~ 23 ~
Antes de que procedas a leer éste arco, es mi deber avisarte de que puede contener SPOILERS del manga/anime de Detective Conan con respecto a uno de los personajes.
Si no vas al día, tú decides si continuas leyendo o no... Luego no me pidas responsabilidades.
Gracias por el apoyo a ésta historia.
Y gracias a Twilight-2004 por ser mi correctora y ayudarme a mejorar capítulo a capítulo ❤️
- ¿Eh? ¿Va a venir alguien nuevo a nuestra clase? - se sorprendió Irene.
Faltaba una semana para Navidad, y todos los alumnos del colegio de primaria Teitan habían tenido que llevar algún tipo de adorno navideño que serviría para que los grupos de niños seleccionados decoraran posteriormente las aulas y los pasillos. La clase de Irene había conseguido reunir un buen número de cadenetas de colores entre todos, y Ayumi junto a Mitsuhiko habían sido los encargados de juntarlas en una caja, y llevarlas a la sala de profesores. A su regreso, los dos niños se hallaban emocionados y ansiosos, deseando contar a sus amigos lo que habían descubierto.
- ¡Si! - exclamó Ayumi feliz - ¡La señorita Kobayashi lo ha dicho en el aula de profesores!
- Es genial, ¿verdad? - comentó Mitsuhiko muy alegre - No venía nadie nuevo desde Irene...
- "Aunque es un poco raro, el curso está muy avanzado ya..." - se dijo para sí misma la detective, mientras se sentaba en su sitio y comenzaba a sacar los materiales de la mochila.
Por el pasillo se oyeron pasos que se acercaban, y una de los niñas se asomó a la puerta a mirar. Rápidamente cerró de nuevo y avisó a sus compañeros de que la profesora venía ya, y que venía acompañada.
- Ojalá sea una chica muy guapa - entonó Genta con voz soñadora.
- O mejor aún, un chico muy simpático - fantaseó también Ayumi.
- ¿Tú que crees, Irene? - se volvió Mitsuhiko a preguntarle.
- Pues...
No tuvo tiempo de responder. En ese momento la puerta del aula se abrió y la señorita Kobayashi entró en la clase. Todos corrieron a sus pupitres, y se sentaron en actitud formal.
- Buenos días niños. Hoy quiero presentaros a alguien... - la señorita Kobayashi se volvió hacia la puerta e hizo señas a la persona que esperaba al otro lado en el pasillo - Adelante, pasa.
Una exclamación alegre se elevó entre los chicos, mientras que a la vez las niñas gritaban extasiadas. Irene se volvió también a mirar, y se sorprendió al ver a un niño de pelo rubio y piel bronceada, con unos brillantes ojos azules y sonrisa amable.
- Silencio, silencio... - trató de calmarlos la profesora, aunque se hallaba divertida por la reacción - Desde hoy él será vuestro nuevo compañero de clase... se llama Tooru Amuro. Tratarle bien.
- Hola a todos, encantado - saludo con una reverencia el chico, mientras sus ojos recorrían los rostros sonrientes que le miraban.
Por un momento Irene tuvo el presentimiento de que al mirarla a ella, su expresión había cambiado, pero fue algo tan rápido que la detective no estaba segura de si lo había imaginado.
- Bueno, vamos a ver dónde puedes sentarte... - comenzó a buscar la profesora un sitio. Varias niñas empezaron a exclamar que a su lado estaba libre.
- Allí... - dijo Amuro, mientras se dirigía a pasos rápidos al asiento vacío al lado de Irene, y dejaba su mochila sobre la mesa. De reojo miró a la niña y la sonrió - Hola...
- Ah... hola... - Irene se hallaba sorprendida, no esperaba que se sentara a su lado.
En realidad aquello sorprendió a todos, ni la propia profesora se esperaba esa acción por parte del chico. Hubo unos segundos de silencio en la clase, antes de que la señorita Kobayashi reaccionara.
- Oh... Bueno... Empecemos la lección entonces...
- ¡¡Siiiii!! - corearon todos los niños a una.
El resto del día transcurrió sin ninguna otra novedad. La clase de Irene no fue finalmente designada para participar en las tareas de decoración, de modo que al sonar el timbre, todos se dispusieron a marcharse a casa. Amuro caminaba entre los demás chicos por el pasillo, mirando por las ventanas con actitud reflexiva, cuando la voz cantarina de Ayumi le trajo de vuelta a la realidad.
