~ 24 ~
Bourbon
Aquel nombre resonó en su mente, y la detective encogida pudo sentir como una especie de sudor frío le recorría lentamente la espalda.
- Ese es mi nombre en clave en la Organización... ¿Y bien? ¿Sorprendida, Ran Mouri? – se burló de ella aquel chico usando su verdadero nombre, como si así le diera más énfasis a su revelación.
Irene apretó los dientes con rabia.
- Pe- pero entonces... Eres compañero de los Hombres de Negro... - murmuró con un hilo de voz.
- Je je... - se rió Amuro, a la vez que pasaba una mano por su cabello, apartándose los mechones de la frente con gracia - Te está costando pillar lo que sucede, señorita detective.
- ¿¡Qué has dicho!? ¿A qué te refieres?
- Te dije que vivía en el distrito 2 del centro de Beika, ¿recuerdas?. Pero no te di el número de la vivienda, porque supuse que llegarías a la verdad por ti misma... El número de la casa es el 22... Sí, justo al lado de tu nueva dirección, ¿te suena de algo?
- ¿El número 22...? - Los ojos de la pequeña detective se abrieron, a la vez que palideció, cuando entendió las implicaciones de aquello - P-pero... ¡Esa es la casa del profesor Agase! - exclamó aterrada. No era posible. Debía tratarse de alguna mala broma.
Rápidamente, Irene sacó el móvil de su cartera, y con manos temblorosas tecleó el número del profesor.
Tu... Tu... Tu... Tu...
Irene podía sentir como la ansiedad se adueñaba de ella, mientras el teléfono en su oído comunicaba y comunicaba una y otra vez, sin cesar.
- ¡Vamos... vamos...! ¡Cógelo Profesor! - le gritó al aparato, completamente desesperada.
- Olvídalo. Puedes llamar todo lo que quieras, que siempre comunicará. - escuchó la voz burlona del chico de la organización detrás de ella. Irene se giró hacia él, acuchillándolo con la mirada. Más el chico de piel oscura continuó, sin inmutarse - Ni aunque estuviera cerca del receptor podría cogerlo...
- ¿Q-qué quieres decir que eso...?
- No te contestará nunca... porque ya no está en este mundo.
- ¡Tú, maldito! ¡No te habrás atrevido!
Aquella era una posibilidad realmente horrible, e Irene no quería ni planteárselo. Guardó el móvil en su bolsillo, y corrió todo lo deprisa que pudo en dirección a la casa del profesor, sin importarle que Amuro se quedará atrás. Maldición. Había bajado la guardia, se había confiado y, a consecuencia de ello, el enemigo había hecho su movimiento.
¿Cómo no se había dado cuenta de que aquel chico era en realidad un mentiroso? Había habido toda clase de señales: tanto su actitud madura como sus conocimientos, que no se correspondían con los de un niño de su edad, el que había estado observándola y estudiándola de reojo toda esa tarde, el que supiese manejar un arma con total frialdad...
El aire frío de la noche se le clavaba en el pecho al respirarlo, blancas nubes de vapor salían de sus labios cada vez que exhalaba, pero no por eso detuvo su carrera. En cuestión de minutos, Irene llegó a la vivienda del profesor Agase. Con la respiración jadeante, observó el edificio que se alzaba ante ella. Las luces estaban apagadas y nada parecía indicar que hubiera movimiento alguno en su interior. La pequeña detective apretó los puños, y avanzó con paso decidido hacia la puerta de entrada. Todo apuntaba a que iba a meterse de lleno en una trampa, no obstante, no tenía miedo.
La puerta estaba abierta, e Irene la empujó lentamente.
- ¿Profesor...? - probó a llamar suavemente. Al no obtener respuesta alguna abrió más la puerta y entró en la casa. - ¿Hola?... ¿Agase?...
Encendiendo la linterna del reloj que el profesor le había entregado tiempo atrás, Irene observó lo que la rodeaba. Nada parecía estar fuera de su sitio, ni había indicios de lucha alguna. Se acercó a la mesa del ordenador donde Agase trabajaba, y sus ojos se abrieron de par en par, mientras notaba que el corazón se le detenía. La silla del escritorio se hallaba volcada y, debajo de ella, había un charco de un líquido sospechosamente rojo como la sangre.
- ¿E-esto es sangre? - Irene se agachó para observar más de cerca la mancha. A la luz de la linterna el líquido brillaba de forma irreal. - N-no... no es posible... Eso quiere decir... que al profesor le han...
