Capítulo 12 | Disputa


Samuel Harcos no escapó. Thomas y un grupo lo interceptaron en medio del bosque. Se adelantaron y lo llevaron a la guarida antes de que el ataque terminara.

Habían transcurrido un par de días, la herida en mi hombro ya había sanado y me distraía el hecho de no saber si el heredo de los Arcturus continuaba con vida. La posibilidad de que no lo estuviera me obligaba a pensar en Drake y en que tal vez él tampoco seguía entre nosotros.

—Que Charlotte y Edwin murieran debe servir como lección. Si quieren retrasar su muerte necesitan algo de suerte y entrenamiento. Lo primero no está en sus manos, pero lo segundo sí —dije caminando entre los estudiantes organizados en parejas de lucha.

Ya les había enseñado algunas posturas y movimientos, por lo que era hora de verlos poniéndolo en práctica. A pesar del corto tiempo, me sorprendió el avance que tenían. Aun con sus ciertos ataques precipitados y defensa que se descuidaba, el empeño que colocaban los haría adiciones útiles al clan dentro de algunos meses.

Alan también los observaba, solo que desde su apartado puesto en la raíz de un árbol. Estaba pendiente de cada tropiezo, gruñido y golpe. Caitlin le había dado el día libre, lo que le permitió acompañarme.

«Incluso Cecilia ha mejorado», comentó a través del vínculo.

«Sí, por lo menos ya no solo esquiva los ataques».

Al principio la pelirroja huía de su adversario. Prefería que la correteara por el lugar en vez de defenderse. Debía olvidarse de lo que representaba su aspecto siendo humana; al ser vampira toda esa supuesta fragilidad se convirtió en una fachada. Podía ser tan veloz y fuerte como cualquiera de su especie, lo que demostró dándole buena pelea a Jack.

Me recordaba a mí. Era el reflejo de cuando ingresé a los Cephei y le temía a todo. Adaptarse sin haber elegido el cambio era difícil. La diferencia fue que por lo menos conmigo habían sido pacientes, sin embargo, ella debía mantenerse a flote sola.

Percibí pasos acercándose. A los pocos momentos de haberme enfocado en su dirección, un lobo de abundante pelaje en el pecho apareció. Era un Hijo de Diana.

—Tómense un descanso —le ordené a mis alumnos antes de dirigirme al nuevo espectador—. ¿Qué quieres?

«Es Malik, un exmiembro de los Ypres».

«¿De los Ypres? ¿En serio?».

«Es de los nuevos de Arsen. Fue con nosotros al pueblo ayer».

Los Ypres era otra de las manadas dominantes de la región. Su territorio estaba al este del de los Cephei, en las alturas de una cordillera. Su contacto con el mundo exterior era escaso y procuraban vivir bajo las viejas costumbres en armonía con la naturaleza. Tenían acceso reducido a la tecnología y no poseían electricidad ni agua por tuberías. Buscaban la paz interior, negándose a sentir emociones destructivas, como el odio o el egoísmo.

No era común ver a uno lejos de su manada, mucho menos formando parte de un clan. No lo habían obligado a beber sangre y por eso aún no era un Maldito de Aithan.

Luego de considerarlo un instante, retornó a su cáscara humana. Su piel blanca como la nieve, el tono característico de los suyos, y su cabello oscuro le hacía buen contraste. Era algo delgado, mas de resaltante estatura.

—Escuché que eres Hija de Diana y que la diosa no te ha abandonado. Sentí curiosidad —replicó.

—A ti tampoco lo ha hecho —respondí.

—Pero pronto lo hará, puedo sentirlo.

Su comentario era peligroso. Los que ayudaban a los vampiros eran Malditos de Aithan, seres corrompidos, no Hijos de Diana. Con el tiempo, con la traición y el ingerir sangre, el manto dejaba de brillar y pasábamos a ser criaturas malditas. Que yo, luego de tantos años, conservara mi apariencia de transformación intacta, era extraño.

—Los caminos de la diosa son misteriosos.

—No tanto.

—Seguro es porque no ha bebido sangre, ¿cierto? —intervino alguien más saliendo de entre los arbustos. Se trataba de Arsen—. Te dije que no vinieras a molestarla.

—Espero no estar haciéndolo.

—No lo hace. Somos del mismo bando —repliqué mostrándole una sonrisa tranquilizadora a Arsen.