- ¡Amuro!
El chico se giró y vio que detrás de él venía la niña seguida de Mitsuhiko, Irene y Genta.
- ¿Ya te vas para casa? ¿Vamos juntos? - le preguntó Ayumi mientras se ponía a su lado.
Amuro la miró, pero no la contestó. Permaneció pensativo mientras seguía andando hacia los casilleros de los zapatos.
- Déjalo Ayumi - intervino Genta - Está claro que es un bicho raro.
- ¡Seguro que no! - saltó la niña - Lo que pasa es que todo esto es nuevo para él...
- Oye Amuro - intervino Mitsuhiko también para evitar una pelea entre sus amigos - ¿Dónde vives? ¿Os habéis mudado?
Para sorpresa de los pequeños, Amuro detuvo su andar, introdujo sus manos en los bolsillos del pantalón y se giro hacia ellos. Su expresión era distinta, ahora sonreía con amabilidad.
- En el distrito 2 del centro de Beika - les dijo - Ahí es donde vivo desde hace poco...
- ¡Que guay! Eso es cerca de la casa de Irene - comentó Ayumi, feliz porque pensaba que aquel niño llegaría a ser su amigo.
- ¿Y eres japonés? - preguntó Genta.
- Medio...
Los 4 niños empezaron a andar de nuevo en dirección a los casilleros, solo Irene se quedó parada viéndoles alejarse. Por algún motivo que desconocía, se sentía turbada.
- "Esto es demasiado raro... No recuerdo que haya habido ninguna mudanza por el barrio de Shinichi recientemente... Ni haber visto a ninguna familia extranjera..."
- ¡Irene, vamos! - la sacó de sus pensamientos Mitsuhiko.
- A-ah... Ya voy...
- ¿Liga Juvenil de Detectives? ¿Vosotros? - el tono de voz de Amuro fue de sorpresa y de duda.
Los 5 niños habían salido del colegio, e iban en dirección al parque a merendar, ya que Genta empezaba a protestar de que necesitaba comer algo o se desmayaría en cualquier momento.
- Si - alardeó Mitsuhiko con demasiado orgullo - Estamos alerta noche y día, para entrar en acción cuando nos llaman para resolver los casos más difíciles...
- Yo creo que Amuro debería unirse a nosotros, ¿verdad chicos?
Mitsuhiko y Genta estuvieron de acuerdo con la propuesta de Ayumi. Irene miró a la niña, y sin poder evitarlo movió un poco la cabeza en gesto de resignación. Reconocía el modo de actuar de su amiga, lo había usado con ella también. No pararía hasta que aquel chico fuera uno más de su grupo.
- ¿Tú también eres una detective, Kudo? - Amuro se volvió hacia Irene, preguntando de forma inocente.
- Si... - interrumpió Genta, antes de que ella respondiese - Ella es nuestro miembro más reciente... Y siempre viene bien más ayuda si te unes a nosotros, no veas la de casos que tenemos a diario...
Una sonrisa pícara se dibujo en los labios de Amuro mientras la miraba, e Irene nuevamente se sintió incómoda. ¿Por qué la causaba esa reacción? Sólo era un niño...
- Hablando de casos... - recordó Mitsuhiko, mientras comenzaba a rebuscar en su mochila aprovechando que se habían detenido en un cruce - Mirar lo que he comprado en un almacén...
Todos los demás le rodearon para observar el aparato que su amigo extraía. Ayumi y Genta pusieron cara extraña al verlo, Amuro permaneció impasible, e Irene lo reconoció porque ella y Shinichi habían jugado cuando eran pequeños con uno parecido.
- ¿Es un receptor de banda ancha? - preguntó la detective mientras a su memoria acudían multitud de juegos de espías con Shinichi por el jardín de la casa del profesor.
- Pues sí... - Mitsuhiko no podía dejar de admirar todo lo que su amiga sabía. Era única y maravillosa.
- ¿Y qué es un protector de baile ancho? - preguntó Genta sin mucho interés. Aquel aparato no le parecía que fuese a proporcionarles una sabrosa merienda, que era lo que su estómago quería.
- Receptor de banda. Es como un aparato de radio muy potente... como el que usan los taxistas o los bomberos. - explicó Mitsuhiko con paciencia y emoción, mientras hacía girar las ruedas de control.
