~ 19 ~

- Entonces... podría ser una posibilidad que el padre de esa Masami haya vuelto a desaparecer. Si se sorprendió tanto como dices... - comentó Hattori en voz alta con un ligero tono de burla.

Caminaba en ese momento al lado de Shinichi e Irene, dirigiéndose los 3 hacia el apartamento de Hirota. Había insistido tanto a Shinichi con sus preguntas acerca del caso, que como consecuencia el chico había terminado finalmente y de mala gana contándole todos los pormenores. Para el detective de Osaka aquel era un caso muy elemental y simple. Tanto, que empezaba a dudar de encontrarse con Ran Mouri. Si era tan buena detective como se decía, no perdería su tiempo en trivialidades como aquellas.

- ¡No digas esas cosas! - le llamó la atención Irene con tono autoritario.

- Ey, ey calma, era una broma. Jo vaya con tu prima, Kudo. Ni que fuera una anciana y no una niña... - miró con actitud crítica a la pequeña.

- Jaja... siiii... A veces se deja llevar... - Shinichi no comprendía porque su amiga estaba llevando aquello tan lejos. Iba cogida de su mano, como haría con una niña normal para cruzar la calle, y podía sentir como temblaba. Se estaba preocupando.

Ninguno volvió a decir nada el resto del camino, cada uno inmerso en sus propios pensamientos. Poco después se hallaban en el barrio donde vivía Hirota.

- ¿Es en ésta zona? - preguntó curioso Heiji al ver que los dos primos se detenían. Shinichi asintió - ¿Y la casa?

- A-aquella... - señaló Shinichi el edificio que se encontraba un poco más adelante a donde ellos estaban, mientras sus ojos se abrían de par en par.

Frente a la entrada del bloque de apartamentos se hallaban detenidos un par de coches de la policía. Shinichi notó como Irene le apretaba la mano con fuerza, y el chico entendió lo que su amiga quería decir. Aquello no era buena señal.

Una mujer de aspecto anciano estaba en la entrada del edificio, y se retorcía las manos mientras miraba hacía la escalera interior que subía a las viviendas. Los chicos dedujeron que era la casera del lugar, y se acercaron a preguntar.

- Disculpe - preguntó Hattori - ¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Por qué está aquí la policía?

- Algo terrible... - la mujer estaba bastante afectada - Uno de los inquilinos se ha suicidado. Ha habido un gran revuelo...

- ¿Quién era? ¿Sabía su nombre? - preguntó Shinichi, notando que el pulso se le aceleraba.

- Si claro. Se llamaba Hirota. Le han encontrado colgado de una viga. Es una tragedia... ahora tendré que bajar el precio del apartamento.

Shinichi e Irene no escucharon más y corrieron escaleras arriba hacia el departamento que ocupaba Hirota. La pequeña detective jadeaba como consecuencia del empeoramiento de su resfriado, pero no le prestó atención.

- "Que no le halla pasado nada a Masami... que no le halla pasado nada..." - se repetía mentalmente la niña.

- Menuda egoísta esa propietaria - gruñó Hattori mientras les seguía - Una persona muere en su casa, y ella sólo se preocupa del dinero que va a perder...

Habían llegado a la casa donde se había descubierto el cadáver, y un agente les cortó el paso, impidiéndoles la entrada al interior. Shinichi miró más allá de su hombro, y vio una espalda con una gabardina que reconoció en el acto.

- ¡Inspector Megure! - llamó, haciendo que el nombrado se volviese y buscase quien le había llamado - ¡Aquí!

- Ah, Kudo, eres tú... - le reconoció el inspector. A un gesto suyo, el guardia de la puerta les dejó pasar - ¿Qué haces aquí? ¿Conoces al hombre que vivía en esta casa?

- No, inspector, pero conocía a su hija.

- ¿Su hija?

- Si... Masami Hirota... vino a buscarme y me pidió que le encontrase, porque había desaparecido. Al no poder localizarla, vine para comprobar que todo estaba en orden.

- Hum... así que él había huido de casa. Eso explicaría porque le había pagado a la propietaria por adelantado el alquiler de un año con billetes nuevos...

Megure condujo a Shinichi junto al cadáver de Hirota. El hombre se encontraba tumbado en mitad de la sala de estar, tenía aún la soga alrededor del cuello, su rostro presentaba una tonalidad azulada debido a la falta de oxígeno que el ahorcamiento había provocado, y sus gatos maullaban a su alrededor, pues la policía tenía problemas para apartarlos.

- Se llevaron todo los objetos de valor. Sólo dejaron los gatos. No hemos encontrado rastro de una hija, aun así es muy probable que el asesino la haya matado también... - comentó Megure con las manos en los bolsillos.

- ¿Asesino? ¿No se suicidó? - Shinichi palideció al oír aquello. ¿Cómo había pasado de un hombre desaparecido a un hombre asesinado, en solo 24 horas?

- No, primero le estrangularon, y después le colgaron de la viga. Hay huellas dactilares diferentes a las de la víctima en la cuerda y en el techo.

- Si, debió ser alguien corpulento - intervino una voz - Le mató con sus propias manos...

Shinichi y Megure se giraron y miraron a Hattori, quien se encontraba inclinado sobre el cadáver de Hirota.