—¿Él es el bastardo de Humbert Seward?

Mi humor tambaleó. Sabía acerca del padre de Alan. Era de los Ypres después de todo, la manada vecina de los Cephei.

El mencionado no se movió de su puesto, mas se vio más interesado en la conversación.

—¿De quién? —cuestionó Arsen intrigado.

—¿Es verdad que bebe sangre? —añadió Malik.

—Lo es —respondió Alan levantándose y decidiendo acercarse—. Y no, tampoco soy un Maldito de Aithan todavía.

—¿Acaso no sería interesante verlos pelear, Arsen? Dos Hijos de Diana. Uno bebe sangre y el otro no.

—¿Disculpa?

Arsen sonrió, obviamente recordando la charla de hace unas semanas.

—Sería educativo, ¿no, Vanessa? Así les demuestras a tus pupilos cómo deben romperle el culo a mis cachorros.

—Tal vez en otra ocasión —repliqué.

—Hagámoslo.

Le entrecerré la mirada al rubio, sin comprender por qué me llevaba la contraria. Era innecesario que peleáramos entre nosotros. No teníamos nada que demostrar.

—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de lastimar al pequeño lobo? —interrogó Arsen—. ¿Qué dicen ustedes? ¿No quieren ver a su instructora dándoles una demostración?

Oyendo las frases de apoyo a mis espaldas, me giré golpeando intencionalmente a Alan en el hombro. Mientras tomaba cierta distancia, me fui deshaciendo de mis prendas.

«Eres un imbécil», dije antes de cambiar de forma. No me gustaba acceder a caprichos de otros.

Estiré los músculos arqueando la espada, observándolo adoptar su cáscara animal. Me puse en mi posición de ataque, soltando un gruñido amenazante. Si querían un espectáculo se los daríamos. Él aceptó el desafío copiando el sonido.

Nos mantuvimos enfocados el uno en el otro, olvidándonos de los presentes. Nunca lo había enfrentado, pero por lo que vi noches anteriores sabía que contaba con ciertas habilidades a pesar de su anormal tamaño. No iba a confiarme.

Dispuesta a terminar con ello lo antes posible, corrí hacia él. Yo era más grande y utilizaría mi ventaja en el tamaño para aplastarlo. Él también avanzó hacia a mí, con intenciones de embestirme. Me tomó desprevenida que en el último segundo se agachara y rodara, obligándome a saltar para no tropezarme con él. Lo siguiente que sentí fueron sus dientes hundiéndose en mi cola.

Di unos latigazos con mi extremidad, esperando lograr quitarlo. No obstante, él se aferró a ella. Realicé un último intento, empleando toda mi fuerza y doblándome para poder alcanzarlo con mi mandíbula. Al ver lo que hacía, me soltó e impuso distancia.

Era tonto estar haciendo eso. Yo sabía que debía ser parte de una táctica ridícula para enemistarnos; solo que no estaba segura si era obra de Arsen o de Thomas. Ser aliados nos fortalecía y eso no les convenía. La cizañera de Caitlin, querer desatar su monstruo interior; todo era parte del juego.

En esa ocasión, aguardé a que arremetiera contra mí. Cuando vino hacia mí, fui yo quien se fue a ras del suelo teniendo como objetivo sus patas. Mi dentadura no tuvo oportunidad de cerrarse por completo en torno a una de las delanteras, porque la retiró de inmediato, mas pude efectuar incisiones debido al roce.

Se apoyó en sus soportes posteriores y contraatacó llevando su peso a mi cabeza y buscando mis orejas. Evité que mi hocico golpeara la tierra causando mucha tensión en los músculos de mi cuello. Me sacudí y tiré hacia un costado para zafarme.

Piedras se clavaron en mi lomo, sin embargo, él también recibió daño con el impacto. Al reincorporarme, Alan aún permanecía tendido.

«No sigamos con esto. Ya es suficiente», dije por el vínculo.

No podía negarse que el rubio era perseverante. En cuanto oyó mis palabras se levantó como señal de protesta. Estaba decidido a dar pelea.