- "... coche número 3, diríjase al edificio..."
- ¿Eeeeh...? Se puede oír la radio de los taxis - exclamó Ayumi sorprendida.
- Y no sólo eso... - Mitsuhiko giró otro poco las ruedas, e inmediatamente se oyó la voz de una mujer haciendo un pedido a domicilio de fideos - También se pueden captar conversaciones de teléfonos móviles.
- ¡Qué pasada! - exclamó Genta. Al final, si que iba a ser interesante aquel cacharro.
- Pero escuchar las conversaciones telefónicas de la gente no está bien... - dijo Ayumi, algo dudosa - Es como pincharles el teléfono.
- No si sólo escuchamos las ondas de radio que captamos, entonces no es ningún delito - aclaró Mitsuhiko.
Ayumi y Genta se mostraron entusiasmados con la idea, y decidieron que irían al parque a probarlo.
Irene suspiró con pereza, se temía una larga tarde de estar pendiente de los movimientos de los taxis y cosas así. Y desgraciadamente tampoco es que tuviera un mejor plan, Shinichi se había marchado a pasar cuatro días con la clase a un albergue en la montaña y la había dejado sóla en casa. La niña rayaba el suelo de envidia al pensar lo que estarían divirtiéndose sus amigos esquiando y contando historias junto a la chimenea por las noches... y ella se lo estaba perdiendo. El mundo no era justo.
- Venga, puede ser más divertido de lo que parece... - le dijo Amuro, con un gesto animado. Irene se sorprendió porque el chico había hablado como si supiera exactamente lo que pasaba por su cabeza. ¿Es que era adivino o algo así?
Llegaron finalmente al parque, y rápidamente Genta apremió a Mitsuhiko para que sacara el receptor.
- ¡Vale! ¡Vamos a escuchar el teléfono de Gosho Aoyama! - proclamó muy animado.
- Aah... pero eso es imposible... - explicó Mitsuhiko apenado - Este receptor solo puede captar una señal dentro de un radio de 1 kilometro... Y tampoco puedes ir eligiendo a quién vas a escuchar.
- Pues vaya - refunfuñó el chico, poniendo gesto de disgusto. Quizás no fuera tan divertido después de todo.
- Bueno, pero igual escuchamos algo interesante... - intentó animar la situación Ayumi.
- Si, voy a ir girando el dial y podremos captar alguna frecuencia por la que estén hablando en este momento...
Mitsuhiko giró la rueda, y del receptor comenzaron a salir ruidos e interferencias que hicieron que los niños apretaran un poco los dientes por lo molesto que resultaba. Tras unos segundos de probar varias frecuencias sin éxito, algo parecido a una voz masculina se filtró por el altavoz.
- ¿Veis? - proclamó el chico con tono triunfante - Ya he pillado una. Voy a ver si puedo mejorar la recepción...
Esa vez los 5 niños oyeron con toda claridad la voz del hombre que hablaba, pero las palabras que pronunció les dejó totalmente petrificados.
- "... Tengo a su hija"
- ¿¡Eh!? - exclamaron a la vez los pequeños.
- "... ¿Qué?" - se escuchó otra voz masculina, pero ésta era de sorpresa y miedo.
- E-espera... ¿qué era eso?... - preguntó Genta asustado.
Amuro le puso la mano en la boca, y le indicó que guardara silencio, e Irene se acercó más al receptor para oír mejor la conversación.
- "Le digo que he secuestrado a su hija" - volvió a oírse la primera voz, impaciente y aguda al misma tiempo.
- Esto... Esto es un chantaje telefónico... - decretó la detective encogida.
Mitsuhiko apartó el receptor de su cuerpo como si éste fuera una bomba a punto de explotar, y Ayumi se tapó la boca asustada.
- ¿En serio? - preguntó Genta, una vez que Amuro quitó la mano de su boca - ¿Desde dónde están llamando?
- Con el receptor no podemos saberlo... - dijo el niño de cabellos rubios - Solo podemos oírles.
Irene chirrió los dientes. Maldición, Amuro tenía razón, no podían situar con exactitud la posición del secuestrador. Pero quizás algún fragmento de la conversación le diese alguna pista.
- "... Papá..." - se escuchó ahora la voz de una niña pequeña. Era temblorosa y estaba claramente aterrada, pero aún así Irene dedujo que debía tener unos 4 años.