- ¿Quién es éste? - Megure le miró sorprendido, era la primera vez que veía a aquel chico.

- Heiji Hattori - le presentó Shinichi - Un detective estudiante de Osaka.

Heiji se incorporó y se ajustó la visera de la gorra sobre los ojos, mientras sonreía con arrogancia.

- ¿Hattori...? Oh, tú eres hijo de Heizo Hattori, el Superintendente Supervisor de la prefectura policial de Osaka.

- No importa quién es mi padre - cambió de tema Heiji, mientras torcía el gesto al oír el nombre de su progenitor - El asesino fue un hombre con toda seguridad. Bastante fuerte a juzgar por como se marcan los dedos en el cuello.

- Si, es lo más probable... - confirmó Megure mientras se ponía serio. Le molestaba que viniera otro adolescente dándoselas de genio y metiéndose en el trabajo de la policía.

Un brillo debajo de un sofá captó la atención de Hattori, que se inclinó para mirar qué era. No llegó a completar el gesto, pues su cabeza chocó contra algo duro. Para su sorpresa vio que había sido Irene. La niña se encontraba también agachada y se frotaba la cabeza con gesto de dolor, mientras soltaba pequeños "ay ay ay".

- ¿Qué estás haciendo, enana? - gruñó el moreno de Osaka, mientras levantaba a Irene por la ropa.

Shinichi se acercó al oír el jaleo, y Hattori puso a la pequeña detective en sus brazos.

- No puede estar jugando por aquí, así sólo molesta. De hecho, no debería ni estar viendo un cadáver...

- Empiezo a no soportar a ese presumido - murmuró Shinichi mientras volvía a poner a la niña en el suelo, antes de que ella comenzase a estornudar de nuevo. El chico la miró preocupado - ¿Estás bien?

- "Que va... Comienzan a zumbarme los oídos..." - pensó para sí la niña, pero no lo dijo y en vez de eso, asintió y esbozó una pequeña sonrisa.

Hattori mientras, no había escuchado el comentario de Shinichi, y se había vuelto a agachar bajo el sofá. Cuando se levantó llevaba unas gafas en la mano.

- Hola, ¿qué tenemos por aquí...? - comentó mientras las sostenía para que todos las viesen.

- Esas gafas... ¡Son las de Masami! - las reconoció Shinichi.

- Hum... - meditó Megure - Puede que consiguiese escapar. Y puede ser un testigo importante... ¡Maldición!, justo en éste momento tengo pocos hombres a mi cargo...

- Inspector Megure... ¿dónde está el detective Takagi? - preguntó Irene con voz débil.

- Se halla asignado a un caso de robo. Tres encapuchados robaron hace unos días 100 millones de yenes, y durante el atraco un policía murió al intentar capturarlos. Es por eso que mi unidad se halla dividida... Pero pondré a todos los que pueda a trabajar en la búsqueda de esa chica. La encontraremos antes que el asesino.

Ahora el caso estaba en manos de la policía, por lo que Megure obligó a los chicos a que se marchasen a casa, pues según él no podían ayudar en nada. Antes de irse, Shinichi le pidió que por favor le mantuviera informado si había alguna novedad, Megure no puso objeción y ambas partes se despidieron.

Shinichi e Irene se disponían a subir en el coche de policía que el inspector Megure había dispuesto para llevarles a casa, cuando oyeron una tosesita a su espalda. Hattori se había colocado detrás de ellos.

- ¿Sí? ¿Necesitas algo? - Shinichi creía que por fin se iba a librar del chico de Osaka, pero parecía que no tendría tanta suerte.

- Bueno, aún estoy seguro de que si me quedo con vosotros, me encontraré con Mouri... Así que me alojaré en tú casa hasta que aparezca. - una sonrisa desvergonzada se dibujó en los labios del moreno.

- ¿¡Disculpa!?

- Además, no he reservado ningún hotel... ¿Vas a dejar a un colega detective en la calle? - continuó Heiji mientras apoyaba la mano en el hombro de Shinichi, perdiéndose la mirada envenenada que éste le lanzó.

- Shinichi-niichan... Déjale que venga... - Irene quería marcharse, notaba mucho calor, seguro que la estaba subiendo la fiebre.

- Puff... está bien. Puedes pasar hoy la noche en el sofá.

En ese momento, un coche que se hallaba a prudente distancia encendió el motor, dispuesto a seguirles.

- Fiiiuuuu... menuda mansión tienes, Kudo - silbó Hattori entre dientes, mientras dejaba su bolsa en la biblioteca y miraba a su alrededor - ¿Has leído todos estos libros de misterio?

- Los usa mis padre para consultar detalles para sus novelas, pero sí, desde que aprendí a leer he cogido la mayoría millones de veces - Shinichi se apoyó en la puerta y miró como Hattori ojeaba algunos libros. Sus pensamientos vagaron a lo que había sucedido en el departamento de Hirota - "Megure dijo que su padre es un alto cargo de la policía. Y por lo que vi, no le gusta demasiado que se lo recuerden... Me pregunto si le pasará como a mí, si él también ha tenido que vivir a su sombra. Eso explicaría porque se comporta como lo hace."

Sacudió la cabeza para despejarse, y en eso vio que Irene permanecía asomada a una de las ventanas que daban a la entrada de la casa. Shinichi se fijó en que sudaba bastante, lo mejor era que se acostase cuanto antes. Con esa idea, se acercó a ella.

