Iblis
Bella sabía que Aaron se encontraba en el reino de los elfos, a James ya no le quedaba duda acerca de ello. La mirada que aquella bruja diabólica le dedicaba, hacía que él se sintiese muy nervioso, no solo porque su silencio podría delatarlos, sino que, porque la forma en que lo hacía, era segura, como si supiera que ya había ganado.
Aquella Diosa maldita se sentó frente a James en un taburete que ella mismo hizo aparecer, y con una sonrisa burlona en su rostro, observó al príncipe con gran detenimiento.
—Sé que sabes por qué estoy aquí — habló ella primero, como si leyese sus pensamientos, aunque quizás, lo hacía.
James en cambio, no dijo absolutamente nada.
—Es mejor que seas tú quien me dé la información que me falta, y que me digas como puedo entrar a Dryadalis por las buenas — Bella se miró las uñas — o de lo contrario, toda esa prole de inútiles a los que proteges se verá sumida en las llamas de mi destrucción, y de ellos no quedarán más que cenizas y almas en mi reino, suplicando por piedad.
El príncipe sabía que la Diosa quería provocarlo, y que aquel arrebato de furia le daría algunas respuestas que estaba buscando, así que se mantuvo callado. Pero Bella no era de las mujeres que aceptaban un NO con bastante facilidad.
—Me pregunto qué dirán los pobres niños que tu hermano se llevó a ese reino, cuando vean que hubieran estado mucho mejor conmigo, y que escaparon de mis manos solamente para morir por el fuego de mi furia — se burló con desdén.
James no tenía idea de que Aaron había hecho aquella obra de buena voluntad, y quizás, solamente fue por sentirse culpable ante lo ocurrido aquel día; aun así, intentó alejar esos pensamientos de sí en ese momento, si quería mantenerse sereno y fuerte, no podía sucumbir ante los sentimientos.
—Son solo... palabras — murmuró James, aún cuando sabía que aquel descaro podría costarle más que unos cuantos golpes — no puedes hacer nada en Dryadalis, porque aún cuando te propusieras a eliminar la especie de elfos quemándolos con tu fuego infernal, sin mi no encontrarías jamás el camino o la entrada — se burló con una risa leve — y, además, necesitas a mis hermanos vivos.
—¿Qué te hace pensar que no puedo resucitarlos una vez muertos, así como hice con Ray? — preguntó Bella tratando de mantener su carácter dominante, pero algo fallaba en su voz, quizás la inseguridad por lo que James acaba de mencionar.
—Sé que puedes — asintió James — pero te serían inútiles. El poder de la vida habría vuelto al espíritu del cielo, y este transportaría su poder al Vselenata, donde bajo las 7 llaves de las 7 cerraduras del cofre sagrado de Kutsal sería guardado hasta que el poder volviera a ver luz en un nuevo gobernante digno al trono — añadió el príncipe — ¡Oh! ¿Creías que no sabía la historia del poder que albergaba MI reino? — preguntó burlón al ver la expresión estupefacta de la Diosa. — Así que, como ves, puedes seguir sentada esperando a encontrar Dryadalis, porque yo nunca te lo voy a decir — sentenció.
Aquello no le hizo gracia a la Diosa, pero a pesar de todo, seguía manteniendo su misma actitud.
—Y dime, oh sabio príncipe James — comentó ella con sarcasmo tratando de equilibrar el beneficio de aquella conversación a su favor — ¿qué te hace pensar que no puedo sacarlo de tu mente? — aquella pregunta venía con una alarmante advertencia, mas al parecer, James no supo verla.
—Solo uno, sabio y divino, tuvo el poder de leer mentes, el Dios de toda sabiduría, fue solo él y nadie más quien comprendió el secreto — contestó James — y fue él, quien dotó a muy pocos mortales la habilidad de comprender algunos secretos ocultos en la mente, pero sé, que esa no eres tú.
Aunque James no lo entendió, parecía que aquella era la respuesta que la Diosa buscaba, puesto que, ante tal contestación, Bella sonrió con suficiencia.