- "¡Junko! ¡Mi niña...! ¡De acuerdo, haré lo que usted quiera! ¡Lo que sea con tal de que Junko...!"
- "¿Lo que sea...? Jajaja, bien... Empiece por salir al balcón con el móvil..." - el ruido de una puerta corredera metálica les indico a los niños que aquel hombre estaba cumpliendo el requerimiento - "Vale, quédese ahí donde está... La parabólica nos estorba, desmóntela."
- "¿Qué...?"
- "¡¡Cállese y haga lo que le digo!!"
El grito había sido tan fuerte, que los pequeños se taparon los oídos.
- ¿Qué se traerá entre manos ese hombre...? - comentó Mitsuhiko, mientras miraba el receptor apenado. Esa no era la diversión que esperaba tener con sus amigos esa tarde.
- El secuestrador está vigilando a ese pobre hombre desde alguna parte - meditó Irene, mientras se llevaba la mano al mentón.
- Seguramente - le dio la razón Amuro - Por eso le ha hecho salir al balcón, porque quiere controlar sus movimientos.
Tras unos minutos de silencio, de nuevo el secuestrador volvió a hablar.
- "Muy bien, es mejor así, sin ese trasto de por medio... Jejeje ... ¿Está pensando en llamar a la policía? Tengo una vista excelente de todo lo que hace. Un movimiento sospechoso y le aseguro... ¡¡Que su hija morirá!!"
- L-la... ¡la va a matar! - Genta se puso histérico y empezó a dar vueltas alrededor del grupo.
- Qu...¿¡qué hacemos!? - chilló Ayumi, contagiada también del nerviosismo de Genta - Es mejor que se lo digamos a la policía...
- ¡Silencio un momento! - reclamó Irene. De fondo de la conversación podía oírse una especie de sonido, algo así como un "chacac chacac". Le era muy familiar, de modo que se concentró sólo en el sonido.
- "Haré lo que usted me diga." - Chacac Chacac - "¿Quiere dinero... un rescate?" - Chacac Chacac.
- "Jejeje... No vaya tan deprisa. De momento no se mueva de esa terraza..."
Bip
- Se ha cortado - Mitsuhiko bajó el receptor.
- ¿Y ahora qué? - Genta se detuvo y miró a todos.
- Avisemos a la policía - decidió Ayumi sacando su móvil de la mochila.
- Pero... ¿se creerán lo que les digamos? - dudó Mitsuhiko - Ni siquiera sabemos el sitio aproximado dónde la tiene secuestrada. Y además, ya ha terminado la llamada...
Irene se separó un momento de los niños, pensando en los datos que tenían (que desgraciadamente no eran muchos). Aquel era un caso un poco raro... normalmente en un secuestro, lo primero que hacía un criminal era exigir un rescate por la víctima. ¿Por qué éste secuestrador no lo hacía, y en cambio usaba ese tono amenazador con el padre?
- "Es como si fuera a tenderle una trampa al pobre hombre... Así que, si así son las cosas, la vida de esa niña corre peligro" - concluyó la detective.
Al levantar la vista, sus ojos se encontraron con los de Amuro que la observaba. Pero ésta vez no se sintió inquieta, sino al revés, fue un sentimiento más cálido... como si él la estuviera dando apoyo.
- ¡Lo atraparemos nosotros! - pronunció el niño, llamando la atención de los demás - No podemos perder el poco tiempo que tenemos con la policía.
- ¡Es verdad! - exclamó Genta con determinación - ¡Nosotros encontraremos a ese criminal, por algo somos los Detectives Juveniles!
- ¡Vamos! - le apoyaron Mitsuhiko y Ayumi.
- De acuerdo - se unió Irene - Lo primero que necesitamos para intentar situarle es un mapa de la ciudad...
- Yo tengo uno - ofreció Mitsuhiko, sacándolo de su mochila y tendiéndoselo después a Irene.
La detective lo extendió en el suelo, y luego con un lápiz dibujó un gran círculo en el plano. Los niños se reunieron a su alrededor.
- Esto es el parque donde estamos nosotros, ¿vale? - empezó, señalando un punto central dentro del círculo - Este receptor tiene un alcance de 1 kilómetro, que es lo que mide el radio de éste círculo. El secuestrador y el padre de la niña están dentro del radio dibujado. Además, me fijé antes en algo. Había un ruido de fondo... era como de un tren que pasaba. Seguramente el hombre vive cerca de unas vías de tren.
