Capítulo 16 | Merecer
El abatimiento ensombrecía mi alma. Me arrepentía de haber confiado en el trato con Josh. Me dolía haberme dado cuenta de lo estúpida que fui por arriesgar mi vida para salvar la de Drake, cuando él no lo merecía. Fui una imbécil una vez más, cegada por los sentimientos que, lamentablemente, continuaban habitando en mí.
Quería golpear a alguien hasta dejarlo inconsciente. Quería permitir la combustión de la decepción, frustración y rabia para luego ahogarla con alcohol. Necesitaba ayuda para sobrellevar esa situación, o terminaría de pudrirme. Maldije el instante en el que acepté regresar. Ahora no sabía hasta cuándo tendría que soportar esa tortura ni si algún día llegaría a su fin. Podía intentar huir, pero era consciente de que no sería tan fácil como las demás ocasiones. No iba a poner ni respirar sin que Drake lo supiera.
Me quedaba ocupar mi tiempo en cosas productivas; como maquinar mi venganza contra Drake, o planear la absolución de Alan, hasta poder encontrar una oportunidad y aprovecharla. Conforme avanzaba hacia las celdas de los Cephei, fue obvio en qué me enfocaría primero.
La manada encerraba a sus prisioneros en celdas a veinte metros por debajo de las instalaciones subterráneas. No era común tener retenidos; a menos que se tratara de sujetos importantes por interrogar, miembros esperando una sentencia de castigo, o un impuro recién llegado con vínculo de conversión. El ascensor se abría en un pasillo largo, en cuyo final había dos guardias armados. Ese era uno de los trabajos más aburridos y menos codiciado entre los puros, por lo que solían dejárselo a los jóvenes que buscaban aprobación.
Uno de ellos, la chica, me preguntó mi nombre. Al dárselo, me permitió el paso de inmediato. Deslizó su tarjeta por el sensor y la puerta blindada se abrió. Después de indicarme el número de celda, los dejé atrás.
El ambiente era tan frío que incluso pude percibirlo. Yo ya había estado ahí un par de veces, comenzando el día que me trajeron a la manada y me mantuvieron encerrada por varios meses para romper mi conexión con Drake. Empecé a cuestionarme si de verdad en aquel entonces el lazo se deshizo, o si Los Tres se equivocaron. Lo que él provocaba no podía ser normal.
Alcancé la celda de Alan y abrí la ventanilla embarrotada para verlo. En esta habitación de tres por tres; con solo una cama, inodoro y lavabo, estaba Alan sentado sobre el colchón. Tenía su espalda pegada de la pared, con las piernas pegadas a su pecho y el mentón apoyado de sus rodillas. Bajo ese bombillo demasiado brillante para permitir dormir, noté su vestimenta limpia, pero también su mirada triste y perdida.
—Alan —lo llamé cuando no levantó ni la vista ante mi llegada.
—Quizás está bien que me maten. Hice cosas horribles y merezco pagar por ellas —dijo.
—Entonces todos, empezando por Drake, deberían morir. Bryan, Josh, Ian y yo igual.
Me destrozaba hallarlo así. Confirmé mis sospechas de que la culpa lo estaba devorando. Había perdido los papeles y era imposible enmendar sus acciones, sin embargo, darse por vencido también significaba dejar que la bestia en su interior ganara. Yo colaboré para permitir su escape, así que de igual forma recaía en mí ayudar a combatirla.
—No lo entiendes, Vanessa. Me volví adicto a la sangre. No me han dado ni una sola gota desde que regresé y he estado bebiendo de mí mismo para no enloquecer. Soy un monstruo.
Me mostró la parte interna de su brazo izquierdo. Había varias heridas a lo largo de la extremidad, unas más profundas y recientes que otras. No fue su decisión estar en aquel estado y eso fue lo que más me indignó.
Un monstruo no estaría sufriendo por el daño que ocasionó y definitivamente no aceptaría morir para librarse del remordimiento. Yo veía esas cosas y haría que los demás también lo hicieran.
