~ 17 ~

El otoño había hecho ya su entrada oficial en la ciudad de Tokio, haciendo que las hojas de los árboles lentamente se fueran poniendo amarillas y cayesen, pintando de colores las grises aceras.

Cubriéndose ambos con un único paraguas, Shinichi e Irene avanzaban a paso ligero por las calles de la ciudad. Era domingo por la tarde, y ambos muchachos realizaban sus compras de la semana. Acababan de salir de la tienda de alimentación, cuando había comenzado a llover. Afortunadamente el chico había sido lo bastante previsor de coger un paraguas antes de salir de casa, al observar como las nubes habían estado cubriendo lentamente el cielo. Varias personas se cruzaron con ellos y pasaron a su lado mientras corrían en un intento de evitar empaparse. Un hombre mayor, que vestía traje de ejecutivo y usaba su maletín para cubrirse la cabeza, les dio un empujón al pasar. Decidieron ignorarle, pues tenía pinta de que no solo no se disculparía, sino que encima hasta les echaría a ellos la culpa.

- ¿Qué hacemos ahora, Shinichi? ¿Volvemos ya a casa? - preguntó Irene en ese momento - ¿O vamos a la agencia por si se ha presentado algún caso nuevo?

- Si, supongo que podemos ir a la agencia primero. Estamos cerca ahora mismo.

La lluvia parecía más abundante y persistente a cada instante que pasaba. O eso le pareció al menos a la pequeña detective, quien notaba que gotas perdidas estaban mojando su hombro, transmitiéndole sensación de frío. Al detenerse en un cruce con el disco en rojo, Shinichi sintió un pequeño tirón a su ropa. Bajó la cabeza y vio que Irene se había cogido del borde de su chaqueta en un intento de pegarse a él y evitar el agua que goteaba del paraguas. Una sonrisa comenzó a dibujarse en sus labios.

Al levantar de nuevo la vista, Shinichi se dio cuenta de que una señora anciana que se había parado a su lado le miraba con gesto enternecido. Notó calor en sus mejillas. Era consciente de que a ojos de los desconocidos, era el vivo retrato del hermano mayor protector de su pequeña hermanita. Con el único detalle que en realidad aquella hermanita, era en realidad otra adolescente igual que él.

Suspiró con pesadez. Por mucho que se habían estado esforzando en las últimas semanas por investigar un número variado de casos, no sentía que estuviesen mucho más cerca de tener una pista sobre quienes eran aquellos hombres vestidos de negro o su paradero.

El semáforo cambió en ese momento y ambos chicos comenzaron a cruzar.

- Ahora que recuerdo, no me has contado para qué fuiste está mañana a casa del profesor - mencionó Shinichi.

- Ah... el profesor ha hecho una modificación a mis gafas. Ahora pueden usarse para perseguir criminales.

- ¿Cómo?

- Pues si aprieto este botón... - la niña tocó el lateral de la patilla derecha de sus gafas. Al instante una especie de radar apareció en el cristal - Puedo conocer la posición de cualquiera que lleve un localizador en un radio de 20 km.

- ¿Localizador?

- Si, éstos... - Irene sacó de su bolsillo una especie de pegatinas y se las mostró a su amigo - Emiten una señal que puede registrarse con las gafas.

- Vaya, realmente nos va a ser muy útil.

Hablando sobre las diversas situaciones en que aquel invento podía beneficiarles, Shinichi e Irene se encaminaron hacia la que había sido la agencia de detectives Mouri. Ninguno de los dos se fijó en la persona que acababa de pasar a su lado, y mucho menos en que tras detenerse y mirar a Shinichi de arriba a abajo, había comenzado a seguirles a prudente distancia.

Fue un presentimiento. Algo que la dijo que aquello no era normal. Lo primero que llamó la atención de Irene, fue que aquella persona tuviera el mismo camino que ellos dos durante tanto rato. Daba igual los giros por las calles que ellos hicieran, esa persona también los hacía. Demasiada casualidad, pensó Irene. Lo segundo que llamó su atención fue, que no dejaba de mirar a Shinichi. ¿Que quería de él?

- Shinichi - susurró a su amigo tirando de su chaqueta, y evitando que nadie más la oyese - Esa chica nos lleva siguiendo desde hace tiempo.

El chico se tensó al oír aquello. Discretamente se volvió a mirar, la persona que les estaba siguiendo era una chica joven. Llevaba el pelo peinado en dos trenzas, y unas enormes gafas redondas tapaban parte de su rostro. Vestía como una colegiala, y Shinichi no sintió que fuera una amenaza, de modo que se paró y la encaró.

