~16~
La bañera estaba llena casi hasta desbordar. El vapor había empañado el gran espejo sobre el lavabo y dibujaba gotas que resbalaban por los azulejos en las paredes de aquel baño.
La tenue luz amarillenta le daba un toque único y el olor a lavanda que se desprendía del agua enjabonada era fantástico.
Sumergió primero una pierna y luego la siguiente, con lentitud, fue sumergiéndose hasta sentarse con las piernas totalmente extendidas. Soltó un sonoro suspiro ante la sensación placentera que le otorgaba el agua tibia alrededor de su cuerpo.
Con cuidado, se acostó hasta recargar su nuca contra el borde de la bañera, disfrutando del relajante momento.
Y de pronto, se sintió vacía. Esos pocos segundos en los que había logrado olvidar esa tormentosa sensación se acabaron, dejándola de vuelta en un limbo donde no existía nada.
El vacío en su interior se expandió por todo su cuerpo hasta envolverla completamente. Los ojos empezaron a picarle y los cerró inmediatamente, sintiendo una pequeña lágrima escapar y recorrerle la mejilla hasta caer y mezclarse con el agua de la bañera.
Una a una, fueron escapando todas las lágrimas de sus ojos. No lo impidió, no sentía la necesidad de hacerlo. La voluntad de controlar los impulsos de su llanto se habían esfumado hacía años, desde que se marchó de la casa de sus padres.
Recordaba aquel día que se repetía en su cabeza una y otra vez como un bucle eterno.
—Estás mal. No puedes estar hablando en serio.
—No, no, no, yo crié a una niña normal, no a alguien... así.
—Pero... —su garganta se había anudado y las palabras fe perdieron en algún lugar del camino— mamá, papá...
—No puede ser posible, ¿qué hicimos mal? —se lamentaba la mujer, llevándose una mano a la boca y reprimiendo el llanto.
—Eras alguien normal, seguro que tus amigas te han estado metiendo ideas en la cabeza —murmuraba su padre, intentando buscar una posible explicación.
Aún no salía de su shock.
Creyó que sus papás la apoyarían en cuanto les dijera que le gustaban las chicas, pero... fue todo lo contrario. ¿Por qué eran así?
¿Acaso ella de verdad estaba tan mal? Llevaba días preparándose para cualquier respuesta, creía estar completamente segura de poder lidiar con cualquier reacción que tuvieran ellos, hasta ese momento...
—No me puedo permitir tener una hija descarriada. No puedo —habló la mujer, con desesperación—. ¡Está mal, yo no te crié para que te gustaran esas mierdas!
En busca de apoyo, miró a su esposo. Este levantó la cabeza y con una mirada más fría que un témpano de hielo, miró a su hija. La que se suponía y debía querer sobre todas las cosas en el mundo... pero no en esa situación. Si era así, no podía amarla. No amaría un monstruo ni aunque él mismo lo haya criado.
—Vete —sentenció, firme—. Lárgate de aquí antes de que todo el mundo sepa que eres mi hija. No quiero que me relacionen con un fenómeno.
—¡Papá! —suplicó por fin la joven, sintiendo su corazón estrujarse a cada segundo, a punto de salirse de su pecho— ¡Soy yo, soy tu hija, yo no...!
—¡Tú no eres mi hija! —chilló la mujer, levantándose de un solo movimiento de la silla en la que se dejó caer segundos atrás— ¡Yo te crié para ser alguien en la vida, no para que te desvíes pensando en mujeres! ¡No es normal!
Aquellas palabras fueron cuchillos envenenados que se enterraron profundamente en su cabeza. Frases así no olvidaría ni en mil años.
—Pero...
La voz no le salía, solo era un simple suspiro apenas audible.
—Vete de aquí, vete antes de que yo te saque. No vuelvas y no llames, esta ya no es tu casa y nosotros ya no somos tus padres.
El hombre ahora se erguía imponente. Señalaba la puerta con el cuerpo tenso y los ojos inyectados en odio y repulsión entremezclados tan bien que daba como resultado algo terrible de apreciar.
—¡Vete!
Y con esa última palabra, su cuerpo se movió, obediente.
Suspiró, hundiendo la mitad de su rostro en la bañera. El corazón le latía tan rápido que incluso creyó y hacía temblar el agua.
Otra vez, esas frases que se tallaron en fuego volvían a atosigarla sin cansancio. La acusaban, la repelían.
Y lo peor era que cada vez más las creía ciertas.
No era normal que una mujer amara a otra mujer ni que un hombre amara a otro hombre. El orden natural eran solo mujer y hombre, pero a ella no le interesaban para nada éstos últimos.
Sacó un brazo de la bañera y lo levantó casi totalmente. El contraste del agua tibia y el ambiente le erizaron la piel notoriamente. Las gotas que quedaban resbalaban desde lo más alto y se unían a otras, formando diversos caminos en el proceso.
Quería ser una gota de agua para que, cuando cayera, se mezclara tan bien que nadie notara nunca si alguna vez existió.
Ese peso en su espalda de no haber sido normal a los ojos de sus padres le quitaba el sueño, y más sobre todo en esas épocas, que fue cuando perdió a quienes creyó nunca la abandonarían.
En esos días fue cuando dejó de tener padres para volverse una huérfana a los diecisiete años y buscarse la manera de sobrevivir por su cuenta.
En las tardes ya no volvería a casa con un plato de comida caliente esperándola, dicho plato muchas veces estaría frío, incluso vacío y ella tendría que buscar la forma de llenarlo.
Dejó caer sin ganas su brazo, haciendo que el agua salpicara por todos lados y creando pequeñas ondas en la bañera. El agua templada ahora estaba turbia, un perfecto reflejo de su vida que poco a poco empezaba a remolinarse para consumirse por completo.
Empezaba a ansiar aquel día.
Y solo porque ese día estaba por llegar, seguía sobreviviendo. Una gran ironía el solo seguir existiendo porque algún día dejarás de hacerlo.
Se removió en su sitio y solo durante medio segundo, el rostro de la joven que conoció invadió su cabeza.
No sonrió. Aquel recuerdo solo era una prueba más fe que estaba mal, todo en ella lo estaba.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top