Capítulo 15 | Un egoísta con poder
La consciencia me recibió con un sabor amargo. Aún con los ojos cerrados, pasé la lengua por los rincones del interior de mi boca. Me aseguré de que mi paladar estuviera intacto y de que cada uno de mis dientes estuviese en su lugar. Presioné mis labios, acabando de constatar que la sangre del Kaan no me había dejado deforme.
—Abre los ojos ya, Vanessa.
No lo hice porque Josh lo ordenó, sino porque ya estaba lista para obtener mi parte del trato: ser libre.
El castaño estaba en una silla junto a la cama, con una carpeta abierta sobre su regazo. No lucía como si acabara de enfrentar a casi un clan entero de vampiros. Tenía puesta un pijama y su cabello estaba húmedo.
Definitivamente no era quien esperaba encontrar cuidando mi sueño.
—¿Cuánto ha pasado? —pregunté.
—Seis días. El rescate fue un éxito.
Solté un suspiro. Samuel Harcos estaba bien y podría obtener información sobre Hannah. Y Drake estaba a salvo.
Me senté con cuidado. Todavía sentía el cuerpo pesado. Me hallaba en una de las recamaras de la enfermería. Noté el vaso de agua en la mesita junto a la cama y bebí un sorbo, buscando desaparecer el sabor desagradable en mi boca.
—Tuviste suerte con esa sangre de Kaan. No muchos deciden merendar uno de esos demonios y sigue con mandíbula para contarlo.
—Lamento destruir tus esperanzas, pero no pienso repetirlo por lo que me queda de vida.
Hice las sábanas a un lado y me puse de pie. Vestía una franela holgada, un pantalón de algodón y unas medias de arcoíris. Tuvo que ser obra de la hermana de Ian, Lisa.
—¿Cuál es la prisa? Espera que te traigan algo de comer primero.
—Ya tienen a Drake, Josh. Yo ya he esperado bastante y no pienso perder un minuto más aquí. Cumplí con el trato, así que ahora recogeré mis cosas y me iré.
No iba a tener que encararlo. No fue necesario verlo para salvarlo y lo mantendría así. No tendría que exponerme a la incertidumbre de su reacción, de mi reacción. Ya podía pasar la página en serio.
—Quiere verte, Vanessa.
El metro que avancé, lo volví a retroceder por inercia. Tuve que haber corrido a la salida para no escuchar la frase que me aflojó las piernas. No quería encontrarme con Drake, pero escuchar la petición comenzó una disputa entre lo que mi cordura requería y lo que cada célula de mí exigía. Ahí estaba la sombra del lazo supuestamente marchito entre mi transformador y yo.
—Tienes que ir —añadió.
—No. Eso no estaba en el trato.
La negación salió con las palabras arrastrándose. Se estaba tornando más fuerte que yo.
Expulsó aire de sus pulmones con brusquedad.
—Lo sé, pero él es el alfa y en estos muros su palabra es la ley.
—No me interesa.
Me recompuse y dispuse a terminar de marcharme.
El asiento de Josh hizo ruido cuando se levantó.
—Alan está en una celda y piensan ejecutarlo —informó.
Aunque pudiera tratarse de una artimaña para demorar mi partida, la noticia me preocupó. Me acompañó a la misión para ganarse un puesto en la manada, no para recibir como recompensa su propia muerte.
Me di la vuelta.
—¿Por qué?
—Lo encontraron torturando a un Kaan como un desquiciado. Disfrutaba lo que hacía.
—Se hacía cargo de él mientras yo iba por Drake.
—También tenía sangre en su ropa. De humanos, de vampiros y de hombres lobo. Torturó y bebió de Samuel Harcos. Los Arcturus quieren su cabeza.
Nadie más que yo podía entender a Alan. El rubio se involucró demasiado y se había salido de control. No tuvo otra opción que cruzar la línea para sobrevivir. Yo había hecho lo mismo.
—Hizo lo necesario para cumplir con la misión, para salvar al alfa de los Cephei. Entrar encubierto a una guarida de chupasangres no es cualquier cosa y tú eras consciente de los riesgos. ¿A ti no te colgarán por entregar información que le costó la vida a varios miembros de manadas ajenas?