- Disculpa, ¿por qué nos estás siguiendo?

La chica pareció dudosa de hablar o no. Bajó los ojos y se concentró en sus zapatos. Irene se dio cuenta de que algo la preocupaba, o asustaba, ya que no dejaba de abrir y cerrar los puños, que caían a sus costados. Finalmente levantó la mirada, y se acercó unos pasos más, acortando la distancia entre ellos 3.

- ¿Tú eres Shinichi Kudo? ¿El detective? - preguntó. Su voz era suave.

- Si, soy yo. ¿Necesitas algo de mí?

- Por favor... por favor... ¡Encuentra a mi padre!

Ya hallándose en la agencia de detectives, y con una taza de café delante, aquella chica explicó su historia.

- Mi nombre es Masami Hirota, y vivo en Yamagata. Mi madre murió cuando yo era pequeña, y mi padre, Kenzo Hirota, se ha ocupado siempre de mí. Hace un mes vino a Tokio a trabajar como taxista, pero no he vuelto a tener noticias suyas. Ayer fuí a la compañía de taxis y me dijeron que había dejado el trabajo. Tampoco la policía ha logrado encontrarlo.

- Entiendo... - Shinichi se hallaba sentado en el sillón delante de Masami, tomando notas en una libreta, Irene estaba subida en el respaldo detrás suya escuchando - Y... ¿puedes darme una descripción física de él?

- Si... aunque tengo aquí una foto suya... - Masami sacó una foto de su bolsillo y se la tendió a Shinichi. En ella podía verse a un hombre de mediana edad, sosteniendo un gato - Tiene 48 años y mide 1,70...

- ¿Y el gato?

- Es de mi padre. Se llama Kai. Le gustan mucho. Tiene otros 3 a los que ha llamado Ti, Go y Ou.

Irene se bajó del respaldo del asiento, y comenzó a pasear por la habitación con las manos en los bolsillos.

- "Éste es un caso muy sencillo. Shinichi no me va a necesitar..." - pensó para sí misma.

Sus dedos tocaron los botones localizadores que le había dado el profesor. Una idea traviesa se empezó a colar en su mente, mientras miraba a su amigo. Podía monitorizarle algunos días con sus nuevas gafas, y volverle un poco loco pensando cómo ella sabía tanto de lo que había hecho, si no estaba con él. Sería muy divertido ver su cara.

De puntillas, y lentamente, Irene se acercó a Shinichi con un localizador preparado en su mano. No vio que la alfombra estaba arrugada, y se tropezó con un doblez, precipitándose de bruces sobre Masami.

- Ah, ¿estás bien? - preguntó la chica mientras ayudaba a Irene a incorporarse.

- S-si... Perdona... - se disculpó rápidamente Irene, mientras se daba cuenta de que no llevaba el localizador - "¿Dónde ha ido?"

Para su terror, el botón había quedado fijado en la correa del reloj de Masami. ¿Y ahora, cómo lo recuperaba?

- Creo que con ésto de momento es suficiente. Mañana mismo comenzaré a buscar... - decía en ese momento Shinichi, mientras cerraba la libreta y se ponía de pie.

Masami le imitó, llevándose así el reloj lejos del alcance de Irene, que no veía oportunidad de recuperar el localizador.

- Muchas gracias, Kudo - dijo la chica, mientras juntaba las manos en un gesto de gratitud, y una lágrima comenzaba a brillar en sus ojos - Siento haberte asaltado así en la calle, pero es que cuando te vi y te reconocí de los periódicos... ¡Eres mi única esperanza de encontrarle!

- ¿Sabes por dónde empezar a buscar a ese hombre, Shinichi? - preguntó Irene mientras removía el arroz con curry que tenían para cenar.

Habían regresado a casa, y mientras Irene preparaba la cena, Shinichi se hallaba sentado en la mesa de la cocina, con su libreta a la derecha y una guía de teléfonos a la izquierda. Se frotó los ojos con la punta de los dedos y se recostó hacia atrás en el asiento.

- Antes de ir mañana a clase, pasaré por la compañía de taxis. Puede que alguno de sus compañeros sepa algo, puede que Hirota mencionase a dónde tenía pensamiento ir...

- Ojalá aparezca pronto... Esa chica me da mucha pena... - suspiró Irene.

En los siguientes 4 días, Shinichi aprovechó cada rato libre que tenía para buscar información acerca de Kenzo Hirota. Interrogó a los compañeros taxistas que habían coincido con él alguna vez durante sus horas de trabajo, se acercó al hotel donde se registró cuando llegó a Tokio, e incluso investigó en varias tiendas de mascotas, dada la afición de Hirota por los gatos. En ninguno de aquellos sitios obtuvo resultados positivos.

