Aliadas
Al día siguiente como lo había prometido fui a hablar con el jefe para solicitar el cambio de Laura y pedirla como mi asistente, al parecer todos quedaron asombrados por mi decisión en particular una persona... Sí lector justamente esa persona en la que estás pensando, nuestro "querido" Ben.
Otro gran cambio fue que en ésta ocasión –y por primera vez– no comí sola, sino que con mi asistente. Es interesante el cambio tan radical que una persona puede ver, aquella Laura coqueta y temeraria no era la misma chica que había estado frente a mí.
—Y dime Deb, ¿por qué me observas tanto? —Fui tan mala disimulando que me atrapó mirándola—. No me digas que te estás enamorando de mí—. Solté mi emparedado y estuve a punto de ahogarme por el comentario.
— ¿Estás loca! A mí no me gustan las mujeres, no es que sea homofóbica ni nada parecido; de hecho tengo varios amigos homosexuales, sólo es que —Hice una pausa para ordenar mis pensamientos —... No me digas que tú...
—No querida, bueno algo parecido, pero no es algo de lo que quisiera hablar aquí.
«¿Algo parecido? ¿No es algo de quisiera hablar aquí? ¿Qué sucede!» Mientras analizaba sus respuestas intentado hallarle algún sentido, alguien se iba acercando a nosotras.
—Hola Laura —dijo Ben con una sonrisa.
—Hola Ben —Ella se acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja y se puso claramente nerviosa.
— ¿Qué haces aquí y con —Me volteó a ver y me señaló con descaro— esa?
—Bueno, pues, ella ahora es mi jefa; es lógico que coma con ella de ahora en adelante —Agachó la mirada.
—Nosotros comemos juntos —refutó, se notaba ofendido.
—Creo que eso ya no podrá ser, lo siento Ben —Ésto no estaba funcionando, en lugar de hacer que él se nos acercara un poco más, se estaba alejando y todo por mí culpa.
—No importa Laura, ve con él, no es necesario que comamos juntas.
—Señorita Débora, claro que importa; además aún no hemos acabado el trabajo —Alcancé a ver esa mirada de la chica de anoche, la que sabia todo del mundo y le seguí el juego.
—Supongo que nos vemos más tarde —resopló resignado.
Observé a Ben alejarse antes de cuestionar, pues no deseaba que escuchara lo que yo tenía que decir.
— ¿Por qué hiciste eso? Ese no era el trato, el trato era que...
—Tranquila Deb y confía en mí. Tengo experiencia en ésto —Me guiñó el ojo con una falsa sonrisa—. Mejor dime, ¿cómo has podido llegar hasta ésta edad siendo tan... "Inocente"?
—No lo sé, supongo que porque me crié en una familia muy conservadora, donde si alguna vez hubiese querido vestirme con una mini falda o con un escote pronunciado... probablemente me hubieran castigado por toda la eternidad. —Un leve suspiro se me escapó por la nostalgia que me trajo recordar mi infancia.
—Entiendo, ¿por eso tus prejuicios?
— ¿Prejuicios? Yo no soy prejuiciosa —Intenté defenderme.
—Vamos Deb, a leguas se te notan los prejuicios; de hecho hace unas semanas se notaban mucho más que ahora. Recuerdo que vestías como una mojigata y si veías pasar a alguien con una falda más arriba de la rodilla volteabas a otro lado, poco te faltaba para que te pusieras a rezar el ave María en tu crucifijo; tu prejuicio sobre el machismo de Ben se sustenta más que nada en que tú te sientes moralmente superior. ¿No es así?
— ¿Cómo que moralmente superior? —Me estaba molestando por todas las acusaciones pero en mi interior me preguntaba si Laura tenía razón.
—Miras a las demás personas como "pecadoras" si saben disfrutar de la vida, y eso a ti misma te ha convertido en una amargada. Podría hasta apostar que ni siquiera puedes disfrutar de un buen orgasmo.
—Bueno, la verdad —No sabía si debía contarle todo a ésta mujer, aún hay algo que no me inspira confianza en ella—, es que... —Mi cabeza piensa en una respuesta segura— No.