- Hay un tipo raro ahí... - le dijo la niña en cuanto le sintió a su lado, sin apartar la vista de la ventana - Nos ha estado siguiendo en un coche desde que dejamos el apartamento de Hirota, y ahora está parado mirando hacia aquí.

Shinichi se asomó también a mirar, y vio que en efecto un hombre que vestía gabardina y que ocultaba sus ojos con gafas de sol, permanecía apoyado en la valla de la vivienda de enfrente, observando su casa sin moverse.

- ¿Uh?... Si estaba cerca del apartamento, puede tener algo que ver con el caso... Hattori, tú dijiste que el asesino era sin duda un hombre corpulento, ¿podría ser él?

El nombrado dejó el libro que tenía en las manos y se acercó a mirar también.

- Sí, podría ser él. ¿Qué hacemos, Kudo?

- Le cogeremos y le preguntaremos por Masami. Irene, espera aquí... ¡Ey!

Irene había abierto la ventana y de un salto había caído al jardín. Activó las zapatillas de fuerza que llevaba, y de una patada abrió la verja metálica que franqueaba el paso. El hombre de las gafas oscuras empezó a recular hacia atrás, pues aunque sólo era una niña, había algo en ella que le atemorizaba.

- ¿Dónde está Masami? ¿Qué has hecho con ella? - exigió mientras se acercaba.

Sin decir una palabra, el hombre se dio media vuelta y corrió hacia el coche que tenía aparcado al final de la calle, siendo perseguido por Irene. Shinichi y Hattori apenas si alcanzaron a verles cuando salieron de la casa, y pudierasertalvezenparte que el futbolista se preocupase de lo que podía hacerle su amiga a aquel sujeto.

Irene sentía que le faltaba el aire, no podía respirar bien, y una molestia en su pecho empezaba a hacerse presente, pero había apartado todo aquello a un lado de su mente ante la idea de que el asesino del padre de Masami escapase. Así que cuando le vio saltar al interior de su vehículo, claramente para huir, no lo pensó demasiado y lanzó una patada contra la puerta del conductor. Al llevar las zapatillas de fuerza al máximo, ésta se hundió como si la hubieran golpeado con una viga de metal, y el coche se bamboleo de un lado a otro. El hombre de las gafas era incapaz de moverse del asiento, lo que dio tiempo a que Heiji llegara y le hiciera bajarse del coche agarrándolo por la gabardina.

Shinichi se agachó junto a Irene, pues la niña había caído de rodillas al suelo, y se llevaba la mano al pecho.

- ¿Qué te ocurre? - se asustó el detective al verla en ese estado.

Una convulsión repentina había provocado que su corazón latiese desbocado, y que jadease para conseguir llevar aire a sus pulmones.

- N-no es nada... - mintió mientras se levantaba temblorosa - el esfuerzo de correr... Y-ya se me está pasando...

Shinichi se mordió el labio inferior en un gesto de meditación que empezaba a ser común en él. ¿Realmente aquello era por el resfriado?

- ¿A dónde se cree que huye, señor asesino? - increpaba Hattori en ese momento al hombre de la gabardina, mientras le quitaba las gafas de un manotazo.

- No soy un asesino - se defendió levantando las manos en son de paz. Sus ojos transmitían miedo - Soy un investigador privado... Y alguien me encargo que buscara al señor Hirota.

- Resumiendo, eres un detective privado y recibiste el encargo de buscar a Hirota - Hattori se apoyó en el marco de la puerta mientras evaluaba la situación.

Habían entrado en la mansión Kudo, y ahora se encontraban sentados en los asientos que había en la sala principal. El hombre que decía ser un detective se hallaba en un pequeño butacon, mientras Shinichi e Irene se hallaban en uno más grande enfrente. La pequeña detective estaba cruzada de brazos para disimular que tenía una mano en su corazón, el cual aún le dolía. Los tres chicos escuchaban la explicación de aquel hombre.

- Si, pero cuando llegué al apartamento, ellos dos estaban allí - señaló a Shinichi e Irene - Y les acompañaba una jovencita. Por la conversación me di cuenta de que él era un detective y que le habían encargado el mismo caso. Pensé que había algo raro en todo aquello.

- ¿A qué te refieres con raro? - una parte de Shinichi había experimentado algo similar, pero no teniendo pruebas había creído que eran imaginaciones. Ahora veía que no estaba desencaminado.

- La familia Hirota. El tipo que me pidió que lo buscase fue este hombre - sacó la fotografía de un hombre y se la pasó a Shinichi, tenía rasgos marcados y rudos y expresión violenta - Se llamaba Akira Hirota, de 26 años. Me dijo que Hirota era su hermano, que había venido desde Kyushu a Tokio, y que él era su único pariente.

- Eso... No puede ser - Shinichi abrió los ojos sorprendido - Masami decía que sólo tenía a su padre...

- Y-y nos dijo que venía de Yamagata... - Irene consiguió articular. Quería mirar la fotografía también pero la vista se le nublaba y no conseguía enfocar.

- Hum... Realmente es muy raro - Heiji se movió de la puerta y se sentó en el brazo del sofá al lado de Shinichi.

