Capítulo 24 | Los tentáculos

Dormí apoyada del hombro de Ian durante el trayecto de regreso. Con mi objetivo alcanzado, el cansancio tuvo el permiso de esparcirse por mi cuerpo. Al cerrar los ojos vi el mar de letras y la variedad de ilustraciones que analicé en los últimos días hasta sucumbir ante el sueño.

En efecto, Josh se marchó sin nosotros, llevándose el auto consigo. Jair se ofreció a ser nuestro chófer utilizando como transporte una ostentosa camioneta. Alejandro, el heredero del puesto de alfa por ser el primogénito de Clovis, aprovechó de acompañarnos para así tratar unos asuntos pendientes con Drake.

Él tenía la misma presencia imponente de su padre. Resaltaba de sus hermanos por poseer la tez más oscura, rasgo que tuvo que adquirir de su madre; al igual que los ojos marrones y facciones redondeadas. A parte de las características físicas, era la copia de su progenitor, solo que una pizca más flexible y conversador.

—Cierto que la boda es dentro de poco. Creo que me quedaré hasta después de la ceremonia, de esa manera evito realizar dos viajes —dijo enfocado en algo del otro lado de su ventana.

Giré mi cuello hacia un costado, asomándome por el lado que ocupaba Paula.

Transitábamos por la vía que formaba parte de las instalaciones. Ya nos encontrábamos en territorio Cephei y al final del tramo recto nos toparíamos con las murallas. Era de madrugada, estando sorpresivamente los alrededores iluminados por luces que adornaban los arbustos y árboles. Podían observarse los lazos verdes atados a los troncos, invocando nueva creación y fecundidad para los novios. Fue claro que la atención estaba puesta en la boda y no en la desaparición de Alan.

Los guardias abrieron el portón después de una aclaración por parte de Ian. No nos esperaban. Con el permiso de ingresar, el par de hombres lobo que vigilaban, guardando la distancia, ocultos, retornaron a su rutina de recorrer el perímetro.

Una vez estacionados, Paula tomó la tarea de acomodar a los huéspedes en sus habitaciones mientras Ian se ocuparía de informar a Josh acerca del repentino cambio de planes.

Yo, por mi parte, agarré mis cosas e ingresé al recinto luego de ser revisada por los guardias. No me molesté en hacer una parada en mi cuarto para dejar mis pertenencias, ni en darme un baño o descansar para recuperarme del viaje que duró horas. Fui directo a encontrarme con Drake.

Había escasas personas caminando por las instalaciones. Por la hora, tuve suerte de toparme con Lisa en el pasillo del área de puros. Le lancé mi bolso sin darle explicaciones y continué con mi trote hasta la puerta más lejana de la entrada.

Entré sin tocar, convirtiéndose irrelevantes los posibles escenarios que pude hallar. No me encontré con una situación desagradable como la vez anterior, sino con Drake en un profundo sueño.

—Despierta —dije al cerrar la puerta con seguro detrás de mí.

Las luces yacían apagadas. Él estaba cubierto hasta los hombros por una sábana tejida, girado hacia un costado, y vistiendo una visible camisa de pijama debajo. Respiraba con pesadez, ajeno a lo que sucedía a su alrededor.

Me acerqué hasta quedar junto a su cama. Había pasado mucho desde que lo vi dormir, vulnerable y en paz. Me quedé por un momento contemplando la imagen, olvidándome de que era un ser que me hizo mucho daño.

—Drake, despierta —repetí en un tono más alto—. No te hagas el dormido. No tengo tiempo para juegos.

No obtuve respuesta, por lo que opté por sacudir su brazo.

Mi acción sí tuvo efecto. El castaño separó los párpados de inmediato, alarmado. Hizo ademán de reincorporarse para ponerse a la defensiva, pero escogió no hacerlo, sin necesidad de posar sus ojos en mí para ver que no se trataba de una amenaza.

Tapó su rostro somnoliento con una almohada.

—Eres tú. Josh me dijo que tardarías más tiempo en volver.

—Quiero ser la encargada del equipo de búsqueda.

—Hueles mal, deberías darte una ducha y dormir —replicó evadiendo mi petición.

—Voy a ser la encargada del equipo de búsqueda.

Resopló retirando la almohada de su cara y sentándose. Estrujó sus ojos y soltó un bostezo antes de mirarme—. ¿Qué equipo de búsqueda?

Deseé darle un buen golpe a ese malnacido. ¿Qué clase de contesta era esa? ¿En serio no había ni una sola persona intentando rescatar a Alan? Arthur debía estar revolcándose en su tumba ante la clase de alfa en el que se convirtió Drake.

