Capítulo 23 | Respuestas

Enterré los dedos en la arena, eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. El sol del amanecer se sintió bien contra mi piel. La brisa salada fue la mejor sensación en días. Tenía los músculos adoloridos y la mente exhausta por las horas de búsqueda.

Laila era de gran ayuda. Conocía todos los rincones de la biblioteca privada, dando a entender que llevaba años pasando tiempo allí. Al fin y al cabo era la responsable de preservar cada libro, carpeta, o pergamino en su poder, sin importar el idioma o la procedencia. Poseían antigüedades y una variedad de géneros. No se limitaban a lo relacionado a los hombres lobos, sino que había información sobre cualquier raza pensable, incluso textos de hechicería.

Luego de casi cinco días buscando, necesitaba un poco de descanso.

Unos pasos se acercaron por mi derecha. El individuo contó con el viento en su contra, así que tuve que abrir un párpado para identificarlo.

—Llevo días sin verte —dijo Paula. La escuché sentarse a mi lado y soltar un suspiro—. ¿Por lo menos tanto trabajo te ha dado resultados? Seguro ni descansas para alimentarte lo suficiente.

—Traducciones innecesarias y leyendas irrelevantes. —Terminé de deslizar mis brazos hacia atrás para quedar acostada. Acomodé mi cabeza sobre un brazo doblado, y el otro lo puse en mi abdomen—. He encontrado información de neblinas producidas, tanto por métodos naturales como con uso de magia. Los Pólux emplean un hechizo sencillo por estar favorecidos por la diosa, como dicen ellos, para crear la neblina blanca que nos recibió y así mantener en secreto la localización de su isla. Sin embargo, nada de neblinas púrpuras con tentáculos.

—Creí que únicamente los brujos o hechiceros tenían ese poder.

—Yo también. Fue inesperado, pero, según la tonelada de páginas que he leído, cualquier ser vivo puede acceder a la magia con el conocimiento y habilidad requerida; solo que para los brujos y hechiceros es más fácil. Su vínculo con la naturaleza, o con lo que sea que les de su poder, es más fuerte.

—Eso explica las extrañas palabras de Jair antes de que la neblina aparezca.

—Has estado pasando mucho tiempo con él, ¿no? —comenté. Quise olvidarme de conjuros y succionadores de vida por un rato—. Parece buen sujeto.

—Me agrada. Me mantiene distraída y lejos de... —Se detuvo y optó por no nombrar a Josh—. Ha sido amable conmigo y evita que me aburra. Ian también está por su lado, así que lo único que puedo hacer es esperar en compañía de Jair.

La última ocasión que vi a Ian fue cuando le entregué la tarjeta de acceso de Wyatt para que se la devolviera. El pelinegro debía de encontrarse pasándola de lo lindo con el cazador mientras yo me ahogaba en montañas de páginas. Laila no lo atosigaba por estar auxiliándome, por lo que, como Paula, era libre de entretenerse.

—Alguien viene.

Su declaración provocó que me reincorporara.

En la superficie del agua se agrupó una ancha nube blanca que no permitía visualizar ni un centímetro de la superficie del lago. Transcurrió un momento y se fue disipando hasta dejarnos detallar la figura de una canoa con tres hombres acercándose. La neblina desapareció para relevar a Josh, Ian y a Eusebio, el segundo hijo varón de Clovis. El transporte llegó a la orilla y se bajaron para colocarla en la arena.

Josh e Ian caminaron hacia nosotras, Eusebio permaneciendo paciente en el fondo. El segundo al mando, a diferencia de Ian que cargaba los botones de su camisa desabrochados, estaba bien vestido.

—Vengo de llamar a Drake —inició. Yo me puse de pie y Paula me imitó, sin mirar fijamente al castaño—. Alan desapareció anoche, testigos dicen que lo vieron adentrarse en el bosque.

Mi garganta se cerró con un nudo que provocó una presión intensa en mi cráneo. Me abstuve de maldecir en voz alta porque no solucionaría nada. Fue mi culpa por demorar tanto.

