8
—No es necesario que te acerques a los otros Omegas.
—Bien —murmuró, desviando los ojos hacia la ventana del carruaje. La suave llovizna dio paso a nubes doradas, marcadas por un lento y eterno atardecer. Afuera todo olía fresco, el viento, la tierra, el aroma de los árboles que le traían el recuerdo del musgo húmedo y la corteza gruesa. El Omega bajó la mirada hacia sus manos, donde vagaba un bolsito de tela donde guardaba medicina por si el cambio de clima afectaba su salud. No lo creía necesario, puesto que tenía un buen abrigo sobre los hombros y la tela de su ropa era lo suficientemente gruesa para no sentir el más mínimo viento. Reconocía la textura de aquellas prendas, puesto que papá solía regalarle en cumpleaños y fechas especiales delicadas ropas costosas.
—Quédate donde te pueda ver —escuchó la voz del Alfa. JeongIn elevó la mirada, enfrentando aquella presencia que siempre estaba encima suyo.
HyunJin traía la misma ropa de la mañana, aunque había sumado un grueso abrigo oscuro que le remarcaba los anchos hombros y le resaltaba la blanca piel. Tras la ligera oscuridad del interior del carruaje, la poca luz que entraba de la ventana delató la edad de su esposo en las marcas en su rostro. En su ceño fruncido, su mirada cansada. Un mechón de cabello raspaba sus cejas, y por su expresión sabía que había algo que le molestaba. Era tal vez la primera cosa que había aprendido de HyunJin, el reconocer cuando algo le disgustaba. Su ceño se fruncía ligeramente y el brillo desaparecía de sus ojos, aunque realmente no pudo pensar en ningún recuerdo donde su mirada le expresara otra cosa. JeongIn se encogió, apretando las piernas—. Estaremos poco tiempo... pero si te incomoda, no dudes en pedirme volver a casa. Dímelo sin vergüenza, yo me encargaré del resto.
—¿Cómo son los otros Omegas? —preguntó, luego de un breve silencio. Observó que el hombre apretaba el puño en el mango de su bastón, aquel que sostenía su mala pierna.
JeongIn bajó la mirada, HyunJin tenía una larga cicatriz que le atravesaba el muslo, la rodilla y parte del resto de la pierna. Había días donde eso parecía molestarle, dolerle, otras parecía que su cuerpo le daba la oportunidad de ejercer fuerza y movimientos ágiles, en especial cuando se trataba de apresar su delgado cuerpo en la intimidad. Lo inmovilizaba e incluso podía sentir contra la suave piel de sus muslos internos el relieve de su cicatriz golpeando con insistencia. La había tocado unas dos veces, en aquellos momentos donde la penetración lo dejaba sin respiración, perdido e incapaz de hilar los pensamientos. No sabía dónde tocar en aquellos momentos, en qué zonas, qué caricia darle para pedirle que fuera lento.
—Son crueles —comentó el más grande, apartando el rostro de él. Los ojos de JeongIn se dilataron al instante, provocando que su atención se clavara en aquel cambio de actitud—. Son Omegas listos... porque saben lo que deben hacer y a quién deben sacrificar. No los escuches, JeongIn, no tienen la crianza que tu familia te dio. No creas lo que te dicen, tampoco dejes que te insulten. Eres mi Omega, tienes mi apellido en tu nombre y la mitad de lo mío es tuyo... y es mucho más de lo que ellos tendrán aún si se casaran con tres o cuatro Alfas de la nobleza. No dejes que te intimiden.
A pesar de la advertencia en su voz, JeongIn apenas sintió una caricia de nervios. Asintió, puesto que era lo único que podía hacer. No solo era un encuentro con el señor Lee Minho y su Omega, sino que se trataba de una pequeña reunión donde los Alfas hablaban de negocios y los Omegas presumían su dinero y sus cachorros. No era nada extraño escuchar conversaciones sobre futuros matrimonios, arreglos entre familias para unir a sus hijos. Era moneda corriente, en especial con las madres y padres con cachorros Omegas.
