Seytan: la profecía.

—Y ahora... ustedes me darán lo que quiero.

Esas fueron las palabras de Bella luego de asesinar a Sebastián. Nadie entendía por qué lo hacía, si lo que aquella diosa quería era gobernar e infligir temor, ¿por qué no lo hizo desde antes? ¿Por qué necesitaba un cuerpo humano?

Al parecer todos tenían la misma duda, pero por temor, nadie de ellos habló, nadie, excepto James, él era el único que se atrevía a desafiarla con tal de conocer todos los detalles de la razón.

—Si lo que quiere es poder... —dijo dando un paso al frente, aunque un tanto inseguro— si lo que realmente quiere es el control total del lugar donde habitamos, ¿Por qué necesitaba un cuerpo humano?

—Pobre príncipe —respondió ella— como se nota que todos ustedes viven a las sombras de la ignorancia —y con un movimiento de manos, hizo aparecer un libro muy, muy antiguo; tenía un aspecto descolorido, era grande y parecía ser muy pesado. Era uno de esos libros ancestrales que los Isis habían mantenido guardado—. Éste, es el libro de las profecías —dijo dándole demasiada importancia—, todas las profecías que se formen a través de los siglos aparecen mágicamente aquí; este libro no se puede destruir, ni siquiera por un dios, y las profecías que contiene no se pueden pasar por alto. Podrán pasar eones, pero cuando llegue su momento, las profecías se cumplirán.

—¿Y eso que tiene que ver contigo? —preguntó Aaron.

—Con usted —recalcó la diosa.

—Usted —, repitió molesto.

—Pues, —comenzó a decir, dándose importancia, mientras miraba a todos como si estuviera a punto de darles la lección más importante de sus vidas, ¿o es que así era?— hace eones, cuando mis hermanos dioses me lanzaron en su mayor expresión de bondad al Averno, —añadió con sarcasmo— en este libro se escribió una profecía, tal profecía cuenta —contó medio leyendo y medio explicando— que Seytan, la diosa de las profundidades de la oscuridad, tendría su oportunidad de salir y gobernar también las dimensiones de luz, solo cuando un hijo de Ilk —señaló a los príncipes— tiñera de escarlata el trono blanco de mármol hecho por la diosa patrona de Is, si no me equivoco rey Daniel, el día de tu coronación sucedió un acontecimiento similar ¿no? —preguntó burlona.

—Sí... —respondió perplejo.

—Bien, —su respuesta pareció ponerla de mejor humor— pues resulta que, para lograrlo, había una condición y un posible impedimento —continuó diciendo tranquilamente— el primero, es que, para recorrer y dominar las tierras de la luz, debía tener una figura corpórea; es decir, así como me ven ahora, y solo podía lograrse alimentándome de la energía negativa de los vivos, y claro está, consumiendo el cuerpo de una criatura fiel que estuviera dispuesto a servirme por voluntad propia.

—Sebastián... —murmuró el rey.

—¡Exactamente! —Dijo Bella, como si estuviera feliz de que ellos entendieran perfectamente—. No saben lo difícil que fue meterme a la mente de Sebastián mientras ambos crecían, sus entrenamientos de control emocional y mental eran muy buenos —comentó asintiendo— pero claro está, yo lo era aún más. Logré que me sirviera, logré que tiñera el trono, logré que incrementara el miedo de todos ustedes, y logré crear un ejército a mi completa voluntad; el error más grande tu estúpida madre —dijo dirigiéndose al rey Daniel— fue lanzar a Sebastián justo donde yo residía. ¡Ella! —añadió levantando su voz para torturar aún más el alma del rey, quien no daba créditos a lo que escuchaba— ¡Me entregó a tu hermano por voluntad propia! ¡Ella los condenó a todos! ¡Su propia reina! —se burló.

—Basta... —susurró el rey, totalmente afligido.

—Dijo que había un posible impedimento —comentó James para hacer que la diosa cambie de tema, y a la vez intrigado por ese punto que podría ser la salvación de todos— ¿Cuál es?

—Me alegra que preguntes, endeble principito —y al escuchar eso, James se miró los brazos, no los tenía para nada desproporcionados de fuerza, pero entendió a que se refería la Diosa; a comparación de ella, todos eran endebles marionetas que podría derrotar en cualquier momento— sí... el posible impedimento eres tú —señaló a James— y tú —dijo señalando también a Aaron—, el arrogante hermano. Verán... aquí dice, que los herederos al trono en el año que Seytan domine la luz, serán capaces de asesinar su cuerpo mortal, y lanzar su espíritu infernal de vuelta a las profundidades del Averno. —Y terminando de explicar eso, cerró el libro de un golpe y lo hizo desaparecer.

Se hizo un silencio expectante.

—Comprenderán entonces, porque no puedo dejarlos vivos —dijo en un tono psicópata, dispuesta ya a matarlos.

—¡No asesinará a mis hijos! —dijo el rey desviando la mirada de Bella hacia él— Antes tendrás que matarme —Añadió valientemente.

—Si es lo que quieres... —comentó ella sin darle importancia y le lanzó el mismo gas que había utilizado contra los dos soldados en la entrada.

—¡NO! —gritó horrorizada la reina.

Bella se volvió para observar el rostro de temor de los dos príncipes, pero estos ya no estaban. Se habían esfumado del lugar sin dejar un solo rastro, era como si la tierra misma se los hubiera tragado, como si el bosque los hubiera hecho parte de él y no dejara huella de su huida.