- Arg, maldición... Es como si se lo hubiera tragado la tierra... - gruñó, frotándose el pelo frustrado.

Irene permanecía pensativa mientras contemplaba a su amigo.

Se hallaban sentados en una mesa de la cafetería Poirot, un pequeño local que se situaba debajo de la agencia de detectives, y al que de vez en cuando ambos chicos acudían. La chica que trabajaba allí, Azusa Enomoto, les había cogido cariño, y se horrorizaba al pensar que aquellos dos estaban solos sin que nadie les cuidase. Así que, siempre que aparecían en su cafetería, procuraba servirles una buena comida.

Aquel día, Azusa se dió cuenta de que Shinichi debía estar metido en algún caso particularmente difícil, así que se dispuso a preparar el mejor plato de los que había en el menú para animarle, y de mientras, encendió la televisión que había en una esquina.

- Masami llamó ésta tarde... - comenzó Irene.

- Lo hace todos los días... Me siento fatal por no poder decirla nada nuevo. Su padre no era muy sociable, y ninguno de sus compañeros sabía nada de él, ni siquiera que tenía una hija... Mierda, creo que estoy en un callejón sin salida.

¿Cómo podía ayudarle? se preguntó Irene. La verdad era que a ella tampoco se le ocurría ninguna idea en ese momento. Sus pensamientos vagaron, junto a sus ojos, hasta que éstos terminaron posándose de forma distraída en la televisión recién encendida. Era la hora de las noticias y el corresponsal de deportes hablaba sobre la carrera de caballos que se había disputado ese día.

- Y tras una emocionante carrera, en la que empezó en el quinto puesto muy por detrás de todos sus contrincantes, y contra todo pronóstico, Gokaitiou se adelantó a todos ellos alzándose con la victoria... - decía en ese momento un comentarista.

¿Gokaitiou? Un momento...

La pequeña detective cogió la libreta de Shinichi que se hallaba sobre la mesa, y buscó los nombres de los gatos de Hirota.

- "¡Aquí! Los nombres eran Kai, Ti, Go y Ou... Y si los pongo en orden..." - pensaba mientras tomaba el bolígrafo de Shinichi y empezaba a escribir.

Shinichi la miraba sin entender del todo que se traía entre manos su amiga. Finalmente la niña levantó la cabeza de la hoja, y el futbolista vio que un brillo de victoria había aparecido en sus ojos.

- ¡Claro! ¡A Hirota le gustan las carreras, por eso llamó así a sus gatos! ¡Vamos Shinichi!

Irene se levantó de la mesa y corrió hacia la puerta. Shinichi cogió su chaqueta a todo correr y apenas pudo seguirla.

- ¿A dónde vamos? - preguntó el chico mientras se colocaba la ropa como podía.

- ¡Al hipódromo!

En ese momento Azusa salió de la cocina y se encontró con que no había ya nadie en la cafetería.

- Oh, vaya - suspiró resignada - Otra vez se van a quedar sin cenar esos dos...

El hipódromo de Tokio, que se encuentra en el distrito de Fuchu, es habitualmente utilizado para competiciones importantes, como la Copa de Japón o el Derby japonés llamado Tokio Yushun.

Precisamente era la Copa de Japón, la retransmisión que Irene había visto en la televisión del Poirot. Cuando ella y Shinichi llegaron, el lugar aún estaba lleno de un gran número de seguidores de las carreras.

- Wow - se asombró la niña - Nunca había estado en un hipódromo... Es... Enorme.

- Si - estuvo de acuerdo Shinichi - Fue construido en 1933, y tiene capacidad para albergar a 223.000 personas. Si Hirota está aquí, no va a ser fácil dar con él...

Irene comenzó a mirar a su alrededor. Una parte de ella temía haberse equivocado en su deducción, y haber ido a aquel lugar para nada.

Habían pasado ya 20 minutos. La gente que había estado presenciado las carreras del día, empezaba a dirigirse hacia las salidas. Y Shinichi e Irene se movían entre la multitud como podían, siendo empujados y llevados de un lado a otro sin poder evitarlo.

Preocupado de que su amiga fuera herida de algún modo debido a su pequeño cuerpo, Shinichi la colocó sobre sus hombros. Aunque aquello la estaba matando de vergüenza, Irene también debía admitir que desde aquella posición tenía una mejor vista. Y en efecto, no pasó mucho tiempo antes de que exclamase:

- ¡Le encontré! ¡Allí está!