—Yo no soy el bastardo que tiene sed de sangre.
—Si no lo hubieran forzado a transformarse, no tendría por qué beberla, Josh. También eres responsable de su situación.
—Yo no le dije que esperara al equipo de rescate terminando de devorar a la virgen del Kaan.
Demonios. Era mi culpa por permitir que se enredara tanto en el juego. Si llevaba seis días enjaulado, debía estar sintiéndose miserable por todo lo que había hecho e incluso estar de acuerdo con su ejecución.
—Quiero verlo.
—Solo podrás hacerlo si Drake te da permiso. Tienes que pedírselo a él.
Al final de cuentas el castaño iba a salirse con la suya. Iba a tener la oportunidad de volver a confundirme con su arsenal de mentiras, sin embargo, yo ya no era la misma de hace años.
La atmósfera en los pasillos era diferente. No predominaban los señalamientos con los que fui recibida semanas atrás, sino que los recientes acontecimientos habían tomado el protagonismo. Parloteaban sobre el secuestro y rescate de Drake, de la alianza con los Arcturus, y, por supuesto, de mi participación en todo aquello. Algunos estaban indignados porque se les ocultó la información; mientras el otro lado de la moneda eran ciertas impuras que susurraban cómo todo parecía salido de una película romántica. Yo había vuelto para salvar a mi príncipe azul y pronto sería el momento de cabalgar con él hacia el atardecer y por fin vivir nuestro cuento de hadas.
Más ridículo y ajeno a la realidad no podía ser. Eran tan ingenuas como yo lo fui. Sin embargo, no estaba de humor ni era de mi incumbencia explotar su burbuja de fantasía. Pronto me iría para siempre y ellas solas se darían su golpe contra la pared para abrir los ojos de una buena vez por todas.
Según me relató Josh, Drake no tuvo que permanecer muchos días en enfermería. En cuanto fue viable, fue remitido a su habitación para estar más a gusto y quedar en manos de la doctora Olivia. No me dio demasiados detalles sobre el estado en que lo encontraron en el hogar del Clan del Norte, solo que, a pesar de su gravedad, la diosa debía estar cubriéndolo con su luz para que tuviera la recuperación acelerada que estaba experimentando.
El hermano Aldrich no pudo acompañarme hasta la alcoba de Drake porque, al tener que estar unos días más como alfa suplente, debía verse con Manuel Harcos. No obstante, él no confiaba lo suficiente como para enviarme por mi cuenta a encontrarme con Drake, por lo que asignó a Ian como mi niñero.
—Drake es un imbécil por obligarte a verlo —comentó sin importarle quién pudiese oírlo—. Te dije que hacer el trato con Josh no era buena idea. Ahora que Drake es el alfa y estás en su territorio, no te dejará escapar.
—No es precisamente lo que necesito escuchar —suspiré.
Conforme nos aproximábamos a la puerta definitiva, mis nervios iban presentándose a flor de piel. No quería pensar en que tal vez Drake no me dejaría irme. No quería considerar que él podía ser así de egoísta. Estaba cumpliendo con la razón de su existencia y estaba por contraer matrimonio con una mujer criada específicamente para él. Iba a honrar a sus ancestros. Iba a mantener en lo alto su línea de sangre. ¿Por qué torturarme al retenerme, cuando si llegaba a desear una amante, cualquiera accedería con tan solo una mirada suya?
—Voy a enfocarme en la absolución de Alan, luego retaré a quien sea para largarme de aquí —añadí.
—Sabes que cuentas conmigo. Él me cae bien y además se lo debo. Lisa me contó que la ayudó con un idiota que la estaba molestando.
Hasta ahí llegó la conversación porque al detenernos frente a nuestro destino, mi mente quedó en blanco. Bueno, no en blanco como tal, sino que solo pudo concentrarse en lo relacionado a la persona que me esperaba al otro lado.
Ian lo percibió. Sacó un cigarrillo del bolsillo de sus vaqueros.