—Podrás superarlo. Podemos hacerlo juntos —aseguré—. Sé que sabes sobre mi pequeño problema con el alcohol. Tal vez tú puedas ayudarme con él.
—Ya tienes suficientes problemas como para hacerte responsable de mí —contestó—. Creí que ya estarías lejos.
—Resulta que Drake tiene otros planes.
Ante eso, giró su cuerpo hacia mí. Sacó las piernas fuera del colchón y se apoyó con las manos del borde de la cama.
—¿No dejará que te vayas, cierto?
—No hasta que supuestamente sea seguro para mí.
—Es un maldito.
Era eso y mucho más. Así como en el pasado sentí que cada día mi amor por él crecía, el efecto continuaba siendo igual, solo que con el sentimiento opuesto. Mi rencor se alimentaba con cada instante que transcurría.
Intuí que Alan debía considerarme una ingenua por arriesgar tanto por el castaño, por las aberraciones que realizamos a fin de rescatarlo. Sin dudas no podía contarle que tuve que pedirle permiso para verlo y si, por el contrario, hubiese decidido huir minutos después de despertar en la enfermería, lo más probable es que ya estuviera a kilómetros de ahí. Sin embargo, la consciencia no me hubiera permitido existir.
—Concentrémonos en ti, ¿sí? Voy a convencer a Samuel para que retire los cargos. Con su apoyo no te ejecutarán.
Se puso de pie. Caminó hacia mí para detenerse justo del otro lado de la puerta, con su rostro ocupando todo el espacio de la ventanilla. Sus ojos contaban con un suave tono rojizo. Detecté las ojeras y las pequeñas venas resaltantes por su palidez. También parecía más delgado.
—No lo hagas por lástima, Vanessa. No porque lo que pasó entre nosotros no significó nada para ti y sientes remordimiento.
El recuerdo del fugaz acto retumbó dentro de mi cabeza; sus manos sobre mi piel, su olor dulce por todos lados, su boca succionando mi sangre. Apreté las piernas. Luego, se asomó la liberación en unos segundos de todas las angustias acumuladas que me dejó vacía por unos momentos. Por último vino caer en cuenta de que había sido un error cruzar esa línea. Se trataba del mismo niño introvertido y marginado que apoyé durante sus semanas con la manada. No estuvo bien lo que hice.
—Es mejor que no hablemos de eso, Alan. Fue... un instante de locura que jamás volverá a ocurrir. Quedémonos como amigos.
No respondió. Decidió regresar a la cama y adoptar la misma posición con la que me recibió.
Preferí no hacer presión. Comprendí que haberme acostado con él confundió sus sentimientos hacia mí y requería tiempo para pensar. Por lo que observé en su pasado, su experiencia amorosa previa fue un fracaso que sembró cicatrices que aún sanaban. No obstante, aunque doliera, lo mejor era aclarar las cosas para que no se ilusionara.
—Prometo sacarte de aquí —aseguré.
Le di unas palmadas a la puerta a la vez que le rogaba en silencio a Diana que me ayudara. Después, resignándome a no obtener otra interacción con Alan, me marché para idear cómo proceder.
Continuaba débil por haber estado inconsciente tantos días y, a pesar de desear con todas mis fuerzas ir por Samuel, decidí que era mejor descansar un poco. No iban a permitir que me acercara a él así como así, mucho menos siendo la impura con vínculos con los chupasangres que además lo interrogó y torturó. Definitivamente no iba a pedirle favores a nadie, por lo que requería estar bien para tomar medidas poco sutiles.
No fue difícil enterarme de que los Arcturus se quedaban en el último piso del edificio destinado a los estudiantes forasteros puros. Los estudiantes de las otras manadas no podían transitar por ciertas áreas exclusivas de los Cephei, como el edificio donde guardábamos el armamento y las instalaciones subterráneas. Ian me informó del número de habitación que ocupaba mi objetivo, de la hora donde habría menos seguridad y que pensaban volver a su territorio dentro de dos días, luego de que Alan pagara su deuda.