El territorio del señor Lee era casi tan grande como los dominios de HyunJin. Aunque sus casas parecían más modernas, con hermosos jardines coloridos y una servidumbre lista para recibir a los invitados. JeongIn asomó la cara apenas, mientras veía a lo lejos, en el parque cubierto de rosas y arbustos bien recortados, sillas y mesas blancas repletas de delicias y personas. Pudo reconocer a los Omegas agrupados en una mesa, sus ropajes delicados y cuerpos curvilíneos y delgados. Había por lo menos cinco cachorritos corriendo alrededor, jugando entre ellos. A lo lejos, sentados como reyes, estaban los Alfas.
No pudo evitar pensar en su padre. ¿Había sido tal vez en aquellas reuniones que conoció al otro Omega? El otro, mucho más joven que su madre, con cachorros Alfa que se parecían a él, a Felix. Se preguntó qué pensamientos pudo haber tenido su padre cuando cargó a sus otros cachorros, cuando los acarició con los mismos dedos cálidos que tomaron su pequeña mano aquel fatídico día que le preguntó si quería irse con él, con su otra familia. Supo que todo acabó cuando se negó. No podía dejar a sus hermanos, no podía dejar a su madre.
—JeongIn —escuchó, rápidamente salió de sus pensamientos. Sintió una gruesa mano tomarlo del cuello, justo en el instante que se encogía de sorpresa. JeongIn alzó las manos contra el pecho del hombre, sintiendo que todo su rostro palidecía. Ligeros temblores empezaron a llover sobre su cuerpo cuando las feromonas de HyunJin lo cubrieron como una mortaja. El hombre se separó lentamente, enredando los largos dedos entre sus cabellos oscuros, afianzando el agarre para obligarlo a mirarle—. No dejes que te intimiden.
Lo soltó. JeongIn se encogió, apartando el rostro rojizo y la respiración agitada. Mojó sus labios y presionó suavemente su pecho cuando abrieron la puerta del carruaje. HyunJin bajó y lo siguió al instante cuando le tendió la mano. Alzó la mirada al cielo cargado de nubes anaranjadas, sin marcas de lluvia. El Alfa a su lado lo sostuvo de la cintura y lo guió cuando un beta los buscó. JeongIn no dijo nada, se sentía aturdido por las feromonas. El calor en sus mejillas delató un rostro rojizo, un cuerpo débil y sin fuerzas. Siempre que HyunJin lo reclamaba con sus feromonas era para poseer su cuerpo en la intimidad. JeongIn elevó la mirada al Alfa, sin saber cómo controlar su cuerpo, sus nervios, los acelerados latidos que golpeaban su pecho. No iba a desnudarlo, no iba a tomarlo, lo sabía, ¿por qué no dejaba de reaccionar de esa forma?
—¡HyunJin! —escuchó y rápidamente sus ojos dilatados se enfrentaron a una enorme silueta que se acercaba con una sonrisa de colmillos relucientes. JeongIn respiró profundo, notando cómo aquellos ojos se desviaban a su delgada figura. La piel del más joven se erizó, vulnerable, en el momento que ese Alfa detenía el paso—. ¿Este jovencito es el nuevo señor Hwang?
—Se llama JeongIn —respondió HyunJin, el menor se inclinó levemente con respeto hacia el Alfa. Era tan alto como su esposo, aunque había cierta suavidad en su mirada brillante y su sonrisa de lado. Lucía terriblemente joven, a pesar de que HyunJin le dijo que tenían la misma edad.
—Lee Minho —respondió el Alfa, notó que sus ojos oscuros se desviaban ligeramente por su cuerpo. JeongIn aguardó sus manos sobre el vientre, sintiendo la cara tan ardiente que apenas pudo procesar las palabras de ese hombre cuando señaló con un movimiento de cabeza la mesa donde estaban los Omegas—...Allí encontrarás a mi compañero, JiSung. ¿Quieres que llame a un criado para que te acompañe?