Últimamente desaparecido iba de la mano con la neblina púrpura y los tentáculos; y su destino desde que pisó el bosque al escapar tuvo que estar relacionado con ellos. A ese idiota solo se le podía ocurrir irse así, débil por su excursión pasada, en busca de lo que no se le había perdido. ¿Dónde se encontraban sus niñeras para evitarlo? ¿Estaba Drake armando grupos para hallarlo? Lo dudaba. El rubio debía estar al final de la lista de prioridades del alfa.

Nadie era tan cercano a ambos como para presionar y desafiar a Drake. Nadie exceptuándome.

—Hoy mismo regreso con la manada. Tengo que encontrarlo.

—Pero, Vanessa, la investigación...

—Eso puede esperar, Paula —espeté. Tenía que entrar en acción pronto—. Puedo ir, hacerlo volver con la manada, y regresar en menos de una semana.

—No me parece necesario —dijo Ian—. Somos más útiles aquí que allá.

—Dime con sinceridad si crees que Bryan está en este instante buscando a su hermano como desquiciado. ¡Ja! Por favor, todos sabemos que lo detesta, como muchos. Si no voy, no moverán ni una garra por él.

El pelinegro no me llevó la contraria porque era consciente de que yo tenía la razón.

—Por ese motivo yo iré para asegurarme de que lo busquen —informó Josh.

—El problema es que no confío en ti.

—Eso me tiene sin cuidado, Vanessa. Piénsalo bien, si te quedas aquí y hallas las respuestas que necesitamos, no solo salvarás a Alan, sino que acabarás con esto de una vez. —Esperó un momento para darme tiempo de considerarlo—. Además, la boda es en menos de dos semanas y mientras menos estés presente dentro de ese lapso, mejor. Estuviste a punto de arruinarla, ¿sabes? Justo antes de venir acá. Corinne iba a cancelarlo todo, pero sus padres la hicieron recapacitar. La próxima vez que planees revolcarte con mi hermano, por lo menos ten la decencia de recoger tu ropa interior.

La boda.

Con el ajetreo la había olvidado. Tal vez incluso mi mente bloqueó el evento, al que estaba obligada a asistir, para no distraerme. Pude casi visualizar a Corinne probándose vestidos, a Drake memorizando sus votos, y a ambos degustando la comida que servirían. En cada escena sonrientes, como la pareja que eran.

Había encontrado mi ropa interior, pero la infidelidad no la detuvo. Los padres de Corinne jamás permitirían esa deshonra y ella podía tragarse el orgullo por tener la posición que siempre deseó. ¿Rechazar el privilegio de casarse con el alfa? Impensable. Cero dignidad, cero felicidad; solo importaba el poder y los años invertidos en su formación para ser la esposa perfecta.

La rubia iba a ser miserable al lado de Drake. Quizás los primeros años aguantaría y disimularía su desdicha, no obstante, después de pasada esa etapa, no le importaría mantener apariencias. ¿Por qué lo vi venir? Porque la ambición del castaño era demasiado grande para conformarse con el simple amor de su esposa, el cual no tardaría en marchitarse luego de haber cumplido su meta. Esos días leí varias leyendas al respecto y las personas como Drake no dudaban en pasar por encima de los suyos para obtener lo que anhelaban.

Hice constar que comprendía los motivos y permanecería en la isla.

Abandoné la playa sin decir más, sin querer malgastar segundos en cordialidades. Atravesé la plaza, maniobré entre un grupo de cachorros que perseguían a un lobo que les triplicaba el tamaño, ingresé al edificio de dos plantas y en minutos me encontraba en la biblioteca.

No había pasado mucho desde que Laila decidió retirarse, abatida por el cansancio, a su recamara. Todavía debía estar durmiendo, así que aprovecharía la soledad para incrementar mis niveles de productividad.

Tomé asiento en el suelo, con la espalda haciendo contacto con un libreto al fondo del segundo pasillo. A mi alcance tenía siete columnas de libros, una conformada por dos textos ya leídos y que tenía que regresar a su sitio, y los demás que faltaban por revisar.

