~ 6 ~
Shinichi se hallaba demasiado consternado. Las piernas no eran capaces de sujetarlo, de modo que cayó sentado al suelo.
"¿De verdad ésta es Ran? Debe serlo, sus ropas son las mismas.... Oh, dios, ¿qué la ha sucedido? ¿Por qué tiene la apariencia de una niña de unos seis o siete años?"
- ¡Shinichi, no me escuchas! - protestaba la pequeña Ran, parándose delante de él. No entendía por qué su amigo la miraba con esa cara, como si fuera un fantasma - Hay dos hombres muy peligrosos sueltos. Estaban recibiendo dinero por unos archivos sobre tráfico ilegal de armas... Hay que avisar a la policía.
- R-ran... - consiguió articular Shinichi - No puedes ir a la policía. No con tu aspecto actual.
- ¿Mi aspecto? - Ran se miró. Es cierto que le extrañaba la largura de su ropa, pero no entendía que eso fuera un problema.
Unas voces llegaron hasta ellos en ese momento, poniéndolos en alerta. La pequeña detective se tensó al pensar que eran los hombres vestidos de negro que regresaban.
Unos haces de luz provenientes de unas linternas aparecieron, iluminando las sombras que ya se habían hecho muy oscuras.
- ¿Ves algo? - oyeron que preguntaba alguien.
- Nada todavía - respondió otra voz, mientras que se acercaban a donde se hallaban Ran y Shinichi - ¿Seguro que los ruidos se han oído por aquí?
- Seguro. Serán algunos mocosos gastando bromas.
Shinichi se alarmó bastante. Seguramente eran los guardias de seguridad del parque. Si les encontraban en esa zona tan apartada, estarían en un buen lío, ya que seguro que los visitantes no tenían permiso para andar por ahí. Además, por mucho que lo explicase, dudaba que creyeran que aquella niña era antes una chica de instituto. Y con la herida que presentaba en la cabeza, lo más seguro es que creyesen que él la había atacado.
- Tenemos que salir de aquí - murmuró mientras tomaba a Ran en brazos y comenzaba a correr.
A Ran le sorprendió la facilidad con la que Shinichi la había levantado del suelo.
Sonoko se aburría terriblemente. Suspiró mientras se aproximaba a una ventana y miraba las luces nocturnas de la ciudad.
Había tenido que acudir junto a sus padres a una cena de negocios, a pesar de que no conocía a nadie y no había ni un solo chico guapo entre los presentes que mereciera la pena. Pero no había podido negarse a asistir, ya que como futura heredera de la corporación Suzuki, era su deber establecer lazos de amistad con posibles inversores.
- "Seguro que hubiera sido más divertido ir al parque de atracciones con Ran y Shinichi." - pensó con un suspiro.
Miró la hora en su teléfono móvil. Ran ya debería estar en casa de regreso. Se moría de curiosidad por saber qué tal le habría ido a la parejita el día. Y por saber si Ran se habría animado a hacer algún acercamiento de tipo romántico hacia el futbolista.
Porque ese era un "secreto" que le guardaba a su camarada. Que estaba enamorada del que era su mejor amigo desde la infancia. Información que ella utilizaba para divertirse a costa de la detective de vez en cuando. Porque era muy divertido ver lo nerviosa que se ponía, sobre todo cuando Shinichi estaba cerca.
Definitivamente, no podía esperarse al día siguiente en clase para que Ran le contase lo que había sucedido. Marcó el teléfono de la casa de Ran. Para su sorpresa, nadie la contestó.
¿Era posible que Ran aún no hubiese llegado?
Probó a llamarla a su móvil. Aunque sonó varias veces, no lo contestaba. Aquello le pareció extraño. Aunque había dos posibilidades para que eso ocurriera: o bien tenía las narices metidas en algún caso (y era una posibilidad muy alta), o bien la cita había ido muy bien y ahora estaba en plan tortolita con Shinichi.
Sonoko volvió a mirar por la ventana. Una idea acudió a su mente.
- "La casa de Shinichi no está muy lejos de aquí. - se dijo a sí misma - ¿Y si están allí? Tardaría solo unos 20 minuto en llegar. Si les pilló en plan pareja será muy divertido y tendré diversión por semanas. Si no, seguro que él sabe dónde está Ran."