JeongIn lo miró con grandes ojos, su vista rápidamente se volvió hacia HyunJin, quien miraba a Lee en silencio. El menor sintió una fuerte mano asomarse por su cintura, justo en el instante que el mayor sonreía ligeramente.
—JeongIn estará conmigo por hoy —sentenció, a lo que Minho alzó las cejas.
—HyunJin, no hablaremos de negocios frente a tu Omega... ellos tienen su espacio, se sentirá cómodo con los suyos... ¿o quieres que la atención de todos los Alfas se centren en él? Déjalo, ¿qué quieres hacer tú, JeongIn? —aquel inclinó levemente la cabeza, como si buscara estar a su altura. El menor empezó a sentirse afiebrado, con el rostro rojo y una sensación negativa que empezaba a crecer desde su estómago hasta su pecho. JeongIn sintió que se le secaban los labios, ¿qué quería hacer él? Sus ojos se desviaron a la mesa de Alfas.
Hombres grandes, con el cuerpo igual de enorme que el de HyunJin. La mirada filosa de algunos se cruzaban por algunos segundos con la suya y no le gustaba para nada. ¿Qué harían si se sentaba entre ellos? ¿Le mirarían las piernas? ¿Le preguntarían a HyunJin el por qué aún no cargaba un cachorro? JeongIn empezó a palidecer, ir a aquellas reuniones no parecía algo tan complicado cuando acompañaba a su madre.
—Iré con los Omegas —habló y rápidamente sintió que el aire se le iba de los pulmones. Elevó la mirada hacia HyunJin, sus ojos negros estaban clavados en él. Su ceño fruncido, la vena marcada ligeramente en la frente y su invasiva feromona trepando por su ropa. Se arrepintió al segundo—. Yo...
—¡Bien! Déjame que llamo a JiSung —habló el otro Alfa, alejándose de ellos.
JeongIn se quedó solo con su esposo. Bajó ligeramente la mirada, sintiendo un fuerte malestar que nacía desde la nuca hasta la boca su estómago. Elevó suaves dedos hacia su cuello, donde la marca de los colmillos de HyunJin sobresalían de su piel. La respiración del Alfa se tornó más pesada, mientras se apartaba apenas unos centímetros.
—¿Qué te dije, JeongIn? ¿Acaso no puedes escuchar lo que te advierto? —susurró el más alto, no sabía si lo miraba, si quería que sus ojos se encontraran—. Si crees que estar rodeado de Alfas es peor que con ese grupo de Omegas, estás completamente equivocado.
—¿Por qué? —susurró, sin mirarlo. A la distancia observó que el Alfa venía con su pareja. Lee JiSung era un Omega bajito, así como él. Tenía un vestido turquesa similar a los peplos griegos, su piel no era pálida como la de todos los Omegas de la zona, no, ni siquiera creía que fuera de aquel lugar. Era delicado, de cintura fina, ojos rasgados y labios suaves. JeongIn tragó saliva, bajando su atención a las caderas anchas y los muslos gruesos, se movía con tanta elegancia, tan seguro... no pudo evitar pensar en las decenas de historias de príncipes y reyes que había inventado en su juventud, con protagonistas que fácilmente aquel podría encarnar. Era un Omega de verdad. JeongIn apartó la mirada hacia HyunJin, notando que sus ojos también estaban clavados en aquella figura. Pero no había fascinación en esos iridiscentes... sino algo parecido al disgusto.
—Hwang HyunJin... —lo escuchó decir, el pequeño Omega se detuvo frente a ellos. Los miró a ambos, había en el silencio de su mirada oscura un poema inentendible, cubierto de demasiados secretos que solo parecían compartir ellos tres. HyunJin se enderezó, su rostro inexpresivo—. No nos llegó la invitación a tu boda...
—Fue algo privado —respondió el Alfa, Minho sonrió—. Muy privado.
