~ 20 ~
- Oye, ya se está haciendo muy tarde. Deberíamos dejarlo por hoy...
Ran levantó la cabeza del archivo en el que andaba inmersa y miró afuera de la ventana. Shinichi tenía razón, ya la última luz del sol se había escondido y las farolas de la calle estaban encendiéndose progresivamente. Después de clase, los dos amigos habían ido a la oficina de detectives a investigar un poco algunos de los antiguos casos pendientes de Kogoro, aquellos más extraños que el hombre había dejado sin resolver antes de morir. Estaban tan abstraídos en los informes que no se habían dado cuenta de que la noche se les echaba encima.
- Tienes razón - estuvo de acuerdo la pequeña, mientras cerraba la carpeta que tenía delante - ¿Nos marchamos a casa ya entonces?
- Está empezando a nevar con fuerza, si quieres podemos subir al apartamento y dormir hoy allí.
A Ran le pareció acertada la sugerencia de Shinichi. Al fin y al cabo, en el piso superior aún se hallaba el apartamento donde vivían ella y su padre, después de el hombre se divorciase de su madre. Y éste estaba tal cual, Eri no se había llevado nada, de modo que podían pasar allí la noche sin problemas.
Apagaron las luces de la oficina y subieron al piso de arriba. Shinichi se dirigió a la cocina y miró por los armarios, sacando algunas latas y productos que fue colocando encima de la mesa. Ran le miraba desde la puerta.
- Bueno... Hay ramen... y verduras en la nevera... Creo que podré improvisar algo de cenar - dijo muy pensativo.
- ¿Tú? ¿Tú vas a hacer la cena? - el tono de Ran era burlón, cosa que molestó bastante al chico quien lo vio como un ataque a su orgullo.
- ¡Ey! Que sé defenderme bastante bien - se quejó, y viendo que su amiga iba a decir algo, añadió rápidamente - El incidente de la otra mañana con las tortitas no cuenta.
- Si tú lo dices... Voy a coger las mochilas que se han quedado abajo. Ahora vuelvo y te ayudo. No hagas nada peligroso hasta entonces.
Un bufido de molestia llegó a sus oídos mientras salía de la cocina. Con una risita, Ran bajó a la oficina.
No consideró que fuera necesario encender de nuevo las luces, mientras se acercaba al sillón donde habían dejado las mochilas con las tareas de clase. La luz de la calle entraba por la ventana y hacía que la sombras de los muebles pareciesen monstruos gigantes. Pero Ran no tenía miedo. Conocía muy bien aquel espacio.
Un ruido captó su atención proveniente de la puerta, como si la golpeasen repetidas veces.
- ¿Quién hay ahí? - preguntó dudosa. No hubo respuesta, solo silencio. El ruido volvió a oírse, algo más fuerte. Lentamente se acercó a la puerta - ¿Shinichi? ¿Eres tú? Venga, si esto es una venganza por lo de la comida, es muy infantil por tu parte...
Abrió con cuidado y miró fuera. No había nadie en el descansillo. Se asomó a la calle, pero por las escaleras de entrada tampoco parecía haber nadie. Varios coches pasaron por delante, iluminando con los focos la acera, siendo el único movimiento observable. Quizás una corriente de aire había sido la causa del ruido, o había sido en la calle. De seguro se había asustado por nada. Suspiró aliviada, volviendo a entrar en la oficina, y cerrando la puerta.
- Hola, detective... - escuchó de repente que decía alguien detrás de ella.
Se giró a toda velocidad y sintió que la sangre se le congelaba. Allí, delante de ella, estaba Gin. Sus ojos brillaban con especial malicia, y sus labios se curvaron en una cruel sonrisa.
No tuvo tiempo de reaccionar. Gin la tapó la boca con una sola de sus manos, y empujó su pequeño cuerpo con la otra contra la pared.
- ¿Creías que podrías esconderte mucho tiempo de mí, Ran Mouri? Aunque al parecer, ahora debo llamarte Irene Kudo - se burló mientras acercaba su rostro al de ella. Ran podía sentir su aliento frío, lo que la puso la piel de gallina. Sin ningún esfuerzo, la levantó unos centímetros del suelo - Me sorprende que sigas viva, y en el cuerpo de una niña. Pero ahora, morirás.
Al lado de Gin apareció Vodka, quien sacó una pistola de su abrigo y se acercó a ellos.
- "Maldición, ¿cómo es que me han descubierto?" - pensaba aterrada Ran, mientras luchaba contra el agarre de Gin.
Vodka apoyó el cañón del arma contra su sien, y se disponía a dispararla cuando...