- Solo hay una línea de tren que pasa por el interior del círculo... - dijo Ayumi, señalándolo con el dedo - La línea de Beika...
- ¡Eso es! exclamó Mitsuhiko - ¡Tenemos que ir hasta la línea de Beika!
Sin perder ni un segundo, los cinco niños echaron a correr en dirección a las vías del tren. La tarde comenzaba a caer, y negras nubes que indicaban tormenta avanzaban por el cielo.
Tras una media hora de carrera, por fin llegaron a su destino. Los pequeños se hallaban sin aliento, y se tiraron al suelo completamente agotados. Irene volvió a sacar el mapa y lo revisó.
- Y-ya hemos llegado... - dijo Genta entrecortadamente - ¿Y ahora qué?
- Este es el único tramo de vías que pasa por el interior del radio de frecuencia del receptor. O sea, que ese hombre está en algún punto a lo largo de éste tramo de 600 metros que va de este a oeste...
- ¿600 metros? - preguntó Ayumi, desconsolada - Pero eso es mucho...
- Tenemos otra pista. La antena parabólica que le dijo que quitara al padre... Las parabólicas tienen que estar orientadas al suroeste, por lo tanto tiene que estar en un piso con el balcón orientado hacia el sur o hacia el oeste. - dijo en voz alta Amuro. Al darse cuenta de que sus compañeros le miraban asombrados, añadió rápidamente - Bueno, eso oí el otro día en la televisión.
- De acuerdo, tiene que ser un balcón orientado al sur o al oeste - reaccionó Genta, echando a correr hacia la urbanización de apartamentos cercana, seguido por Mitsuhiko y después los demás.
Pero las cosas no siempre resultan tan fáciles. Cuando llegaron, se dieron cuenta de que había muchísimos posibles candidatos a ser el piso donde estaba el padre de la niña secuestrada. Irene se frotó el pelo frustrada, aún no tenían suficientes pistas.
En ese momento el receptor que aún llevaba Mitsuhiko en la mano, y del que se había olvidado completamente, empezó a hacer ruidos y por el altavoz se oyó la voz del padre de la niña.
- "¿Diga?"
- ¡Otra llamada del secuestrador! - exclamó el chico, alertando a sus amigos.
- ¡Venga, di algo que nos sirva de pista! - exigió Genta, mientras le arrebataba de la mano el aparato a Mitsuhiko.
- ¡Dame! - volvió a cogerlo Mitsuhiko - ¡Ahora yo seré quien descubra algo nuevo!
- ¡No, yo! - se unió Ayumi.
- ¡¡Callaos!! - perdió la paciencia Irene.
Sus amigos enmudecieron al instante, pues nunca habían visto así a la niña.
- "Supongo que no ha avisado a la policía..."
- "N-no... Ju... ¿Junko está bien?"
- " Jejeje... Veo que es usted un hombre prudente... Antes ha dicho que haría cualquier cosa, ¿no? Pues primero desnúdese."
- "¿Qué?"
- "¡Quítese la ropa!"
- ¿Será que quiere obligarlo a ir a algún baño público del vecindario? - preguntó Genta, pensando que era una buena pista.
- ¿Pero qué dices? - le regañó Ayumi.
- "Jajaja... Bien. Dentro de poco pasarán unas colegialas por debajo de su balcón. Quiero que les haga gestos con la mano... Eso es. Jajaja... y ahora, ¡cante una canción! ¡Y hágalo alto para que le escuchen por todo el barrio!"
Ayumi acercó una mano a su oído.
- No oigo nada...
- Será que éste no es el barrio. - suspiró Irene.
- "¡Desgraciado!"
- "¡Jajaja! Es evidente que como padre, haría cualquier cosa por su hija... Le comprendo, yo también fui padre, ¿sabe?"
- ¿Fui? - susurró Amuro. La detective sintió que detrás de eso, estaba toda la verdad sobre aquel secuestro.
- "¿Se acuerda de aquella niña que hace 1 año exactamente se cayó desde la azotea del edificio donde usted trabajaba como portero?... Aquella niña que murió, era mi hija."
Al oír aquello Ayumi sintió que se le escapaban las lágrimas, los chicos entristecieron también, e Irene entendió que todo aquello era por una venganza.