Estaba tan absorta en sus pensamientos, que no escuchó a la persona que se le acercaba por detrás. Una mano se posó con fuerza sobre su hombro, y la niña se giró asustada, a la par que un grito salía de su garganta.
- Vaya... ¡Lo siento! ¡Lo siento! - se disculpaba el profesor Agase, mientras llevaba la mano a la nuca, y se rascaba con vergüenza - Estaba tomando un zumo de tomate mientras miraba internet, cuando de repente se fue la luz. Por la sorpresa de verme a oscuras, derramé un poco... Y luego estuve llamando a la compañía eléctrica para ver qué había sucedido, y por eso la línea estaba ocupada...
Irene se hallaba sentada en el sofá, mientras intentaba calmar los latidos de su corazón. La luz había regresado ya, y aunque la detective se sentía muy aliviada al ver que el profesor estaba ileso, también era cierto que se había llevado el mayor susto de su vida.
La puerta de entrada sonó al ser cerrada por alguien, y pocos segundos después, Amuro entró en la habitación.
- Hola… Ya he llegado - saludó mientras avanzaba hacia la cocina tranquilamente con las manos en los bolsillos.
- Ah, hola Tooru. - le saludó Agase de forma casual. Los ojos de Irene se abrieron al verle allí. Pero el profesor no parecía preocuparse por su presencia, más bien al contrario, ya que a continuación le preguntó - ¿Qué tal el colegio?
- Fascinante - le respondió el chico, con una sonrisa divertida en los labios, mientras dejaba la mochila en la encimera y cogía una coca-cola de la nevera.
Irene se sentía como una total idiota. Aquel crío le había tomado el pelo completamente con su historia de que el profesor estaba herido. Lo más seguro es que fuera una broma que tenían los dos preparados para hacerle, y ella había picado.
“Y seguramente también es mentira lo de que trabajara para la organización…”
- Oye profesor - se acercó Irene al anciano, murmurando para que solo él la oyese - ¿Quién es ese Amuro?
- ¿Eh? ¿No lo sabes? Es un compañero de los Hombres de Negro. Tomó el mismo veneno que tú y se encogió.
- ¿Uh? ¿Qué?
La niña parpadeó un par de veces, y miró al anciano convencida de que no le había entendido bien. ¿Lo estaba diciendo en serio?
- Que raro… - continuó Agase, llevando una mano a su mentón, como si pensara en voz alta - Me pidió que no te dijera nada, porque quería hacerlo él mismo…
- U-un… un momento profesor… - las preguntas estaban empezando a agolparse en su mente... ¿cómo? ¿por qué? ¿en qué momento?...
- Bueno, su auténtico nombre no es Tooru Amuro claro está. Él mismo escogió ese pseudónimo, aunque no estoy muy seguro de por qué…
- ¡Pero déjate de tonterías! - explotó la detective. No podía más. Necesitaba saber qué ocurría, y el profesor estaba distrayendose - ¿¡Qué hace alguien de esa organización en tu casa!?
- A-ah… pues… pues...
- Me recogió… - les interrumpió la voz de Amuro. Irene se volvió para mirarle. El chico se había sentado en uno de los taburetes de la cocina, y contemplaba con expresión ausente la lata de refresco que aún llevaba en las manos - Me encontró tirado en el suelo cuando intentaba alcanzar la casa de tu amigo, y me ayudó.
- ¿Querías llegar a casa de Shinichi? ¿Por qué?
- ¿No lo sabes? La Organización ha enviado a sus hombres dos veces a tu casa. De toda la gente a la que han envenenado, tú eras la única cuyo cuerpo no había sido encontrado… Yo solía encargarme de rastrear los objetivos de la organización, y certificar sus muertes, así que les acompañe. Registramos toda la casa, pero no encontramos señales de que alguien viviese allí, así que nos fuimos.
Las piernas le temblaban, y un peso muy grande se posó en su garganta dificultandola el respirar. Siempre había sabido que los hombres de negro comprobarían si estaba viva o no, era lo normal, lo lógico. Confirmar que realmente la buscaban, la hacía darse cuenta de lo real que era la amenaza que planeaba sobre su cabeza.