El enfrentamiento continuó desarrollándose entre colisiones, rasguños y mordiscos. Llegamos al punto de estar exhaustos y manchados de sangre, mas sin permitirnos rendirnos ante el adversario. Para mí, el encuentro pasó de ser molesto a transformarse en excitante. Percibí una vibra en el ambiente, una chispa que hacía mucho no sentía al pelear. Podía tratarse de su persistencia, o de cómo estaba demostrando que sí era un buen compañero de misión. El hecho fue que, por unos instantes, olvidé estar combatiendo al niño inseguro de hace años.

«Es patético, ¿sabes? Que arriesgues tu vida por salvar a Drake luego de todo lo que te hizo».

Paré en seco, distraída por su comentario.

Aprovechó para empujarme y hacerme perder el equilibrio. Supe que querría mi cuello, por lo que rodeé para salir de su alcance.

«¿Qué haces?».

«Diciéndote lo que pienso y lo que todos los que conocen la historia tienen que pensar. Te engañó y se va a casar con otra, e incluso así arriesgas tu vida para rescatarlo. Es patético».

No entendía lo que le sucedía y me fue imposible no verme afectada por lo que dijo. Había sido testigo de mi vida gracias a la unión de almas, y por ende era consciente de mis puntos débiles. Quería meterse en mi cabeza para sabotear mi desempeño.

«Cállate».

«¿Qué pensaría tu hijo muerto de esto, Vanessa?».

Aquello fue demasiado. Mis patas respondieron antes de que mi cerebro diera la orden. Lo único en mi mente fue causarle tanta agonía que suplicara por clemencia. Se había pasado de la raya.

Se quedó en su sitio esperándome con calma. Solo se movió cuando me encontré a un par de metros, mas lo hizo para retroceder. En los próximos segundos comprendí por qué, ya que no pude evitar pisar, con toda la fuerza de mi rabia acumulada, unas rocas filosas.

Se me escapó un aullido. Y Alan no fue piadoso; no desaprovechó el umbral para colgarse de mi cuello. Forcejeé para liberarme, pero estaba siendo en vano.

—Alto —la solemne voz se esparció provocando que cada uno de los presentes quedara inmóvil.

Alan dejó de morderme el cuello y se sentó a mi lado jadeando. Yo también me reincorporé, siendo menos obvio el sangrado de las heridas sobre mi pelaje oscuro. Unos segundos más y me hubiera vencido.

—Arsen, Alan, vengan conmigo —ordenó Thomas antes de darse vuelta y emprender lentamente el camino de regreso a la guarida.

Arsen le dijo a Malik que se retirara y después fue tras el líder del Clan del Norte. Alan soltó un suspiro, se sacudió y también fue en su dirección con un leve cojeo.

«Lo siento. Perdí un poco el control», se disculpó a través del vínculo.

«No. Lo hiciste bien. Cuídate»

Y fui sincera. Utilizó los recursos que tenía para debilitar a su contrincante y lo logró. Con la mente fría supe que no podía tomármelo personal.

Abandonándome con la intriga, retorné la atención a mis estudiantes. El resto del tiempo hablamos sobre las fallas cometidas por ambas partes y cómo se hubiesen corregido. Cuando faltaba poco para el amanecer, mandé a que se retiraran y yo regresé a mi recamara.

Aunque las mordidas y rasguños ya habían sanado, de todas formas tuve que ocuparme de la sangre seca. Estaba cansada, mas no iba a poder dormir hasta que no regresara Alan con noticias.

Me senté en mi cama a esperar.

Con el primer rayo de luz asomándose por los espacios entre la madera que cubría la ventana, Alan ingresó a la habitación hecho un desastre. Siguió de largo hacia el baño, sin detenerse a mirarme. Oí el chorro del lavamanos y me levanté para observar cómo restregaba con fuerza sus manos y brazos. El líquido se tiñó de rojo.

—¿Qué pasó?

—Tuve que torturar al heredero de los Arcturus para sacarle información. Le rompí unos huesos, bebí de él y se desmayó antes de decir algo.

—Oh.

Secó sus extremidades y luego se apoyó del lavamanos con la vista fija en su reflejo. Esas semanas su expresión había perdido su brillo. Había una sombra que opacaba la imagen del niño de mis recuerdos.

«He escuchado muchas historias de los castigos que imponen los Arcturus. Samuel es vengativo y cuando salga de aquí sé que no dudará en arremeter contra mí».

Yo también las había escuchado. Llegaban al extremo de cortarles la lengua y los genitales a sus desertores. Eran los guerreros de la región después de todo, para ellos la lealtad y la valentía tenían aún más peso.

