Consecuencias
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Royal Woods es muy conocida por ser la comunidad más llamativa de todo el estado de Michigan, Estados Unidos. En este enorme espacio cotidiano hay una amplia gama de suburbios, que cuenta con un amplio surtido de lugares de vida diurna y nocturna, una economía dependiente del tradicional comercio mayorista, una educación accesible para todo el público y un gobierno comunitarista manejado por un Consejo.
Pero, sin importar lo que tuviera que ofrecer, es más reconocida por sus compatriotas por albergar a gente peculiar. Y un grupo de personas se había ganado por defecto el título de "la familia más ruidosa del barrio", y vaya coincidencia de que su apellido le hacía honor a dicha etiqueta.
Lamentablemente, la familia Loud estaba haciendo algo que rara vez hacía: ir en contra de su propio apellido distintivo, pues en estos momentos se encontraban en la sala de espera del hospital, esperando escuchar tan siquiera la más mínima información sobre el estado físico de su primogénito y único hermano, Lincoln.
Por el momento, salvo por una mirada ocasional que iba dirigida hacia cualquiera de sus familiares o algún objeto del mismo recinto, ninguno de ellos se estaba mirando, lo único que observaban con extremo detalle era la puerta principal por donde ingresan los pacientes de urgencias.
Aunque todos los miembros de la familia estaban casi quietos en sus asientos, sobra decir que, en lo más profundo de sus entidades, estaban al borde de la locura, rezando desesperadamente para que Lincoln estuviese bien. Eso sin contar que también no dejaban de sentir un torbellino de emociones fuertemente encontradas respecto a la situación que lo puso en ese estado inactivo.
Por un lado, el señor y la señora Loud estaban furiosos con todas sus hijas por excluir a su hermano en los últimos días; por otro, la mayoría de los hermanas estaban enojados con Leni y Lori por comenzar todo esta calamidad con un estúpido vestido.
Sin embargo, todos ellos, incluso Lily, estaban enojados con Lisa por usar a Lincoln para uno de sus experimentos, siendo esa la razón por la que estaban en el hospital en primer lugar.
La joven intelectual no podía hacer nada más que empeñarse en mirar su regazo, ya que quería evadir las penetrantes miradas molestas de los demás miembros de su familia mientras luchaba por no llorar, dado el resultado funesto que implicó su pequeño "experimento".
Lisa Loud casi nunca solía mostrar emoción alguna. De hecho, a menos que algo importante sucedía con uno de sus hermanos, o que ella estuviera enojada con ellos por algo, se reservaba sus propias emociones para sí misma, manteniendo en todo momento una actitud indiferente a su entorno, o en cambio se concentraba en uno de sus experimentos.
A pesar de esto, ella realmente se preocupaba por su familia. Quizás la forma en que lo intentó con Lincoln claramente fue un camino arbitrariamente inexacto, mas eso no quita que lo había estado tratando de ayudar con su depresión.
Desafortunadamente, lo único que intentaba hacer era entender el por qué de este resultado, teniendo en cuenta que ahora había una posibilidad de que su único hermano pudiera morir... y todo sería por su culpa.
Por ello, la pequeña Lisa seguía respirando y sollozando profundamente, tratando de evitar llorar enfrente de los demás, todo en un intento por permanecer estable a pesar de todo lo que estaba pasando.
A su vez, el resto de las hermanas no pudieron pasar por alto esa peculiaridad, pero en vez de intentar consolarla (como siempre acostumbraban hacerlo entre sí durante un episodio de aflicción) simplemente la ignoraron en el proceso. No cabían en sus mentes más que el imperante anhelo de que Lisa realmente siguiera sintiéndose culpable por lo que había hecho.
Incluso los padres se sentían de esa manera. Habían sido bastante claros con que ella tenía prohibido usar a sus hermanos como sujetos de prueba; a pesar de eso, la ladina jovencilla se negó repetidamente a obedecer esa regla. Ahora, ambos no podrían estar más que contentos de poder castigarla por esto.
De hecho, durante el reciente Día de los Inocentes, mientras Luan estaba desatando su hecatombe de bromas pesadas, ambos padres le suplicaron a Lisa que los dejara entrar a su refugio subterráneo; ella accedió a sus plegarias, siempre y cuando nunca más fuera castigada por otra explosión o daño material a la casa.