Mientras avanzaba por el patio, entre el mar de estudiantes que se dirigían hacia sus clases matutinas, aún no tenía claro cómo convencería a Samuel. Sabía de su carácter despiadado y orgulloso, por lo que persuadirlo a perdonar a un impuro bastardo bebedor de sangre rozaba lo imposible. Sin embargo, encontraría la manera, al igual que lo haría para recaudar información sobre Hannah.
Debido a la hora, la mayoría de los cuartos se encontraban vacíos, o los ocupantes dormían para recuperarse de las materias nocturnas. Subí por las escaleras para no llamar la atención antes de mi llegada.
En el comienzo del pasillo yacía el primer guardia en una silla leyendo una revista. Tenía aspecto joven, con el cabello cayéndole sobre los ojos. Vestía un uniforme negro con una franja naranja en el brazo, indicando que se trataba de un Arcturus en período de prueba. No cualquiera podía custodiar a la familia alfa.
Al verme, se puso de pie y colocó la revista a un lado.
—Buenos días, ¿qué se te ofrece? —preguntó.
Al ser un aprendiz todavía, debía estar a cargo de alguien, mas se encontraba solo. Ian había estado en lo correcto; los Arcturus de alto rango estaban comiendo a esa hora. Iba a ser sencillo de derrotar porque seguro acababa de terminar su entrenamiento y recién salía al campo.
—Voy a hablar con Samuel Harcos —respondí sin detenerme.
—No me hablaron sobre ninguna reunión prevista. —Se interpuso en mi camino—. Además en estos momentos no está disponible.
—Te aconsejo que me dejes pasar.
—Yo... —Solo bastó mi mirada para intimidarlo. Pobre chico, se lo comerían vivo—. No puedo.
Sonreí—. Como quieras.
Lo rodeé y cuando estuve por dejarlo atrás, sujetó mi brazo. Su pulso tembló a medida de que la mano se cerraba contra mi extremidad. Pero, recordando que no debía mostrar señales de debilidad, logró controlarse.
Examinamos nuestros rostros por unos segundos, ambos dándole la oportunidad al contrario para retractarse. En sus ojos vi un color que solo se parecía a los de una persona. Ese iris dorado con líneas oscuras únicamente provenía de una línea de sangre; rasgo que Samuel no tuvo la fortuna de heredar. ¿Quién era ese chico?
Pegué los dedos de mi mano libre e impacté el costado de la misma contra la cara interna de su codo. El movimiento envió suficiente dolor para que la articulación se flexionara y a consecuencia su agarre cediera. Terminé de apartarlo con un manotazo.
Él no perdió el tiempo masajeando el lugar del choque, como creí que haría. Su brazo sano se expulsó hacia adelante, intentando golpearme o atraparme.
Reaccioné con un segundo de ventaja poniéndome de cuclillas. Apoyé las manos más allá de la espalda para tener la estabilidad necesaria y así alzar la pierna y dar justo en su estómago. Él se dobló por haberle sacado el aire, brindándome la oportunidad de lanzar una patada más y pegarle en la cabeza. Cayó sobre su trasero soltando un gemido.
Me puse de pie limpiando mis manos con el pantalón—. Te dije que me dejaras pasar.
Elevó la cara para asesinarme con la mirada. Cubría su nariz y, al percibir el olor a sangre, supe que se la rompí.
Simplemente fui demasiado rápida para él. Ese chiquillo no estaba preparado para vigilar un corredor por su cuenta. Si quería matarlo, si fuera una verdadera traidora, ya estaría muerto.
—No te vayas a levantar —pedí.
El orgullo y el sentido del honor de los Arcturus provocaron que el muchacho se parara. Con una mano en la panza y la otra limpiando la sangre de su nariz, pero lo hizo. Estaba preparado para seguir retándome las veces que fueran requeridas, incluso cuando no podía ponerme en una posición adecuada.