«Y cuando nosotros salgamos de aquí, se explicará la situación. Además, Drake no dejará que...»

«Lo olí»

Mi corazón dio un brindo anormal que se combinó con un ligero temblor en mis piernas y la repentina falta de aliento. Acababa de confirmar la presencia del castaño en ese lugar, y cerca de donde tenían a Samuel. Ya casi lo encontrábamos. Sentí un hormigueo en la palma de mi mano.

Como tardé en responder, optó por pasar junto a mí y volver a la recamara. Cambió su ropa mugrienta por una limpia y holgada para dormir.

—Estoy cansado. Hablamos mejor mañana.

Pero yo no iba a poder dormir. No sabiendo que Alan había estado tan cerca de Drake como para detectar su aroma. Quería que me diera detalles. Quería ir en ese preciso momento por Drake y salir los tres de ahí de una vez por todas. Ya no tendría que cargar con aquella mortificación en el pecho, ni soportar la insufrible presencia de Thomas, ni observar cómo Alan poco a poco se perdía.

«¿Dónde lo oliste?».

«En el piso donde tenían a la chica de los Cephei. Tienen a Samuel ahí también».

No necesité más. Amarré de nuevo mi cabello en una coleta alta y cubrí mis hombros con una chaqueta.

Alan abandonó el colchón.

—¿A dónde vas? —preguntó.

—A dar una vuelta.

Me dirigí a la puerta.

«Iré por Drake y esta misma noche saldremos de aquí», agregué.

No llegué a pisar el pasillo porque Alan me haló del brazo y cerró la puerta. Me zafé de su agarre con brusquedad, fulminándolo con la mirada. ¿Qué le pasaba?

—No irás. No seas tonta.

—Que no se te olvide que yo soy la que manda aquí. Que hace rato casi me ganes peleando, no significa nada —siseé.

No me detendría. Estaba decidida a acabar con eso de una vez por todas. Ya quería irme de ahí y ser libre. No quería estar cerca de más vampiros, ni de Malditos de Aithan, ni preocuparme por cada uno de mis movimientos.

«Estás siendo impulsiva. Lo rescataremos, pero no hoy. Hay que ser inteligentes. Caitlin está custodiando esta noche ese corredor».

«¿Y tienes miedo de que lastime a tu amiga?».

«Sabes que no es eso. Piensa bien».

No le respondí. Estaba comenzando a molestarme. Me di la vuelta y me dispuse a salir. Sin embargo, en esa ocasión me sujetó con fuerza y me pegó contra la pared.

—Suéltame —ladré.

Acababa de beber sangre, por lo que la magnitud de su fuerza había incrementado. Ahora él lucía enojado y su respiración se tornó pesada. En ese instante yo no era rival para él.

—No lo haré.

A pesar de ser consciente de mi condición, intenté empujarlo lejos. No funcionó y lo que conseguí fue que el rubio me acorralara aún más. Estaba muy cerca. Nuestros alientos calientes se mezclaban y sus dedos hacían una presión hormigueante sobre la prenda.

Había una lucha silenciosa por dominancia, generando una chispa similar a la de horas antes durante la pelea. Había algo en él, en sus ojos, en su esencia, que me llamaba. No sabía si se trataba de un deseo por desconectarme por unos momentos de tanto estrés y solo atender una necesidad básica; una que podía ser saciada por cualquiera. O, si existía algo más.

Me esforcé por no caer en la tentación. No debía complicar las cosas. Ya ni siquiera estaba segura si había dejado de amar a Drake. Con ese par de minutos en los que pude enfriar mi mente, comprendí que si Alan no me hubiese detenido, quizá hubiera arruinado lo que habíamos logrado. Teníamos que ser pacientes.

Mi boca en algún punto se secó. Humedecí mis labios para poder hablar y darle la razón. Pero lo permitió cuando, ante mi acción, decidió besarme.

No fue suave ni gentil, sino un beso crudo, influenciado por la lucha de poder. Desesperado. Hambriento. Mi cuerpo contestó con la misma intensidad, recibiendo como premio un mordisco en el labio inferior que sirvió para terminar de encender la llama.

Lo agarré con fuerza de su franela, juntando la tela entre mis puños. Me sujetó de la cintura, apretándome contra él, contra sus ganas semejantes a las mías de liberar lo acumulado. Ninguno de los dos se conformaría con ese beso.