- Hay algo más - continuó el investigador - Me lo dijeron en la compañía de taxis en que trabajaba. Hirota hacia todas las noches el mismo recorrido, sin clientes, y a gran velocidad.

- Puede no ser nada - Shinichi llevo la mano a su mentón y reflexionó unos instantes antes de volver a mirar la fotografía que tenía en la mano - Es un tipo grandote desde luego, no se parece a Hirota para ser su hermano...

- Mediría unos 1,90... Y era bastante corpulento...

Ante aquello, los 3 chicos saltaron de sus asientos.

- Corpulento... ¿Y le dijiste dónde estaba Hirota? - reclamó Shinichi.

- S-si... Y cuando volví a la noche siguiente, éste fue asesinado. Pensé que tenía relación, y por eso vine a hablar con vosotros.

- ¡Es él! - exclamó triunfante Hattori - ¡El asesino de Hirota! Y seguramente también secuestró a esa chica. ¿Dónde está?

- Me dio su dirección, pero resultó ser falsa.

- Mierda - gruño frustrado Shinichi - Es un callejón sin salida.

Irene se había puesto de pie y se paseaba por la habitación. Cada vez le costaba más enfocar la vista, y la presión en su pecho no disminuía. Pero también le daba vueltas a lo que acababa de oír.

- "Si como dice Hattori, ese hombre es el asesino, ¿por qué simular que Hirota se había suicidado? ¿Por qué llevarse a Masami? Algo se me escapa... Necesitamos encontrarla. Si tuviéramos una pista..." - se quitó las gafas y se frotó un ojo distraídamente. En eso, miró las lentes en su mano y tuvo una idea - "¡Claro, el transmisor!. El transmisor que le iba a poner a Shinichi... ¡Lo tiene Masami en su reloj!"

Activó las gafas, y ajustó la frecuencia de la señal, consiguiendo que en el pequeño radar que apareció en el cristal se dibujase un puntito rojo.

- "Aún lo lleva. Eso quiere decir que está viva... Podemos encon...trar... la..."

Con un ruido sordo, su pequeño cuerpo se desplomó en el suelo, colapsando. Atraído por el ruido de la caída, Shinichi corrió a su lado, tomándola en brazos y levantándola. Acercó su frente a la de ella, y pudo sentir el calor que irradiaba.

- Estás ardiendo de fiebre - se angustio el chico - Tenemos que ir al hospital.

- N-no... - Irene consiguió abrir un poco los ojos, y le enseñó a Shinichi sus gafas - Masami lleva un localizador... De-debemos encontrarla y salvarla...

- Pero estás muy grave...

- Shinichi... La matarán...

- Está bien - terminó cediendo. Estaba muy preocupado por su amiga, pero tampoco podía permitir que una vida humana estuviera en peligro y no hacer nada - No te preocupes, la encontraré. Voy a llevarte a casa del profesor.

Afortunadamente, Agasa se había quedado esa noche en su vivienda. En pocas palabras, Shinichi le puso al corriente de la situación.

- Cuento contigo profesor - le dijo a su amigo, mientras contemplaba a Irene tumbada en su cama. Tenía los ojos cerrados y daba pequeños gemidos de dolor.

- Tranquilo Shinichi, yo me hago cargo de todo. Tengo un conocido que es médico y puede venir ahora mismo.

- Gracias... Regresaré lo antes posible - con un suspiro, el chico se colocó las gafas y activó el radar - Y yo que me había jurado que no usaría gafas como mi padre...

Y a grandes zancadas, salió de la casa para reunirse con Hattori y el investigador que le esperaban en el auto de éste último.

- Mucha suerte, muchacho - murmuró Agasa viendo desde la puerta como el coche se alejaba.

Un grito de dolor por parte de Irene le hizo regresar corriendo a su lado. La niña se convulsionaba y estremecía, mientras su cuerpo prácticamente echaba humo de lo alta que era su fiebre.

- Ran... ¿Me oyes? Ran... Creo que no hay tiempo de que venga hasta aquí el médico. Iremos al hospital... - Agasa se apresuró a su mesa para buscar las llaves del coche.

Ran apenas si podía oírle. Su mente de hallaba completamente nublada por el dolor que la recorría el cuerpo.

- "Arden... Me arden los huesos... ¿Es que acaso... voy a morir?"

El localizador había llevado a Shinichi, Hattori y al investigador hasta un hotel en el centro de Tokio. Shinichi comprobó una vez más que la señal no se movía. Al menos que a Masami se le hubiera caído el reloj, estaba en aquel lugar.

- Oe, Kudo... ¿Seguro qué es aquí? - preguntó Hattori dudoso mientras contemplaba el edificio frente a él.

- Sí. Irene me dijo que había visto a ese hombre cuando volvía del colegio - mintió el detective, mientras escondía las gafas en el bolsillo de su chaqueta - Yo confío en ella...

Los tres entraron en el hall. Había bastante movimiento de personas, pues el restaurante que poseía estaba sirviendo en ese momento la cena, y tanto los huéspedes como gente de la calle se hallaban entrando y saliendo. Decidieron acercarse a la recepción y preguntar si alguien había visto al hombre de la fotografía, o a Masami, entrar o salir del hotel. Un hombre se encontraba sentado tras el mostrador, y al verles acercarse se levantó para darles las bienvenida con una sonrisa amable. Hattori le dijo que estaban buscando a un hombre y le enseñó la fotografía.