- ¿Ran? - escuchó proveniente de las escaleras la voz de Shinichi - ¿Qué pasa? ¿Por qué tardas tanto?
Gin le hizo un gesto a Vodka, que retiró el arma y se acercó a la puerta. Mientras, Shinichi empezó a bajar los escalones llamando a Ran.
- Vaya, esto es aún mejor... - susurró Gin en el oído de Ran, mientras la arrastraba lejos de la puerta. - Antes de morir, verás el cadáver del chico que te ha estado ayudando caer destrozado a balazos ante tus ojos.
- "¡Shinichi! ¡No, Shinichi !" - quería gritar la niña, pero la mano de Gin aún sellaba su boca con fuerza. Los pasos de Shinichi descendiendo los escalones retumbaban en sus oídos, marcando un compás aterrador.
Lágrimas se escapaban de los ojos de Ran, mientras luchaba con desesperación contra la fuerza de Gin. La silueta de su amigo se dibujaba ya en el cristal de la puerta, y Vodka preparó el arma para disparar en cuanto el chico entrase en la habitación.
- Eh, Ran... - llamó una vez más Shinichi a su amiga, mientras tomaba el pomo de la puerta y empezaba a abrirla. Vodka apretó el gatillo en ese momento...
- ¡NOOOOO! - exclamó Irene mientras se incorporaba en la cama. Su respiración era jadeante, y su cuerpo temblaba de forma incontrolable.
Con ojos asustados, recorrió el espacio a su alrededor. Estaba en una habitación que no reconoció, de aspecto bastante moderno. Había un pequeño escritorio en un lateral con una silla, y un amplio armario empotrado en la pared. Por la ventana entraban pequeños rayos de sol, iluminando un poco el espacio.
Unos golpes tímidos se oyeron en la puerta en ese momento antes de que se abriera y apareciera Ayumi en el umbral.
- Irene, ¿estás bien? Te he oído gritar... - preguntó la niña con tono preocupado. Vestía un camisón rosa que le llegaba hasta los pies.
- S-si... - Irene se limpió el sudor con la manga del pijama, estaba empapada y aún temblaba. Miró a Ayumi, y entonces recordó todo: el día anterior, la niña la había invitado a dormir en su casa y hacer una fiesta de pijamas. Aunque había dudado en un principio, terminó aceptando la invitación. La habitación en la que se encontraba, era pues el cuarto para invitados de la residencia Yoshida - Ha... ha sido una pesadilla...
Su amiga se situó a su lado, y tomándola por sorpresa, la abrazó con fuerza.
- Sólo era un sueño - le dijo dulcemente - No tienes que preocuparte por nada.
Irene le devolvió el abrazo. Era algo forzado al principio, ya que todavía se hallaba perturbada por la pesadilla, pero una mano de Ayumi se deslizó por su cabeza y empezó a acariciarla el pelo. Cuando se separaron, Irene sentía que se encontraba más tranquila.
- ¿Mejor? - preguntó Ayumi aún dudosa.
- Si. Gracias - dijo, y fue capaz de esbozar una sonrisa - Realmente necesitaba algo así.
- De nada, para eso somos amigas. Es lo que me hace mi tía cuando estoy asustada. - respondió Ayumi de forma cantarina - Y ahora deberíamos vestirnos para ir al colegio. Mamá ya preparó el desayuno.
- Si, ya voy.
- Y no te olvides de coger a la pequeña Irene cuando recojas tus cosas. - le recordó antes de salir de la habitación.
Irene rebuscó entre las sabanas, hasta que su mano tocó una tela suave de peluche. La muñeca a la que se había referido Ayumi era un peluche que se asemejaba a ella pero en versión chibi, por eso la llamaba "pequeña Irene". Mitsuhiko, Genta y Ayumi la habían comprado para ella aquel día que se había enfermado y no había podido ir con ellos al centro comercial. Aprovechando que la detective dormiría en su casa, su amiga se la había dado para que le hiciera compañía.
Hacía como 9 años que Ran ya no dormía con peluches, pero en ese momento al recordar su sueño, se abrazó fuertemente a la muñeca y enterró el rostro en ella.
- Ha sido horriblemente real... - murmuró, pudiendo notar aún la mano de Gin sobre su boca - Desde luego entra en el top 10 de peores pesadillas de mi vida. Si algo así ocurriese de verdad... Si algo le sucediese a Shinichi por mi culpa...
Notó un nudo en la garganta. Sacudió la cabeza con fuerza para alejar los pensamientos negativos.
- No debo pensar en eso. Si hubieran descubierto que me he convertido en una niña, ya me habrían encontrado. ¿No crees, Irene-chan?