Hice ademán de avanzar y él retrocedió buscando lo mismo. No tardamos en encontrar la cama que yo ocupaba. Permití que me tendiera sobre la superficie mientras él se mantuvo arriba. En un frenesí, las prendas desaparecieron entre jaloneos que provocaron sus desgarres, en el deseo de incluso casi llegar al punto de querer arrancarnos la piel.

—No te detengas —supliqué cuando se enfocó en mi cuello.

Sus dientes rozaron la zona. Se presionó más contra mí y no pude evitar estremecerme. Estaba cegada por la lujuria de la ocasión. No me hubiese importado si me hubiera mordido. Se tensó un poco y supe que estaba conteniéndose.

Yo continuaba acariciándole la espalda. Se apartó del arco de mi cuello para mostrarme la sombra que opacaba sus ojos. Esa oscuridad que lo volvía más Maldito de Aithan que Hijo de Diana, que en el fondo todavía dejaba espacio para reflejar el miedo hacia él mismo, me enloqueció. No quería que siguiera sufriendo.

Me mordí el labio hasta hacerlo sangrar. Su atención se concentró exclusivamente en la herida, aguantando la respiración y acelerándosele los latidos.

—Hazlo.

Lo que dije fue igual a deshacer las sogas que lo sometían. No demoró en unir nuestras bocas para beber de mí. Y ese torbellino de sensaciones subió otro nivel cuando en medio del éxtasis generado por su mordida, se adentró con un inesperado movimiento en mi interior.

Después de Drake, mientras huía, hubo otros. Sin embargo, se trataban de encuentros de una única noche con desconocidos sin importancia que conocía en algún bar. Antes de Wyatt, eran un desesperado intento de sentirme vida; después, otra mentira de unas horas para sentirme menos sola. Nada significativo y cuyos rostros terminé olvidando.

Con Alan, cada fibra de mí temblaba. No había dulzura allí, sino su opuesto que se asomaba en presencia de sangre. Hundía sus dedos en mi piel y me mordía. Mi disfrute era tal que no me importó no llevar las riendas de la situación. A penas podía respirar, pero no quería que se acabara.

Era una experiencia diferente. No era cuidadoso como lo fue Drake, ni manipulable como lo fueron los otros. Ni siquiera estaba segura de si se detendría en caso de que se lo pidiera. Yo era consciente de la sangre que tomaba y que de alguna forma debía ser incorrecto, pero todavía no estaba dispuesta a renunciar a las sensaciones que despertaba.

Sus músculos se tensaron y antes de reunir la suficiente lucidez para hacernos cambiar de posición, Alan escondió su rostro en mi cuello y liberó un gemido ahogado. Dio un par de embestidas más y luego dejó de moverse. Yo le acaricié el cabello y rodeé sus caderas con mis piernas para abrazarlo.

—Perdón —murmuró.

Me desilusionó que durara tan poco y no haber llegado al clímax como él. No obstante, con esa disculpa volvió a ser el Alan bueno y me recordó el tiempo que llevaba sin estar con una mujer. De hecho, que la única con la que estuvo le rompió el corazón y luego no hubo nadie más.

—Está bien. Estuvo genial —admití.

Se recostó junto a mí y yo me puse de pie para limpiarme en el baño. Al regresar, me observó lleno de dudas. Sabía que ese descontrol iba a terminar complicando las cosas. Incluso a mí me asustaba lo mucho que lo disfruté y que no me molestaran las marcas que dejó.

Empecé a vestirme.

—No te preocupes. Fue buen sexo y quedé cansada —dije.

Y no podía ser más que eso. Él continuaba siendo el Alan que quería ganarse un lugar en la manada que lo despreciaba y yo la Vanessa que arriesgaba su vida para salvar al hombre que una vez amó.

El rubio no tardó en entender el mensaje y se retiró al baño. Yo me acosté y me acomodé de inmediato para dormir dándole la espalda a su cama. Cuando regresó y también se preparó para dormir, pude sentir su mirada un largo rato sobre mí, quizás esperando que posara mis ojos en él para decir algo, o que yo misma iniciara una charla.

Pero no lo hice. Mantuve el silencio y, a raíz del cansancio, no tardé en quedarme dormida. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top