~18~
—Venga, madre, no me dejes con la cuchara tendida, abre la boca y mastica.
La mujer en la cama observó a la pelinegra con el ceño fruncido.
—Qué estaré pagando, señor —se lamentó y comió lo que su hija le ofrecía.
—Qué va, si soy un milagro —dijo con altanería.
—Un gran milagro —repitió con sarcasmo.
—Tampoco te emociones al decirlo, María —dijo una tercera voz desde la puerta.
—Hasta que llegó el responsable del milagrito —comentó la mujer con coerta gracia.
El holbre se llevó una mano al pecho, fingiendo estar ofendido.
Aurora sonrió por lo bajo.
—Aurora, acompáñame, cielo; necesito una mano con los animales.
—Te aguantas, Paulo, ¿no ves que la niña me está dando de comer? —protestó la mujer con indignación.
—Estás en cama, no manca, María —le respondió el hombre con una ceja levantada.
—Que te den.
—También te queremos, mamá —se despidió Aurora con una sonrisa inocente.
Acompañó a su padre hasta que ambos salieron de la casa, dejando la puerta junta. Un gato negro los observaba desde la ventana de la sala que daba al exterior.
—Creí que mamayse desharía de Don Gato en cuanto me fuera —soltó Aurora algo sorprendida.
—Digamos que del amor al odio hay un solo paso.
—Anda... ¿La voz de la experiencia? —preguntó con picardía.
El hombre de cabellos canosos soltó una carcajada antes de abrir las puertas del establo. Dentro, las ovejas y corderitos balaban, caminando desordenados de un lado a otro .
—Oye, experiencia, en lugar de andar regondeandote ve y trae a los caballos... Daremos un largo paseo.
—¿Y mamá? ¿Está bien que se quede sola por tanto tiempo? —inquirió algo preocupada.
—Cariño, preocúpate cuando se quede a solas con alguien —la tranquilizó con una cálida sonrisa.
Aurora no pudo evitar reírse antes de salir en busca de los caballos.
Los encontró en el otro establo a unos metros del primero. Eran tres y un potrillo que nunca había visto.
—Anda, que me saliste toda una pilla, Lluvia —le dijo al animal, acercándose despacio.
La yegua bufó a modo de desconfianza, no la reconocía y no la culpaba, había pasado mucho tiempo desde su última visita. Bastaron unos segundos para que el animal se acostbrase al tacto de la joven y le tomqra confianza.
—Yo también te extrañé, bonita.
Luego de aquel momentoz ensilló a la yegua y otro caballo más, uno color caramelo. A Lluvia la había montado desde que tuvo edad suficiente para no caerse. Creció con ella, y volver a montarla en ese momento fue una mezcla de emociones diferentes para Aurora.
Guió a ambos caballos hasta donde la esperaba su padre, quien no se tardó en subir al otro animal y juntos empezaron a arrear las ovejas.
El viento le golpeaba la cara y le despeinaba la melena a su placer. Aurora se sentía libre y en paz. No recordaba lo mucho que extrañaba hacer eso desde hacía años.
Minutos más tarde, llegaron a un prado de pastos verdes, las ovejas empezaron a devorar apenas dejaron de guiarlas.
—¿Extrañabas esto, no, cielo? —le preguntó su padre con una amplia sonrisa.
Aurora se encogió de hombros y asintió. Había sido descubierta por su padre en los segundos en que solo miró hacia el cielo despejado aspirando paz.
—¿Quién te regaló eso? —señaló el dorado collar que colgaba de su cuello.
—Una... Amiga —respondió brevemente.
—¿Lorena, con la que abriste tu negocio?
—No, no, esa ingrata apenas y sabe decir hola —comentó con sarcasmo—. Es alguien más...
Luz. Su nombre volvía a ella una vez más.
Ese viaje no fue solo por la salud de su madre, sino también para alejarse de aquella chica un tiempo. Necesitaba despejar su cabeza y con Luz rondando sus pensamientos no podía.
Frunció el ceño inconscientemente al recordar su última discusión. Sentía que se había pasado un poco con sus palabras, pero... De verdad estaba dolida.
<<Se hallaban sobre el sofá del departamento de la castaña. Aurora en medio de las piernas de Luz y ella abrazándola por la espalda con el mentón apoyado sobre su cabeza.
Hubiera deseado congelar para la eternidad ese momento tan perfecto, pero lo cagó todo cuando se dejó llevar por esa sensación tan reconfortante de seguridad que le transmitía Luz cuando estaba entre sus brazos.
—¿Luz, tú me quieres?
Cuando sintió el cuerpo de la chica tensarse tras ella, supo que debió haberse tragado sus papabras, como siempre lo había hecho. Cada día desde que la conoció.