- Éste hombre... - meditó durante unos segundos el recepcionista - Sí, se hospedó con nosotros ayer por la noche.

- ¿Cuál es su habitación? - Shinichi sintió que los nervios se apoderaban de la boca de su estomago - Trabajamos con la policía en una investigación...

- Está en la 802...

- ¡Rápido, al ascensor! - exclamó el detective del este, mientras era seguido por Hattori y el investigador.

- Pues era cierto... - murmuró con sorpresa Heiji, pero Shinichi no le escuchó. Apretaba con urgencia el botón de llamada del ascensor, mientras con su pie daba golpes impacientes en el suelo.

Las puertas del elevador se abrieron, y Shinichi se dispuso a entrar, viéndose frenado de golpe al darse cuenta de que estaba ocupado. Una chica estaba dentro y se disponía a acceder al hall. Vestía un traje de chaqueta marrón, rematado con una graciosa boina de color canela. Llevaba unas modernas gafas, un sofisticado maquillaje y empujaba además un carrito con 3 grandes maletas que parecían muy pesadas.

Una de las ruedas del carrito se torció al salir del ascensor, haciendo que éste se tambaleara peligrosamente y que las maletas cayeran rodando al suelo. La chica se mordió el labio con un gesto de disgusto, y los chicos se apresuraron a ayudarla a volver a colocar su equipaje en el carrito.

- Gracias, y lamento las molestias - les agradeció cuando sus maletas estaban ya de nuevo en el carrito y se disponía a marcharse.

Durante un segundo, miró a Shinichi y le sonrió. No sabía por qué, pero algo en aquella expresión removió al detective. Permaneció inmóvil, viendo cómo se alejaba en dirección a la calle, hasta que Heiji le dio un codazo y le sacó de su ensimismamiento. Montó en el ascensor con los otros y subieron a la octava planta. Una vez allí, encontrar la habitación que les había indicado el recepcionista fue muy sencillo.

- ¡Abra la puerta! ¡Sabemos que está ahí! - llamó Hattori con ímpetu, pero sólo el silencio respondió desde el interior. Probó a girar el pomo de la puerta, y sorprendentemente estaba no puso resistencia - Está abierta...

Miró por detrás de su hombro, comprobó que Shinichi y el investigador estaban con él preparados para lo que fuera que encontrasen allí dentro, y empujó la puerta hacia dentro. De todos los escenarios imaginables posibles, lo que encontraron no se lo esperaban.

El hombre que conocían como Akira Hirota se encontraba derrumbado en un rincón de la habitación. Sus ojos se hallaban abiertos y en blanco, sobresaliendo del cráneo de forma escalofriante, y pareciese que había escupido sangre pues aún había restos en su boca y ropa.

- Está... Muerto... - el investigador privado se pasó una mano por el pelo, nervioso.

Shinichi recorrió la habitación, pero no encontró rastro alguno que indicase que Masami hubiera estado allí. Mientras Hattori observaba el cadáver con gesto de desagrado, volvió a sacar las gafas y las encendió. La señal no se movía, lo que indicaba que el localizador debía estar por allí. Tal vez aquel hombre se había deshecho ya del cuerpo de Masami, y el reloj se había caído por la habitación. Se agachó al suelo y comenzó a buscarlo.

- ¿Se te ha perdido algo, Detective? - se oyó una voz femenina proveniente de la puerta.

Shinichi se quedó petrificado. Esa voz... Lentamente fue levantando la vista, mientras su mente le decía que aquello no era posible, que debía estar imaginándolo. Pero no, no era ningún sueño, parada en la puerta estaba Ran. La verdadera Ran, la Ran adolescente. Se apoyaba en la madera y respiraba costosamente, pero miraba al chico con una sonrisa tierna.

- R-Ran... - una mezcla de angustia, alivio y cariño llenó a Shinichi, mientras se incorporaba - ¿C-cómo es posible...?

- No lo sé... Pero he vuelto - Ran le susurró a Shinichi cuando paso a su lado y se giró hacia Hattori, quién tenía un gesto de satisfacción en su rostro.

- Así que por fin nos conocemos, Ran Mouri. ¿Cómo sabías que estábamos aquí? - la preguntó mientras la analizaba.

- Me lo ha contando todo esa cría de gafas por teléfono. Me llamó diciendo que había venido un detective de Osaka muy raro. Así que cerré corriendo el caso en el que trabajaba y me vine en el primer tren...

Shinichi se fijó en que de un bolsillo del pantalón de Ran asomaban unas patillas de gafas. Así era cómo les había seguido, con unas gafas rastreadoras de repuesto. Aunque se alegraba de verdad, también se dio cuenta de que jadeaba un poco, y que sudaba bastante. ¿Estaba todo bien en realidad?

- Has llegado justo a tiempo entonces - continuó Hattori mientras hacía un arco con la mano y señalaba el cuerpo - Parece que éste tipo se suicidó, tal vez por los remordimientos. Está sujetando con fuerza una lata de cerveza abierta, parte del contenido se ha derramado sobre su ropa, y huele a algo similar al cianuro. No hay señales de lucha, así que nadie le atacó ni le obligó a beberse el veneno, lo hizo el mismo por voluntad propia.