—Y crees que no puedo conseguir el don por mis propios méritos — dijo Bella negando con una enorme sonrisa — ¿crees en serio que no puedo manejar la mente mortal para mi conveniencia? — rio — Déjame que te muestre — añadió, mas aquellas palabras sonaron en la mente del príncipe.
Ella se acercó a él con rapidez, y puso ambas manos sobre la cabeza de James, haciendo que sus ojos quedaran en blanco, y su mente se abriera a su completa voluntad.
Las imágenes de un mundo desconocido aparecieron en su mente, era oscuro, húmedo y había un líquido baboso esparcido por todo el suelo que caía en gotas desde el suelo. Cuando James elevó la vista para observarlo, vio a grandes huevos como de serpiente que estaban pegados al techo, de lo que parecía una caverna. Pero aquello que más aterró su corazón, eran las criaturas dentro de los huevos, puesto que parecían humanos, pero tenían partes de bestias extrañas que James jamás había visto en su vida, y todas ellas, estaban vivas dentro de los huevos, suplicando algo, algo que James pudo entender a lo lejos: sangre.
Sin embargo, esas criaturas no eran como los vampiros que se alimentaban de la sangre de los aldeanos, eran algo más, eran demonios adoptando la apariencia de los humanos, eran demonios de carne y hueso.
Aquello era demasiado para la mente cansada y lastimada de James, todo pesaba en su mente y se obligaba a sí mismo a desconectarse de todo ello, tanto de la realidad, como de aquella ilusión que estaba viviendo.
Minuto después, la cabeza de James cayó al frente desmayado, y Bella lo soltó histérica, puesto que había logrado penetrar las 3 fases de su mente, y no había encontrado absolutamente nada.
—No lo sabes — susurró un tanto sorprendida — ¡Maldita Elinae! Jamás te rebeló las entradas de su reino — le dio una patada en las costillas — eres un inútil, ya estarías muerto si no te necesitara para el sacrificio.
Y echando furia, Bella abandonó las mazmorras.
***
Había pasado un mes y medio ya, desde la captura de James, y las cosas cada día empeoraban más en contra de Aaron y los elfos.
Las bestias demoníacas de Bella se habían empeñado en encontrar una de las entradas al reino de Dryadalis, e invadían el bosque cada día destruyendo la flora en su búsqueda. Lanzaban fuego a cualquier cosa que se moviera, y en más de una ocasión, las puertas norte y oeste, se habían visto en peligro.
Era cierto que solamente los elfos o alguien con quienes ellos hayan compartido la ubicación, eran capaces de encontrar las puertas de los elfos antiguos, sin embargo, algunos demonios de Bella eran especiales, estos podían ver el alma y la energía vital de los vivos, incluso a través de la magia.
La situación empeoraba, y aquello comenzó a poner sobre alerta a la reina Elin, tanto así, que ella mismo llamó de manera urgente a una reunión de la corte.
—Mi señora — llamó la atención de la reina un elfo que montaba guardia en la puerta del consejo — el príncipe Aaron — anunció dando paso al príncipe.
—Reina Elin — saludó él, haciendo reverencia e hincándose en la rodilla izquierda mientras llevaba su mano derecha al corazón — estoy a su servicio — añadió levantándose y tomando su lugar en la mesa del consejo — ¿saben algo de mi hermano? — preguntó esperanzado observando a todos los presentes.
Ante aquella mención, todos bajaron la cabeza en silencio. La captura del príncipe James había sido especialmente dolorosa para cada uno de ellos, incluso para Elliot, quien sujetaba con delicadeza la mano de su hermana, en forma de apoyo emocional.
—Por desgracia, me temo que no — anunció la reina con un tono de pesadez en su voz — sin embargo, tenemos otros problemas igual de graves en el reino.
Aquello los alertó. Hasta el momento, el problema más grave que estaban teniendo, era la captura de James.