Y corrió a pedirle permiso a su madre para retirarse ya.
Había empezado a llover mientras Shinichi corría por la calle, llevando a la pequeña Ran a su espalda. Ésta aún no entendía qué estaba ocurriendo, y por qué su amigo actuaba tan extraño. Pero se abrazaba al cuello del chico para no caerse.
Tras haber avanzado un buen trecho, Shinichi se detuvo un momento para recuperar el aire, apoyándose delante de un comencio que poseía un gran escaparate de cristal. De reojo, Ran vió su reflejo. Sus ojos se abrieron de par en par.
- ¡Shinichi, bajame! - le pidió. Cuando sus pies tocaron el suelo, se aproximó al cristal para poder contemplarse mejor. No era posible que aquella niña que la miraba desde el otro lado del cristal fuera ella. - ¿Pero qué es éste cuerpo? ¿Qué me ha ocurrido?
- No tengo ni idea. ¿Qué sucedió después de que nos separasemos?
Ran intentó hacer memoria. Recordó cómo había seguido al hombre de negro, como le había visto hacer el intercambio de dinero con otro individuo, como su socio apareció y la golpeó, como la obligó a tomar el veneno...
El veneno... ¿Sería posible...?
- ¿Qué ocurre? - le preguntó Shinichi, pues la niña se había quedado muy seria de pronto.
- La persona que me golpeó me dio una extraña droga. Dijo que no se había probado en humanos antes...
- ¿Una droga? Pudo ser esa la causa. Por el momento, y hasta que decidamos qué hacer, no puedo llevarte a tu casa. El portero de tu edificio podría reconocerte y montar un escándalo. Iremos a la mía, está además más cerca. Vamos.
Hiroshi Agasa regresaba a su casa muy satisfecho, tras una más que generosa cena en su restaurante favorito. Pero desgraciadamente para él, había comenzado a llover, y se había dejado el paraguas, por lo que no le quedo más remedio que correr para mojarse lo menos posible.
Estaba llegando ya a la vivienda, cuando vio a su vecino Shinichi Kudo a punto de entrar en su casa, que se encontraba junto a la suya. Le saludó afectuosamente, pues apreciaba mucho a aquel muchacho al que había visto crecer.
- Ey, Shinichi, ¿tú tampoco quieres mojarte?
Shinichi se quedó un momento parado, pero enseguida reaccionó, tomando a Agasa por los hombros.
- ¡Profesor Agasa! ¡Claro! Tú podrás ayudarnos. Eres científico.
Agasa era un físico algo mediocre, que aún no había conseguido construir algo que no explotara peligrosamente. Shinichi ya estaba acostumbrado a cruzar de vez en cuando a su casa para ayudarle a apagar algún fuego y curarle las heridas.
- ¿Eh? ¿Ayudaros? - el anciano no entendía.
- Podrías hacer un antídoto que me devuelva a mí estado normal.
Agasa miró a la niña que había hablado. Debía tener unos 6 o 7 años.
- Oh, vaya, hola pequeña. ¿Quien eres?
- Soy Ran. Me encogí a causa de un medicamento.
- ¿Buscas a Ran? Shinichi ¿sabes dónde está?
- No profesor, ella es Ran.
- ¿Qué? Eso es imposible. No tolerare que me quieras gastar una broma de este tipo, Shinichi. Nunca lo habría creído de ti, y hacer cómplice a una niña inocente... Que vergüenza - el tono de Agasa era de enfado. Les dio la espalda y comenzó a dirigirse a su casa.
- Profesor - le llamó la niña - Te haces llamar inventor, pero rara vez tus inventos funcionan. Has estado cenando en el Colombo. Tienes restos de su salsa en el bigote. Y has venido corriendo ya que tus pantalones están mojados sólo por delante. Además, tienen manchas de barro, del mismo tipo que hay enfrente del Colombo.
Agasa se quedó con la boca abierta. No sólo por lo que acababa de escuchar, sino porque el tono que había usado la pequeña era el de una mujer adulta.
- ¿C-cómo puedes saber eso...? Una deducción así solo se la había oído hacer a... ¿Ran?
Agasa miró confundido a Shinichi, quien se cruzó de brazos y asintió afirmativamente.
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