No iba a negarlo, el chico tenía agallas. Qué lástima que yo no tenía tiempo para juegos.
Trató de embestirme para derríbame, mas lo esquivé sin problema. Casi vuelve a acabar en el suelo, yéndose de cara. Le di el empujón que faltó disparando un puñetazo en su mejilla. Ahí sí terminó en el piso. Antes de que recobrara la compostura, lo finalicé con un golpe más, haciéndolo entrar en la inconsciencia.
Lo acomodé con cuidado en su silla, también colocando la revista en su regazo, para que pareciera que se había quedado dormido en su guardia.
Retomé mi recorrido por el corredor. Solo debía pasar de largo por tres cruces más y cruzar a la derecha para dar con la alcoba de Samuel, quien, según Ian, tenía que estar preparándose para una reunión con Drake, donde tratarían el tema de Alan.
La puerta a mi izquierda se abrió. Me puse alerta, lista para enfrentar a quién fuera. No obstante, el interior de la recamara lucía vacía, como un fantasma la hubiera abierto. Oí un siseo detrás de mí y al girar, a la altura del techo, había un hombre sujetándose de las paredes para mantener su posición. Fue impactante y supuse que saltaría sobre mí, pero no pude estar más equivocada.
De la nada, alguien haló de mi muñeca para doblar mi brazo en un ángulo doloroso contra mi espalda. Agarró la otra extremidad y así de rápido me hallé en el suelo con otro sujeto sometiéndome. Teniendo todo su peso sobre mí, tiró de mi cabello para alzar mi rostro y acomodar un sable contra mi garganta.
El tipo con complejo de araña brincó para quedar frente a mí. Se puso de cuclillas.
—¿Por qué tan urgida por ver al heredero Harcos, sangre sucia? —preguntó.
—¿De verdad creíste que solamente ese mocoso iba a estar cuidando este sitio? —se burló el otro—. Tengo tantas ganas de rebanarte el cuello.
Quedé muda. Temí que el simple hecho de tragar generaría que la hoja me cortara.
—¿Quién eres tú y por qué quieres ver a mi hijo?
El hombre que no me sostenía se reincorporó para encarar a su alfa.
Manuel Harcos, en una túnica roja con bordes dorados, caminaba hacia nosotros. Era un par de décadas mayor de lo que fue Arthur, dichoso de reflejarlo al lucir su cabello largo grisáceo. Mantenía una expresión seria, con el mentón ligeramente levantado para maximizar su superioridad.
Su atención se desvió al fondo del pasillo, en dirección de las escaleras. Yo no podía observarlo, pero supe que se enfocaba en el muchacho que acababa de vencer. Frunció los labios, mostrando su decepción.
—Párate de una vez, Gael, y ve por Drake. Quiero que venga y me explique el porqué no puede controlar a los impuros de su manada. Con Arthur, esta falta de respeto jamás hubiera sucedido. —Hizo una pausa, esperando a que el chico obedeciera. No tardé en escuchar sus pasos apresurados descendiendo por las escaleras—. Guarda tu sable, Francis. Su sangre es indigna para manchar un arma tan fina.
El guardia siguió la orden, mas permaneciendo encima de mí.
—Es la chica que estuvo encubierto en el Clan del Norte para rescatar al alfa Aldrich, mi alfa —notificó mi opresor.
—Ahora mucho menos permitiré que veas a mi hijo. Tus lazos con los vampiros no son claros para mí.
No tan lejos se oyó una puerta abrirse y alguien nuevo acercándose a la escena.
—Está bien, padre. Escucharé lo que tenga que decir —habló Samuel.
La única prenda en su cuerpo bien definido era una bermuda; del resto su pecho se encontraba descubierto y se desplazaba descalzo. Por la dirección de donde apareció, y si los datos de Ian fueron ciertos, no acababa de salir de su habitación.
—Deja que se levante —agregó.