- No te precipites en tus conclusiones, Hattori. Lo primero es llamar a la policía, Shinichi por favor... - le pidió a su amigo, éste asintió y sacó el móvil marcando el número del inspector Megure.

Mientras, Ran observó el cadáver. Akira tenía puesto el reloj de Masami, por eso la señal del localizador les había conducido hasta ese hotel. También observó la habitación, era individual ya que sólo había una cama en el dormitorio. Los armarios estaban vacíos, lo que significaba que Akira no tenía equipaje de ningún tipo. En el baño tampoco encontró nada de interés. Lo que si captó su atención fue un conjunto de maletas de duraluminio que se hallaban abiertas y vacías, abandonadas en un rincón.

- "¿Para qué son éstas maletas?... un momento... Dos personas que buscan a una tercera... Hirota que hace todas las noches el mismo recorrido... Y estas maletas... ¿No será...?"

- ¿Qué está diciendo, inspector? - exclamó Shinichi en ese momento, llamando la atención de Ran y Heiji que se acercaron a escuchar. El chico puso el altavoz para que lo pudieran oír también.

- Me lo acaban de confirmar mis hombres - se oyó la voz de Megure - Hirota era soltero, no tenía ninguna hija y siempre había vivido en Tokio. No toquéis nada y no hagáis nada. Voy para allá.

- ¿Qué hacemos ahora? - preguntó tímidamente el investigador privado. En su corta experiencia como detective nunca se había enfrentado a un caso similar, y se hallaba un poco perdido.

- Supongo que esperar a que venga la policía - comentó Hattori con un encogimiento de hombros.

Ante esas palabras, Shinichi miró a Ran. El cerebro de la chica trabajaba intensamente.

- ¿Por qué dos personas buscaban a Hirota? - preguntó Ran, más para sí misma que para los demás - No eran familiares suyos en realidad... Una a muerto y la otra ha desaparecido... Y en la habitación sólo han quedado éstas maletas vacías...

- Están relacionadas con este caso, pueden ser una pista importante - se unió Shinichi a su razonamiento. Ran sufrió un ataque de tos en ese momento, lo que alarmó al chico - ¿Seguro que todo está bien?

- Si... es el resfriado, que aún me molesta... cof cof. Si relacionamos todo lo ocurrido con ese caso reciente... La conclusión a la que llegamos es que los 3 son los ladrones de los 100 millones de yenes.

- ¿Los que mataron a ese policía al huir? - se sorprendió Heiji, tenía sentido. ¿Por qué no lo había visto él?

- Sí. Estas maletas vacías debían contener los 100 millones. Hirota hacia todas las noches el mismo recorrido... Para practicar la ruta de huida. El plan tuvo éxito, pero después Hirota huyó él sólo con el dinero, engañando a sus cómplices. Los dos buscaron bajo nombres falsos y con diferentes detectives. Al descubrir su paradero, le mataron. Seguramente fue él, pues se ha confirmado que el asesino era un hombre corpulento.

- Pero él también está muerto. ¿Piensas que fue asesinado por la supuesta hija? - meditó Shinichi.

- Estoy segura. Por eso Hirota puso esa cara al verla. No era la sorpresa de que su hija le hubiera encontrado, sino el miedo a la venganza de unos cómplices a los que había traicionado.

- Claro, estaba distinta la segunda vez que la vimos... Con las prisas de encontrar a Hirota no se disfrazó bien.

- Seguramente era la líder de la banda. Ella se ha llevado el dinero. - afirmó Hattori dando un golpe de triunfo con las manos.

Ran se inclinó sobre el cadáver y lo tocó.

- Todavía está caliente. La asesina no puede estar lejos...

- Un momento - algo hizo 'clic' en la memoria de Shinichi - ¡La chica del ascensor! Llevaba otro peinado y maquillaje... ¡Y una gran cantidad de equipaje! ¡Tiene que ser ella!

- ¿A dónde fue? - le exigió Ran.

- Mierda, salía hacia la calle... ¡Espérame! - Ran había dado media vuelta y echado a correr pasillo a través, seguida de Shinichi.

Cuando Ran salió del hotel, miró a ambos lados de la calle con desesperación. No podía permitir que aquella criminal se la escapase.

- ¡Allí! - la indicó Shinichi, señalando un taxi que se encontraba un poco más alejado de donde ellos se hallaban.

La chica del ascensor se había montado en el, y tras decirle algo al chófer, el taxi comenzó a alejarse.

- ¡No, se escapará! - Ran se abalanzó sobre un taxi que recién había parado cerca, y le exigió al chófer - ¡Siga a ese taxi, es muy urgente!

Abrumado por la urgencia en la voz de la chica, el conductor salió en persecución a toda prisa de su compañero, dejando a Shinichi en tierra.

- ¡Ran! Maldición, tienes que dejar de hacer éstas cosas.

La luna había hecho acto de presencia aquella noche, y su luz iluminaba el puerto de Tokio. El silencio que reinaba en aquel lugar apenas era roto por el sonido lejano de los vehículos que se desplazaban por la ciudad.

La persecución de Ran la había llevado a una zona de muelles de carga y descarga de los barcos, y ahora andaba lentamente entre varios contenedores, atenta a cualquier ruido que le indicase a dónde podía haber ido Masami.