—¡Cobardes! —gritó la diosa— Puedo oler su miedo, puedo sentir su tristeza, ¡JAMÁS ESCAPARÁN DE MI! ¡JAMÁS! —gritó, y aquel grito resonó en todo el territorio, e incluso más allá de Is, donde las montañas conservaban un territorio inexplorado, ese grito retumbó.

La gente de Lógverting se encerró asustada en sus hogares, y solo aquellos que tenían la suficiente valentía o descaro para ver al rey Daniel terminar de desintegrarse, se quedaron allí.

—Mi reina —dijo Luke—, esperamos sus órdenes.

—Mátenla —respondió ella con profunda ira.

Los soldados se prepararon, aunque algunos con cierto temor.

—¿Así que quieren una guerra? —La actitud de Bella era desafiante—. Pues una guerra será.

Y aunque quizás, ella sola habría acabado con toda aquella población, al ver a los Isis, los soldados, los elfos y algunos aldeanos listos para la batalla; decidió convocar al peor y más terrible ejército que haya existido, convocó a Ordu. Con la muerte del rey Daniel, el cielo se había tornado de un gris oscuro, y los rayos que brillaban a lo lejos pronunciaban tormenta; a pesar de ser una mañana cálida, el ambiente era frío y oscuro, lo cual para desgracia de los habitantes de Lógverting, incrementaban la fuerza de los ejércitos demoníacos de la Diosa.

En una colina cercana, los aldeanos vislumbraron a algunas personas que estaban parados a la espera de una orden, creyeron que eran más personas listas para apoyar y ayudarlos a defender el reino; pero cuando los vieron, el miedo los dejó paralizados. Estaban viendo a aquellas personas desaparecidas, aquellas que ellos mismos habían enterrado o creídas muertas; pero no parecían vivas, al menos no del todo.

Aquellas criaturas no salían a la luz, y su aspecto era oscuro, lúgubre y carente de emociones. Aquellos eran los vampiros. Algunos soldados, aldeanos, e incluso Isis, se congregaron en un grupo cerca de la diosa, parecían normales, pero hasta ese día, los demás no se habían dado cuenta que los ojos, allí en presencia de su amo, le brillaban como lobos hambrientos.

—Si... verán, estas son mis mejores creaciones; los vampiros —señaló a quienes estaban en la colina— criaturas de la noche, sedientos de sangre y con deseos de matar. Y los hombres lobos —señaló al grupo que tenía cerca de ella, ellos al escuchar la mención de su nombre, lanzaron un aullido al cielo, igual que los lobos cuando ven la luna llena— criaturas del día al igual que de la noche, canalizan la energía de la luna llena y son capaces de despedazar a cualquier atacante. Para darles una demostración... —dijo mirando a la reina Anna— usaremos a su reina.

Luke intentó interponerse, pero la velocidad y fuerza de estas criaturas, era imposible de vencer.

Los hombres lobo atacaron a la reina sin piedad, despedazaron sus extremidades y dejaron un horrible charco de sangre en su lugar, con pedazos de su ropa, una corona, algunas partes sin devorar y un montón de huesos roídos.

Los que quedaban en el pueblo intentaron pelear, entre ellos Luke, y el jefe de guerra Is, así como sus tropas. Pero todos fueron cayendo quemados por los demonios, algunos drenados por los vampiros, y otros, despedazados igual que su reina. La diosa Bella tomó el reino por las malas ese día, y ascendió al trono escarlata para gobernar la luz, así como a la oscuridad, y la alegría, la felicidad y el amor, jamás volvieron a ser igual en aquel reino; sin embargo, la esperanza nunca se esfumó, puesto que sabían que sus tres gobernantes aún seguían vivos.

***

Más allá de la batalla, en la tierra de Is, el sacerdote Imhotep llevaba a la joven princesa a un escondite seguro.

—¿Qué es ese sonido? —preguntó la muchacha.

—La batalla ha comenzado —dijo él—. Ya no está segura aquí mi joven princesa, deberá ir a un lugar seguro —añadió apurándola para que fuera más rápido, quizás temiendo que los encontrasen.

La llevó a un templo oculto que se mantenía con magia Is, y en medio de un círculo, rodeado de piedras con una luz púrpura en su interior, abrió un portal mágico a un lugar desconocido. Se veía vida del otro lado, pero una vida diferente, extraña, no había bosques ni criaturas mágicas, solo personas comunes y corrientes yendo de un lugar a otro.

—Deberás ir allí hasta que llegue el momento de que tus hermanos y tú recuperen el reino, ustedes son toda la esperanza que nos queda. Una honorable familia Is te acogerá y te cuidará, solo se buena, y recuerda bien tus raíces —, advirtió el sacerdote.

—¿A dónde va a enviarme? —preguntó la niña con temor.

—A un mundo muy diferente al nuestro, princesa, lo llaman la Tierra.

—¿La tierra? ¿Cómo la madre Arazi, que creó el universo y la tierra que pisamos?

—Así es, los habitantes de ese mundo no tienen costumbres muy diferentes a las nuestras, y nuestros dioses también son los suyos, solo que ellos ya no les rinden tributos y han cambiado sus nombres —respondió el sacerdote como si aquello le doliera profundamente—. Y ahora princesa... espero tengas una buena vida.

Así, con esa explicación, envió a la niña a una ciudad llamada New Orleans, esperando que algún día los tres hermanos, tuvieran la suficiente fuerza para derrotar a la diosa de la muerte.

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