~ 12 ~

Habían pasado ya 3 días desde que Ran había sido obligada por los Hombres de Negro a tomar la extraña droga que la había encogido. Y mientras, ellos habían desaparecido sin dejar rastro, ocultándose en el misterio que les rodeaba. Lo cual desesperaba a la pequeña detective, que ansiaba recuperar su verdadero cuerpo lo antes posible.

Pero hasta que no volviera a dar con ellos, no podría obtener la muestra que necesitaba del veneno para poder preparar el antídoto. Así que, por su seguridad y por la de sus seres queridos, debía seguir ocultándose bajo la identidad de Irene Kudo, la pequeña prima de Shinichi Kudo.

Esa mañana se encontraba recogiendo su habitación, cuando recibió una llamada del profesor Agasa.

- Hola, profesor, ¿ocurre algo?

- Hola Ran. No, nada importante. ¿Puedes venir un momento a mi casa? Quiero enseñarte una cosa.

- ¿Eh, yo? Si, claro. Voy ahora mismo.

Aquello le pareció muy raro a la niña. ¿Qué querría enseñarla el profesor?. Normalmente era Shinichi quien cruzaba a ver alguna demostración de sus inventos, no ella. ¿Tal vez tenía alguna pista sobre como devolverla su estado adulto?

- ¡Shinichi, voy a casa del profesor! - le avisó a su amigo, que se hallaba en su habitación vistiendose para ir al instituto, antes de bajar las escaleras a paso rápido.

Shinichi se asomó mientras se ponía la corbata para preguntarla para qué, pero sólo alcanzó a oír la puerta de la calle cerrándose. Se encogió de hombros con resignación y volvió a la tarea de arreglarse.

La casa del profesor Agasa tenía una distribución bastante curiosa de espacio abierto. Básicamente era una gran habitación sin paredes, de modo que si uno se encontraba en la sala de estar perfectamente podía hablar con quien se hallase en la cocina, que ocupaba el centro de la estancia.

La pequeña detective permanecía sentada en uno de los sofás, en espera de que el profesor la dijese por qué la había hecho venir. Éste mientras, se hallaba preparándose una taza de café.

- Bueno... - comenzó la niña - ¿y que era eso que me querías enseñar?

- Ah, es una idea que se me ocurrió el otro día y que te puede ser de ayuda... ¿Seguro que no quieres un café? - ante la negativa de la pequeña, el profesor fue a una esquina de la habitación y empezó a revolver en la mesa donde se hallaba el ordenador - ¿Dónde lo habré puesto...? Aja, aquí.

Irene se acercó curiosa. Agasa sujetaba en sus manos un adorno para el pelo, que consistía en un lazo de color rosa. La niña lo miró sin entender.

- Es un lazo para niñas... - comentó duditativa, le parecía una broma un poco rara por parte del profesor.

- Efectivamente - le confirmó Agasa, lo que sorprendió aún más a la detective - Pero no es sólo eso. También es un simulador de voz.

Irene tomó en sus manos el lazo y le dio la vuelta. Por la parte donde se hallaba el broche para sujetarlo a su pelo también había un dial y una serie de ruedas.

- Si giras esas ruedas podrás imitar cualquier voz, tanto anciana como infantil, de hombre, de mujer... - le explicó el profesor - Incluso tu propia voz de adulta. Y como se puede usar de adorno en el pelo, a nadie le llamará la atención.

Haciendo lo que el profesor le había indicado, probó a girar un poco una de las ruedas y acercándoselo a la boca dijo "hola". La voz de un anciano se oyó claramente en la habitación.

- Vaya, está muy bien - reconoció la niña - Aunque me sería más útil si inventaras algún sistema para detener a los criminales. El otro día, aquel secuestrador casi me mata, por no poder golpearle con las técnicas de karate que sé.

- Quizás el primer paso para evitar esas situaciones, sería no salir corriendo sóla de forma impulsiva - escucharon una voz a su espalda.

Shinichi había entrado sin que le oyesen. La niña puso los ojos en el techo, había tenido que oírle regañarla por haber salido corriendo con el perro sin decir nada a nadie durante todos esos días, mientras se le curaban los golpes que recibió.