- "P-pero... aquello fue un accidente..."
- "¡¡Cállese!! Normalmente el acceso a la azotea de ese edificio está prohibido. Entonces... ¿por qué la puerta no estaba cerrada con llave?"
- "Es que... No sé cómo... Algún gamberro había roto la cerradura..."
- "Pero eso fue una semana antes... ¿Por qué no hizo nada por arreglarla?"
- "P-porque a esa azotea no subía nunca nadie..."
- "¿Esa ridiculez es su excusa?... ¡No se burle de mí! Mi hija murió por su incompetencia... Quiero que sienta el dolor que yo sentí. Que sufra exactamente tanto como yo..."
- "¿Q-qué va a hacerle a Junko?"
DONG DONG DONG
La señal de paso de tren próxima se activó en ese momento, asustando a los detectives juveniles que se taparon los oídos ante el repentino ruido.
Irene miró las luces rojas parpadeantes y tuvo una idea.
- ¡Mitsuhiko, dame el receptor!
- ¡Si, toma!
La niña corrió unos metros hasta llegar a la barrera donde la carretera se cruzaba con las vías del tren, y esperó. En el instante que vio que el tren se acercaba, pegó el receptor a su oreja y cronometró con su reloj el tiempo que tardaría en escucharlo por el aparato.
Como una bala, el tren pasó por detrás de ella, alborotando sus cabellos salvajemente con el aire que levantaba a su paso. Pero no consiguió que despegara la vista de la esfera.
- 1... 2... 3... 4... 5... 6... 7...
- "Cachac Cachac Cachac..."
- ¡Ahí está! ¡8,2 segundos!
- ¡Irene! - la llamaron los niños, que se acercaron a ella corriendo.
- ¡Vamos, es por aquí! - les indicó que la siguieran, mientras ella comenzaba a correr, metiéndose por un callejón próximo.
Los 4 niños se miraron entre sí confundidos, pero aún así fueron tras ella.
- ¿Cómo sabes que es por aquí? - preguntó Mitsuhiko cuando la alcanzaron.
- Por el ruido del tren... - le dijo, mostrando el receptor - Este tren circula a una velocidad media de 100 kilómetros por hora... O sea que avanza a una media de 27,8 metros por segundo. El ruido del tren se oyó por el receptor 8,2 segundos después de pasar por el paso a nivel... Lo que significa que la casa de ese hombre está en un punto localizado a 27,8 metros por 8,2 segundos...
- Eso es 227,96 metros por segundo... - calculó Amuro mentalmente - ¡Tiene que ser ese barrio de allí!
El chico señaló una zona de pequeños bloques de edificios, y algunas casas individuales.
- ¡Hay que buscar la casa de ese hombre! - les dijo Irene a los niños - ¡Tiene que ser un edificio con los balcones orientados al sur o al oeste! ¡Y un balcón en el que haya un hombre desnudo...!
Sin perder tiempo los jóvenes detectives comenzaron a mirar por todos los edificios. Tras unos minutos, finalmente fue Ayumi la que dio la señal de alarma.
- ¡Allí! ¡Allí está el padre! - señaló un balcón en un pequeño bloque gris de hormigón.
En el balcón de un tercer piso, había un hombre de unos 35 años, vestido únicamente con los boxers y con un móvil en su oído. A su lado había una parabólica desmontada.
- Bien... Ahora solo falta averiguar dónde está el secuestrador... - Irene se giró, y de sus labios salió una maldición.
Había muchos edificios y casas enfrente del balcón del padre. El secuestrador podía estar en cualquiera de ellas. ¿Por dónde empezar a buscar?
A la memoria de la detective acudieron las palabras del secuestrador.
"Quiero que sufra exactamente tanto como yo..."
- Exactamente el mismo sufrimiento... Que cuando aquella niña se cayó de la azotea... ¿Una azotea?
Sus ojos se dirigieron a un edificio de oficinas que se hallaba al otro extremo del barrio. En el último piso había una azotea.
Hacía unos días que el profesor Agasa le había dejado en el buzón de casa de Shinichi, unas gafas mejoradas a las que había añadido una opción de prismáticos. Irene pulsó el botón disimulado que se hallaba en la montura y activó la opción. En efecto, sus gafas se convirtieron en prismáticos y la niña dirigió la vista hacia aquella azotea.