Incluso, aprovechándose que ellos estaban en su estado más álgido de desesperación durante ese calamitoso evento de jugarretas, ella les hizo firmar un contrato al respecto, y al día siguiente en que salió, logró obtenerlo certificado ante nada más y nada menos que un notario real.
De modo que, muy para su desgano, los padres tuvieron que cumplir con el contrato, visto y considerando que tenían en su familia a alguien tan inteligente para demandarlos si no lo cumplían.
No obstante, el contrato sólo establecía que Lisa no podía ser castigada por ningún daño a la propiedad, no decía nada sobre no poder castigarla por daños a sus hermanos. Por ello, tanto el señor Lynn Loud como su esposa, Rita Loud, ya venían preparados con varios castigos que le tenían reservados desde ese suceso.
Aún así, eso era lo último que abundaba en sus mentes en estos momentos. Lo único que ellos querían era pensar en algo más para deshacerse de un ataque de pánico, sólo así podrían evitarse el lujo de imaginar que podrían perder a su hijo de una forma infeliz.
Ahora, tal parece que lo único que podrían hacer era mantenerse abrazados mientras que, como todas sus hijas, luchaban por no llorar ante esa posibilidad enervante. Querían pensar que Lincoln podría salir de esta situación, querían que él volviera a ellos sin ningún tipo de daño, querían que él... sobreviviera.
Tener a un ser querido hospitalizado, de por sí, era algo que los tenía completamente alebrestados, ya que anteriormente Lincoln había padecido un desvanecimiento a causa de un daño autoinfligido, y todo debido a que él se sentía inferior a comparación a sus demás hermanas, las cuales siempre consideró que eran más talentosas que él.
De más está decir que la razón por la que esta vez estaba encamado era mil veces peor.
En algún momento de sus vidas, jamás se imaginaron que alguien de la familia fuera capaz de hacerle un inmenso daño, y tras esperar unas insufribles tres horas, casi qué medidas a reloj, en las que no podían pensar nada más en cómo resultaría todo, un médico ingresó a la sala de espera y comenzó a acercarse a la familia.
A partir de ese instante, toda la familia casi se queda tensa en sus asientos al ver al facultativo más cercano a ellos. Cualquiera podría admitir que aquel sujeto, a pesar de lo alto y delgado que era, con su tez morena y su pelo negro algo canoso y ondulado, podría transmitir una atmósfera muy amistosa.
Pero a través de esos ojos negros, ambos padres notaron que ese hombre de aspecto amigable tenía una expresión sombría en la cara, como si tuviera malas noticias que decirles.
... Justamente lo que NO querían que pasara.
Cuando el galeno se detuvo justo enfrente del señor y la señora Loud, a los cuales solo los miró por un momento aferrándose en un abrazo, posteriormente volvió la cabeza e inspeccionó a las hijas, notando que cada una de ellas estaba a punto de llorar.
Sin dudas, ser un doctor no es trabajo fácil, en especial cuando tienes que transmitir las más penosas noticias sobre el estado físico de un paciente al que le tienen mucho afecto algunas personas. A pesar de eso, el señor tenía que hacerlo, puesto que era un gaje del oficio que tenía que sobrellevar, y de no hacerlo uno podría catalogarlo de negligente o de deshonesto.
A pesar de ello, teniendo en cuenta la colosal fragilidad que denotaba toda la familia, el hombre, por un momento, sintió que había hallado el modo más efectivo para transmitirles la noticia dentro de su mente, tal y como si hubiera sacado un as inocuo bajo la manga en el acto. Por lo que respiró hondo y suspiró, antes de dirigirse nuevamente hacia los padres con una expresión más o menos tranquila.
‒ Señor. Señora. ‒ habló él, exhalando una voz profundamente sobria. ‒ Es un placer para mí informarles que su hijo vivirá.
Obviamente, un suspiro colectivo de alivio llenó la sala de espera. El hombre también pudo observar cómo la familia se abrazó de manera animosa, con Leni incluso juntando sus manos y murmurando una plana gratitud mientras miraba hacia arriba. Fue así que no pudo evitar sonreír para sí mismo, ya que si había algo que podía hacer con personas de este calibre, era mostrarles cuando menos el lado leve de toda la operación que se requirió para tratar al paciente. Aunque...
