Desastre dos

Al día siguiente miré mí guardarropa, tenía razón Raúl, mi forma de vestir no reflejaba feminidad ni sensualidad, más bien era cómoda.

Pero si deseaba cambiar tenía que hacerlo también físicamente, dejar atrás mi coleta de caballo y soltarme el cabello, ponerme tacones, cambiar mis pantalones de mezclilla por vestidos y faldas, maquillarme un poco para resaltar mis ojos y mis labios.

El resultado, la mujer que tenía frente a mí era una reina, con los ojos cristalinos pero secos, dispuestos a no derramar ni una lágrima más por un hombre.

Por la noche decidí ir a tomar una copa, adiós sufrimiento y pesar, tenía que distraer mi mente. No tenía amigas mucho menos amigos, a Raúl no le gustaba era demasiado posesivo. Así que tendría que salir sola.

Me di una larga lucha, y me arregle lo mejor que pude. Reuní valor para salir de casa, no era sencillo casi nunca lo hacía y mucho menos sola. Pero debía hacerlo, necesitaba hacerlo.

Me dirigí a un bar del centro donde sabía que tocaban música en vivo. Entre y decidí sentarme en la barra, pues al no tener acompañante no deseaba que se acercara el mesero a la mesa a preguntar si espero a alguien.

Pedí una margarita y comencé a beberla. Disfrutando de la música que se escuchaba de fondo.

«En los libros y películas siempre en estos momentos aparece el príncipe azul que te invita una copa y te brinda una conversación agradable»

A quien engañó, esto es la vida real, pido mi segunda copa y comienzo a desesperarme, a aburrirme, a fastidiarme. Comienzo a creer que fue mala idea venir, incluso que no soy lo suficiente bella para llamar la atención de un hombre. Mi falda me llega arriba de la rodilla pero supongo que sigue siendo demasiado larga para atraer las miradas. 

«¿Dónde está aquella escena en donde la protagonista entra al recinto después de cambiar su apariencia y todos los hombres voltean a mirarla, y el hombre mas guapo se acerca?»

Sí, lo sé estoy perdiendo la cabeza, me ha afectado ver tantas películas románticas, pero en verdad esto no va de acuerdo a los planes.

Decido hacer un último esfuerzo, me dirijo al baño desabrochó un botón de mí escote, enrollo un poco mi falda, para que me llegue a mitad de mi pierna. Y vuelvo a salir, doy media hora de tolerancia si en ello no pasa nada me iré a casa a llorar junto con mi gato y resignarme a morir sola.

Cruzo mis piernas y me alegra ver que la banda en vivo comienza a tocar, las luces disminuyen dando un toque íntimo al lugar. Volteo a ver a la banda dando la espalda a la barra, veo varias parejas se levantan a bailar al son de la música, espero y sí por fin alguien se acerca a mí.

—¿Deseas bailar preciosura? —Me dice con una sonrisa en su rostro un hombre alto, moreno, de unos treinta y algo.

—Sí —respondo y me levanto.

—¿Te dejó plantada tu cita? —cuestiona.

—No, sólo decidí venir a tomar un trago —¿Por qué todos tienen que creer me dejaron plantada?.

—¿Sola? —Vuelve a preguntar.

—Sí, ¿acaso no puede venir una mujer sola a tomar un trago? —digo ya un poco molesta por el rumbo de la conversación.

—Claro —Ahora responde frío y cortante.

Después de lo cual al terminar la música, me lleva de nuevo a la barra y se despide de mí. Lo olvidaba, a los hombres no les gusta una mujer que expresa libremente su opinión, que tenga carácter o que les lleve la contra. Para ellos todo debe ser lo que ellos dicen sino se sienten amenazados. Lo arruine por completo por mí boca.

«De nuevo me ha fallado leer tantos libros románticos donde la mujer expresa su carácter y el hombre queda perdidamente enamorado de ella»

Tomo nota mental de tirar todos mis libros y películas románticas, voy por mi tercera margarita cuando un segundo hombre se acerca a sacarme a bailar, este no dice mucho.

De hecho no dice nada pero poco después de sacarme a bailar una mano intrusa baja a mi trasero ni siquiera suave o disimuladamente más bien de forma descarada y me aprieta. Cuando yo la aparto él vuelve a ponerla llevándome a un rincón.

—¡Déjame! —grito aunque con el ruido de alrededor se escucha como voz normal.

—Zorra, con esa ropa me demuestras que esto es lo que quieres —Comienza a besar mí busto mientras me levanta la falda.

—Me das asco —Intento apartarlo pero él es más fuerte que yo.

—Vas a ver como lo disfrutas, sé que lo deseas, una mujer como tú, sola lo único que quiere es ser follada.

Le doy un rodillazo en la entrepierna y salgo del lugar, detengo el primer taxi y me subo. Rabia e impotencia corre por mis venas.

Los hombres son un asco.

Se supone que vivimos en un mundo liberal, aún así se sigue pensando que una mujer sola sentada en un bar con mini falda es una zorra, alguien que solo va en busca de sexo. En cambio si el que está en ese mismo bar es un hombre lo toman como un tipo interesante y atrayente. De hecho ni siquiera se refieren a ellos como "zorros".

Pago el taxi y entró a mí departamento me tiro en la cama y quedo dormida entre llantos.



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