—Tan propio de ti, siento pena por tu pareja —respondió el Omega, JeongIn se sintió pequeño cuando este centró su atención en él. JiSung no ocultó la mirada que recorrió por su cuerpo, de pies a cabeza. Tenía una sonrisa de lado, leve. No dijo nada por dos segundos y JeongIn no pudo evitar pensar en lo que diría su madre si recibiera tal mirada. El menor se inclinó apenas, en respeto, puesto que era alguien más grande que él—. Mnh, me llevaré a este.
—Cuídalo —advirtió HyunJin, justo en el instante que el otro Omega lo jalaba del brazo. JeongIn volvió la cabeza, mientras Minho arrastraba a HyunJin a la mesa de Alfas. Su esposo lo miró con el ceño fruncido, hasta que JeongIn sintió un fuerte apretón en su brazo. Rápidamente su atención se centró en el Omega a su lado. JiSung lo miraba sonriente.
—¿Cómo te llamas?
—JeongIn —respondió. JiSung lo detuvo frente a la mesa de Omegas. Automáticamente todos los ojos rasgados se volvieron hacia él. Habían chicos pelirrojos, castaños, azabaches, todos con la belleza característica de su país. Sonrieron amablemente, aunque sintió un ligero calor al recibir la misma mirada que antes. JiSung lo presentó con entusiasmo, guiándolo a un sillón blanco donde se recostó, sacándose las sandalias y dejándolo a un costado muy reducido. Los otros Omegas lo saludaron amablemente, registrando las joyas en sus dedos, su ropaje.
—JeongIn —llamó JiSung, recostado entre almohadones aterciopelados. Notó un platito con fruta cortada sobre su mano, como un rey. JeongIn juntó las manos sobre su regazo, mirando la pose en la que estaba recostado aquel. Si su madre lo viera... seguramente lo utilizaría de ejemplo sobre cosas que no debería hacer—. Cariño, ¿qué hace una criatura como tú con una cosa como esa? HyunJin no tiene ningún sentido de la decencia.
El menor lo miró con grandes ojos. Sus labios se apretaron ligeramente y repasó en su cabeza aquellas palabras una por una. ¿Qué quería decir? ¿Estaba atacando a su Alfa? JeongIn desvió el rostro hacia los otros Omegas, que esperaban en silencio su respuesta. ¿Qué eran esas palabras? Él no estaba ahí porque quisiera, sino porque su familia lo necesitaba. ¿Qué respondería su madre? Pensó, pero poco a poco el pánico de la pregunta empezó a deformar su rostro.
Al instante escuchó sus risas. JiSung fue el primero en estallar, mientras pequeñas uvas caían de su platito hasta su vientre. El rostro de JeongIn se puso colorado e intentó sostener una sonrisa amable e incómoda. Bajó la mirada a sus manos hechas puños, estaba presionando demasiado las uñas contra la carne.
—¡Ya! Disculpa, JeongIn, solo nos gusta ver cómo reaccionan los primerizos ante el insulto hacia su Alfa —comentó JiSung, acomodándose mejor en el sillón. Esta vez se sentó con las piernas cruzadas, cargando su platito con más fruta. Los otros Omegas se relajaron en sus asientos, mirándolo—. Puedes insultar a tu Alfa todo lo que quieras en este espacio, ya sabemos que no tienen sentido de la decencia. Seguramente ellos nos insultan a nosotros.
—Sí, cariño, no te guardes nada —aclaró un Omega en la esquina, era rubio, con mejillas bonitas y largas piernas regordetas—. Te ves muy joven, ¿hace cuánto fue tu primer celo?
—Ah... se cumplió un año hace poco... me presenté muy tarde.
—Tienes el rostro de un cachorro aún —respondió JiSung, llenando su boca de uvas verdes—. Cuando te vi creí que tenías como quince... iba a dejarte ir con HyunJin... y criticar a tu Alfa de lejos, pero tenías cara de querer huir de allí.
Presionó los labios, juntando las manos. JeongIn bajó la mirada unos segundos a sus palmas lastimadas, se había corrido la piel con las uñas. Ardía, demasiado, pero decidió cerrar los puños.