—No me mires así —siseó—. ¿Hablas del equipo de búsqueda para hallar a tu... amante?

Faltaban días para que se uniera a Corinne y percibí celos en sus palabras. Dejaría que pensara lo que quisiera. No merecía mis explicaciones. Permitiría que siguiera haciéndose ideas en la cabeza basándose en el beso que presenció, si era que podía denominarse así.

—Sí, precisamente de ese.

La molestia se desplazó por sus facciones. Echó las sábanas a un lado con brusquedad y abandonó la cama.

—Josh está a cargo. Tú no te has juramentado ante a mí, así que no puedes involucrarte en asuntos privados de la manada. Claro, a menos que desees aceptar en este momento mi superioridad y obtener de nuevo un puesto...

—Alan es mi prometido y automáticamente me une a él un lazo más fuerte que cualquiera relacionado con su búsqueda. Quieras o no, yo me ocuparé de traerlo de vuelta.

Hundí la astilla en su uña con una mentira escondida en una mirada desafiante y sin titubeos. Estaba soñando si creía que lo nombraría mi alfa después de nuestro pasado. Ya existían demasiados vínculos vivos y muertos conectando nuestras vidas como para crear más apropósito. Por el otro lado, mi declaración, le gustara o no, me daba el privilegio de tener acceso a la investigación.

Se tensó, sin efectuar otro movimiento significativo.

—Felicidades —dijo con tono neutral—. El equipo de búsqueda tendrá reunión al mediodía en el tercer piso. Cuéntales a todos de tu compromiso y nadie se negará a que estés presente.

—Bien.

Lo rodeé para marcharme, comer un poco y recuperar energía antes de la reunión. No obstante, detuvo mi partida sujetándome de la muñeca y halándome de regreso a él.

Giré con rapidez zafándome de su agarre. Golpeé su muslo con mi rodilla, conteniéndome de ir por un objetivo más sensible. No permitiría que me tocara jamás.

—Aleja tus manos de mí —espeté.

Extendió su mano de nuevo, esta vez tomando mi brazo. Dejó el dolor que le causé a un lado y utilizó su fuerza y velocidad superior para adherir ambos de mis brazos a mi espalda y tirarme en el colchón. Se posicionó sobre mí, abrumándome con su peso.

—Me estás aplastando —chillé bocabajo sin poder moverme ni escapar—. Suéltame, o si no...

—¿Si no qué? —me retó haciendo presión con su rodilla en mi pierna.

Me lastimaba y no podía contener las lágrimas de frustración. Era demasiado para mí. Su aliento impactó contra mi oreja y apreté los dientes para no generar ningún ruido que reflejara encontrarme a su merced.

—No te atrevas a golpearme de nuevo, caramelo. No me gusta que me hagas perder la paciencia —susurró—. Mas te vale terminar ese ridículo compromiso con el bastardo, o si no tendré que ensuciarme las manos.

Su tono siniestro me asustó. Creo que nunca sentí tanto miedo de Drake como en ese momento. No era una broma, en realidad estaba dispuesto a lastimar a Alan por mí. Me equivoqué en incurrir a aquella mentira.

¿Cómo podía ser tan egoísta? Tenía a Corinne para él, su puesto de alfa, ¿por qué no dejarme tranquila? ¿Qué le importaba si elegía darme una oportunidad con el pequeño lobo blanco? El castaño quería poseerlo todo y eso no era posible.

No me liberó a pesar de mis quejas. Un escalofrío me recorrió al pensar que se encontraba en ventaja y contaba con el poder para hacer lo que desease conmigo. Nadie vendría a salvarme.

La fuerza en mis muñecas disminuyó. Sus dedos recorrieron la curva de mi espalda, un toque opuesto al dolor que continuaba generando en mi pierna. Se atrevió a aventurarse en el interior de mi blusa, provocando que contuviera la respiración.

Me sometía para manosearme a su antojo. No le fue suficiente envolverme en sus redes de nuevo para después volver a los brazos de su prometida, sino que ahora se divertía al humillarme. ¿Cómo caer más bajo?

—Si tan solo entendieras que todo lo que hago es por nosotros —dijo retirando su mano de mi piel—. Me llena de ira imaginarte en los brazos de otro.

Conservé el silencio.

No tardó en dejarme ir, abandonando la cama y sentándose en un sillón junto a la misma.

En cuanto fui liberada de su peso, me levanté y me apresuré a huir de la habitación. Mi muslo dolía un montón y cojeé un poco hacia la salida.

***

Le brindé detenida atención a la madera y hojas secas siendo consumidas por el fuego. El calor que emanaba la fogata contrarrestaba el frío del bosque, desvanecía la capa de oscuridad revelando nuestra presencia.