Francis miró hacia Manuel esperando que la orden la dictara él, cuando el alfa de los Arcturus asintió fue que pude ponerme de pie. Acomodé un poco mi vestimenta, con el guardia todavía cerca por si ejecutaba algún movimiento violento.
—Gracias. Sé que no fue la mejor manera, pero no es un secreto que haber pedido reunirme contigo hubiera sido denegado de inmediato —dije—. Vengo a conversar sobre Alan y así hacerte entender que no merece ser ejecutado. Ayudamos a salvarte la vida y por lo menos tienes la obligación de...
—No tengo ninguna obligación contigo —me cortó cruzando los brazos. Me equivoqué con mi elección de palabras—. Hubiesen estado o no encubierto, mi manada hubiera ido por mí. Además, ustedes participaron en mi captura. Agradece que el castigo no te salpicó porque Drake nos cobró un favor.
A unos metros, detrás de Samuel, se asomó una mujer de melena rizada rojiza, justo de dónde él había venido. Tuvo la intención de volver al interior de la recamara antes de que los demás notaran su presencia, no obstante, con su mirada puesta en mí, algo la hizo cambiar de opinión. En bata, Emily se aproximó para asegurarse de que se trataba de mí, la supuesta traidora que junto a Alan le salvó la vida en la noche del secuestro de Samuel.
—Eres tú —dijo captando la atención de todos—, la amiga de mi hermano.
—¿Estabas con esta muchacha otra vez, hijo? ¿Acaso tengo que desterrarla para que te alejes de ella? —intervino Manuel Harcos entrecerrando la mirada. Se dirigió a la hermana de Kevin—. ¿No tienes vergüenza? ¿Crees que tus padres estarían felices de que te revuelques con él sabiendo que nunca podrán tener una relación seria?
Emily se abrazó a sí misma y se encogió, queriendo desaparecer. Bajó la vista, viéndose afectada por las palabras de su alfa.
—No es el lugar ni el momento, padre —replicó el heredero de los Arcturus, sin posar los ojos en su querida.
Aunque lo deseara, no podía decirle más que eso. No solo era su padre, sino su alfa, y por ende no podía retarlo en público. Por otro lado, Manuel sí podía hacerlo, y con creces. Lo demostró abofeteando a su hijo. Samuel no tuvo más remedido que apretar los puños y contener su ira.
—Tienes razón, lo arreglaremos en casa y ahora sí será definitivo —declaró—. Por ahora, resuelve tus asuntos con los Cephei para irnos lo antes posible. Te doy dos días.
Dicho aquello, Manuel retornó a su alcoba acompañado por uno de los guardias.
—Emily, ¿recuerdas el lobo blanco que interrumpió nuestra charla? Él te llevó a un lugar seguro lejos de los vampiros —dije para no continuar desperdiciando mi oportunidad.
Ella parpadeó, haciendo a un lado la desagradable escena.
Asintió—. Lo recuerdo.
—Bueno, en estos momentos lo tienen encerrado y planean ejecutarlo. Su nombre es Alan.
—¿Él hizo eso? —interrogó Samuel viendo a Emily.
—Sí, por eso fue que me encontraron dentro de ese árbol. Ellos se preocuparon por tu bienestar también. No puedes permitir que lo maten, Sam. Me salvó la vida y además lo más probable es que también se hayan encargado de esconder la carpeta de los avistamientos.
Samuel se tomó su tiempo para meditarlo. Ella iba a ser una pieza importante para ayudar a Alan, sobre todo por su relación con Sam.
No recordé la carpeta hasta ese instante y no pude hacer más que intrigarme por el significado de su contenido, pero iba a tener que esperar. Quizá podía ser un motivo con el cual mantenerme ocupada durante mi estadía.
Todo fue olvidado por unos segundos al oír las pisadas en las escaleras. No tardé en girar y toparme con Drake, escoltado por Gael y Patrick. Mi nariz se encargó de únicamente captar su aroma a almendras.
—Vanessa —suspiró.