—Las bestias de Bella, la reina negra, rondan el perímetro de Dryadalis en las afueras del manto protector; asesinan a todo ser vivo que se asome por esos lugares, y queman el bosque contando con la suerte de que así se desvanezca la magia que oculta las puertas.
—Pero ¿de qué debemos preocuparnos? — preguntó Az, quien después de aquella excursión, se había sumado al consejo — Nadie puede encontrar Dryadalis, a menos que uno de nosotros los guíe hasta aquí.
—Tienes razón, pero esta vez la Diosa tiene un arma poderosa a su favor — respondió, dejando a todos con gran intriga.
—¿Y cuál es? — inquirió Elliot.
—Iblis — contestó, bajando la mirada.
Un silencio se produjo en aquella sala, más profundo y sepulcral. Los nervios de la mayoría se intensificaron, algunos fueron victimas de pequeños escalofríos, y otros pocos, como Aaron, no entendieron lo que estaba ocurriendo.
—Es imposible — murmuró el jefe militar élfico — no... no pudo haberse arriesgado a tanto.
—Bella es capaz de eso, y mucho más — recordó Tolhet, quien, hasta ese momento, se había mantenido en completo silencio.
—Un momento — insistió Aaron — ¿qué son los Iblis? — inquirió.
Nadie se animó a responder. Nadie, excepto Elin.
—Los Iblis componen la peor raza de demonios que Seytan en su mayor intento de conquistar el trono de los dioses creó hace eones — se miró las manos, estaban frías y sudorosas — estos seres, son peor que cualquier otro demonio que hayas visto en Lógverting. Los Iblis son criaturas superiores, tienen mente propia y la apariencia de un humano muy desnutrido, pero sus ojos son dos cuencas oscuras donde habita el vacío y la muerte; a pesar de adoptar la apariencia similar a la de humanos, tienen una lengua bífida llena de veneno, e hileras de dientes afilados que claman sangre constantemente.
Ante aquella terrible descripción, Aaron sintió la razón de porque algunos habían caídos en la desesperación y el pánico, ya que él mismo, había sentido como un viento frío bajaba lentamente desde su nuca hasta la parte baja de su espalda.
—Los Iblis nacen de Seytan, son sus hijos oficiales, partes realmente corpóreas de la Diosa misma...
—Un momento — interrumpió Aaron — no sabía que los dioses pudieran concebir.
Elin miró a los elfos de esa habitación, tanto a su hermano, como a los guardias que estaban apostados contra las paredes.
—Los dioses son capaces de dividir su espíritu, de forma que puedan crear especies a su imagen y semejanza, con la capacidad de pensar y sentir igual que ellos — comentó — algunos dioses optan por esa opción, y crean reinos o legiones de especies para ellos mismo.
Aquello era nuevo para Aaron, y se preguntó cómo era que Elin sabía tanto sobre los dotes y capacidades de los dioses.
La creación de las especies siempre había sido una incógnita muy grande para el reino de Lógverting, y en el templo todo lo que el sacerdote enseñaba a los devotos era que la vida había sido un regalo de los dioses. Ahora bien, ¿era la vida de cada especie, incluida la de los humanos y elfos, una descendencia de algún Dios en específico? ¿Eran los elfos la imagen y semejanza de un Dios? Muchas preguntas nacían nuevamente en su mente a medida que trataba de contestar una, y aquello lograría colapsar su mente si seguía pensando en ello.
—¿Los elfos...? — comenzó a preguntar, con la intención de conocer de cuál Dios procedían.
—No es asunto tuyo — lo interrumpió Elliot de forma tajante.
—Sí, lo sé, tienes razón — se disculpó Aaron. A decir verdad, desde la desaparición de su hermano, se había vuelto mucho más humilde con los elfos. — Continúe por favor, reina Elin, si estas bestias están arrasando los límites de su reino y destruyendo los límites del mío, ¿qué sugiere para detenerlos? ¿Hay alguna manera?