... había otro pormenor que no debía de pasar por alto, y para impedir que hubiera posteriores malentendidos, el médico volvió a hablar, haciendo que la familia dejara de celebrar.
‒ Sin embargo... ‒ habló con el tono de voz más alto posible para llamar la atención de la familia, para que posteriormente retomara su acostumbrado tono de voz ponderado. ‒ Está en coma y no tenemos idea de cuánto tiempo pasará antes de que se despierte.
... Y ahí estaba. Algo que no querían escuchar.
Para los Louds, escuchar eso fue como sentir si acabaran de despellejar vivo a su perro, o que hubieran conseguido un nuevo cachorro y luego lo vieran ser atropellado por un automóvil.
Nadie dijo nada mientras volvían a sentarse, quedándose todos completamente perplejos y con sus sonrisas lentamente tornándose en miradas de terror, porque todos escucharon lo más inconcebible cuando el doctor dijo que Lincoln había sido levemente envenenado por una pequeña dosis de radiación, que de alguna manera fue "magnificada" por la dolorosa conmoción que recibió. Y a pesar que él les dijo que pudieron contrarrestarla por medio de la inyección de una cura, desgraciadamente, aún no se había despertado... y era bastante obvio que no despertaría en un corto plazo.
Para el médico, era de esperarse que cada miembro de la familia intentara, con todo el esfuerzo del mundo, digerir la desafortunada información. La mayoría de ellos no podía hacer nada más que poner una miraba vacilantemente taciturna en sus rostros.
En cambio, Luna, sin que los demás la notaran, estaba lanzándole una mirada asesina a Lisa. Sobra decir que, de todos los miembros de la familia, Lincoln era el más cercano a Luna, por tanto era comprensible que ella estuviera lista para atacar a la segunda más joven de la familia.
No obstante, Lori fue capaz de captar esto y puso una mano en el hombro de su hermana rockera, agarrándola con mucho cuidado para calmarla en el proceso. Lo último que necesitaban era que alguien más provocara una escena... o peor, que pusiera a otra hermana en el hospital.
‒ ¿Podemos verlo? ‒ preguntó Luan dócilmente, provocando que automáticamente el resto de la familia, desesperada, volviera a fijar su atención en el señor.
‒ Por supuesto ‒ asintió el médico con la cabeza. ‒ Pero, por favor, sólo manténganse en silencio y traten de no molestar a ninguno de los otros pacientes.
Así, los Louds accedieron y lograron obtener el consentimiento del doctor para ingresar a la habitación de Lincoln. Para cuando llegaron allí, cada uno de ellos sintió que su corazón se saltaba un latido al ver a Lincoln reposando en la cama, completamente inconsciente y con un tubo clavado en la garganta.
De poco les sirvió de tan siquiera tranquilizarse un poco cuando el doctor les explicó que ese tubo se usaría para alimentarlo durante su estado de coma.
En el momento en que el doctor les permitió estar a solas, tanto los padres como las hermanas se encontraban de pie alrededor de la cama del pobre muchacho, mirándolo con mucha cautela.
Más de una de las chicas, de vez en cuando, miraba a Lincoln mientras dormía. A pesar de ser el único niño en la familia, cada hermana, así como su madre, estaría de acuerdo en que se veía tan tranquilo cuando dormía. A menos que tuviera una pesadilla, siempre dormía como un pequeño príncipe.
Sin embargo, la escena que todas las féminas tenían justo enfrente... eso, no era como ver dormir a su pequeño príncipe, parecía más bien como si estuvieran viendo a un desvalido aferrándose a su propia vida con mucha dificultad.
De hecho, la imagen era muy aborrecible, tanto, que Luna no soportó más mantenerse ni un momento más en silencio y, sin recato alguno, increpó a Lisa con una rígida palmada contra la parte trasera de su cabeza, sazonándola con un grito tan airado que pareció traspasar las cuatro paredes de la habitación.
‒ ¡No puedo creerlo, Lisa! ¡Esto es, sin duda, lo peor que has hecho alguna vez!
Por una vez, los señores Loud no regañaron a una de sus hijas mayores por romper las reglas, o inclusive de ponerse agresiva directamente con una de las hijas más jóvenes en su presencia. Ellos también estaban extremadamente furiosos con Lisa.