—Tómate tu tiempo. Yo iré a la cocina a fumarme un par de estos mientras te espero —dijo antes de continuar por la extensión del corredor.
Me quedé en ese lugar sin poder decidir qué hacer. Si tocaba la puerta, podía perturbar su sueño y eso era muy importante para su sanación. Si no la tocaba, iba a reflejar un derecho sobre él que no poseía. Y si no entraba, iba a meter a Ian en problemas por haber quedado a cargo de mí. Asimismo, necesitaba hablar con él para tratar lo de Alan.
Apreté los dientes y pegué la espalda contra la pared. Estaba temblando. Parecía como una adolescente a punto de tener su primera cita. Era una mala comparación, mas mi corazón latía con la misma intensidad. Tenía que serenarme antes de enfrentarlo.
No era necesario que fuera complicado. Me ocultaría tras mi entrenamiento para permanecer fría y distante; iba a construir una barrera interna entre sus posibles efectos en mí y yo. Oiría lo que fuera a decirme, respondería con brevedad, tocaría el tema de Alan y listo. Nada iba a cambiar. Entraría y saldría sin que me afectara en lo más mínimo.
La manilla de la puerta giró. Solo tuve tiempo de reincorporarme y rogar que se tratara de Olivia.
Me equivoqué. Corinne fue la que no tardó en posar sus ojos de fiera en mí.
—¿Qué mierdas haces aquí? —fue su adorable saludo.
—Tranquila, no estoy aquí buscando un gracias por haberte devuelto a tu prometido.
—Contigo o sin ti, lo hubieran traído de vuelta de todas formas. Solo eres una manipuladora que se aprovechó de la situación, y que busca que Drake te dé algo de atención como agradecimiento. Pues, óyeme bien, no lo permitiré.
—Drake es todo tuyo. Pero creo que deberías hacerle entender que yo no quiero nada con él. Yo no elegí estar aquí.
—¿Insinúas que él te mandó a llamar?
—¿Se puede saber qué sucede aquí? —preguntó Olivia caminando hacia nosotras.
La doctora traía consigo una bandeja con utensilios médicos. Bajo el hombro sostenía una carpeta metálica que debía tratarse del expediente de Drake. Su cabello rubio estaba recogido hacia arriba por un moño sujetado con un bolígrafo.
—Muestren respeto por su alfa descansando —agregó.
Corinne respiró hondo y le ofreció una sonrisa fingida a la doctora.
—Por eso le estaba pidiendo a Vanessa que se fuera, pero ella se negó.
Olivia puso sus ojos verdes en mí.
—Josh me dijo que vendrías. Drake te está esperando.
Asentí, aceptando que ya no había escapatoria.
Corinne hundió sus uñas en mi brazo para evitar que avanzara.
—Ella no irá a ningún lado.
Su máscara de amabilidad se agrietó un poco. Su rabia por mí era más fuerte que su esfuerzo por preservar su imagen diplomática.
—Es una orden del alfa —replicó contundente la doctora.
—Lo sé, pero...
—Pero nada, señorita Terrell. En los mandatos del alfa no hay peros y es mi deber hacerlos cumplir. Usted, como su futura pareja de vida, debería saberlo mejor que nadie.
Olivia, a pesar del encantador aspecto que poseía, estaba perdiendo la paciencia. No intervine, porque ella pudo, sin necesidad de alzar la voz, poner a Corinne en su sitio. Los celos estaban llevando a la rubia a cometer errores. Ella no podía contradecir las decisiones del alfa ni mostrar el desagrado por sus deseos en público. Aunque adquiera el título de hembra alfa, seguía estando por debajo de Drake y no podía faltarle el respeto.
Corinne agachó la cabeza y se retiró en silencio.
—No puedes rebajarte y armar un espectáculo como ese. Ni siquiera el hombre más codiciado del planeta se merece que dos mujeres se peleen por él. No lo vale —me dijo Olivia.
Y no podía estar más de acuerdo, sin embargo, callé durante tanto tiempo que ya no soportaba que Corinne intentara pisotearme. En el fondo sabía que estaba dándole justo lo que quería: ser el centro de atención y amargarme la existencia. Además, era experta en hacerse la víctima.