La muñeca le devolvió una expresión sonriente.
- Eso mismo digo yo. Mejor me preparo para ir hoy a clase.
La señora Yoshida era una mujer joven, soltera. De unos 35 años de edad. Trabajaba en una oficina la mayor parte del día, de modo que Ayumi solía estar sóla hasta que su madre regresaba a la noche. Pero aún así, ambas estaban muy unidas, y se notaba que se querían muchísimo. Mirando a madre e hija interactuar, Irene no pudo evitar sentir cierta melancolía de su propia madre.
- Dime, Irene - la abordó la señora Yoshida mientras desayunaban en el comedor - ¿Tu madre a qué se dedica?
- Ah... ella es abogada... - respondió la niña, y con un deje de orgullo añadió - Y es la mejor en su profesión.
- Debes echarla mucho de menos - comentó Ayumi, mirando con pena a su amiga - Yo me sentiría muy triste si no viera a menudo a mi mamá...
- Si... bueno... E-es que ella está muy ocupada...
- Por muy ocupada que esté - la señora Yoshida dio un sorbo a su café antes de hablar - ¿Qué clase de madre abandona de esa forma a una niña pequeña, y ni siquiera viene a visitarla?
Irene no dijo nada. No podía explicar que mantenía a su madre alejada por su seguridad. Porque estaba segura de que si le contaba lo que sucedía, volvería en el primer avión que pudiera encontrar para estar a su lado. Y eso sería una equivocación, porque la expondría a un peligro mortal. Por eso cada vez que Eri llamaba por teléfono, usaba el modificador del profesor para hablar con su voz adulta.
Por debajo de la mesa, Irene cerró los puños con rabia. Maldición, había estado tan cerca de recuperar su verdadero cuerpo y poder ir en busca de los Hombres de Negro para poner fin a toda aquella farsa...
*Flashback*
- ¿Gin? ¿Vodka? ¿Pero eso no son bebidas? - preguntó sorprendido Shinichi.
Habían pasado 4 días desde el caso de Masami Hirota, e Irene ya se hallaba recuperada del todo del resfriado. En ese tiempo, Hattori había regresado a Osaka, no sin antes "amenazar" con qué tal vez volviera a visitarles en otra ocasión. Cosa que Shinichi no tenía demasiada prisa porque sucediese.
Ahora, los dos amigos se hallaban sentados en la cocina del profesor Agasa comentando lo descubierto en el caso del hombre desaparecido.
- Seguramente serán nombres en clave. - apuntó Agasa, quién tenía un periódico desplegado sobre la encimera - Cubren bien sus huellas... En las noticias dicen que la chica encargada del robo del banco se suicidó, ya que en el arma que se encontró a su lado solo estaban sus huellas...
- Pero nosotros sabemos que no fue así. Antes de morir, Masami mencionó que tanto ella como Gin y Vodka pertenecían a una misteriosa organización. - Irene aún notaba un puño en la garganta cuando pensaba en cómo habían usado a la pobre Masami - Eso quiere decir que hay más miembros, y que no actúan por su cuenta... debe haber un jefe que está detrás dictando las órdenes... debemos encontrarle. Si tan sólo hubieran dicho algo más, alguna pista que nos ayudase a empezar a buscar...
- Pero corriste un gran riesgo siguiendo a esa chica. ¿Y si te hubieran descubierto cuando volviste a encogerte? No habrías podido defenderte, te habrían matado también. Y seguramente después habrían ido a por Shinichi y a por mí, por ayudarte - la regañó Agasa.
- Lo sé, lo sé... os puse en peligro a ambos, y lo siento muchísimo...
- Lo que no entiendo... - intervino Shinichi - Es cómo fue posible que Ran recuperase su cuerpo de adulta. ¿Acaso esa droga tiene efecto temporal o algo así?
- No parece posible, puesto que una hora después volvió a ser una niña. De alguna forma, se debió provocar el cambio - meditó Agasa - ¿Hicistes algo diferente ese día?
- No... - intentó recordar Irene - Estaba resfriada y con fiebre... Volví de clase... Me encontré con Shinichi en la oficina de mi padre... También estaba ese chico de Osaka, que me dio a beber un raro licor... ¡Ah! ¡Shinichi!
- ¿Qué?
- El licor que me dio Hattori... Era chino, ¿verdad?
- Si... Baikal creo que se llamaba... Espera, ¿eso fue lo que te hizo crecer?
- ¡Seguro! Es lo único fuera de lo corriente que tomé aquel día.