- Pero si no me involucro en los casos, ¿cómo voy a encontrar a esos sujetos, y a recuperar mi cuerpo?

- Shinichi tiene razón - asintió Agasa, mientras recuperaba su taza de café y se sentaba a tomarla - Vosotros que habéis leído tanto a Sherlock Holmes, deberíais saber más que nadie que él era calmado y frío ante las situaciones peligrosas. Ten paciencia y te cruzaras con ellos de nuevo.

Un pequeño quejido de derrota salió de los labios de la detective encogida. En eso, le llamó la atención que en vez de la mochila de clase, su amigo llevaba consigo la bolsa de deportes.

- ¿No tienes clase hoy? - le preguntó, mientras guardaba el lazo simulador en el bolsillo de su falda.

- No, ¿no te acuerdas? Hoy es el partido amistoso con el equipo del instituto Furinkan. ¿Quieres venir? Va a ir toda nuestra clase.

- ¿Yo? ¿Ir a veros jugar? - naturalmente que quería. Le encantaba ver jugar a Shinichi. Además, echaba de menos a sus compañeros y hablar de frivolidades con Sonoko, pero no podía presentarse delante de ellos con esa apariencia. Agachó la cabeza y el pelo la ocultó los ojos - No creo que sea buena idea... ¿Qué pasaría si alguno de ellos me reconoce? ¿Cómo explicarles lo que me sucedió...?

Sin decir palabra alguna, Shinichi se agachó hasta ponerse a su altura y la puso unas gafas que había sacado de un bolsillo de su chaqueta.

- ¿Sabes? Estoy seguro que si te pones éstas gafas nadie te reconocerá. Ya sabes que a Clark Kent le funcionaba bastante bien el truco.

Irene miró a los ojos de su amigo y se ruborizó. Después se tocó las gafas que la había puesto.

- G-gracias... ¿De dónde las has sacado?

- Eran parte del atrezo de un disfraz de mi madre. Recordé que el otro día Sonoko te vio con las de mi padre y no te reconoció, así que pensé que si las llevas siempre, es más difícil que alguien lo haga. Así que... ¿nos vamos?

- S-si...

Shinichi recogió la bolsa de deportes, y él e Irene estaban por salir de la casa tras despedirse, cuando Agasa llamó a Shinichi.

- Antes de que se me olvide, la matrícula y los papeles ya están arreglados. Puede empezar las clases mañana.

- Ah, de acuerdo, de acuerdo. Gracias profesor - a Shinichi se le veía incómodo.

- ¿De qué habláis? ¿Qué clases? - preguntó la niña.

- Venga, se nos hará tarde. Debemos irnos - le urgió Shinichi, mientras cruzaba la puerta de entrada y salía a la calle.

A la pequeña detective le costaba seguir el ritmo de su amigo, que iba andando a grandes zancadas. Algo ocultaba, Irene le conocía demasiado bien.

- Shinichi, ¿me vas a contar qué sucede?... ¿Qué es esa matrícula que te dijo el profesor?

- Está bien... No te lo he dicho antes, porque sabía que no te haría gracia... El profesor y yo pensamos que para mantener una apariencia de normalidad, deberías acudir a clase de primaria como una niña normal.

- ¿¡Qué!? ¿Por qué?

- Porque aunque tienes 16 años, aparenta sólo 6. La gente puede pensar que te tengo secuestrada o algo si no lo haces.

- Y lo has estado organizando a mis espaldas... Muchas gracias.

- Vamos, no te lo tomes así...

Ninguno volvió a decir nada el resto del camino. Irene se sentía traicionada, Shinichi había actuado y tomado decisiones a su espalda. Y aunque se daba cuenta de que tenía razón, no podía evitar el sentimiento.

Finalmente llegaron al instituto Teitan. Como Shinichi y sus compañeros eran los actuales campeones, el partido se celebraría en su campo.

Shinichi e Irene se dirigieron a los casilleros para dejar los zapatos. La pequeña miro con nostalgia el que había sido suyo, pero para no llamar la atención guardo sus zapatos con los de Shinichi. Sonoko y unas amigas se acercaron a ellos.