El plan era acampar cerca de la cabaña del abuelo de Drake, ya que ahí fue mi último avistamiento, y esperar a que la neblina apareciera. Una vez presente, nos moveríamos a través de los tentáculos hasta dar con su procedencia para ponerle fin. La lógica apuntaba a que seguramente Alan se encontraba cautivo en el origen del fenómeno, vigilado por el hechicero causante de todo.

—Lo prudente era esperar por los hechiceros. No podemos hacer mucho contra magia —dijo Patrick.

Se encontraba sentado apoyando la espalda del tronco de un árbol. No estuvo de acuerdo con el plan, sugiriendo ser pacientes y solicitarle ayuda al Consejo debido a la nueva información producto de mi investigación. No obstante, se acordó hacerlo a mí manera, cosa que si fallábamos los hechiceros serían la segunda opción. Nos acompañó porque se sintió responsable de la huida del rubio.

—No me fío de ellos, pueden incluso estar involucrados —respondí retirando las manos del fuego.

—Comienzas a hablar como los Pólux, Vanessa —comentó Josh.

Estaba acostado en la carpa. Él fue el que rompió el hielo generado por la confusión del anuncio de mi supuesto compromiso. Se acercó y felicitó, dándole el impulso a los demás para que hicieran lo mismo. Después, en privado, me informó que no se tragaba semejante estupidez. Para Josh, quizás Alan podía estar enamorado de mí, mas yo no me fijaría en alguien como él, débil de carácter, para más que protegerlo como si fuese su madre.

Lo que creyera o no el segundo al mando me tenía sin cuidado.

—Aprendí bastante en mi estadía con ellos. Tienen toda la razón para pensar lo que piensan. Ni los hechiceros, ni los cazadores, ni ninguna raza, debería tener tanto poder sobre nosotros, no deberíamos permitirlo.

—Cuidado —intervino Patrick—. A veces para evitar que se derrame sangre, es mejor seguir las reglas y dejarse llevar. No andes por ahí diciendo esas cosas a la ligera. Es peligroso.

Bryan, en su forma lobuna, refunfuñó y cambió de posición sobre el césped. Trataba de dormir, a pesar de que la idea era que todos estuviéramos alertas.

Fue una sorpresa que integrara el grupo de búsqueda, aún más cuando aceptó venir. Siempre daba la imagen de aborrecer a su hermano, pero incluso así participaba en su posible rescate. Tal vez el desprecio no era tan grande como para desearle la muerte. Al fin y al cabo, ni Bryan ni Alan tenían la culpa de las decisiones y amoríos de sus padres. Ambos eran hermanos, solo contaban con ellos mismos, y debían apoyarse.

No continué con el tema. Patrick tuvo razón y era obvio que mis acompañantes no veían lo que yo empecé a ver desde mis lecturas y charlas con Laila. Me guardaría las opiniones para, como hacia la sociedad, evitar problemas.

Devoré un paquete de galletas durante la espera. Éramos solo nosotros cuatro y no surgió otro tema de conversación. Patrick siempre fue reservado, Bryan un gruñón que cada vez yo detestaba más, y Josh con otra acción equivocada terminaría en mi lista negra. Nosotros éramos el grandioso equipo de búsqueda.

A un par de horas de la salida del sol, el viento paró de sacudir las hojas de los árboles, las luciérnagas entre los troncos extinguieron su luz y el fuego de la fogata desapareció sin razón. Bryan despertó abruptamente de su sueño, echando las orejas hacia atrás y soltando un gruñido por lo bajo.

—Prepárense, es la neblina —anunció Josh abandonando la tienda.

Los tres que faltábamos nos transformamos, donde ellos podían comunicarse de manera telepática mientras yo quedaba por fuera interpretando sus ruidos. De igual forma en pocos días me iría dejando todo atrás y consideraba la opción de proponerle a Alan marcharse conmigo.

La nube de tono púrpura se coló entre las plantas hasta rodear nuestras patas. Comenzó a nivel del suelo, mas fue ascendiendo y expandiéndose. Rodeó cada rincón antes de que los tentáculos se unieran a la fiesta. Largos y viscosos se extendieron cual serpientes.

Fuimos cuidadosos de evadirlas, de no ser acorralados por ellas. Eran hábiles y veloces, sedientas de energía vital.

Escaneé la zona en busca de una dirección común de donde todos provinieran, sin embargo, parecían venir de todos lados. Si me quedaba ahí, a una distancia segura, no hallaría un indicio.

Con un aullido desaprobatorio de Josh, rompí la formación y corrí hacia un grupo de tentáculos. Fue una hazaña evitar su toque.

