~ 2 ~
- No seas así Shinichi… ¡Vamos! En un parque de diversión, ¿qué puede pasar?
- Pues con tu imán natural para estar presente en toda clase de desgracias… Me puedo esperar desde un atentado terrorista, hasta que se suelte la noria y salga rodando por todo el parque.
- ¡Eso es una exageración, y además es casualidad que pasen cosas cuando yo estoy presente!
Shinichi decidió hacerse el duro y dejarla que le suplicase para que la llevase un poco más, era su forma de vengarse por haberse olvidado de su partido. Cerró los ojos y poniéndose la mochila de deportes al hombro, camino a su lado sin hablarla.
Ran se dio cuenta y con una sonrisa pícara puso en práctica una estrategia que siempre le funcionaba para que Shinichi hiciera lo que ella quisiese. Se paró delante del chico, obligándole a que la mirase directamente a los ojos, mientras juntaba las manos en un gesto de ruego.
- ¿Me llevarás entonces?... Por favor – preguntó mientras acercaba más su cuerpo al de Shinichi.
- Yyoo…yyooo… - tartamudeo el futbolista mientras se perdía en los ojos brillantes de Ran, y notaba como sus cuerpos se rozaban – Esta bien, iremos el domingo.
- ¡Y me invitaras a todo lo que yo quiera!
- ¡¿Queeeeé?!
Ran acercó su cara a la de él de modo que sus narices se tocaron. La cara de Shinichi explotó de lo roja que se puso, y para conseguir un poco de espacio personal no le quedó más remedio que ceder ante aquel sucio truco.
- Sería mejor que dejarais los gestos de parejita para cuando estéis solos, y no en plena calle – escucharon una voz divertida detrás de ellos.
- Sonoko… no es lo que parece – se ruborizó Ran mientras se separaba rápidamente de Shinichi, cosa que el muchacho agradeció con toda su alma, porque por fin pudo respirar.
La rubia se rió al ver a los chicos tan descolocados. Cogió a Ran del brazo y los tres juntos continuaron su camino. Sonoko era amiga suya desde siempre. Algo alocada y frívola, pero con un gran corazón, había acompañado mucho a Ran los días posteriores a la muerte de su padre y eso la detective se lo agradecería siempre.
Al llegar a una pequeña calle de tiendas, Ran les pidió que la esperasen un momento en lo que se acercaba a una frutería. Shinichi practicaba con el balón algunos toques cuando Sonoko tomó la palabra de nuevo:
- Vaya Kudo, con que llevas a Ran a una cita el domingo, ¿eh?
Al chico se le escapó el balón del susto, ruborizandose por lo directa que había sido su amiga.
- ¿Qué dices? No es una cita. Sólo vamos a celebrar mi victoria.
- Pero vais los dos solos, ¿no?
- Sssiii...
- Entonces es una cita.
- ¿De qué habláis? - preguntó Ran reuniéndose con ellos. Traía una bolsa de la que asomaba algunas verduras.
- De nada - contestó rápidamente Shinichi mientras empezaba a andar, alejándose de las chicas. Ran miro confundida a Sonoko, pero ésta solo se rio.
Tras despedirse de Sonoko, Shinichi le dijo a Ran que la acompañaba a su casa. Durante el resto del camino, el chico permaneció silencioso, pensando en lo que había dicho la rubia. Su actitud no le pasó desapercibida a Ran, quien decidió preguntarle.
- Oye, Shinichi, ¿te ha dicho algo Sonoko que te ha molestado?
- Nnoo, ¿por qué lo preguntas?
- Es que estás muy callado, ¿es por lo del domingo?
- El domingo... - Shinichi miro a Ran que le observaba y se decidió a contarle lo que que le preocupaba - Bueno, ya sabes... Tú y yo vamos a ir solos... Y casi parece que vaya a ser una...
- Eh, pero si esa es mamá. ¿A dónde va con esas maletas?
Habían llegado al edificio donde Ran vivía con su madre desde la muerte de su padre. Después de que Kogoro y Eri se divorciaran, Ran se había quedado con su padre para cuidarle en su agencia de detectives. Tras su muerte, la chica se había trasladado al edificio de apartamentos con Eri. Aunque aquello no le gustaba mucho, porque estaba más lejos del instituto Teitan y de la casa de sus amigos.
En la calle había un taxi parado. El conductor estaba ayudando a Eri a guardar tres maletas en la parte de atrás.
- ¡Mamá! ¿Y esas maletas?
- Ah cariño, que bien que me da tiempo de despedirme. Tengo que ir un tiempo por un caso que estoy llevando a Nueva York.
Eri era abogada y en ocasiones tenía que viajar para tratar los asuntos de sus clientes.
- ¿A Nueva York? ¿Y va a ser mucho tiempo?
- Espero que no. Puede que un par de meses... Y estoy segura que Shinichi te echara un ojo mientras yo no esté. Al fin y al cabo él sabe lo que es vivir sólo, Yukiko y Yusako siguen en el extranjero.
- Sí, no se preocupe. Le diré al profesor Agasa y entre los dos cuidaremos de ella.
- Sé cuidarme sola, gracias. No soy una niña pequeña.
- Pero a veces te comportas como tal. Y escúchame bien, señorita, nada de casos de asesinatos mientras yo esté fuera.
- Pero mamá ... - quiso protestar la detective.
- Es una orden. Ya he hablado con el inspector Megure para que no te busque.
- Está bien. No me involucrare en ninguna investigación.
- Así me gusta. Adiós mi amor. Te llamaré todos los días. Adiós Shinichi.
Ambos chicos permanecieron en la calle, observando como el taxi de Eri se alejaba camino del aeropuerto. Cuando el vehículo se perdió ya de su vista, Shinichi se despidió de Ran también, pues debía marcharse a su casa ya que se estaba haciendo tarde y tenía un largo camino.
La chica entró en el edificio pensando que las próximas semanas serían muy aburridas, solo llendo a clase y sin poder ejercer como asesora de la policía. Pero la ánimo pensar que faltaban apenas cuatro días para el domingo.
Estaba segura que ese día sería irrepetible.
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