Shinichi miró en la dirección que su amiga le indicaba, y efectivamente, a unos metros de donde ellos se encontraban, estaba el señor Hirota el cual se estaba dirigiendo muy sonriente hacia una de las salidas.

- Si que es él - Shinichi no dejaba de estar sorprendido de que hubieran podido dar con él finalmente - Vamos a seguirle, averigüemos dónde vive, y después avisaremos a Masami.

- ¡Muchas gracias, detective Kudo! - exclamó Masami Hirota.

En cuanto Shinichi e Irene descubrieron que el padre de la chica estaba viviendo en el barrio de Negima, Shinichi la había llamado con su móvil al número que ella les había facilitado.

Sorprendentemente no pasaron más de 30 minutos cuando Masami se reunió con ellos.

- Si que has venido rápido - Shinichi estaba extrañado - Acabo de llamarte...

- He venido volando - argumentó Masami, con la respiración entrecortada, lo que demostraba que había venido corriendo - ¿Dónde está papá?

Shinichi mostró a Masami la casa donde vivía su padre. Pero de repente, pareció que su emoción por ver a su padre se había esfumado. Se quedó estática, y su cuerpo comenzó a temblar.

Shinichi observó su rostro, comprobando si se encontraba bien. Y sintió que algo estaba fuera de su sitio.

- Vamos... Adelante - la ánimo Irene.

Masami la sonrió con ternura, y dio algunos pasos vacilantes hacia la vivienda. Justo en ese instante, la puerta se abrió, y apareció el señor Hirota en el umbral. Llevaba una bolsa de basura en la mano, e iba silbando animadamente.

Masami se acercó a él.

- Papá... - lo llamó.

Shinichi estaba seguro de que jamás había visto a alguien tan sorprendido como a aquel hombre. La bolsa cayó de su mano con un "plop" y su boca se fue abriendo sin que ningún sonido saliera de ella.

- Te... He buscado por todas partes... ¡Papá! - Masami se arrojó a los brazos de su padre, mientras las lágrimas inundaban sus ojos.

Irene sonría emocionada al contemplar la escena entre padre e hija.

- Me alegro tanto por Masami. Todo acabo bien - comentó en voz alta Irene, mientras ella y Shinichi se alejaban, dejando a solas a los recién reunidos, ya que de seguro tendrían muchas cosas de que hablar.

- Si... Pero no sé... Desde el otro día que nos pidió que buscáramos a su padre y ahora, algo ha cambiado. Usaba maquillaje, y su ropa no era de colegiala.

- Igual se puso guapa para ver a su padre...

- Puede ser... Seguramente no tendrá importancia.

Al día siguiente, después del entrenamiento con el equipo, Shinichi tuvo que quedarse a practicar tiros a portería. Por buscar al padre de Masami, se había saltado dos sesiones y el entrenador como castigo, le había obligado a quedarse cuando todos se hubieran ido y tirar 100 veces a puerta.

Llevaba ya 84 tiros, y se hallaba fatigado. El sudor corría por su rostro, y su respiración era jadeante. Se apoyó en sus rodillas e intentó regular su respiración.

- No está mal - oyó una voz a su espalda - Eres bastante bueno.

No tuvo tiempo de girarse a mirar. Apenas sintió un objeto pasar rozando su mejilla, y vio de soslayo uno de los balones chocar con la portería e irse rebotando a un lateral del campo.

- ¿¡Eres idiota o qué!? ¡Casi me das! - exclamó, volviéndose a mirar a la persona que había chutado el balón.

Acercándose a él a todo correr venía un chico de unos 17 años como él. Llevaba una sudadera azul y una gorra calada hasta los ojos. Su piel era de tono oscuro y sus ojos eran de un brillante verde azulado.

- Perdona, perdona - se disculpó llevando una mano a su nuca, y su voz estaba marcada con un fuerte acento de Kansai - No se me da muy bien el fútbol. ¿Tú eres Shinichi Kudo?

- Si - gruñó Shinichi, aún molesto por el pelotazo que casi recibe - ¿Y tú quién eres?

- Me llamo Heiji Hattori, soy detective. Y me han dicho que tú podrías ayudarme. Ando buscando a Ran Mouri.

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Hola a todos 😄

Ya siento haber dejado colgando ésta historia, cuando sois muchos los que la estáis siguiendo.

Pero por motivos de salud, no he tenido las fuerzas ni la capacidad de concentración necesaria para escribir.

Poco a poco estoy recuperándome, y parece que las ideas vuelven a mi. Al menos para los próximos 4 arcos.

Aún me cuesta un poco, así que subiré la continuación en cuanto me sea posible.

¿Os ha sorprendido la aparición de Hattori?

Nos estamos leyendo 🙂

See you

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