Las otras hermanas, incluso Lily, comenzaron a irritarse cuando le exigieron saber qué era lo que pasaba por su mente, qué estaba mal con ella para que hiciera tal atrocidad, cómo pudo ser tan cruel con su hermano, entre otras discrepancias más.
Todas las hermanas se quedaron discutiendo por un rato, hasta que la señora Loud tuvo que intervenir cuando escuchó que, entre el bullicio, una de sus hijas mayores soltó una grosería.
‒ ¡YA BASTA!
Y así de rápido como exclamó ese grito, todas las niñas inmediatamente se tranquilizaron. Aún así, no conforme con eso, la señora Loud se tuvo que ponerse firme con un recordatorio sumamente importante.
‒ ¡Recuerden que estamos en un hospital! ‒ susurró ella, regañándolas con toda la prudencia que le fuera posible. ‒ Y no sólo eso... ¡¿Acaso creen que está bien pelearse cuando tenemos a alguien débil frente a nosotras?!
Uno no sabe si fue por lo brutalmente conciso que fue esa reprimenda o lo dolida que se escuchó ella cuando lo dijo entretanto soltaba una lágrima furiosa, mas eso fue más que suficiente para que todas se avergonzaran de sí mismas de una manera inimaginable, ocasionando que todas bajaran lentamente la cabeza al unísono.
Tras esto, un momento de silencio invadió la habitación, donde lo único que interrumpía la calma del lugar era toda la familia plañendo por tener que ver a Lincoln en estado vegetativo. Ningún miembro de la familia ni siquiera quería pensar en lo que probablemente podría suceder, pero... si iba a permanecer en ese estado, al menos debían guardar compostura y algo de respeto por su cuerpo inmóvil.
Una vez llegado el momento en que todos habían agotado casi toda su reserva de lágrimas, los sollozos cesaron un poco para que la hermana mayor suspirara un poco de alivio y se volteara hacia Lisa, y al recordar que todo se originó debido a uno de sus inventos, le tocó a la hermana mayor indagar sobre unos cuantos detalles, en especial cuando su personalidad insensible pasó a ser la que debería de sentir en esos momentos.
‒ ¿Lisa...? ‒ dijo ella, llamando la atención de todos en el proceso al retomar su consabida voz firme y directa, tal y como lo haría cada vez que la ponían a cargo. ‒ Todos estamos realmente enojados contigo. Ninguno de tus experimentos se ha acercado siquiera a este nivel de peligro. Sin nada más que agregar, nos debes a todos una explicación. ¿Cuál fue el experimento que Lincoln estaba probando?
Sabiendo que su hermana mayor ahora tenía razones suficientes para encararla, la pequeña genio no pudo hacer más que titubear... Ella estaba asustada. Por una vez en su vida, Lisa Loud estaba legítimamente asustada de las consecuencias que enfrentaría gracias a uno de sus experimentos, y sencillamente no quería continuar con este interrogatorio.
Aunque, por otra parte, sabía que no podía posponerlo aún más, de modo que, después de un rato en el que estuvo balbuceando ante las miradas incriminatorias y amenazantes de su familia, en seguida suspiró derrotada, se dispuso a ponerse frente a ellos tomando asiento en un área de la cama, respiró hondo y, sin chistar, comenzó con su relato.
‒ Verán. La razón por la que le hice esto fue porque me cansé de escucharlo suspirar con desesperación en su cuarto, ya que estaba interrumpiendo constantemente mi trabajo. Como tal, le dije que tenía una máquina de tiempo experimental para que la probara. Le dije que volviera en el tiempo diez minutos y me dijera que la máquina había funcionado, y después de que ganara premios y dinero en efectivo para probar que el viaje en el tiempo era real, él podría aprovecharse de mi éxito. Además de ser famoso, ya no estarían enojadas con él.
Sobra decir que Lisa había comenzado a dejar que las lágrimas cayeran durante su explicación, la cual se le volvía un poco más difícil de ejecutarla con elocuencia, dado a que no tenía más remedio que admitir que lo que hizo era imperdonable.
Avergonzada, bajó lentamente la mirada al suelo, pues tenía que hacer reminiscencia de ese nefasto accidente. Con una voz algo quebrada que denotaba una verdadera pesadumbre, procedió a explicarse nuevamente, después de unos cuantos resuellos para que no escurriera la mucosa de su nariz.