—Por fin llegas, Drake —lo recibió Samuel—. Al parecer deberías apretarle más la correa a tus impuros antes de que todos se salgan de... Espera un momento, ella no se ha sometido a ti.
—Pronto lo hará. Agradezco el consejo y disculpen los inconvenientes ocasionados —respondió el castaño. Vino hacia mí y me tomó del brazo como si siguiéramos teniendo esa confianza—. Pide disculpas.
Sentí repulsión. Quise halar mi brazo para alejarme de él, mas tuve que soportarlo. Caí en cuenta de que necesitaba tener tanto a Samuel como a él de mi lado. Me mordí la lengua, asfixiando las ganas de apartarme de él, e incliné levemente la cabeza hacia abajo.
—Mis disculpas, futuro alfa de los Arcturus.
—Por esta ocasión lo dejaré pasar. Ahora retírate.
—Patrick —dijo Drake—, escóltala a su habitación y quédate con ella hasta que yo vaya.
Patrick reaccionó de inmediato, reemplazando el agarre de mi brazo. Me dejé llevar porque ya había cumplido mi meta. Solo quedaba esperar que haya funcionado. Confiaba en que por lo menos ya no asesinarían a Alan.
—Piense en lo que Alan ha hecho por ustedes. Merece un castigo, pero no la muerte —hablé mientras bajaba el primer escalón. Aproveché de lanzarle una mirada de súplica a Emily.
Mi cuidador siguió sus instrucciones al pie de la letra. Permaneció a mi lado, en silencio, durante la próxima hora, en la que me distraje acomodando mi armario y luego contando las grietas en el techo. La molestia de los golpes recibidos tardarían un poco en desaparecer. Esperaba que se aburriera y marchara; de igual forma yo no iría a ningún sitio lejos de esos cuatro muros. Sin embargo, se quedó en el sillón de la esquina, leyendo un libro de bolsillo.
Drake tuvo que haberse quedado para reunirse con Samuel. Rogaba que mi intento por suavizar la condena haya funcionado. Los Tres eran quienes decidirían, pero los testimonios de los afectados, entre otros factores, influirían y podían cambiar el rumbo de las cosas. Pensé de nuevo en el rubio, en su expresión, y mi corazón se contrajo.
Por fin llegaron los toques en la puerta, después de los cuales Drake ingresó a la recamara. Me puse de pie como un relámpago, indispuesta a estar en una posición vulnerable. El alfa libró al subordinado de su tarea y éste se fue, dejándonos solos.
—¿Qué quieres? —pregunté cuando no actuó. Se había quedado junto a la entrada con un sobre amarillo en sus manos.
—Que dejes de mirarme y hablarme así.
El nivel de su cinismo pareció no tener límites. O tal vez, ya se estaba volviendo loco. ¿Cómo podía esperar que lo tratara bien luego del todo daño que me había hecho y que me seguía haciendo? ¿Cómo recibirlo con aprecio si pensaba obligarme a ir a su boda con otra, manteniéndome cautiva?
—Lo siento, señor alfa, el paquete de azúcar y arcoíris caducó. Para la próxima es recomendable evitar el engaño y encierro involuntario.
—Sin dudas cambiaste —señaló avanzando unos pasos—. Tu actitud está comenzando a hacer un problema, Vanessa, y tendré que hacer que lo corrijas por tu propio bien.
—Admito que fue estúpido pretender acercarme a Samuel de esa forma, pero fue por una buena razón. Tú conoces a Alan. Él se arriesgó por ti. No merece ser ejecutado.
—Conozco al Alan de hace ocho años, no a éste —contestó con sequedad. Se detuvo al inicio de mi colchón, dejándome acorralada entre ambas camas y la mesita de noche detrás de mí—. Pero puedes estar tranquila, ya no pedirán su cabeza. Mañana será la audiencia con Los Tres.
Exhalé, aliviada.
—No te acerques más a los Arcturus y mucho menos a Manuel Harcos. Sabes lo que piensan ellos sobre los impuros —añadió.