La actitud tan servicial y humilde de Aaron sorprendió tanto a Elin, que se quedó unos segundos observándolo en silencio, estudiando su reacción. Si no hubiera sido por Elliot, quien apretó con suavidad su mano, tal vez ella no hubiera reaccionado.
—La hay — respondió, recobrando su postura y mirando a los presentes — debemos asesinarlos a todos — continuó, provocando el silencio y atrayendo a ella la atención de todo el consejo — una cacería — añadió — del lado sur, es la sección donde aún no han hecho gran daño, no se han acercado ni cerca a nuestros límites.
—Pero... mi reina — replicó Elliot — no sería más comprensible que ataquemos en el lado norte, es donde las bestias han refilado con su fuego las salvaguardas mágicas de la puerta.
Algunos miembros del consejo asintieron brindándole apoyo, solamente Aaron y Tolhet no lo hicieron.
—En realidad — se apresuró el príncipe a responder — eso sería casi suicida — añadió — atacar en la zona más cercana al reino élfico sería como alertar a las bestias de lo cerca que han llegado, y sería cuestión de horas para que Bella y sus tropas se presenten a destruir todo lo que hay aquí con tal de entrar — ante aquel razonamiento, Camil y Sophía asintieron pensativas.
—Aaron tiene razón — dijo Tolhet — atacar lo más lejos de Dryadalis nos daría ventaja sobre las bestias, además lanzaría una alerta falsa sobre los demonios de Bella, y cuando vayan a comprobarlo, nosotros ya habremos acabado con esas bestias asquerosas y estaríamos de vuelta en el refugio.
No había más que discutir. El razonamiento de Elliot, aunque muy acertado pareciese, los condenaría a todos en cuestión de horas, cuando el plan de Elin les daría ventaja e incluso lograría protegerlos.
—Por eso yo soy la reina — le susurró Elin al oído de Elliot, y ambos rieron.
—¡Salve oh gran Elinae por su divina sabiduría! — alabó el general, y todos lo siguieron en coro.
—¡SALVE!
Todos, excepto Aaron y Elin, quien asintió con un cabezazo como si estuviera complacida; y Aaron, quien no entendía lo que pasaba y porqué Elin no dijo nada, tanto fue así que el desconcierto era legible en su rostro.
—Bien, ahora queda discutir quién encabezará la cacería y cuántos lo acompañarán — se apresuró Elliot diciendo, antes de que Aaron pudiera atreverse nuevamente a preguntar — como príncipe de Dryadalis y en mi experiencia dirigiendo estos grupos opino que podría llevarme a...
—No — lo interrumpió su hermana — tú no dirigirás la cacería — añadió Elin.
—Pero Elin... yo... ¿por qué no? — preguntó sin entender, ocultando el dolor en sus palabras.
—Lo hará Aaron — contestó mirando a éste — has hablado como si supieras que tácticas son necesarias para cazar a estas bestias, ¿o me equivoco?
Aaron miró a todos antes de responder, la verdad era que no se esperaba el nombramiento que la reina le daría.
—Desde pequeños mis hermanos y yo íbamos a cazar con el pueblo de Is, el padre de Sophía nos enseñó todas sus técnicas, decía que éramos los mejores cazadores que había entrenado — aquello pareció dolerle a Sophía, y Aaron lo entendía.
Recordaba como el general del ejército de Is tenía que batallar todos los días con una niña rebelde que se negaba a quedarse en casa porque ella también quería ir a cazar. Recordaba sus palabras, y en ese momento, le habían parecido tan sabias, pero ahora sabía que realmente no entendía lo que podía lograr si entrenaba a su hija desde pequeña.
—"El lugar de una mujer está detrás de los trastes y en su hogar, no con un arco en mano"
Los hombres de Lógverting nunca habían permitido que las mujeres se inmiscuyeran más allá de lo que fuera necesario su presencia. Y probablemente seguiría siendo así, de no ser porque una diosa, en el cuerpo de una mujer mortal, poderosa y femenina haya destruido todo lo que el imperio masculino había creado; y otra mujer, una reina elfo, fuera la que proveyera las tácticas, las armas y la sabiduría necesaria para reconstruirlo.