‒ Pero en realidad, el dispositivo nunca funcionó, y se suponía que solo debía causarle una dolorosa descarga eléctrica que lo dejaría inconsciente. Y una vez que todas lo vieran herido, sus instintos fraternales comenzarían a florecer y ustedes se preocuparían por él. Una vez que se despertara después de un par de horas, todas estarían peleándose por ver quién sería la primera en pasar más tiempo con él... Y... y-y-yo, desafortunadamente, olvidé... olvidé extraer la pastilla de uranio que... que originalmente... se había utilizado... para alimentar el dispositivo.
En el momento en que la pequeña intelectual dejó de hablar, le siguió un momento de silencio inconfortable, en el que tuvo tiempo para desahogarse de sus propias acciones. No era de esperarse que, después de su infame diablura, ella estuviera lidiando con lo deslenguada que se comportó, y más aún conforme se daba cuenta de sus excusas injustificables.
Finalmente, tras haberse despojado de sus lamentos, Lisa volvió a levantar la mirada y vio que su familia, lejos de compadecerse de ella, la estaban mirando con los ojos muy abiertos y con las mandíbulas caídas.
Luna, por su parte, no tenía empacho en ocultar la mirada asesina que le estaba dirigiendo ahora mismo. De hecho, la rockera, rezongando, parecía estar lista para abalanzarse sobre la cama. Afortunadamente, Luan y Leni la agarraron y la contuvieron, diciéndole que se calmara y, para incomodidad de la pequeña niña, que no valía la pena.
Al ser testigo de esto, la señora Loud, quien estaba perpleja e intentaba de procesar todo lo que su segunda hija más pequeña le había dicho, tuvo que intervenir de manera rápida.
‒ Muy bien, será mejor que volvamos a casa. ‒ estableció ella, de manera lacónica.‒ Podemos volver mañana por la mañana.
Ante eso, los padres comenzaron a hacer salir a todas sus hijas de la habitación, asegurándose de que ellos mismos estuvieran entre Luna y Lisa.
Cuando la familia salió de la habitación del hospital para posteriormente dirigirse a su casa, Lisa no pudo evitar lanzarle una última mirada preocupada hacia Lincoln...
Él estaba en coma... ¡y todo por culpa de ella!
Ahora, ni siquiera sabía si alguna vez podría perdonarse a sí misma por esto.
‒ Lo siento mucho, Lincoln. ‒ susurró, apenas haciéndose oír a sí misma durante su salida de la habitación, con las lágrimas todavía cayendo de sus ojos.
Cuando la familia llegó a casa, todas las chicas se fueron directamente a sus habitaciones para alistarse para la hora de dormir... excepto por Lisa.
Sus padres le dijeron que se quedara abajo con ellos y a ella no le quedó más remedio que esperar abajo mientras que las demás se iban de la escena.
Indudablemente, no fue para nada alentador para la niña que todas sus hermanas se le quedaran viendo de una forma morbosa, con la mayoría de ellas lanzándole sonrisas vivamente burlonas y otras simplemente meneando lentamente la cabeza, como si fuera una muestra somera de desilusión por sus actos.
Se podría decir que sus padres podrían haber impedido tal suceso, pues ellos también tenían una imperativa regla consistente en que, si alguien dentro de esta casa estuviera en problemas, éste no debería de ser objeto de escudriño malicioso.
Lamentablemente, ellos se mostraron indiferentes ante eso, debido a que estaban ocupados charlando entre ellos. Lo que discutían sus padres estaba lejos de su jurisdicción, teniendo en cuenta que se hablaban entre susurros y estaban cuidadosamente apartados de su sitio en el asiento central del sofá.
Ergo, ellos estaban intentando de idear la forma más eficaz de castigarla.
Sea como sea, el hecho es que ni siquiera podía escabullirse, considerando que ahora ellos eran los únicos tres habitantes de la planta baja una vez que se oyó a la última puerta cerrarse, y cualquier ruido sería óbice para ello.
En el punto en que terminaron de conversar, los padres condujeron a su segunda hija menor a la habitación que ellos compartían y, una vez adentro, la obligaron que se sentara en la cama.
