Sentimientos encontrados

Elliot les había indicado el camino a su nueva casa, y comparado con la vida que llevaban antes, vivir en una cabaña sería algo nuevo y un desafío un tanto extraño que deberían afrontar; pero estaban listos, o al menos en parte, después de todo, para eso habían entrenado, para superar cualquier adversidad con entereza.

Mientras ambos hermanos caminaban hasta donde sería su nuevo hogar, aprovecharon para echar un mejor vistazo a la aldea. Era hermosa, nada parecía fuera de lugar, nada parecía decir "hay una diosa de la muerte allá fuera matando a su familia", todo hacía que los problemas y pesares disminuyeran, todo les hacía sentir en un paraíso, aunque no fuera así.

A medida que caminaban por la aldea, los hermanos aprovecharon para hablar; o bueno, al menos uno de ellos porque el otro parecía absorto en sus pensamientos.

—Así que Elin, ¿eh? —preguntó Aaron con una sonrisa mientras le daba un golpe suave con el codo a su hermano.

—Ahórrate tus comentarios Aaron, —le dijo James ceñudo y mirando siempre al frente mientras caminaban— no estoy de humor para tus bromas pesadas, —añadió.

—¡AY! ¡Vamos! No me vas a decir que no te diste cuenta de cómo te trataba, o de cómo te miraba —insistió Aaron— se notaba a leguas que...

—Que nada —lo interrumpió James de forma tajante— no tengo tiempo ni para fijarme en chicas y mucho menos en tener una relación en estos momentos, tenemos cosas más importantes en que pensar. ¿No oíste lo que dijo la reina Elin?

—La reina Elin —repitió Aaron con sarcasmo y una voz burlona— Elin y ya ¿sí? Que nosotros también somos monarcas.

—Simplemente somos príncipes —le recalcó con fastidio su hermano.

—¡Estábamos en medio de una coronación esta mañana! —respondió exasperado Aaron.

—¡SÍ, PERO ESO NO PASÓ! —Le gritó James— y con esa actitud probablemente no te habrían coronado a ti. —Espetó.

—¿Y a ti sí? —preguntó con furia su hermano.

—Probablemente —respondió con calma—. No sé si te has dado cuenta, pero soy mucho más sensato que tú.

—¡Y mucho más débil! — gritó Aaron.

James suspiró y negó con la cabeza.

—Nos hemos desviado del tema —anunció con calma.

—Y según tú, ¿Cuál es el tema? —preguntó Aaron nuevamente, aunque intentando calmarse.

—Nuestros padres Aaron —, dijo James como si fuera obvio cuál era el tema.

—Están muertos —le recordó su hermano mirándolo.

—Si, ¿Y eso no te importa? —volvió a preguntar James sin dar créditos a lo que oía.

—¿Y qué quieres que haga? "No llores sobre la leche derramada", eso era lo que siempre decía papá, —respondió—. Ya no podemos hacer nada por ellos.

—¿Y nuestra hermana? ¿También te vas a olvidar de ella como si ya no estuviera? —James podría parecer frío, distante, y hasta odioso; pero sentía, y sus sentimientos le atormentaban y lo mataban por dentro, aunque intente ocultarlo.

—Claro que me importa Eleanor y debemos sacarla de donde sea que esté, pero no podemos hacerlo así, no tenemos experiencia, no tenemos suficiente entrenamiento y mucho menos las fuerzas para derrotar a una diosa de la muerte.

—No te ofendas Aaron —comenzó a decir James— pero es lo más inteligente que has dicho en todo el día —, añadió y ambos rieron.

Esa risa alivianó todo, y no, no hizo desaparecer el dolor de haber perdido a sus padres, a su hermana y posiblemente a muchos de los aldeanos de Lógverting, pero si ayudó a que pudieran sobrellevar aquel dolor con más fuerza.

—Pero enserio —insistió Aaron— ¿de verdad no te diste cuenta cómo te observaba la reina Elin?

—No sé de dónde sacas que yo y una reina elfo de aproximadamente 300 años de edad podamos tener algo —se burló James.

—Bueno, pero si llega a pasar recuerda que yo te advertí —lo previno su hermano.

Y volvieron a reír. Luego caminaron en silencio hasta llegar a la casa.

No era más especial que las demás que estaban en la aldea, pero sí era hermosa. Era de piedra, tenía una puerta de cedro tallada con el dibujo de dos dragones que enroscaban sus cuerpos el uno con el otro; las ventanas eran simples y de madera; atrás de la casa tenían el mismo cobertizo para guardar armas o herramientas de trabajo; y del techo resalía una chimenea de piedra muy bonita. En el patio tenían un jardín preparado para que plantasen ahí sus plantas favoritas.

Cuando entraron en la cabaña les recibió un cálido ambiente a hogar, no es como si en el castillo ellos no hubiesen tenido nunca una buena relación con sus padres, pero estar ahí, en esa cabaña, les hizo ver como hubiera sido su vida si hubieran sido hijos de simples campesinos y hubieran llevado una vida tranquila; pero no, no lo eran, eran príncipes y llevaban sobre sus espaldas el enorme peso de la salvación de un reino.

La cabaña en sí era hermosa, tanto por fuera como por dentro, pero lo que le resaltaba esa belleza, era la delicada y estratégica decoración que tenía. Al entrar, vieron que del otro lado del recibidor se encontraba la chimenea, que en ese momento tenía crepitando un fuego tenue, como si alguien hubiese estado ahí hace poco.