Escogí el próximo en la lista y lo coloqué sobre mis piernas. Estaba escrito en una lengua de símbolos extraños y en tinta negra choreada. Ojeé el grupo de diccionarios en uno de los montículos, sin ser capaz de identificarla. Con un suspiro, cerré el libro y lo puse a un lado, creando un octavo apartado con el que Laila tendría que auxiliarme.

Los siguientes textos fueron más sencillos de comprender o decodificar con un diccionario. En esa oportunidad me topé con varios relatos sobre tentáculos, ya fueran de criaturas mitológicas o cuerdas viscosas sometiendo a sus víctimas. Nada de succionar la juventud, excepto en un par de hechizos que parecían poco creíbles.

Sin darme cuenta, el sol se posó en su cima máxima. La zona central, donde se ubicaban las escaleras, fue la que recibió mayor iluminación. Para ese instante, Josh ya debía de haberse marchado.

Dejé la página que analizaba a un costado y me levanté para ir por agua. Pasé junto al sofá que Laila disfrutaba utilizar para su siesta. Deslicé una puerta casi oculta en la pared para revelar una reserva de botellas de agua y algunos alimentos que no requerían refrigeración.

—Por favor, pásame un paquete de esas galletas. Mi hermana me las trajo de su última expedición al exterior.

Giré ante la voz de la pelinegra. Acababa de salir del pequeño baño del lugar—. ¿Cuándo llegaste?

Agarré su pedido y se lo lancé. Destapé mi agua y di un sorbo.

—Hace un rato. Estabas tan concentrada que no te diste cuenta. —Rompió el envoltorio y se llevó una galleta bañada en chocolate a la boca. Caminó hasta su mueble y se acomodó en él—. ¿Has hallado algo útil?

—No, de hecho, necesito que veas unos libros que no entiendo. Además, quería preguntarte si puedo leer el libro donde sale el hechizo de neblina que utilizan ustedes. Sé que quizás no servirá de nada, pero siento curiosidad por verlo.

Laila asintió. Amarró su cabello en un moño alto y fue a la sección contraria a la que yo había estado ojeando. La escuché contar sus pisadas, el número de repisa y por último de los libros. Extrajo uno no tan grueso, un segundo que era el doble del grosor del primero y volvió para dármelos.

—Está escrito en Inuktitut, así que necesitarás de este diccionario escrito por la madre de Eusebio. Si tienes alguna duda, házmelo saber. Iré a echarle un vistazo a esos libros que dices mientras tanto.

***

Una capa de neblina distraerá a los ajenos de ver lo visible. El manto de la diosa ocultará el lugar sagrado y despistará a los intrusos. Arriba, abajo, en cada espacio, siendo la guía de mis pasos.

Después de la asesoría de Laila, lo que garabateé en un trozo de papel cobró sentido. Leyéndolo infinita cantidad de veces, tanto en mi mente como de forma verbal, pronunciando palabra por palabra, una idea se hizo presente.

—¿Y si... la neblina es solo para distraer? ¿Para desviar la atención de algo mucho mayor?

Laila desvió la atención del texto en su regazo y la posó en mí—. Podría ser. Aquí la utilizamos precisamente para ello, ocultar la ubicación de la isla.

Sonreí llena de emoción. No era mucho, pero si teníamos razón, nos estábamos acercando—. Puede incluso tratarse del hogar de la criatura de los tentáculos.

Fui por un par de libros que ya había ojeado con anterioridad, donde, con mi hipótesis, esperaba dar con algo que no detallé antes. Los hallé por el título en su lomo, escritos en el idioma que yo hablaba.

—¿Tu pareja es el que desapareció?

Uno de los libros casi cae de mis manos por la pregunta imprevista de la pelinegra—. ¿Por qué lo dices? —murmuré regresando a mi puesto.

—Escuché rumores de que uno de los suyos desapareció y por eso Josh volvió con la manada. Disculpa mi impertinencia, pero su nombre estaba en el bolso con alimentos que trajiste. Si él tuvo el gesto de prepararte comida para el viaje debe ser por un motivo especial.

Las imágenes de lo que viví en los últimos meses con Alan inundaron mi cabeza. Los besos, la vulnerabilidad, el apoyo, la adrenalina y el afecto creciente. No podía permitir que saliera lastimado. Sentía la rara convicción por protegerlo.

