Antes | Expuestos
No era sencillo fingir ser otra persona. Llegó un momento en el que sentí que en mi cuerpo vivían dos personas distintas, que poseía una mente fragmentada y que la malvada actuaba la mayor parte de las veces mientras la buena solo podía observar y callar. Era cierto lo que escuché una vez: hay mentiras que si se repiten lo suficiente se convierten en verdad. Y eso faltaba poco por sucederme.
Si no hubiese tenido a Kevin como apoyo, intuía que mi desorientación hubiera ocurrido antes. No sabía mucho de él, así como él solo sabía lo suficiente de mí. Sin embargo él, o la imagen que me mostraba de él, era una que me inspiraba confianza. Me salvó la vida una vez, cuando Monique tuvo una disputa con el líder de un clan menor y fue necesario erradicarlos.
Compartíamos la misma habitación y la misma cama. Le hacíamos creer a los demás que creyeran lo que pactamos: ser pareja para minimizar la atención de los otros. Todo fue planificado antes de que ingresáramos al Clan del Norte. Él logró entrar unos meses antes y después facilitó mi aceptación. Éramos el reflejo de la alianza entre los Cephei y los Arcturus. Al tener más experiencia, era quien me guió al principio hasta que yo entendiera cómo moverme entre monstruos.
—¿Quién es la chica en tu billetera? —pregunté terminando de abotonar los botones de mi blusa.
Me miró desde el colchón, listo para asistir a la cena especial que Monique preparó para mí, con sorpresa. La cena era para anunciar mi nombramiento como su mano derecha.
—Encontré tu cartera detrás del armario y no aguanté la curiosidad —agregué—. Lo siento.
Kevin lo pensó por un momento; decidiendo si me revelaba información personal real, si optaba por mentirme, o si esquivaba la pregunta. Cualquiera era válida y todas las comprendía.
—Es Emily, mi hermana menor —respondió con la ternura brotando de sus ojos al recordarla. Dijo la verdad—. Pero está muerta.
No sentí pena, porque él no la demostró. No se asomó el dolor de la pérdida en sus facciones, uno que, a pesar del tiempo, nunca se iba. Por lo que, supe que la última parte había sido falsa.
—Ahora dime quién es el hombre que llamas todas las noches cuando duermes. ¿Quién es Drake? —continuó.
Había tenido ganas de mencionarle a Hannah, mas con su pregunta deseché la idea. Además, no era correcto para los impuros hablar sobre su vida humana. Estaba prohibido, por seguridad propia y por la de los conocidos de esa época.
No demoré tanto en contestar como él porque era lo justo. También porque su nombre había dejado de ser importante para mí y cada vez veía menos probable el volver a verlo. En ese año que llevaba allí, entendí que podía morir en cualquier instante y estaba preparada para ello.
—Drake es el hombre que una vez amé y me rompió el corazón.
No comentó sobre el tema, ni ese instante, ni el resto de la noche. Y si planeó hacerlo después, tampoco tuvo tiempo para cumplirlo. Supongo que ninguno anticipó que el desenlace de la velada sería el menos esperado. No capté ni una sola señal, ni un solo rumor, o piquiña proveniente de mi intuición, que me preparara para lo que sucedió.
Descendimos por las escaleras y en la planta baja nos recibieron un gran número de individuos. Al parecer Monique había convocado a los vampiros de los otros centros de operación para que presenciaran mi nombramiento. Las miradas curiosas se posaron en nosotros, en especial en mí, y lo siguiente que sentí fue la mano de Kevin apretando la mía. No lo observé, porque sabía que, como yo, hacía lo posible por ocultar su ansiedad.
Era un evento importante. Ser la mano derecha de Monique me daba poder y acceso a más información. Pasaría a compartir las funciones de Thomas, me enviaría a otros lugares para representarla y escucharía con más atención mi opinión. Además, ganaría respeto y ya no sería solo una impura que se cambió de bando.
Un hombre alto y de cabellos largos amarrados nos esperó al pie de las escaleras. Se trataba de Darwin, la pareja de Monique. Llevaba su típico traje con chaleco y chaqueta con cola en v. Así como Monique me había agarrado cariño, a Darwin le caía bien Kevin.
Ambos inclinamos nuestras cabezas en señal de respeto.
—No había tenido tiempo de decírselos, pero me complace que estén juntos. Escogiste a alguien de tu altura.
No supimos a quién se dirigió con su última frase y no prolongó su interacción, ya que luego su mirada se posó en Monique, quien estaba de pie junto a la entrada del comedor. Lucía un vestido ajustado a su silueta, de un carmesí intenso y con detalles de plumas en sus hombros que estaban a la vista por llevar el cabello en una coleta alta. Le sonrió sin dientes a Darwin, la única persona a la que le sonreía sin una pizca de maldad. Fue suficiente para que Darwin nos dejara.