Tenían sillones frente a la chimenea acolchados con almohadones cubiertos con la piel de algún animal, quizás de una oveja. La mesita que tenía enfrente era simple, de madera, y tenía un par de vasos con una jarra llena de algo que aún no sabían que era; también tenían una cocina con comedor al lado izquierdo de la entrada, con una mesa de madera larga como para ocho personas y dos bancos a cada lado.

De la pared de la cocina colgaban ollas, cucharones, y sartenes; y había dos muebles por la pared que guardaban platos, vasos, cubiertos y víveres. Y, aunque por fuera no se notaba, por dentro la casa tenía una escalera que llevaba a los dormitorios; eran sencillos, con una cama cada una, un estante con ropas limpias, un zapatero con 3 pares de cambio, y una pared llena de armas para combate. El segundo piso también tenía un baño para que estos pudieran asearse, y cuando lo miraron les sorprendió lo que vieron.

El baño tenía un tanque y un sistema de poleas que les permitía traer agua del río sin necesidad de ir hasta él, simplemente tenían que estirar una cadena y el tanque comenzaba a llenarse, y a través de una canilla ellos podían sentir el agua cayendo sobre ellos como si estuvieran bañándose bajo una cascada.

—Fascinante —, dijo James totalmente encantado con ello.

Luego de ver todo aquello, ambos hermanos decidieron turnarse para tomar un baño cada uno y cambiarse de ropa para descansar un poco. Cuando bajaron nuevamente, en los sillones frente a la chimenea estaban sentados Elliot, la reina Elin, y un elfo que ellos jamás habían visto. Era igual de alto que Elliot, solo que no tan pálido; tenía el cabello rubio brillante, corto hasta los hombros, llevaba una ropa igual a la de Elliot de color verde y sus ojos marrones observaban a James y a Aaron con cierta curiosidad.

—Príncipes —dijo Elin con mucha normalidad, como si el irrumpir en la casa de los demás era su pasatiempo favorito—. Les presento a Tolhet, quien tiene cosas muy interesantes que decirnos —añadió mirándolo.

Tolhet, quien al parecer no sabía que le tocaba su turno de hablar, se quedó en silencio un rato, mirando a los dos hermanos y debatiendo en su mente alguna rara especulación. Solo después de que la reina Elin le insistiera con la mirada que hablase fue cuando cayó en la cuenta.

—Ah sí, —comenzó a decir nervioso— vengo de Lógverting, las cosas han empeorado terriblemente por allá, Bella sabe que están vivos y mandó a sus tropas demoníacas a buscarlos. Amenazó con asesinar a cualquiera que ocultase información sobre ustedes, claro que los elfos estamos entregados en vida a la reina Elin y jamás hablaríamos si ella no nos lo permitiese, pero Bella seguirá buscando, no se rendirá hasta que ustedes aparezcan, sabe que pueden ser una gran amenaza para ella.

—Y bien, —dijo James observando a Elin, su mirada no era de miedo o enojo, simplemente esperaba instrucciones, solo analizaba la situación, o quizás, a los que estaban sentados frente a él— ¿Qué sugiere que hagamos? —preguntó con una mirada indiferente, como si lo que le había dicho Tolhet no le afectara en lo más mínimo.

—De momento, quedarse aquí —sentenció la reina— y entrenar sus facultades tanto emocionales como mentales, esfuércense por ganar fuerza y tácticas que puedan usar para destruirla. Yo los mantendré a salvo mientras ustedes se preparan.

—Bien —dijo James mirando a los demás—, entonces, si nos disculpan, nos gustaría descansar, hemos tenido un día verdaderamente horrible, y las noticias no dejan de llegar, necesitamos asimilar y descansar tanto nuestros pensamientos como nuestros cuerpos antes de comenzar a entrenar.

Su tono de voz no dejaba leer ninguna emoción, ¿estaba enojado? ¿Triste? ¿Pensativo? No podrían saberlo, simplemente miraba a todos como si fueran una pesada molestia en su vida.

Pero algo era seguro, acababa de correr a la reina de los elfos de su casa.

Los tres se levantaron, Elliot y Tolhet salieron por la puerta, mientras que Elin se quedó observando un momento a James, quizás intentando decir algo. Después de unos minutos por fin decidió despedirse.

—Príncipe Aaron.

Se despidió de él con un movimiento leve de su cabeza.

—Cuídate James, y descansa —dijo con suavidad acariciando la mejilla de éste y luego caminando hacia la salida, mientras que él se quedó estático sin hacer o decir nada, simplemente mirando al frente, como hacen los soldados en presencia de un rey.

Aaron fue hasta la puerta y la cerró con llave, luego se dio la vuelta y miró a su hermano con una amplia sonrisa, como si estuviera satisfecho de lo que había pasado.

—Cállate Aaron.

Pronunció James y subió molesto a su habitación.

—Pero si yo no iba a decir nada —se burló Aaron y lo siguió subiendo las escaleras con ánimo.


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Bien... NUEVO CAPITULO.

Antes que nada quiero decirles que actualizaré La Dimensión Perdida cada Domingo y que les traeré un capítulo cada vez más genial. 

Además, es mi deber advertirles que no se adelanten a los hechos jaja porque cada vez se vendrán más sorpresas. 

Muchas gracias por leer y siempre apoyarme, los amo muchísimo. 

Espero me dejen en los comentarios que opinan de este nuevo capítulo y me regalen sus votitos tan valiosos que me motivan siempre a mejorar mis historias para ustedes. 

LES MANDO UN ABRAZO PSICOLÓGICO GIGANTE (inserte voz de Germán) Y NOS LEEMOS EN UN PRÓXIMO CAPÍTULO. 

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