—Gracias.
Ingresamos a la habitación. Lo hice con la mirada fija en mis pies. Olivia me guió a una silla junto a la cama que vi por el rabillo del ojo. Me senté, consciente de las respiraciones del paciente y de tener toda su atención puesta en mí, pero mantuve la vista puesta en mi regazo.
—Dejaré esto aquí y volveré más tarde para que puedan hablar en confianza —anunció la doctora—. Nada de movimientos bruscos ni agitarse.
Quise suplicarle que se quedara. No obstante, al oír la puerta cerrarse fue demasiado tarde.
La calma externa consiguiente pareció eterna. No pude imaginar cómo abordaría la situación. ¿Qué podía decir? ¿Disculparse por haberse burlado de mí? ¿Reprocharme por haber huido de la manada? ¿Remarcar lo diferente que me veía? ¿Agradecerme por salvarle la vida? ¿Anunciar su compromiso con Corinne? Ninguno se sintió como un buen tema para iniciar.
Estuvimos durante tanto sin accionar que incluso logré retomar el control sobre mis emociones. Si él no daba el primer paso, tendría que hacerlo yo. No iba a seguir perdiendo mi tiempo ni acortándole la vida a Alan.
Cerré mis manos en puños, terminando de adquirir la fuerza necesaria. Sin embargo, antes de que pudiera articular palabra, se adelantó.
—Arthur murió.
Oírlo de nuevo, luego de años, envió la misma corriente eléctrica por mi cuerpo. Fue como si nunca me hubiera ido.
—Lo sé —murmuré—. Ahora debe estar corriendo por los campos de la diosa junto a Esther
—Eso es verdad. Tuvo una buena vida. —Hubo una larga pausa—. Ya ningún lazo te une a los Cephei.
Alcé la mirada, sin poder continuar aguantando la tentación de detallarlo. A pesar de los efectos que tuvieron sus meses secuestrado, del peso que perdió reflejado en sus pómulos más marcados y ojos esmeralda hundidos, continuaba igual de atractivo para mí. No era saludable pensarlo, pero no podía mentirme. Su cabello oscuro estaba más largo de lo que le gustaba tenerlo y una barda casi frondosa le añadía algunos años. Su piel, antes morena acanelada, había perdido color, mas sin poder jamás igualar la tonalidad del lunar blanco en su cuello, la marca de Diana que todo puro tenía en alguna parte del cuerpo.
Y su aroma. ¿Qué no decir de su aroma a almendras? Lo percibía tan intenso como si lo estuviese oliendo en mi forma lobuna. Estaba en todos lados. Me envolvía y era lo único que inhalaba. Era su esencia entrando y saliendo de mí.
Él también se había quedado examinándome, hallando más características nuevas que las que yo encontré. Tomó menos tiempo para digerirlas, consciente de que en cualquier momento seríamos interrumpidos.
—Sométete a mí y regresa con la manada, Vanessa. Déjame protegerte. Sabes bien que luego de esta segunda traición, el Clan del Norte no descansará hasta encontrarte.
Mi nombre siendo pronunciado por sus labios. No había sonido en el pasado que disfrutara más. No obstante, la propuesta que acompañó aquellas sílabas fracturó mi quietud.
—Sobreviví cinco años sin ustedes. Sin ti. No pienso volver, no para tener que ver cómo te casas con Corinne.
Dolió decirlo. Y mi mirada tuvo que mostrarlo, al igual que todas las lágrimas que derramé y el sufrimiento que atravesé, porque Drake desvió su mirada a las sábanas. Por lo menos tenía cierta vergüenza.
—En fin —seguí—, no acepté hablar contigo para tratar ese tema. Te salvé la vida y cumplí con tus deseos, quiero que a cambio me dejes ver a Alan.
No podía pedirle que lo liberara. El caso de Alan afectaba a otras manadas, e incluso involucraba humanos, por lo que caía en manos de Los Tres. Además, confiaba en que el rubio iba a poder demostrar su inocencia, ya que la diosa estaba de su lado.
—Hazlo si quieres, pero no permitiré que te vayas de aquí, Vanessa. Lo siento, pero no hasta que matemos al último miembro del Clan del Norte.