Y era cierto. Los Arcturus estaban conformados exclusivamente por puros. Los impuros no tenían cabida dentro de su manada porque eran considerados una forma de desmejorar la raza. Convertir a un humano en Hijo de Diana era un indicio de debilidad y descontrol, cosa que no podía tolerarse. En presentarse tal caso, ambos individuos eran desterrados.
—No lo haré —mentí. Aún debía preguntarle a Samuel sobre Hannah. Si existía la mínima posibilidad de que mi hermana estuviera con vida, no la dejaría escapar—. Si no tienes más que decir, puedes irte. Quiero descansar.
No aguantaba estar en el mismo cuarto a solas con él. Sentía un hormigueo en las manos y que me faltaba el aire. Lo odiaba y me odiaba a mí por presentar esos síntomas.
—Una cosa más —contestó depositando el sobre en mi colchón—. Me contaron que no parabas de llamar a alguien mientras estabas inconsciente y me tomé la molestia de investigar. Espero que en ese sobre encuentres todo lo que necesites saber.
Permanecí atónita, observando cómo se marchaba. Era irreal lo que acababa de suceder. El que me destruyó estaba alimentando la esperanza de hallar a mi hermana. Todavía no leía la información y un sabor agridulce me llenó. Unas simples gracias no eran suficiente agradecimiento, mas a la vez luego de tanto sufrimiento que me causó ni siquiera se merecía eso.
Quité con cuidado el sello del sobre y extraje los papeles de su interior. En la cima del considerable montón de hojas, había una nota:
Con esto no espero enmendar todo el dolor que te causé. Mi ambición terminó cegándome hasta el punto de lastimar a la única mujer que he amado. No me merezco tu perdón. Eso lo sé. Pero Diana es testigo de lo mucho que me preocupo por ti y de lo intranquilo que me tiene la nueva tú. Sé que es mi culpa y de todo lo que tuviste que afrontar cuando huiste. Quiero saber qué te pasó, caramelo. Quiero saber cada detalle.
Si aceptas, te esperaré detrás del templo antes del amanecer.
Drake.
Rompí la nota. Él se equivocaba si creía que caería con esas frases vacías, aun más que me encontraría con él. Yo no le pedí ningún favor, así que no le debía nada.
Me enfoqué en el resto que sí fue de mi interés.
Descubrí que mi hermana se había transformado en Hija de Diana y que su último paradero conocido fue con la manada de un tal Oscar Lundberg, en la península nórdica. La hallaron inconsciente en su territorio luego de una luna llena. La mantuvieron vigilada mientras comprobaban que no era una amenaza y al poco tiempo la aceptaron como su miembro. Nunca habló demasiado de su pasado, solo que era de un país lejano y que toda su familia había muerto. Las otras páginas relataban su vida como humana, otros lugares en los que estuvo y probables vínculos con individuos conocidos. Mantuvo una relación clandestina pasajera con Samuel Harcos, con un humano y con otro Hijo de Diana. En fin, se trató de una investigación bastante completa.
Mi cabeza se llenó de preguntas y de remordimiento. ¿Entonces no había muerto junto a nuestros padres en nuestro hogar? ¿Cómo fue su conversión? ¿Se había preocupado por buscarme? ¿Por qué irse tan lejos? También me dolía pensar en lo que tuvo que pasar, en lo asustada y sola que debió sentirse. Yo no estuve para ayudarla, así como seguramente nadie lo hizo.
Suspiré, dejando los papeles a un lado y acostándome.
No era momento para culparme o pensar en las adversidades que tuvo que afrontar. Tenía que alegrarme porque mi hermana estaba con vida. Y, aunque no conociera su paradero, utilizaría lo que Drake me dio para encontrar dónde empezar a buscarla.
Drake, el imbécil que me pisoteó el corazón. Debía estar consciente de lo mucho que significaba lo que acababa de hacer por mí y que fue el inicio de su batalla por enredarme de nuevo. Si no tenía cuidado, sabía que podía terminar logrando su objetivo.
Puto Drake.
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