—Creo que el príncipe Aaron tiene las cualidades necesarias para encabezar esta cacería — habló la reina elfo — ¿aceptas la misión? — preguntó.
Aaron asintió con la cabeza.
—Tú te encargarás de elegir los miembros de tu equipo, pero si me permites aconsejarte...
—Me gustaría llevar a Sophía conmigo — se apresuró a decir él — creo que también tiene lo necesario para llevar esta cacería a cabo.
Aquello sorprendió mucho a ambas, tanto a Elin como a Sophía, pero la propuesta tuvo una aceptación favorable de parte de los miembros del consejo, cosa que sorprendió aún más a Sophía.
—¿En serio quieren que yo vaya? — preguntó, pero en su voz se notaba la alegría y el orgullo.
—¿Y por qué no debería ir? — añadió el general del ejército élfico — las mujeres son guerreras audaces, y su femineidad posee un poder divino, ¿está usted de acuerdo mi reina?
—Por supuesto — asintió Elin — entonces queda dicho, Sophía será mano derecha del príncipe en las cacerías — todos asintieron — ahora bien, te dejo que elijas y prepares a los otros tres que los acompañaran.
Elin se levantó, pero antes de salir se detuvo un momento y añadió:
—Saldrán en la mañana, y Aaron, cuando estén listos, ven a verme.
Con aquella despedida, el consejo también se marchó. Solamente Aaron, Tolhet y Elliot quedaron en la sala, pero este último también se levantó una vez que acomodó unos extraños papeles que tenía en la mesa.
El silencio que se pronunciaba en la sala entre ambos era incómodo, por lo que Aaron trató de romper el hielo.
—Tolhet, ¿tú quisieras...?
Pero él lo interrumpió.
—¿Estás tratando de pedirme que vaya contigo? ¡Divina Diosa! — exclamó en una pequeña frustración cómica — Creí que jamás lo dirías — rio — ni sueñes que irás sin mí — añadió, se levantó de la silla y se marchó.
Una pequeña opresión apareció en el pecho de Aaron. Esta vez la cacería, la misión tan importante dependía de él, y no quería ni imaginarse cuántos sufrirían si él fallaba. Respiró profundo y se levantó de la silla en la que estaba sentado, marchándose del castillo para preparase.
Al llegar a la casa un olor embriagante de canela y chocolate caliente lo recibió, eliminando los nervios y la pesadez que sentía. La casa estaba limpia, y algo se cocía en la olla dentro de la chimenea.
—¡Por los dioses! ¡Qué rico huele aquí! — exclamó, y dos niños sonrientes y bien limpios lo recibieron con un abrazo.
—¡Aaron! — gritaron al unísono.
Olvidaba lo bien que se sentía la paz y el calor de hogar. Aquellos niños hacían que olvidase la tristeza, pesadumbre e ira que albergaba muy en el fondo de su corazón. Aquellos niños lo conectaban con el verdadero sentimiento de vivir.
—¿Lo hicieron ustedes? — preguntó al acercarse al fuego y probar el guisado que estaban cociendo.
—Yo lo hice — comentó uno de los niños, llamado Kalevi — ¿te gusta? Padre me enseñó a guisar cuando íbamos a comprar pieles de los Isis y hacíamos un viaje largo.
—Está exquisito — respondió el príncipe, pasándole la mano sobre la cabeza en forma de aprobación.
—Yo hice pan de canela con relleno de chocolate — comentó otro niño, de más o menos 10 años de edad.
Aquello sorprendió muchísimo a Aaron, ya que él los consideraba niños indefensos, pero habían demostrado que no era así.
—¿Cómo es que unos niños saben hacer todo esto? — preguntó sorprendido.
—En la aldea nos enseñan las labores desde muy pequeños, es un deber saber valernos por nosotros mismos, y es un honor demostrar nuestra valía — contestó el mayor, llamado Kalevi, el cual tenía unos 12 o 13 años de edad.
