambrienta casi no existía, la joven pura de corazón ayudaba con su sabiduría y cálida sonrisa a los que por azares de la vida pasaban penas.
No tenía ninguna bendición, pero el pueblo la amaba como la valiente Érida.

Hasta que el oráculo llegó, se anunciaría al que tendría la dicha de poseer la gran bendición del dios primogénito.
El que concedería el poder de gobernar un país entero.
Uno de los bendecidos debía ser elegido, Érida, con gran alegría esperaba el anunció de que uno de sus preciados amigos tuviera la dicha de gobernar el país entero para una próspera generación.

El oráculo anunció, con vivida voz pronunció el nombre de la valiente Érida. Ella era la elegida, con la ayuda de las seis bendiciones, que entregándoles un pétalo dorado cada uno a la elegida, debían llegar a lo más alto de la gran montaña junto a Érida y con el contenedor dada a ella. De esa manera formaría la hermosa y brillante flor dorada con los seis pétalos.
Y anunciaría ser la gran soberana elegida por el dios primogénito.

Una inesperada noticia para el país entero, que sorprendidos que una no bendecida sea elegida como la gran soberana. Fue algo que no podían creer.
Pero también, se proclamó que los seis bendecidos serían los protectores de la elegida y del país entero. Érida era la poseedora del más noble y fuerte corazón, por lo que sin más discusión, tomaron como buena noticia la elección de un gobernador elegida por el dios primogénito, ya que sus palabras debía ser respetadas.

Los bendecidos atónitos por la repentina noticia, dudaron por un momento. A cada uno de ellos se les crió de muy pequeños de una manera especial por el hecho de ser los futuros gobernadores y ser acreedores de bendiciones. Muy al contrario de Érida, quien en su niñez fue rodeada de gente pobre pero de buen corazón y con su afán de querer ayudarlos se convirtió en la sirvienta real para ganar más dinero y brindarle felicidad a su familia, como ella los llamaba.

Pero ellos no rechazaron el anuncio del oráculo, extendieron su mano con cada pétalo dorado que se les fue entregado y ante ella de rodillas pronunciaron:

—Eres nuestra amiga y ahora serás nuestra soberana.

Érida se puso melancólica y feliz, al ver como aquellos amigos no cambiaron su comportamiento hacia ella a pesar de que ellos deseaban su posición y fueron criados para ello. Ella no quiso aceptarlo en un principio, pero la palabra de un dios no debe ser desobedecida, ya que era una falta grave que podría costarle la vida.

Como se anunció, los seis bendecidos y la valiente Érida se encaminaron en la gran montaña llena de peligrosos seres, sus amigos con sus bendiciones zafaron de cualquiera que quisiera hacerle daño. Y fue así que llegaron hasta lo más alto de la montaña en donde un hermoso santuario esperaba su llegada.

Tal como se anunció, ella debía poner el contenedor en la mesa sagrada y por consiguiente sus amigos harían lo mismo con sus pétalos dorados. Cuando entró el primero, el bendecido de la luz, estiró su mano y se acercó al contenedor. Miró a Érida, sonrió maliciosamente y sin ninguna explicación, agarró el contenedor y la empujó diciendo:

—¡Eres la soberana en este gran santuario, los soberanos del mundo somos los bendecidos!

Sumido por el poder y la avaricia encerró a Érida en el oscuro santuario.

Los seis bendecidos se disputaron por el poder y condenaron a Érida en permanecer encerrada.

La pobre Érida estaba desolada, fue traicionada por las personas que más quería, pero lejos de odiarlos trató de comprender sus sentimientos, su avaricia, su lastimado corazón, por que en el fondo ella también sentía que los había traicionado al ocupar su lugar.

Días interminables de caos, muertes, hambruna, dolor; el país entero era azotado por la perdición de las seis bendiciones. Mientras ellos peleaban sin contenerse, la oscuridad había controlado por completo sus corazones. Que ni la piedad que pedía el pueblo, fue escuchada.

Érida con súplicas pedía al dios primogénito salir para calmar el caos que ella sentía en el exterior.
Pero él anunció presentándose ante Érida:

—Traicionaron tú confianza, abusaron de mi poder, fueron cegados por su avaricia.
¡Les condeno a morir con las bendiciones que ellos poseen!

—¡No, se lo suplico perdónelos!

—Humana, ellos nunca cambiarán, esta es su condena por sublevarse.

De esa manera, cada bendecido fue castigado.

El bendecido de la luz, fue devorado por la oscuridad.

El bendecido del viento, con un gran remolino despedazó su cuerpo.

El bendecido del relámpago, recibió su propio poder como castigo, dejando nada sobre la tierra.

El bendecido del agua, fue ahogado hasta morir por la furia del agua.

La bendecida del fuego, fue quemada por sus propias llamas que no dejaron nada de ella.

El bendecido de la tierra, fue aplastado y tragado por el suelo.

Fueron condenados a repetir la misma condena aún en el más allá, sin poder reencarnar nunca.

Érida al sentir el dolor de los que alguna vez llamo amigos, durante años de súplica y sin rendirse, con su último aliento pidió al dios primogénito que sus amigos reencarnen, pero con una última condición:

—Yo...al morir los guiaré al camino correcto y no pasarán por esta cruel condena.

El dios al ver su tan fuerte tenacidad y su gran corazón que no cambió durante tantos años, aceptó su súplica.

De esta manera los seis bendecidos fueron liberados de su condena y se les concedió una nueva vida. Ahora la valiente Érida se convirtió en la protectora de los seis bendecidos, que en un nuevo mundo guiaría a todas sus descendencias a no caer en la oscuridad y gobernar con justicia.

Ese fue el precio que tomó por salvar a sus amigos.

Ella se convirtió en la diosa de la misericordia. Viviendo por la eternidad y brindando una nueva vida a los arrepentidos.

Fin.

Gracias por leer este pequeño cuento :')

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