- Ey, Shinichi. ¿Ran no va venir? - preguntó la castaña.

- No, aún está indispuesta - mintió el chico.

- Vaya, entonces éste partido está perdido... Sin tu amuleto de la suerte - ironizó Sonoko.

- Cállate - el rubor se instaló en las mejillas del futbolista.

- ¿Y esa niña quién es? - preguntó una de las chicas que iba con Sonoko.

Irene se ocultó un poco detrás de Shinichi. Era el momento de ver si el truco de las gafas funcionaba.

- Es la primita que os dije que vive con él ahora. Es bastante mona, tan tímida. Se llamaba...

- ¡Oye, Kudo, vamos a cambiarnos! - interrumpió la conversación un par de chicos, que llamaron la atención de Shinichi con gestos.

- Ya voy, Nakamichi. Su nombre es Irene, y oye Sonoko, ¿puedes quedarte con ella durante el partido? - le pidió Shinichi.

- ¿Qué? ¿Qué haga de niñera? - Sonoko miró a Irene con gesto de fastidio. Ésta puso un gesto angelical. - Buff, está bien... Pero me debes una.

Shinichi le dio las gracias y se marchó con sus compañeros de equipo. Mientras, Sonoko y sus amigas de dirigieron al campo de fútbol para coger sitio. Irene iba detrás, sintiéndose un poco ignorada por las mayores.

Cuando llegaron vieron que había una gran animación por parte de ambos institutos. Muchos alumnos de otras aulas habían acudido a ver el partido. Y también se podía ver a muchos estudiantes del instituto Furinkan que venian para apoyar a su equipo.

Finalmente, ambos contrincantes se reunieron en el centro del campo. Irene buscó rápidamente a Shinichi. Era increíble como el chico se transformaba cuando jugaba. Su mirada era de concentración y serenidad. El fútbol era su pasión sin duda.

A pesar de la pelea que habían tenido un rato antes, la pequeña detective notaba como su corazón se aceleraba observando su figura.

El árbitro sopló su silbato y el partido comenzó.

Fue un juego bastante emocionante. Ambos equipos estaban dándolo todo en el terreno. También los estudiantes estaban animando a sus compañeros con energía. Lo bueno era que no había insultos ni peleas por ninguna de las dos partes. Todos los allí presentes entendían que aquello era sólo un juego.

Habían llegado al descanso y el marcador estaba en empate a 0.

Shinichi se hallaba con los demás del equipo en su lado del campo, bebiendo algo de agua. A su espalda se habían concentrado muchas chicas que les llamaban, y suspiraban por una sonrisa de sus amores. Los demás chicos se veían encantados por tanta atención, solo Shinichi parecía indiferente. Pero cuando se dirigían de nuevo al campo para empezar el segundo tiempo, el chico buscó con la mirada a Irene y la saludó. La niña le devolvió el saludo mientras notaba como era acuchillada por miradas envidiosas.

Una vez más los dos equipos estaban frente a frente, en espera de que el árbitro diera la señal de comienzo. Tocaba al equipo del instituto Furinkan sacar. Shinichi se hallaba delante del capitán de su equipo, con el cuerpo en tensión, dispuesto a saltar y arrebatarle el balón.

Pero el jugador contrario no parecía estar en las mismas condiciones. Sudaba mucho, respiraba entrecortadamente y se frotaba los ojos como si le costara enfocar la mirada. Tenía muy mal aspecto.

El arbitro pitó el comienzo del juego, pero el capitán del Furinkan perdió el conocimiento en ese momento. Shinichi que se dio cuenta a tiempo, consiguió sujetarlo antes de que chocara contra el suelo.

- Oye, ¿qué te ocurre? - le preguntó mientras le agitaba un poco. Observó como su cuerpo se convulsionaba entre sus brazos, y cuando su garganta comenzó a inflamarse entendió que sucedía - ¡Deprisa un médico, está sufriendo una reacción alérgica!

Un murmullo de sorpresa se elevó entre los presentes ante lo sucedido, mientras el instinto de Irene se activaba.

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