—No puedes retenerme. Hice un pacto de sangre con Josh y...
—Mi hermano me contó de eso, pero no me importa. Te quedarás hasta que yo lo diga.
Su expresión fue dura. Fui ilusa en creer que lo había conmovido. Era un egoísta que gozaba del poder necesario.
—¿Qué crees que Corinne pensará de esto? ¿Crees que le gustará que retengas a tu ex?
—Nunca me ha importado lo que piense. No tiene derecho a opinar en mis decisiones. Te quedas y punto.
Me puse de pie. No podía continuar escuchándolo.
—Ya veremos qué pasa —dije y me encaminé a la puerta.
Fue un reto. Iba a tener que amarrarme y encerrarme si quería mantenerme ahí en contra de mi voluntad, de lo contrario encontraría la forma de escapar. Ya no era la ingenua y débil joven de la que se burló.
—Irás a la boda, eso pasará. Estás invitada.
Paré en seco. ¿De ese hombre me enamoré? ¿Cómo se podía ser tan cínico e insensible? Fue como recibir una puñalada en el corazón. Tuve ganas de llorar.
—¿Crees que podré ver cómo le juras amor eterno a alguien más, Drake?
—No puedes rechazar la invitación. Sería un insulto.
Tragué grueso y giré a mirarlo. Odié permitirle que viera cómo me derrumbaba. Mi plan de permanecer neutra y diplomática se había ido a la mierda. Mis sentimientos estaban más intensos que nunca. Mi interior era un torbellino dispuesto a llevárselo todo.
—¿Por qué yo? ¿Por qué no te buscas otro juguete? ¿Por qué tienes que ser tan cruel?
Me fue imposible distinguir si mis palabras lo afectaban de alguna manera. Mantenía su rostro serio e indescifrable, el mismo de años atrás.
¿Qué quería de mí? Esa era mi gran pregunta.
¿Por qué empeñarse en mantenerme a su lado? Ya tenía a Corinne, la posición de alfa, el visto bueno de los Tres, la posibilidad de tener una familia pura y feliz sin prejuicios. ¿Amante? Podía poseer a quién desease con tan solo chasquear sus dedos y su esposa iba a tener que soportarlo.
Un año. Ese es el aproximado de la duración de nuestra relación. No me amó, se burlaba de mí. En un año le di todo y en aquel entonces no fue suficiente.
No respondió a mis interrogantes desesperadas.
Disfrutaba hacerme daño y en ese instante lo entendí. Desde el principio lo que requería era de un pasatiempo mientras se preparaba para acceder al poder. Buscó cuestionar las normas al salir conmigo y así convertirse en el centro de atención y de veneración de los impuros, ya que los puros llevaban años en su bolsillo. Me utilizó para darle celos a Corinne y tenerla al final a sus pies, desquiciada por complacerlo para que no la dejara. Y ahí tenía a la esposa que necesitaba. Pura, de buena línea de sangre, su boleto al ascenso.
Mi dolor fue reemplazado por ira.
Limpié las lágrimas a manotazos.
No caería otra vez. No permitiría que me utilizara. Ya no. Si quería moverse con esos trucos sucios, que lo hiciera. Yo no le daría el gusto. Por lo menos no de verme lloriqueando por los pasillos.
Con pasos decididos me acerqué a él. Me siguió con su mirada y contuvo la respiración cuando me incliné, invadiendo su espacio personal. Acorté la distancia, tanto que nuestras narices estuvieron por chocar.
Lo observé sin titubear.
—Creí que cuando me fui, el odio que sentía por ti no iba a ser superado por nada. Me equivoqué. Eres un malnacido hijo de perra.
Retrocedí de inmediato, sin darle tiempo para reaccionar. Me dirigí a la puerta y llevé a cabo una salida triunfal. Conforme avanzaba por el corredor para encontrarme con Ian, todavía estaba presente en mi mente la imagen del relámpago de dolor que cruzó por su expresión. Ilusión o no, me fue irrelevante. Ya estaba segura de que nunca signifiqué nada para él.
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