Sí, lo recordaba muy bien. En muchas ocasiones ver a un niño jugar era un lujo, puesto que siempre estaban trabajando o ayudando a sus padres. La vida en Lógverting siempre fue dura, y todo había sido culpa de la forma en la que enseñaron y criaron al pueblo. Todo había sido culpa de la cultura que el primer rey había impuesto. Toda la culpa venía de su linaje.
Pero iba a cambiarlo, sabía que sí.
Recordó en ese momento que él había acogido a tres niños en su casa, y que, en su momento, debido al aspecto descuidado y andrajoso que llevaba, había creído que era un niño, pero en realidad, el tercer niño se traba de una niña. Su nombre era Engla, y tenía la misma edad que Ivar, aproximadamente 10 años.
—¿Dónde está tu hermana? — preguntó buscándola por la sala y la cocina.
—Arriba — respondió Ivar, — a ella le tocó la limpieza de la casa.
—Y ¿se puede saber por qué, si ustedes ya terminaron, no la han ayudado? — aunque no debía ni preguntar, conocía la respuesta.
—Ella es mujer — respondió Kalevi — su trabajo es limpiar.
Aaron se llevó una mano a la cara y sujetando el arco de su nariz respiró profundamente, mientras negaba con la cabeza.
—¡ENGLA! ¡BAJA A LA SALA AHORA MISMO! — gritó para que la niña lo escuchara.
Ella trató de bajar lo más rápido que pudo. Estaba sudada, tenía el cabello enmarañado, y su ropa estaba arrugada y con manchas de suciedad en varias partes.
—¡Tío Aaron! — exclamó al terminar de bajar las escaleras — Lo siento, estaba limpiando el baño y no oí que llegaste, perdón por no venir, pero tu habitación está limpia y la ropa ya está guardad...
—¡Engla escúchame! — la interrumpió Aaron con una sonrisa cómica en el rostro. Recordaba cuando había llegado recién, que esa niña hablaba hasta por los codos, no había nada que la hiciera callar, era inteligente y muy servicial, y por sobre todo tenía un corazón muy noble, cosa que hizo que Aaron le tomara un profundo cariño — deja que a la ropa la coman las polillas si es el caso — continuó — quiero que hablemos, tus hermanos me han dicho que tú estás limpiando solo porque como mujer ese es tu trabajo ¿eso es cierto?
—Si — asintió ella sin verle el lado malo a todo eso — Kalevi asignó los trabajos, y yo he cumplido fielmente con todo.
—No lo dudo, pero desde ahora eso debe cambiar — los niños no entendieron a qué se refería — ¿sabes leer? — ella negó con la cabeza.
—Una mujer no lee mi señor — respondió, adoptando un tinte rojo en sus mejillas.
Aquello estaba desesperándolo un poco.
—Ivar, ven aquí y párate al lado de tu hermana — el niño así lo hizo — ahora Engla, dime, ¿tiene Ivar más dedos en las manos que tú?
—No, son los mismos.
—Correcto, ¿tiene más cantidad de piernas que tú?
—No mi señor, son la misma cantidad de piernas — contestó sin entender.
—Y la misma cantidad de cabeza, y la misma cantidad de ojos, y la misma nariz y la misma capacidad de hacer las cosas — añadió él — Engla, son iguales, no hay nada que te impida o te obligue a no hacer algo que un hombre haga, si lo quieres hacer, lo haces, porque una mujer puede hacer todo lo que haga un hombre, siempre ha sido así, pero en Lógverting nadie quiso aceptarlo.
—Pero yo...
—Desde ahora vamos a cambiar ciertas cosas aquí — la interrumpió — ¿sabes cocinar? — ella asintió — bien, cuando yo esté en la cabaña, Ivar seguirá en lo suyo, yo cocinaré y Kalevi se encargará de la limpieza, cuando Ivar termine lo ayudará — ambos niños se miraron — tú te encargarás de aprender a leer y a escribir ¿entendido? — preguntó.