La chica no respondió, y Aurora sabía que no debía ibsistir, pero ahí iba ella otra vez. Rompió el abrqzo para darse la vuelta y observar a la castaña a los ojos.
—¿A-a qué viene esto, Aurora? —sus perfectos labios se fruncían en una línea recta.
—¿Qué somos?
Sabía que debía callarse, pero no podía. Sentía que se quebraría si no lo soltaba todo de una vez.
—Aurora, no me hagas esto, estábamos bien y...
—¿Bien? —la pelinegra mo quería creer lo que escuchaba.
—Yo te lo dije desde un inicio, te advertí que no... Que no quería una relación y tú aceptaste estar bien con eso —se defendió con la voz algo temblorosa.
—Yo sé lo que dije, pero... —tenía la sensación de estar a punto de ahogarse— pero yo te-...
—¡No! —la interrumpió rápidamente, apartando la mirada— No me hagas esto, no lo vuelvas más difícil...
Luz parecía estar al borde del llanto.
Y una vez más, la boca de Aurora volvía a hacer de las suyas.
—Es porque soy mujer, ¿verdad?
Recordaba que Luz en alguna ocasión mencionó algo de que a sus padres no les gustaba la idea de que Luz fuera lesbiana. Ella les tenía tanto cariño que se incluso les prometió que algún día llevaría un hombre a casa y formaría una familia con él.
—Aurora, cállate —advirtió la castaña. Tenía miedo de lo que sucedería a partir de ahí.
—¿Es eso, no? Es porque soy mujer, madre mía, ¡es porque soy una puletera mujer de los cojones!
—¡No te quiero de esa forma! —exclamó Luz. Y a pesar de haberlo gritado, su voz sonó tan lejana que Aurora tuvo que parpadear un par de veces.
—Gracias. Yo tampoco lo hago —soltó con la voz tan rasposa que incluso dudó que fuese suya.
Se puso de pie inmediatamente y antes de que las lágrimas le bajaran por el rostro, Aurora ya había cerrado de un portazo y se alejaba rápidamente por las escaleras.
Sabía que no podía obligar a Luz a quererla ni mucho menos, pero ese rechazo fue más doloroso que cualquier lesión que pudiera hacerse en su vida.
Esa fue la tarde del desagradable encuentro con Adam>>
—Papá...
—Dime, cielo —el hombre tiró levemente de las riendas del caballo para bajar el ritmo.
Por la expresión del rostro de su hija, tenía la sensación de que estaba por decirle algo muy importante.
—¿Tú... Cómo supiste que mamá te quería de verdad y no solo era... Un calentón y ya?
A pesar de las palabras empleadas, su padre no rió, su expresión incluso se ablandó.
—Hay cosas que no se dicen, solo se sienten, Aura... Muchas veces las personas no pueden expresar las cosas mediante palabras, pero sí por acciones —respondió de forma calmada.
—¿Y si crees haber sentido todo eso, pero al momento de la verdad, esa persona dice que no es real?
—Bueno, a veces podemos confundir ciertas señales... —por el rabillo del ojo cio que su hija se encogía de hombros y, con un poco de miedo a darle falsas esperanzas, agregó— o a veces las otrs personas dicen cosas porque tienen miedo a descubrir lo que sienten. Quizás lo niegan porque no están acostumbrados a ese sentimiento o por alguna razón externa. Solo ellos sabrán.
—Papá...
El hombre giró el rostro, otorgándole su completa atención.
—Estoy enamorada...
Aurora tomó una gran bocanada de aire, por su mente paseó el fugaz recuerdo de la sonrisa de Luz, la castaña que, a pesar de todo, jamás abandonaba sus pensamientos.
Aún cuando le había roto el corazón de semejante forma, la seguía queriendo y dudaba que pudiera dejar de haverlo en algún futuro cercano.
—Y es una chica... Estoy enamorada de una chica.
Aurora nunca les había contado a sus padres sobre sus preferencias sexuales, pues nunca sintió nada por nadie hasta que, como luz en la penumbra, la conoció en ese alborotado café. A Aurora ni siquiera le gustaba el café.
Luz había destrozado su corazón, pero aún así no podía odiarla, después de todo se enamoró a sabiendas de que ella no podría corresponderle.
Si sus padres reaccionaban mal, tal vez ese dolor y rechazo reemplazaría el que le golpeaba el pecho en ese momento.
Tal vez, y solo tal vez, Luz por fin podría salir desu mente y su corazón. Solo tal vez podría sufrir por algo más que no sea esa joven de cabellos castaños y deslumbrantes ojos celestes.
Tal vez, Luz por fin la dejaría en paz.
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