Nuevamente, la joven intelectual no pudo permanecer más incómoda. Tuvo que esperar lo que parecía ser una eternidad viendo cómo sus padres sólo estaban ahí parados enfrente de ella con los brazos cruzados, observándola con mucha minuciosidad y con esas miradas penetrantes que, a su vez, poco a poco se comenzaban a relajarse, a pesar de tener toda una irritación inconmensurablemente notoria que Lisa no podía ni asimilar.
Si bien, después de un rato, pudo ver que su madre estaba comenzando a suspirar resignada, más que un momento de sosiego era una clara señal que iba a experimentar la charla más incómoda de todas, pues nunca supo en cómo sería la respuesta oficial de sus padres una vez que terminaran de salirse de esa posición arremetedora.
Sea como sea, tuvo que prepararse para el ataque más calamitoso, de manera que procedió a proteger su rostro al apartarlo de la mirada de sus padres y arrugándolo por el miedo que sentía en este momento.
‒ Lisa... ‒ exclamó una dócil señora Loud, lo cual hizo que la niña saliera lentamente de su posición supresora. ‒ Queremos que sepas que todavía te amamos, y eso nunca cambiará.
Sin dudas, fue algo discordante escuchar que uno de sus padres reaccionara de una manera tranquila después de ver que ambos se vieran completamente conflictuados en cómo deberían ser sus reacciones al saber de los detalles detrás del siniestro que ella perpetuó.
Pero luego observó que su padre estaba por hablar, puesto que aún quedaba que él le otorgase su respuesta oficial, así que hizo todo lo posible para mostrarse lo más condescendiente posible mientras le perorara.
‒ Sin embargo... ‒ habló el señor Loud, mostrándose un poco más circunspecto ante su hija. ‒ Todavía estamos muy decepcionados de ti. Pusiste deliberadamente en peligro a tu hermano solo para lograr que dejara de deprimirse, y lo hiciste sólo para que ya no interrumpiera tu trabajo. Eso es tal vez la cosa más estúpida y egoísta que hayas hecho. Y como tal, serás castigada.
... Y ahí estaba la señal más desfavorable de su vida, haciendo que comenzara a sentirse lánguida.
‒ En primer lugar, estarás castigada hasta que Lincoln se despierte. ‒ exclamó la señora Loud, volviendo a mirar con severidad a su hija, quien permanecía decaída entretanto los observaba. ‒ Eso significa que no hay televisión, ni postre, ni experimentos científicos.
» Y con respecto a esto último, le informaré a tu maestra que no te permita realizar ningún tipo de experimento en su salón; si es posible, ella probablemente te convertirá en su asistente, así que tendrás que involucrarte en actividades sencillas, como ayudarla a limpiar o acercarle algunas cosas.
Uno no puede sentirse agobiado por un castigo de ese tipo, después de todo era compresible que haya restricciones después de haber cometido una falta. Pese a eso, en el caso de Lisa, el que le prohibieran realizar experimentos era casi como una aberración, y estaba dispuesta a oponerse a ese escarmiento de no ser porque también estaba consciente que fue uno de éstos que mando a su hermano a urgencias médicas.
Por eso, simplemente se resignó a aceptar el castigo, asintiendo como impotencia mientras que bajaba la mirada, sólo para que la volviera a subir cuando su padre volvió a replicarle.
‒ Además... ‒ habló el señor Loud con firmeza.
Para cuando le habló de nuevo su padre, el hombre estaba compartiendo la misma mirada que su esposa. No obstante, luego de un minuto, inhaló y exhaló con algo de apocamiento, al mismo ritmo que su mirada se tornaba más suave.
‒ Normalmente no creo en este tipo de castigos, pero... si no vas a aprender por las buenas...
Suspiró de nuevo, y en seguida se sentó en la cama entretanto juntaba sus piernas y las palmeaba.
‒ Vas a tener que hacerlo por las malas.
Lisa, siendo una niña genio, obviamente entendió al instante lo que quería decir...
Según las otras chicas, solo había habido dos sesiones de nalgadas en la casa Loud.
La primera fue con Lori, de 5 años, que se había enojado con Leni después de que su hermana hubiera derramado accidentalmente pintura en su vestido favorito; entendiendo que fue un accidente, sus padres simplemente le dijeron a Leni que tuviera más cuidado en el futuro, sin siquiera darle un tiempo muerto.