- Vaya, la he perdido de vista... - notaba como su corazón latía desbocado - Tranquila, Ran... Sé que está en éste puerto... La encontraré... ¡Ugh!

Una convulsión la sacudió de pies a cabeza. Llevó una mano a su pecho, y sintió que su temperatura se elevaba como el humo.

- Otra vez mi corazón se acelera... M-me siento fatal... Estoy... Ardiendo... ¿Es que voy a volver a transformarme?

El pánico comenzó a invadirla. No era el mejor momento para volver a ser Irene. Una convulsión más fuerte la hizo caer de rodillas al suelo. Aquello no era bueno.

- Necesito ayuda... Shinichi... Te necesito...

Con manos temblorosas, Ran extrajo de su bolsillo el móvil y buscó el número de Shinichi. Después de dos toques, oyó la voz de su amigo.

- ¡Ran! ¿Dónde estás?

- S-Shinichi... El... El puerto... ¡Uggh!

- ¡Ran! ¡Ran!

Una mano surgida de la nada arrebató a Ran el teléfono y colgó la llamada, y otra cubrió su boca. Ran miró asustada a la persona que la había asaltado, y para su sorpresa vio que era Masami. Con una sonrisa, la chica lentamente soltó la mano de su boca y se llevó un dedo a los labios.

- Ssshh, no sé quién eres y qué haces aquí, pero si quieres seguir con vida no te dejes ver. - la dijo en un tono que venía a decir "y no discutas".

Tras devolverla el móvil, Masami se incorporó y salió al pasillo. Ran se asomó por una esquina del contenedor, y la vio avanzar con seguridad. Unas sombras se dibujaron al final, y sus pasos avanzando se oyeron por todo el lugar. Al llegar a cierta distancia de Masami, las sombras se detuvieron, y una de ellas empezó a aplaudir.

- Buen trabajo, Masami Hirota. O debería decir... Akemi Miyano.

Aquella voz... Fría y carente de sentimientos... Ran sintió como si algo la atenazara la garganta. Esa voz era la del hombre del parque de atracciones, el hombre que la había hecho tomar el veneno. Por instinto, reculó hacia atrás, y se tapó la boca con la mano para evitar que sus jadeos de dolor la delatasen.

- Déjate de ironías, Gin...

- "¿Gin?"

- ¿Puedo preguntaros algo? Este veneno que me disteis para eliminarlo... Cuando lo bebió, al momento quedó paralizado y empezó a escupir sangre. ¿De qué se trata?

- Jejeje, es un secreto - respondió otra voz, y Ran la asoció con el otro hombre de negro en Tropical Land.

- ¿Sigues de perrito faldero detrás de él, Vodka?

- Basta ya de tonterías, danos el dinero - exigió Gin.

- No está aquí, lo guardé en otro sitio.

- ¿¡Qué!? - Vodka se disponía a saltar sobre ella, pero Gin le frenó poniendo su brazo delante de él.

- Teníamos un trato, ¿recuerdas? Me diríais dónde está mi hermana cuando el trabajo estuviese hecho. Darme una dirección, y os dire dónde está el dinero.

- Es verdad. Pero desgraciadamente sólo sé que está ayudando a un miembro importante en Estados Unidos. No sé cómo localizarla.

- ¿Qué? ¡Me mentiste entonces! - Akemi se mordió el labio, frustrada - Y supongo que tampoco me dejaréis hablar con él, ¿verdad?

- Jeje, no podemos hacer eso. Él es alguien muy necesario para la organización... Al contrario que tú.

Gin sacó un arma de su abrigo y apuntó a Akemi.

- Última oportunidad. ¿Dónde está el dinero?

- Estúpido. Si me matas, nunca lo encontrarás.

- Tú eres la estúpida. Lo adivinaremos. - Akemi apretó los puños y miró desafiante a Gin - ¿No? Te lo dije. Última oportunidad.

El ruido del disparo resonó como un estruendo, y su eco se elevó en el cielo nocturno. Cuando se hizo de nuevo el silencio, el cuerpo de Akemi se derrumbó en el suelo.

- Registrala - le ordenó Gin a Vodka, mientras bajaba el arma. Éste se apresuró a cumplir la orden.

Un ruido atrajo la atención de Gin hacia la parte de atrás de un contenedor cercano. Entrecerrando los ojos, y con la pistola a punto para disparar, comenzó a acercarse. Estaba a sólo unos pasos, cuando Vodka encontró en un bolsillo de la chaqueta de Akemi una llave que parecía de una taquilla.

- Aquí - le mostró la llave - Es de una taquilla de la estación de autobuses.

- Perfecto - en ese momento, la sirena de varios coches de policía acercándose llenó el aire - Vámonos, aquí ya no tenemos nada que hacer.

Cuando finalmente sus pisadas se alejaron, una pequeña figura salió desde detrás del contenedor. Irene se ajustó la ropa, que ahora le quedaba bastante grande, y se acercó al cuerpo de Akemi.

La niña contempló con tristeza la herida de bala que la chica tenía en el abdomen. La sangre emanaba incontenible, y no había nada que ella pudiera hacer. Lentamente, Akemi abrió los ojos, y tras mirar de forma vacía a su alrededor, su mirada se dirigió hacia Irene.

- T-tú... Estabas en la agencia de detectives... ¿Cómo me has encontrado?