- Volví un mes después… - continuó Amuro, de un salto se bajó del taburete y, metiendo las manos en los bolsillos, comenzó a andar por la sala - No había cambiado nada, seguía habiendo el mismo polvo y ninguna señal tuya. La verdad es que pensé que realmente habías muerto. Pero entonces sucedió algo curioso… Acababa de subir a mi coche que se hallaba aparcado cerca, cuando vi a un adolescente que se acercaba y entraba en el edificio. Le reconocí como un amigo íntimo tuyo por una foto que tenías sobre el escritorio, en la que se os veía a ambos en Nueva York. Me intrigo el motivo que le habría llevado allí, y permanecí observando. No pasó mucho tiempo antes de que volviera a salir llevando una caja consigo, en la que se podía leer “ropa de niña de Ran”. Había visto esa caja en tu armario la vez anterior, y me pregunté para qué la querría ese chico, de modo que le estuve siguiendo hasta su casa...
- E-entonces… la organización sabe… sabe que yo he… - no pudo ni terminar de decirlo. Sus ojos se dirigieron a la ventana, como si esperase ver una silueta allí, apuntando con un arma.
El chico se giró a mirarla directamente.
- Puedes darme las gracias. No le di demasiada importancia en ese momento, y me marché. Después firme tu expediente como “muerta”, así que no creo que nadie haya vuelto a preguntar sobre tí. Claro que… el problema está en que ahora que les he traicionado probablemente vuelvan a investigar todos los informes en los que yo participé.
- ¿¡Les… les has traicionado!? - Irene se sorprendió al oír aquello.
- Si, lo hice después de que mataran a... alguien a quien apreciaba mucho… Los de la organización lo hicieron… - Amuro apretó los dientes con rabia - Les pedí explicaciones, pero no me las dieron. Me rebelé y me negué a seguir cumpliendo sus órdenes, pensando que ya que había alcanzado un puesto de respeto entre sus filas, con eso conseguiría asustarles. Que iluso fui. Les dio igual, me golpearon y me encerraron en un almacén abandonado. Me dieron a elegir, o intentar salvarme peleando, o suicidarme tomando un prototipo de veneno que uno de los cientificos de la organización estaba creando. Entendí que habían decidido eliminarme, y que aunque pelease, no saldría de allí con vida. Comprendí que sólo había sido un peón en sus manos, y que me habían usado a placer. Así que decidí no darles el gusto de divertirse conmigo, y tomé la píldora de APTX 4869 que me habían dejado. Pero no morí, empecé a encogerme… Cuando mis manos fueron lo bastante pequeñas, pude sacarlas de las esposas que me retenían y huí por una trampilla. No tenía ningún lugar adonde ir, y necesitaba esconderme. Entonces me acordé de tí, y del suceso con tu amigo y la caja. Pensé que tal vez había una posibilidad de que siguieras viva, pero siendo una niña pequeña. No lo dude y me dirigí hacia aquí, ya que tú eras mi única opción. Al fin y al cabo, habías pasado por lo mismo que yo y podrías ayudarme…
- ¡¡Ni lo sueñes!! - exclamó la pequeña detective, mientras retrocedía unos pasos para alejarse de Amuro, y le señalaba acusadoramente - ¡Tienes las manos manchadas de sangre! Puede que no apretases el gatillo directamente, pero por tu culpa ha muerto gente inocente, ya que contribuiste a ponerles una diana en la espalda. ¿¡Y pretendes que te ayude!?
La expresión de Amuro se ensombreció, y cuando volvió a hablar, las palabras salieron como puñales por su boca.
- Déjame que te revele una cosa, detective. La vida no es un cuento de hadas, el mundo puede ser un lugar muy cruel, y a veces tienes que perderte a ti mismo para poder sobrevivir en él…
Agase que había estado contemplando la escena de los dos encogidos, decidió intervenir para intentar calmar las cosas, antes de que alguno de ellos dijera algo de lo que pudieran arrepentirse más adelante.
- Oye, oye, Ran, cálmate… - apoyó sus manos en los hombros de la niña, e intentó transmitirle tranquilidad. Miró a Amuro, y sintió que aquel chico no era malo, ni siquiera un sicario sin escrúpulos. Lo podía ver en sus ojos - Vamos, mujer, él no es parte de la organización...
Irene relajó la postura, y se cruzó de brazos. Amuro volvió a sonreír, y cruzó las manos a su espalda.
- Además… - continuó el profesor, respirando aliviado al ver que el ambiente ya no era tan tenso - Con él de nuestro lado, podremos obtener más información sobre esos hombres, e incluso averiguar dónde se halla el laboratorio en el que fabrican la droga, y obtener un antídoto…
- Desgraciadamente, eso no será tan sencillo… - Amuro se dio la vuelta y fue a coger un periodico que se hallaba sobre la mesita del salón - Mirad… la edición de tarde de hace 3 días.