—Sin dudas Darwin es sabio —comentó mi acompañante—. Aunque yo diría que me sobrepasas.
—No argumentaré tu halago —repliqué, ahora sujetándolo del brazo para tenerlo más cerca. Pasó un camarero repartiendo copas y, a pesar de no ser una bebedora, tomé una—. Salud por eso, amor.
—Todos pasen al comedor para iniciar con el banquete —anunció una vampiresa abriendo las puertas dobles.
Poco a poco los invitados fueron ocupando las alargadas mesas, incluyéndonos. Acompañamos a los de alto rango en la mesa que tenía a Monique en el medio, entre Darwin y Thomas. Era la primera vez que nos sentábamos ahí; a pesar de habernos ganado el aprecio de la pareja, nuestro lugar era con los licántropos. Que utilizáramos esas sillas ya era un mensaje de que éramos importantes dentro del clan.
—¿Dos lobos en su mesa, mi reina? Cada vez estoy más intrigado por la notica que nos comunicará —dijo el líder de un centro de operaciones localizado en un pueblo apartado.
Claro, no a todos les agradaría la noticia. Aunque trabajáramos con ellos, no dejaban de vernos como seres inferiores, más cercanos a las bestias.
—Un cambio de vez en cuando es bueno, querido Kirk. Sea paciente, disfrute de su cena primero —respondió Monique.
La comida que recibimos estuvo bien, en comparación con la desabrida que solían dar. Hubo tres platos y los vampiros también comieron un poco. No obstante, ingirieron en su mayoría copas y más copas de la mejor sangre: casi fresca y de vírgenes saludables.
Casi llegaba al fin de mi postre, una torta de zanahoria, preparándome mentalmente para lo que sería el momento del anuncio de Monique, cuando la chupasangre a mi lado derramó el contenido de su copa sobre mí. Mi pantalón y parte de mi blusa blanca se mancharon. La desgraciada había extendido el brazo para agarrar uvas y por "accidente" tumbó su copa.
—Ups, lo siento, lobita —dijo con tono de diversión. Desde un principio, por su lenguaje corporal, fue obvio que le disgustaba nuestra presencia en esa mesa.
La fulminé con la mirada, indispuesta a pasar por alto su actitud. En ese mundo no había espacio para el irrespeto, porque así cualquier podía escogerte como juguete si notaba debilidad. Desvié mi atención por un instante hacia Monique, como dándole la oportunidad de intervenir, sin embargo, observó la escena expectante a cuál sería mi reacción, justo como Darwin y Thomas lo hacían. Debía comportarme como la mano derecha de la reina del Clan del Norte.
—Te salvas de que no te arranque el brazo, porque esta noche es mi nombramiento y no quiero opacar el evento por alguien insignificante como tú —hablé con voz pausada y sin despegar los ojos de ella—. Cuando regrese de cambiarme, estaré esperando tu disculpa. —El tenedor con el que estuve comiéndome la torta continuaba en mi mano y con un veloz movimiento lo clavé en su mano. Reflejó el dolor en su rostro, pero no emitió sonido alguno—. De lo contrario, no me importará mancharme mi otro vestuario en este día tan especial. ¿Entiendes?
Hice todo para que ella comprendiera la seriedad de mis palabras. Buscó la ayuda de Monique y, aunque no cometí el error de ojear en su dirección de nuevo, pude intuir que en su cara debía haber una sonrisa. Ella necesitaba una mano derecha letal y que no se dejara pisotear, no una "lobita" común. Había convivido lo suficiente con Thomas como para saberlo.
A la insolente no le quedó más que asentir.
Mantuve el cubierto en su sitio y me puse de pie. No soportaba tener la ropa adherida a mi cuerpo impregnada de sangre.
—Con su permiso, mi reina, me gustaría retirarme para cambiar de atuendo —anuncié—. Como comprenderá, quiero estar presentable para la ocasión.
—Por supuesto, Vanessa. La noche aún es joven —replicó haciendo un gesto con tu mano.
Apreté como un gesto afectivo el hombro de Kevin antes de abandonar el comedor.
En la privacidad de mi baño, me permití unos momentos para profundizar mi reflejo. No acababa de matar a alguien, pero la imagen de mi vestimenta cubierta de sangre no debía ser distinta a la que tenía al cumplir órdenes. Lo que veían mis ojos era una versión oscura de Vanessa Schuster, más despiadada y sin escrúpulos. Estaba interpretando bien mi personaje.
O eso creía.