Allí había un hombre, observando algo con un telescopio. Aquel debía ser el secuestrador.
- ¡Allí! - señaló el edificio - Desde aquella azotea le debe estar vigilando...
Era el momento de llamar a la policía. Pero, nunca creerían a una niña pequeña. Ni aunque llamase al detective Takagi, que era más propenso a escucharles cuando coincidían en algún caso... Sólo había una opción...
Se acercó a Mitsuhiko y le devolvió el receptor de señal.
- ¡Chicos, no os movais de aquí, ahora mismo regreso! - les ordenó a los niños, mientras ella se marchaba a una calle algo alejada y solitaria.
Desprendió el lazo-cambiador de voces que llevaba prendido en el pelo y tomando el móvil, marcó un número de teléfono.
- ¿Diga? - se oyó la voz del inspector Megure al otro lado de la línea.
- Inspector, soy Ran Mouri... - habló con su voz adulta gracias al cambiador.
Mientras, los niños se habían quedado sin saber qué hacer, en espera de su compañera.
- Odio cuando hace eso... - protestó Genta.
En ese momento, el receptor que permanecía en la mano de Mitsuhiko comenzó a vibrar.
- "¿Es usted?" - oyeron la voz del padre. Amuro miró como el hombre se sujetaba tembloroso de la barandilla de su balcón - "Por favor, devuélvame a Junko..."
- "Se la devolveré si hace lo que le digo... Vaya a su cocina y coja el cuchillo más afilado que tenga. Después regresé al balcón y... ¡Claveselo en la garganta!"
- ¿¡Qué!? - exclamaron los niños aterrados.
- "Si lo hace, liberaré a su hija"
- "Está bien"
Los niños vieron como el hombre desaparecía del balcón, seguramente porque estaba yendo a buscar el cuchillo.
- ¡Oh, no! - exclamó Mitsuhiko - Aunque se mate, lo más seguro es que no suelte a Junko...
- ¡No hay tiempo de esperar a Irene... Vamos! - decidió Genta, echando a correr hacia el edificio de oficinas, seguido por los demás.
Con un suspiro, Irene colgó la llamada con el inspector Megure. No le gustaba atraer la atención de esa forma, pero no había tenido más remedio, se dijo a sí misma mientras regresaba con sus amigos.
Se sorprendió cuando llegó al sitio donde les había dejado y no les encontró. Miró al balcón del padre, y sus ojos se abrieron al ver que el hombre salía del interior de su casa, con un gran cuchillo carnicero en la mano.
¿Qué había pasado en el tiempo en que ella había estado llamando?
¿Dónde estaban sus amigos?
Se le ocurrió que tal vez habían ido ellos mismos a detener al secuestrador, y sin perder tiempo se dirigió hacia el edificio.
Era un edificio de unas 6 plantas aproximadamente, y en la entrada había un guardia de seguridad.
- ¿A dónde vas, mocosa? - el guardia se puso enmedio cortándola el paso con actitud agresiva.
- Esto es importante, ¿han venido aquí tres niños y una niña?
- Si, hace un momento. Les he dicho que no podían pasar, y el grandullón me ha dado un empujón y han entrado. He llamado a la policía, tú y tus amigos gamberros os habéis metido en un lío...
- ¡No lo entiende! ¡Ahí arriba alguien está a punto de hacer que un hombre se suicide y a matar a una niña!
- ¡No digas tonterías!
El sonido de un disparo resonó en el aire, haciendo que el guardia e Irene levantaran la cabeza.
- ¿Q-qué ha sido eso?
- ¡Rápido, arriba! - urgió la detective.
El guardia la condujo al ascensor de mantenimiento, que era el único que llegaba hasta la azotea. Irene golpeaba con el pie el suelo para poder liberar su impaciencia. En cuanto el elevador se detuvo, y las puertas se abrieron, la niña salto fuera y se dirigió corriendo a la azotea. La puerta estaba abierta, y tuvo miedo de lo que encontraría al otro lado.
Pero fue algo sorprendente.
Mitsuhiko y Genta estaban tirados sobre un hombre que por su aspecto pareciera un vagabundo, con una barba mal cuidada y ropa ajada. Le sujetaban las piernas entre los dos, haciendo que el hombre se revolviese intentando liberarse.