—¿Hace cuánto estás con él? —preguntó uno de los Omegas, el rubio.
—Casi dos meses.
—De casados no, sino como pareja —habló el rubio, sirviéndose un poco de té en una tacita. JeongIn empezó a sentir calor, no le gustaba que lo miraran tanto—. HyunJin nunca miró a nadie en las fiestas, ni siquiera invitó a bailar a los Omegas solteros más bonitos... pero si estaba contigo, ¿por qué no te llevó? ¿Cuánto tiempo llevas con él?
Lo miró a los ojos. JeongIn empezó a sentir que una gota de sudor resbalaba por su nuca. No sentía que decir la verdad fuera correcto, no podía decir que su madre lo entregó sin más cuando HyunJin decidió que lo quería como Omega. Lo arruinaría, no solo su matrimonio sino las posibles uniones que sus hermanos querrían en el futuro. Tragó saliva ligeramente, sentía los labios secos.
—Hum... en realidad lo conozco desde cachorro —empezó. No era una mentira, había ido con su papá muchas veces a la casa del señor Hwang. Había visto de lejos a HyunJin, cuando era solamente un joven. Aunque nunca en la vida le había hablado—. Mi padre trabajaba para el suyo... y cuando me presenté como Omega, HyunJin vino a pedir mi mano.
—¿Te conocía de antes? ¿Incluso antes de SeungMin?
JeongIn sintió que los labios se le secaban. Lo miró a los ojos, quieto. Jamás en la vida había escuchado ese nombre.
—¿Quién? —susurró, a pesar de que muy en su interior sabía quién había sido aquel en la vida de su esposo. Los Omegas se miraron entre sí.
—El ex esposo de HyunJin —terminó JiSung, dejando el platito vacío a un lado. Se sentó nuevamente, apartando los mechones de su rostro. Sus ojos oscuros se clavaron en su silueta con lentitud—. Era un joven amigable, muy bueno, atractivo. Tal vez el mejor Omega que tu esposo pudo codiciar. Sabes de él, ¿no? No hay persona en este lugar que no esté enterada de todo lo que hizo HyunJin por tener a ese chico.
—Tuvieron una historia muy interesante... nunca escuché sobre un Alfa tan desesperado. HyunJin realmente lo amaba —agregó el rubio, mientras tomaba una cucharadita de azucar para su bebida. Las mejillas de JeongIn se tiñeron de un fuerte carmín. Apretó los puños contra el regazo, quieto.
—Creo que era más bien obsesión. ¿Recuerdan lo territorial que era? Ni siquiera quiso soltarlo cuando lo mordió... es raro, a veces me gustaría que mi Alfa me demostrara un poco de esa atención —respondió otro, mientras atendía a un pequeño que se acercó corriendo. El menor clavó la mirada en las delgadas manos que limpiaron el rostro sucio del cachorro. Eso que a él le faltaba—. Nos conocíamos desde infantes con SeungMin... al igual que HyunJin. Estaban destinados... aunque... bueno, no lo tomes a mal, cariño, pero no comprendo tus palabras. ¿Dices que él te pretendía desde antes, cuando estaba casado? Suena irreal, ¿por qué HyunJin iría tras de ti? ¿Por qué pediría por ti estando SeungMin con vida?
JeongIn sintió un ardiente dolor en el estómago. Apretó las manos contra la zona, pero no se movió más allá de eso. Sus ojos se desviaron a otra cosa que no fueran las miradas de aquellos Omegas, clavadas en él, en su corazón. ¿Por qué HyunJin pediría por él? Eso ni siquiera lo sabía, quería saber también. Era un cachorro, era un Omega de casa que no sabía nada más del mundo. Nada de aquello debería afectarlo, ellos tenían razón. ¿Qué razón tenía el Alfa para buscarlo? El vientre de JeongIn ni siquiera servía. Había sentido su dominación, su hombría, había cargado con toda su esencia en su vientre y no había ningún cachorro... ni siquiera la mordida que lo reclamaba como su Omega servía para calmar lo aborrecible y miserable que se sentía. ¿Quién era él? ¿Qué era en la vida de ese hombre?