Irene permaneció unos segundos en silencio, y volvió a mirar la herida de bala. A Akemi le quedaba poco tiempo de vida, ¿qué importancia tenía si le decía la verdad?

- Por un emisor de señales... - respondió con un suspiro - Lo puse sin querer en tu reloj la primera vez que viniste a la agencia. Siguiendo la señal, llegamos al hotel y Shinichi tropezó contigo. Te vio con las maletas, y yo deduje que te ibas con los 100 millones.

- ¿¡Quién eres tú!?

- Irene Ku... No, Ran Mouri. Detective. ¿Puedo preguntarte algo? ¿Por qué el hombre corpulento tenía tu reloj?

- Cuando estranguló a Hirota, éste rompió su reloj, y él cogió el mío. Teníamos un plan perfecto, y ahora todos han muerto. Nuestro conductor Hirota... El otro al que admitimos por su fuerza... Y yo asesinada por la Organización...

- ¿La Organización?

- Si, es una gran y misteriosa Organización. Sus miembros pueden ser reconocidos porque todos van con ropa tan negra como las plumas de los cuervos...

- "Así que los hombres que me dieron el veneno pertenecen a esa Organización..."

Akemi tomo bruscamente la mano de Irene, lo que hizo que la niña se sobresaltase.

- ¿Me escucharás un poco más? Las maletas con los 100 millones están en la recepción del hotel. Quiero que las recuperes antes de que lo hagan ellos. No quiero que se aprovechen más de mí. Por favor... Pequeña detective...

La mano de Akemi se escurrió, soltando a Irene y cayendo al suelo, del cual nunca volvió a levantarse. La niña notó como las lágrimas rodaban por sus mejillas.

En cuanto el coche de policía en el que viajaba se había detenido, Shinichi literalmente había saltado fuera, y ahora recorría el puerto en busca de Ran. La llamada de su amiga le había puesto muy ansioso, y que se hubiera cortado tan bruscamente sólo le hacía temerse lo peor.

Finalmente, y tras una búsqueda angustiosa por el muelle, distinguió una figuras entre varios contenedores de transporte: una pequeña, y otra tumbada en el suelo. Sin pensarlo corrió hacia ellas. Cual no sería su sorpresa al ver a Irene de pie junto al cuerpo sin vida de Masami Hirota. Lentamente se aproximó a ellas.

- Ran... - susurró el chico, pues algo le decía que sería una falta de respeto levantar la voz.

La niña se volvió a mirarle, y Shinichi vio que sus ojos estaban llenos de lágrimas.

- Shinichi... - la voz se le quebró, y corrió a arrojarse sobre su amigo. Shinichi notó que se le calentaban las mejillas, pero se agachó para poder abrazarla - No pude salvarla... Ellos estuvieron aquí... Los Hombres de Negro...

- Sshh... Tranquila... No fue tu culpa - el chico acarició su cabello, y sintió como se relajaba entre sus brazos. Unos pasos se oyeron acercándose, lo que puso en guardia a Shinichi - Megure, la policía y Hattori estarán aquí pronto. Si te ven con esa ropa, pueden darse cuenta de tu identidad.

Rápidamente se quitó la chaqueta, y envolvió con ella a la pequeña, de modo que sus prendas quedaron ocultas. Después la cargó en brazos. Debido a todo lo sucedido aquel día, y las transformaciones, Irene comenzó a sentirse somnolienta, de modo que al verse segura y abrigada cerró los ojos.

Segundos más tarde, la policía con Megure a la cabeza llegaron al lugar, viniendo Hattori también con ellos. El inspector observó el cuerpo de Akemi y dio un suspiró.

- ¿Esa es la chica, Kudo?

- Si inspector. Desgraciadamente, no se puede hacer nada ya por ella.

- Oe, ¿y dónde está Mouri? - preguntó Heiji.

- Se ha tenido que ir por un caso muy difícil en el que está trabajando. Pero me ha pedido que le ruegue inspector que no se mencione su nombre a la prensa.

- Si, no hay problema... Pero oye Kudo, ¿qué hace tu prima aquí? - al darse cuenta de la niña dormida que Shinichi llevaba en brazos.

- Es que Ran primero fue a mi casa, e Irene la siguió hasta aquí. Ya sabe cómo le gusta meter las narices en los casos. Ahora, si no le importa, la llevaré a casa.

Shinichi se despidió de Megure, y se alejó del escenario del crimen. Hattori le acompañó.

- Al final, Mouri fue la que dio con la solución correcta del caso. Admito que ha puesto el listón muy alto. Es muy buena. Puedo decir sin vergüenza que he perdido ante ella...

Shinichi se detuvo y miró a Hattori con severidad.

- ¿Para tí todo esto ha sido una competición? Han muerto 3 personas. ¿Cómo se puede competir ante algo así? Nunca entenderé que haya gente capaz de arrebatar una vida humana.

Heiji se mordió el labio pensativo.

- Dime, Kudo, ¿por qué te hiciste entonces detective?

- ... Para ayudar a una persona muy especial para mí, que se haya metida en un buen lío.

Si Hattori no hubiera estado distraído, pensando si las palabras de Shinichi ocultaban un doble sentido, habría visto la mirada llena de cariño que éste le dedicaba a la niña que cargaba en sus brazos.

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