Un gemido me distrajo e hizo que me volteara hacia mis acompañantes. Patrick tenía enroscado uno alrededor de su cuello, siendo asfixiado por éste. Cayó al piso, intentando rasgarlo con las garras sin éxito. Josh fue en su auxilio. Clavó los dientes en el tentáculo para luego reaccionar soltándolo y quejándose por algo. Ignoró que motivo que provocó que se apartara, por segunda vez lo mordisqueó y liberó a Patrick.

Una fuerza en mis patas traseras me tumbó. Lo siguiente sentí fue muy similar a un choque eléctrico recorriendo mi cuerpo. Rápido, pero doloroso. Me faltó el aire y, a pesar de no manifestarse otra molestia, una sensación subjetiva perturbó a mi organismo. Debía liberarme.

Me arqueé, justamente esquivando uno que trató de apoderarse de mi cuello, y hundí el hocico abierto en el más cercano. Otra punzada de dolor me abarcó, acompañada por un sabor repulsivo, casi ácido. Aguanté, siendo las ganas de ser victoriosa más poderosas.

La piqué. Un líquido aceitoso y tibio se esparció por mi boca, dándome nauseas. Con mi extremidad libre, me apresuré a obtener el mismo resultado con la otra. Una vez suelta, no soporté la arcada que contrajo mi estómago y vomité.

Recobré la compostura de inmediato. El mundo me dio un par de vueltas, pero al sacudir la cabeza se estabilizó. Detallé los tentáculos al evadirlos, percatándome de diferencias entre ellos. Unos eran más delgados que otros, como las ramas de un árbol que se dividían tornándose en cada ocasión más finas. Al igual que en un árbol, todos tenían que unificarse en un tronco, en un solo punto.

Me adentré entre los arbustos. Si me alejaba de los extremos evitaba problemas. Seguí a los de mayor grosor, los cuales se iban entrelazando para crear unos del doble del tamaño anterior.

Dejé atrás a los demás, a quienes pude oír llamándome con aullidos. No me detuve. Pasé frente a la cabaña, zigzagueé por el bosque hasta llegar a la falda de la montaña. Las tres líneas de tentáculos principales ascendían por la elevación rocosa hacia una cueva.

Conforme subía por la cuesta, un dulce aroma se intensificó. Era un olor que nunca creí me haría sentir feliz por percibirlo. Alan estaba cerca. Llegué a la entrada de la cueva y ya podía escuchar los latidos de su corazón. Se encontraba vivo.

Avancé con cuidado, a pesar de no tener señales de alguien más.

Los tentáculos se perdían en el interior de un oxidado cofre abierto. Yacía en la cima de una roca alta y rectangular junto a un libro con símbolos extraños y una daga. Vi unas velas consumidas en un rincón, así como un intento de cama compuesto por una frazada y almohada de hojas. Era la guarida del brujo.

Esperé un momento, cada parte de mí gritando que huyera de ahí. Si el dueño de aquel lugar se hallaba presente podía acabar conmigo y nadie sabría lo que ocurrió. Sin embargo, abandonar al rubio no era una opción, no cuando él había hecho tanto por mí.

Regresé a mi silueta humana. Tomé la daga y ojeé el interior del cofre antes de cortar los tentáculos. Fue imposible detallar algo a través de la negrura, como si fuera un bloque de materia oscura. No le di vueltas al asunto y me deshice del mal. Después lo cerré. Lo llevaría a la manada para que fuese examinado.

—¿Drake? —Su voz fue un susurro que le provocó un brinco a mi corazón.

Rodeé la roca y me adentré aún más en la cueva. Distinguí su cuerpo descubierto tirado en el suelo. Olí sangre.

—Drake... —repitió. Corrí hacia él. Me arrodillé a su lado y lo acomodé boca arriba con sutileza. Sus ojos estaban entreabiertos y desenfocados. Había suciedad sobre todo en su rostro, así como sangre seca que debía provenir de las cortadas en su torso y brazos. Tembló ante el toque de mis dedos en su mejilla.

—Mírame, soy Vanessa. Te encontré, ya todo estará bien —dije.

Negó—. Por favor, no otra alucinación. Solo mátame y ya.

Se encogió, arrastrándose fuera de mi alcance. El pobre tuvo que haber sufrido un montón en esos días. Pero, ¿por qué mantenerlo con vida? A parte de las heridas, no lucía envejecido.

—Lo siento.

Esas palabras acompañadas de un aliento rozando mi nuca me hizo girar llena de pavor. No lo vi al dueño porque fui golpeaba en la cabeza y perdí el conocimiento.

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