¿Quién era para sentarse entre esos Omegas, con un nombre que desconocía, acompañado de un Alfa que no lo sentía como suyo?
—Pobre SeungMin —comentó el rubio, bebiendo un sorbo de su té—. ¿Estaba esperando un cachorro, no? Cuando se mató. Tal vez se enteró que HyunJin te estaba buscando.
Fue en ese mismo instante que todo el color se le fue del rostro. Sus miradas se encontraron y pudo sentir el ligero desprecio al verlo bajar los ojos por todo su cuerpo. Su piel se estremeció, erizada, mientras el dolor se concentraba en su estómago y subía como fuego ardiente por todo su esófago. JeongIn se inclinó, vomitando sobre el suelo. Sus manos temblorosas se apretaron contra el vientre abusado, mientras su vista se nublaba y las palabras se le atascaban en la garganta. Escuchó gritos, sintió cómo se levantaban y se alejaban de él. JeongIn tembló, intentando llorar para sacarse ese peso terrible del pecho, del alma. Quería desaparecer, quería morir allí mismo.
—¡JeongIn! —escuchó su voz, la de ese hombre. El menor elevó la mirada, no porque quisiera, sino porque la marca en su nuca ardió terriblemente. Los ojos de HyunJin destellaban escarlata, brutales, mientras lo jalaba de un brazo y lo atraía hacia su cuerpo. JeongIn cerró los ojos, sollozando—. ¡Qué le hiciste!
—Yo no lo hice nada —escuchó la voz de JiSung. El menor respiró profundo, sintiendo que los pulmones le ardían. Escuchó otras voces, discusiones cargadas de feromonas fuertes. JeongIn se debilitó en pocos segundos, y a pesar de que su cuerpo se volviera como una flor marchita, HyunJin no lo soltó. Podía oír las aceleradas pulsaciones en su pecho, el fuerte tono en sus palabras, mientras acusaba a alguien. Sus feromonas se tornaron agrias, fuertes y lo marearon por completo.
JeongIn se permitió llorar silenciosamente, dejando caer lágrimas tras lágrimas mientras el Alfa lo sujetaba con fuerza y lo sacaba de allí. HyunJin lo cargó hasta el carruaje y lo recostó en los asientos. Cayó como peso muerto, mientras lo veía alzarle la voz a ese Alfa que le había dado la bienvenida. No podía oírlos con claridad, no podía siquiera pensar en otra cosa que no fuera caer rendido ante el enojo de su Alfa. La marca ardía en su nuca, le dolía, le atravesaba la cabeza monstruosamente. ¿Qué haría cuando estuviese solo con él? ¿Qué debía hacer para calmarlo? No tenía nada de su parte que le asegurara que no iba a lastimarlo.
No tenía cachorro, no tenía su amor, su cariño, ni siquiera su respeto. ¿Quién era, entonces? Porque cuando HyunJin entró al carruaje lo único que vio fue la terrible posibilidad de que se enojara con él. Que de un arrebato decidiera dejar de lado a su familia, a sus hermanos, enfermos de fiebre. A su pobre madre, que no sabía vivir sin un Alfa que le respaldara la comida y el abrigo. Su madre, quien podía vivir sin su primer cachorro, entregarlo, ceder su vida a un otro, si eso significaba que podía salvar a los más chiquitos.
JeongIn lloró como un niño, terrible, agonizante, tragándose el deseo de pedirle que lo devolviera a su hogar.
Capítulo cortito para pensar algunas cosas.
Finalmente sabemos sobre el primer Omega de HyunJin.
¿Por qué creen que JeongIn no se defendió ante los Omegas?
Comos terminé HADO, ya di fin a mi era soft.
Hora de volver a escribir aberraciones.
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