Agase e Irene se inclinaron a la vez para leer la noticia que el chico les mostraba:
”Serie de extraños incendios arrasa con varios edificios y un laboratorio químico…”
Rezaba el titular en letras grandes.
- ¿Han sido ellos? - preguntó la detective, tomando el periodico para leer el resto de la noticia.
- Si. Destruyeron todos los escondites que conocía, y el laboratorio, por si yo hablaba sobre sus experimentos y eran descubiertos. Ya no queda nada.
- Entonces... te están buscando para matarte... - Irene dejó el periodico de nuevo en la mesita y se giró para mirar al rubio.
- Correcto. Pero no saben que me encogí. Aunque si siguen usando ese veneno que creen mortal, tarde o temprano habrá más gente como nosotros. En ese momento, nada les impedirá encontrarme. - Amuro fue a por su mochila, y se la puso al hombro. Después se dirigió hacia Irene, guiñandole un ojo - ¿Y bien? ¿Vas a echarme por lo que hice, Ran Mouri?
La niña le miró de arriba a abajo, y un largo suspiro de resignación salió de sus labios.
- Idiota, si te pillan a ti, me pillan a mi… Asi que supongo que lo mejor es que te quedes con el profesor, y que vuelvas al colegio conmigo como un niño de primaria normal. Así será más difícil que te encuentren.
- Oh, wow, cuánta amabilidad. - ironizó el chico mientras volvía a dejar la mochila en el sofá, e Irene le miró mal.
- Oye Tooru, ¿no sería mejor que avisaras a algún familiar? - comentó Agase con tono preocupado.
- No se preocupe. - Amuro se encogió de hombros - Mi padre me abandonó cuando yo era un bebé, y mi madre murió hace unos años…
- Estás solo... - a Agase le dio pena - ¿Y tus amigos?
- Cuando te relacionas con gente peligrosa, es mejor cortar lazos, para evitar exponerlos a las amenazas. El camino que se recorre es menos difícil...
Irene intentó imaginarse la clase de cosas por las que había pasado en su vida, para terminar uniéndose a una organización con miembros que iban dejando un rastro de muerte tras de sí.
Pero, ¿se podía confiar en él? Si fuera completamente sincero les habría dicho su verdadero nombre, o su edad... ¿No sería toda su historia una gran cantidad de mentiras para provocar su lastima? Quizás, y esa duda era la que la mantenía con un sentimiento de intranquilidad.
Mirando al rubio de reojo, quién se estaba ofreciendo en ese momento a preparar la cena, Irene decidió que le mantendría vigilado.
Un coche negro avanzaba por las calles de Tokio en ese mismo momento. Por la velocidad a la que conducía, y la rudeza de las maniobras que realizaba, podía verse que su conductor se hallaba muy molesto.
- Jefe… - comenzó tímidamente el hombre que se sentaba a su lado. Miedo tenía de la reacción de su compañero, pues le era bien conocido su carácter violento, y temía que las noticias que traía no serían de su agrado - Aún… aún no sabemos nada de Bourbon…
Gin le dio una larga calada a su cigarrillo, y lo apagó con brusquedad en el cenicero que poseía el vehículo. Vodka a su lado, se estremeció ligeramente.
- Ahora mismo se está haciendo un rastreo exhaustivo en la organización para localizar a algún posible cómplice que le ayudara a escapar… - prosiguió Vodka con su informe - Y además, hemos destruido todos los sitios a los que podría haber ido, incluyendo su apartamento...
- Bien - habló finalmente Gin. Sus ojos permanecían fijos en la carretera, y sus labios se curvaron en una fría sonrisa - Acabará dejándose ver. Y espero ser yo quien le haga desaparecer de este mundo para siempre.
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Hola!
Por si alguno lo ponía en duda... Estoy viva jeje
Siento de verdad el retraso en retomar esta historia, pero fuerzas ajenas a mi (trabajo, cuarentena, falta de inspiración...) me han mantenido alejada.
Ahora estoy dispuesta a seguir y prometo que os voy a traer un arco con la Organización que os va a dejar pegados al ordenador, tablet, móvil... o lo que quiera que uséis para leer Wattpad.
Siento que este capítulo sea corto, pero aviso, es el preludio de lo que viene.
See you ~
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