Terminé de cambiarme y me dispuse a volver a la planta inferior. No pude llegar a las escaleras, porque Kevin acercándose a zancadas me detuvo en la mitad del pasillo. Su expresión fue suficiente para encender las alarmas dentro de mi cabeza, sin embargo, aparenté calma al hablar.
—¿Qué sucede?
En ese instante no replicó, solo me tomó del brazo y me guió de regreso a la recamara.
—Monique está a punto de recibir una carta donde dice que tú y yo somos espías —murmuró con prisa—. Mi cómplice acaba de leer el mensaje y me informó para darnos tiempo de escapar. No puede tardar mucho en entregársela.
—¿Qué? —dije faltándome el aliento—. ¿Cómo es posible?
—Alguien nos traicionó. No puedo pensar en otra explicación.
Kevin sacó su billetera del escondite y la guardó en su pantalón. Eso sería lo único que se llevaría, mientras yo no necesitaba agarrar nada. Tenía el corazón en la boca, esperando que en cualquier momento derribaran la puerta.
Lo ayudé a arrimar su cama contra la entrada, revelando un agujero cubierto por algunas maderas sobrepuestas. Las quitamos para permitirnos el ingreso a la habitación inferior, un cuarto de almacenamiento. Fui la primera en bajar, instante en el que se sintió un estruendo que sacudió la construcción.
Ya Monique lo sabía.
Kevin se unió a mí y salimos por la ventana que daba al bosque. Habíamos repasado el plan de escape durante varias oportunidades: primero llegaríamos al poblado más cercano y luego cada quien continuaría su camino en solitario hasta el seno de su manada, tomando las rutas ya establecidas.
Cambiamos a nuestra apariencia lobuna. Conforme avanzábamos entre los árboles, aún trataba de asimilar lo que había sucedido, de cómo lo que llegó meses construir se derrumbó en un instante. Bastaron unas palabras de un traidor para arruinarlo todo. Monique era inteligente y quizá no estaría convencida de inmediato, sin embargo, haría sus averiguaciones y seguramente Darwin la ayudaría a indagar en nuestras mentes. Lo mejor había sido escapar antes de que fuese demasiado tarde.
Percibí movimiento a nuestras espaldas y aullidos. Los del Clan del Norte se enteraron de nuestra huída y nos perseguían para arrastrarnos a una muerte segura. Estaban en su territorio, eran rápidos y acababan de comer. Por otro lado, los nervios no me habían permitido dormir bien y continuaba adolorida por una reunión con malos resultados de Monique con un clan aliado.
Faltaba un kilómetro para alcanzar nuestro destino. Mi corazón, mis pulmones, mis músculos; cada centímetro de mí trabajaba con desenfreno para resguardar nuestra vida. Una bocanada de aire más. Un paso más. Un brinco más. Ambos íbamos a la par y él lucía tan puesto al límite como yo.
Una rama firme demasiado baja me tumbó. Estuve tan pendiente de dónde pisaba que descuidé el frente. En esos segundos que perdí recuperándome, me contemplé siendo atrapada mientras Kevin corría sin notar lo que ocurrió y escuchaba a nuestros cazadores cada vez más cerca.
Sabía que debía levantarme y seguir, pero no podía deducir el porqué. ¿Escapar para volver a qué? Regresar a mi vida con los Cephei significaba volver a ser la problemática que sedujo al próximo alfa, a tener que aguantar a la dichosa pareja y a existir con una amargura silenciosa que en cualquier momento me consumiría. ¿Por qué escapar? ¿Por qué no optar por una gloriosa muerte en servicio de la manada?
Kevin al no verme a su lado, volvió por mí. Lo miré, tratando de decirle con los ojos que me abandonara en ese sitio, que él sí tenía a quién regresar y yo no. Como no me separaré del suelo, escogió retornar a su cáscara humana.
—Levántate, Vanessa. Pelea. No me dejes la tarea de decirle a Arthur que su niña murió porque se rindió. Él no se rindió contigo, no lo hagas tú.
Arthur. Le había prometido a Arthur que regresaría con vida. Me hizo prometerlo para aceptar enviarme a esa misión. Él puso sus esperanzas en mí y no podía decepcionarlo incumpliendo mi palabra.
Me puse de pie y asentí. Kevin volvió a ser lobo para emprender de nuevo la carrera mortal.
No sé en qué momento tomé la delantera. Dejé de tenerlo junto a mí y en unos minutos paré de verlo del todo. No entendí lo que sucedía y estuve por regresar por él como lo hizo conmigo, pero oí el inicio de un enfrentamiento y luego olí la sangre. Golpes, gruñidos y chillidos. Kevin se había sacrificado para entretenerlos mientras yo escapaba.
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