—Pero, ¿te tocas? —Me puse roja de inmediato ante su comentario; es algo muy íntimo para mí, y me limité a negar con la cabeza—. ¿Por qué? Es algo indispensable en toda mujer, es una manera de demostrarse que se ama a sí misma, conocer su cuerpo y desestrarse. Deberías hacerlo por lo menos dos veces a la semana. Además, ¿cómo esperas que te deseen si tú misma no te deseas?
—Como te dije, mi familia era muy conservadora y ellos veían como un pecado el que una mujer se masturbara.
—Pero, ahora tú eres la que tomas las decisiones, ya no eres una niña. Inténtalo ésta noche y me dices como te sientes mañana— Se levantó de la mesa pues nuestro tiempo de almuerzo se había acabado. Así que, intentando recobrar la compostura, me levanté y la seguí.
[...]
Llegando a mi departamento pensé en las palabras de Laura, no veía a las demás como pecadoras de hecho yo estaba a favor de la liberación de la mujer, o eso creía; razón por la cual debería intentar dejar atrás el ser conservadora, sin embargo no me animaba, de hecho ni siquiera sabía como hacerlo. Vivía sola así que no tenía quien pudiera molestarme o verme como aquella noche...
Recordé una ocasión en la que recién entrando a mi adolescencia y después de conversaciones con mis amigas decidí descubrir mi cuerpo. Mientras lo hacía y creyendo que todos dormían mi madre entró en la habitación encontrándome desnuda, acto seguido me golpeó y al día siguiente tanto ella como mi padre me regañaron y prohibieron volver a hacer eso. Después me enviaron con el "puerco del cura" a confesarme. Y digo puerco porque me hizo contarle paso por paso como me masturbé y repetir la historia varias veces. Eso fue lo más vergonzoso que me ha pasado, desde ese día no volví a ni siquiera intentarlo.
Suspiré agobiadísima por mis pensamientos mientras me tomaba un café, alimenté a mi gato y me recosté en mi cama, quedándome profundamente dormida.
Desperté y miré la hora 2:22 am, es lógico dormí antes del anochecer por lo que me sentía descansada y sin sueño.
«¿Cómo esperas que te deseen si tú misma no te deseas?»
Concluí que Laura tenía razón, debía dejar de lado mis traumas y prejuicios, el tiempo ya había pasado, vivimos en el siglo XXI los tabúes ya no deberían existir –o importarme.
Me quité las mantas y encendí la luz, frente de mí se encontraba un espejo y pude ver de forma clara mi reflejo, comencé a quitarme lentamente mi blusa de tirantes, seguido de mi short y mi braguita quedando completamente desnuda.
Acaricié mi pecho, suave, rodeaba mi pezón; dí un pequeño pellizco tentada a las sensaciones. Bajé mi mano a mi entrepierna y recorrí mis labios vaginales a todo lo largo, volví a ver mi reflejo en el espejo y me detuve, no sentí... nada, no logro sentir nada.
Me comencé a desesperar y aumenté la velocidad, pellizqué mis pezones aún más fuerte, y moví mi mano cayendo presa de la frustración, pero nada. De nuevo no pude sentir nada.
Ni yo misma podía complacerme. «Soy un desastre».
Cerré mis ojos y resoplé, ésto no era posible.
«Estúpida, estúpida, estúpida». Por ésta razón Raúl me dejó, por eso no atraía a nadie, por eso nadie me quería, nadie me deseaba. No era capaz de despertar el deseo ni en mí misma.
Fui a la ducha, me vestí y me alisté para el trabajo.
Tenía ante mí dos posibilidades, confesarle todo a Laura y pedirle que me ayude, o mentirle y seguir así, sin sensaciones, vacía.
Sin embargo, ¿en verdad sería posible engañarla? Parecía una mujer capaz de todo, escondida detrás de una máscara con su carita angelical; dudaba que alguien la pudiera llegar a conocer de verdad, de hecho dudaba conocerla; no sabía nada de ella. ¿En verdad podía confiar en ella? ¿Y si estaba aliada con Ben para hacerme algún tipo de daño? ¿Cómo podía probar su lealtad?
No tenía con quien más hablar de ésto, no tenía amigos, no tenía familia, estaba sola y la verdad necesitaba un aliado, un confidente. Necesitaba cambiar, necesitaba ser otra.
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