—No lo es. Solo es un gran amigo.

—Oh. —Se vio en realidad desilusionada—. Lo siento, soy una romántica empedernida. Igual espero que lo encuentren pronto.

No repliqué, no obstante, yo esperaba lo mismo. Rogaba por que la situación no fuera más que un acto de rebeldía de su parte, una necesidad por verme tan grande como para huir, cansado de los malos tratos de su hermano. Quizás estaba en una carretera divagando, preguntándose cómo haría para dar conmigo.

—¿Por qué tu madre y tú emplean títulos tan peculiares para referirse a algunos miembros de la familia? Hace rato dijiste madre de Eusebio, ¿acaso no es también tu madre?

Mi efectivo intento por cambiar el tema generó que colocara el libro a un lado. Noté ese detalle desde el inicio de la estadía, sin toparme con la situación indicada para saciar mi curiosidad.

—Eres de los pocos que se han dado cuenta, o tal vez de los que se han atrevido a preguntar. La primera esposa de mi padre se llamaba Leticia y tuvieron cuatro hijos antes de que ella falleciera hace más de cuarenta años. La pareja de mi madre, el hermano de mi padre, mi... tío, también murió cerca de la misma fecha. Puede decirse que se consolaron y acabaron por enamorarse.

Leticia. El nombre resonó en mi mente, pero en ese momento no pude deducir por qué. ¿Dónde lo había escuchado antes?

—¿Cómo murieron?

Costaba pensar que algún habitante de la isla falleciera por razones distintas a accidentes o vejez, sobre todo la pareja del alfa. Excluidos y con ubicación misteriosa, los ataques de vampiros no debían ser un problema. No me extrañaría que la madre de Clovis todavía anduviera por ahí dando órdenes.

—Hace unas décadas hubo una guerra provocada por los vampiros. Como de costumbre, les entró las ansias de poder y de sed, creyendo salirse con la suya arrasando con poblados enteros. Los hechiceros intervinieron reclutando miembros de manadas de la zona. Hombres y mujeres mayores de edad que no fueran madres. La manada se quedó sin protección, sin ser capaz de ir en contra del Consejo, mi padre fue obligado a liderar en el frente de batalla, dejando atrás a Leticia, su pareja de entonces, quien se encargó de proteger a los pequeños y mujeres de maridos ausentes en la isla. Nos invadieron, un hechicero traicionó a los suyos y asesinó a Leticia mientras ella intentaba salvar a dos niños de la masacre que se desató en la plaza.

Ahora comprendía el rencor. El Consejo no se ganó el apoyo de nuestra raza, sino que la tomó a la fuerza. Los vampiros eran responsabilidad de los cazadores, no de nosotros, aún así nos forzaban a cooperar. Aniquilaron a su compañera y, estaba casi segura, a muchos miembros. Clovis tenía todo el derecho de vengarse.

Abrió la boca para agregar algo más, pero se detuvo para permanecer pensativa por unos instantes.

—¿Dices que los tentáculos absorben la juventud de los que tocan? —preguntó poniéndose de pie—. Se parece a lo que la historia relata utilizó el hechicero traidor para atacarnos. Quería recolectar la energía de seres vivos para realizar un hechizo de alto nivel.

Se aventuró en el tercer pasillo, doblando en la esquina y desapareciendo de mi vista. No tardó en volver con un texto que parecía tener varias décadas encima. Las hojas poseían una tonalidad amarillenta y con distintas caligrafías forrándolas. Cambió las páginas hasta detenerse casi al final.

—Aquí —anunció posicionando el dedo índice en el último párrafo—. Según el que lo narró, extrañas figuras semejantes a tentáculos emergieron del agua y de las sombras. Se enroscaron en las extremidades de quienes estuvieran a su alcance, extrayéndoles por completo la vida. Las víctimas perdieron su aspecto y envejecieron hasta secarse.

Ahí estaba. Los ataques eran porque un hechicero planeaba algo grande y necesitaba vidas para lograrlo. ¿De qué se trataba? ¿Por qué en nuestro bosque? Esas preguntas hallarían su respuesta al regresar. Y ya era hora de hacerlo.

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