- Hum, creo que aún tengo una botella que me regaló un amigo hace tiempo... - comentó Agasa, mientras empezaba a buscar por los armarios de la cocina - Puede que alguno de sus componentes reaccionara con la droga, contrarrestándola... Pero no lo suficiente para que el efecto fuera duradero...
- Puede que fuera porque apenas bebí un par de sorbos. Para que sea siempre adulta... ¡tengo que beber más cantidad!.
- ¿E-estás segura de eso...? - Shinichi miró con duda a su amiga - No estás acostumbrada al alcohol...
Entre tanto, Agasa había encontrado la botella y se acercó a la niña con un vaso. Irene tomó la botella de manos del profesor con decisión, y llenó el vaso hasta el borde.
- ¡Si! - Irene miró desafiante a Shinichi, mientras se disponía a bebérselo - Verás como funciona.
- No estoy muy seguro de ésto... - murmuró el chico en voz baja.
*Fin Flashback*
Irene suspiró largamente mientras dejaba su mochila en su pupitre de clase y se sentaba, dejando caer su cabeza sobre la mesa.
- "Al final después de beberme 3 vasos, no sólo no conseguí recuperar mi verdadero cuerpo porque me he debido hacer inmune al efecto del Baikal, sino que lo que pasó después está borroso en mi memoria... Shinichi no me ha querido contar qué hice, pero Agasa me dijo divertido que fuí muy cariñosa. Oh dios mío... Nunca más me emborracharé, lo juro."
Irene dejó escapar un gemido lastimero, sus amigos la miraron sorprendidos sin saber qué le ocurría a su compañera. En ese instante, un coche rojo se detuvo justo en la entrada y tras descender del vehículo, el conductor comenzó a andar en dirección al edificio, resonando sus pasos en la acera.
La clases se estaban desarrollando con normalidad. Había una gran emoción entre los niños porque la señorita Kobayashi había anunciado que pronto irían a pasar una noche en un hotel en las montañas. Era su primer viaje escolar, y había creado mucha expectación en los pequeños.
Unos golpes en la puerta llamaron la atención de la profesora.
- Adelante - dió el paso a la persona que había llamado.
- Disculpe, señorita Kobayashi - se asomó a la puerta el director Ryujiro Uematsu - ¿Podría hablar con usted un momento?
- Claro señor director. Niños, empezar a leer el capítulo 5 del libro de lectura.
En cuanto la profesora salió del aula, un eco de voces infantiles se elevó como el humo. El tema de las conversaciones giraba completamente en torno a la excursión. Irene que ya había estado en varias, pensó que era muy tierno ver a Ayumi, Genta y Mitsuhiko tan emocionados y haciendo planes de todo lo que iban a jugar en la nieve, aunque también le dio nostalgia de Sonoko y sus otros amigos.
- ¿No sería estupendo que nos pusieran de compañeras de cuarto, Irene? - le preguntaba Ayumi, con una sonrisa que la hacia brillar.
- Y puede que nos den clase de esquí también - soñaba Mitsuhiko.
- Yo he oído que en esos hoteles hay buffet libre - a Genta se le caía la baba sólo de imaginar los deliciosos platos que podría probar.
En cuanto la profesora volvió a entrar, los niños guardaron silencio rápidamente, abriendo sus libros y fingiendo que habían estado leyendo todo ese tiempo.
- Irene - la llamó la señorita Kobayashi - acompañame por favor.
Todos miraron a Irene sorprendidos. La detective también estaba sorprendida, ya que estaba segura de que no había hecho nada malo, siempre procuraba ser muy obediente y formal en clase. Cierto que a veces demostraba conocimiento de cosas que por su edad se supone que no debería saber, pero es que caray, ella tenía en realidad 17 años.
En el pasillo las esperaba el director Uematsu y junto a él, se hallaba una mujer muy elegantemente vestida. Su cara era algo regordeta, y usaba unas gafas de color malva con pequeños detalles de brillantes en la montura. El pelo era moreno y corto. Un pañuelo alrededor de su cuello completaba el conjunto. La niña no la había visto nunca.
- Sorpresa, Irene, mira es tu madre. Tu madre está aquí - proclamó la señorita Kobayashi, señalando a la mujer que se hallaba junto al director.
- ¿¡Qué!?
- Cariño, como te he echado de menos - la mujer que afirmaban que era su madre se arrodilló delante de Irene, y la envolvió en sus brazos fuertemente.
La pequeña detective se hallaba paralizada. Aquello no era posible. Esa mujer no podía ser su madre... porque Irene Kudo no existía en realidad, era imposible que tuviese madre.
¿Quién era en realidad aquella mujer?
¿Qué quería de ella?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top