Amuro sujetaba una pistola, y apuntaba al hombre del suelo con ella. Al ver a la detective, dejo caer el arma al suelo, y dándola una patada la envío a la otra punta de la terraza. Después metió una mano en el bolsillo, y la otra la pasó por su cabello. Su expresión era seria y bastante madura. Incluso Irene podía afirmar que todo en él se veía un poco intimidante.
Ayumi se hallaba junto a una niña pequeña, y ésta hablaba por teléfono con su padre.
- ¿Papá? Papá soy Junko... Si, estoy bien. Los Detectives Juveniles me han salvado...
El guardia de seguridad llegó en ese momento y no podía creer lo que veía.
- ¿Pero... Qué ha pasado aquí?
Veinte minutos después llegaba la policía con el inspector Megure al mando. Se explicó lo que había sucedido, Junko y su padre se reunieron, y el secuestrador fue detenido. Si los niños no hubieran llegado a tiempo, después de ver cómo su padre se quitaba la vida, habría arrojado a Junko por la azotea.
- Vas a estar un buen tiempo a la sombra... - le dijo Megure, mientras le llevaban exposado hacia el coche patrulla - Doble intento de homicidio, y además disparar sobre unos niños...
- ¿Qué dice Inspector? Yo no disparé el arma. Es cierto que la saqué para asustar a esos críos cuando aparecieron de golpe en la azotea, pero se me cayó al suelo cuando los dos chicos se me echaron encima...
- Entonces, ¿el que disparó...? - Megure se volvió a mirar a la liga juvenil de detectives que permanecían en la acera.
- Fue el chaval del pelo rubio. Recogió la pistola y disparó al aire.
Megure dejó al hombre dentro del coche, y se encaró furioso contra Amuro.
- ¿¡Se puede saber por qué has hecho una cosa tan peligrosa!?
- A-ah... bueno... Es que... Siempre he admirado a los grandes agentes de la ley, como usted inspector, es una leyenda... Yo... Yo sueño con convertirme en uno...
- Bueno... Ejem... Aún te falta crecer mucho para llegar a mi nivel...
Irene se llevó los brazos detrás de la cabeza y suspiró.
- "En el fondo no es más que un crío..."
Ya era de noche, y el cielo se iluminaba por lo relámpagos de una tormenta que se acercaba a la ciudad. Era cuestión de minutos que comenzara a llover.
Después de acompañar a los demás a sus respectivas casas, Irene y Amuro caminaban juntos, ya que vivían por la misma zona. En todo el camino, Amuro no había parado de hablar, comentando la aventura de la tarde.
- A sido muy emocionante. Me he divertido mucho.
- ¿Ah sí?
- ¡Si! Ser detective es genial. Y tú eres increíble. Me ha impresionado cómo has calculado la velocidad del tren... No sabía que nos iban a enseñar física tan avanzada en clase...
- E-esto... Bueno... ¡Mira! Mi casa está al final de ésta calle. Yo me marcho ya. Te veo mañana en clase, adiós.
A paso ligero, Irene comenzó a alejarse de Amuro, pero el repentino cambio de voz del niño la hizo detenerse.
- Apotoxin 4869...
Irene se giró a mirarle.
- ¿No sabes lo que es? - la dijo, con tono calmado y las manos en los bolsillos - Es el nombre de la droga que te obligaron a tomar.
- ¿Pero qué dices? Yo no he tomado nada tan raro... - la niña retrocedió un paso. Un escalofrío recorrió su espalda. Ahí estaba otra vez, aquella expresión de madurez y seriedad. Pero además sus ojos brillaban y su sonrisa se curvaba en una fina línea.
- De todos modos no hay duda de su nombre... Porque yo trabajaba para la organización que la fabricó.
- ¿L-la organización...? ¿Tú trabajabas para ellos...? P-pero si eres un crío...
Amuro avanzó a paso lento hacia ella, sin dejar de hacer contacto visual.
- Al igual que tú, tomé ese veneno. Su efecto es muy interesante, reduce todas las células y los órganos del cuerpo a excepción de las del cerebro... De modo que uno mantiene la mente de un adulto, aunque el cuerpo sea el de un niño.
- E-entonces... Tú... Amuro, tú...
El chico se había situado delante de ella, y se acercó a su rostro.
- Mi nombre no es Amuro... Sino Bourbon. ¿Sorprendida... Ran Mouri?
####
Juro que no ha sido a propósito, pero éste capítulo tiene 4869 palabras 😜
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top