Todos asintieron, y en la niña, un brillo alegre irradió sus ojos.
—Cuando yo tenga que salir, Engla cocinará, y al terminar se encargará de seguir aprendiendo ¿estamos claros con ello?
Volvieron a asentir. Y aunque no entendían, nadie replicó nada.
—Ahora, necesito hablar con ustedes — se sentó en el sillón de la sala frente a la chimenea — voy a salir de cacería, es una misión que la reina Elin me encargó, los demonios de la reina negra están causando cada vez más caos y hay que hacer todo lo posible por pararlos hasta que logremos vencer en esta batalla — el miedo de los niños se sentía pesado en aquella habitación — estaré fuera del reino, y no sé hasta cuando, tampoco puedo prometerles que volveré con vida, pero si puedo jurarles, que nadie va a sacarlos de este lugar. Mi hogar, es el suyo, y mis pertenencias son las de ustedes.
Aquello fue muy emotivo para todos, tanto así que aquellos niños con ojos llorosos, se acercaron a abrazarlo.
—Que escena más emotiva — interrumpió la voz de un elfo, entrando a la casa.
—¡Y que olor más delicioso! — añadió una joven, mientras entraba también a la casa con un arco y un carcaj lleno de flechas.
—Me sorprende que esta casa esté limpia — agregó otra mujer entrando detrás de ella.
Az, Sophía y Camil estaban presentes en la casa de Aaron, listos para salir de cacería, con tiendas de campaña en sus espaldas y armas en sus cinturas, junto con un carcaj y arco en la mano.
—¿Qué están haciendo ustedes aquí? — preguntó con sorpresa al verlos.
—Oh sí, gracias Az por ofrecerte voluntariamente a esta misión suicida, de verdad aprecio mucho tu apoyo. — contestó el elfo con sarcasmo, sacando una sonrisa de todos.
—¿Estás listo? — preguntó Sophía.
—Casi, necesito mi tienda de campaña y mis armas — se levantó del sillón — pero, ¿no dijo la reina que saldríamos en la mañana?
—Así es — contestó la muchacha — pero no creíste que saldríamos e iríamos directo a cazar ¿o sí? Por favor, dime que no lo pensaste así.
—Eh... yo... eh... no — contestó al fin — no claro que no, debemos... debemos trazar una estrategia — asintió muy seguro de lo que había dicho.
—¡Vaya! Al fin dice algo que resulte útil — espetó Camil con sarcasmo nuevamente, pero ya no trataba a Aaron con rudeza, sino que, tenía una sonrisa alegre en el rostro.
—A todo esto, ¿tú que estás haciendo aquí? — pregunto él al verla a ella.
—¿Qué no es obvio? — señaló todo lo que llevaba — soy tu quinta acompañante.
—Eh... creo que no, Camil, es muy peligroso, no podría dejarte hacerlo, tú no...
—Quiero ver que intentes detenerme de ir contigo — lo enfrentó.
—Tal vez lo haga — respondió él.
—¿Sí? ¿Tú y cuántos más? — se acercó a él plantándole cara.
Aaron negó con la cabeza riendo. Levantó las manos rindiéndose y dijo:
—Para que conste, yo intente e hice mi mayor esfuerzo por detenerla — la señaló culpándola.
Todos rieron y Aaron subió a buscar sus cosas.
Aquel fue un momento de unión y de pequeña alegría para ese grupo. En aquella cabaña en medio de la aldea del reino de Dryadalis un grupo de 4 jóvenes y 3 niños cenaron un guisado exquisito, disfrutaron del calor de hogar y rieron juntos.
Poco se imaginaban que la paz y alegría que sentían podía dar un giro completo. Poco imaginaban, que después de aquella cacería, sus vidas volverían a cambiar.
***
Nota de la autora:
Volví con un nuevo capítulo XD.
Cuéntenme, ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué creen que vaya a pasar en esta cacería? ¿Creen que James logre salvarse?
Los leo en los comentarios, y por favor, no se olviden de regalarme sus votos y comentarios.
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