Infortunadamente, a Lori no le gustó eso, y un par de días más tarde, cuando la familia fue al parque, Lori empujó a Leni colina abajo, lo que provocó que se arañara con algunos arbustos espinosos, antes de finalmente aterrizar en un charco de barro. En consecuencia, Lori había recibido diez nalgadas y la habían enviado a la cama sin cenar.
La segunda (y supuestamente la última) fue Luan, quien a sus ocho años, que acababa de descubrir su pasión por la comedia. Un día, mientras su padre salía con las chicas mayores en una fiesta de cumpleaños y su madre cuidaba a las gemelas recién nacidos, a Luan le habían pedido que vigilara a sus hermanos menores por un tiempo. Durante aquel momento, los niños pequeños estaban bastante divertidos con los chistes y trucos de Luan. Ella había estado contando chistes por un rato, y luego Lincoln le pidió que hiciera malabarismos, a lo que la pequeña Lucy lo había apoyado en su petición.
Luan solo había hecho malabares un par de veces, y era bastante buena en eso, pero no podía recordar dónde había dejado sus bolas de malabarismo, así que decidió probar con platos. Sin embargo, desconociendo de ello, su madre había conseguido los mejores platos para su jefe, quien vendría a cenar esa misma noche. Para resumir, Luan había recibido una docena de nalgadas y le habían quitado su mesada durante un mes por romper las costosas reliquias familiares.
Aunque sabía que no había forma de salir de eso, Lisa estaba temblando como cualquier niño pequeño ante la idea de ser azotada. Ella nerviosamente trepó por encima de la rodilla de su padre, preocupándose constantemente en la manera en que la azotaría, pues había una posibilidad de que le descubriera el trasero o que utilizara algún objeto como un medio para aplicar dicho castigo.
Desafortunadamente, para cuando terminó de colocarse en posición, sus esperanzas fueron derrumbadas en cuanto vio que su padre no se limitó con escoger al menos una de éstas opciones. Ella podría haber aguantado un poco las nalgadas en su trasero de no ser porque su padre le bajo los pantaloncillos y se quitó su cinturón para aplicar cada uno de los veinte posteriores golpes en su retaguardia, los cuales fueron suministrados con una intensidad tan efectiva que hasta el sonido de los choques rayaban en lo pasmoso.
Sobra decir que conforme avanzaba esa sesión de golpes, no sólo el dolor físico se hacía más presente en la pequeña niña, sino que el dolor emocional se podía incluso trasmitir de manera recíproca.
Por una parte, Lisa no podía soportar cada nuevo golpe dado por su padre, incluso le estaba implorando a su padre, con lágrimas pesadas saliendo de sus ojos y con una voz cada vez más dolida, que se detuviera... No funciono. Sus ruegos nunca fueron escuchados y el sufrimiento no paró hasta que su padre decidiera que fue suficiente.
Por otra parte, tanto ella como sus padres sabían que se había ganado dicha reprimenda por ocasionar un ataque sumamente insidioso a alguien de su propia familia. Sin embargo, dado que tanto el señor como la señora Loud eran casi renuentes a los castigos físicos, hasta ellos podían decir que el dolor de su hija... era mutuamente comprensible, por lo que no fue de esperarse que, amén de permanecer en sus posturas serias, se resistieran a ceder ante los alaridos de su hija.
Una vez que terminaron las nalgadas, el señor Loud, sintiéndose consternado por el dolor que le infundió su hija y profundamente contrito a través de esos bramidos que exhalaba de forma intensa, levantó a su hija tomándola suavemente por debajo de sus axilas y tratando de sentarla suavemente sobre uno de los muslos de sus piernas.
En sí, ver a su pequeña genio jipiando desconsoladoramente era algo tan escabroso como llamativo, dado que ella es, por lo general, muy avezada en mantenerse ajena a exteriorizar sus emociones. Pero, dado a que ahora ella no tenía pretextos para hacerlo y que él no podía soportar verla así, el señor Loud procedió a quitarle con cuidado sus lentes y dejarlos en la mesita de noche que tenía a su lado, y posteriormente a ello, la abrazó y trató de consolarla mientras ella seguía sollozando de manera descontrolada.
Por su lado, la señora Loud, al observar a su hija llorar de esa manera, no pudo mantenerse firme ni un minuto más y comenzó a desahogarse lentamente mediante la ejecución de respiraciones sollozantes, al mismo ritmo que varias lágrimas fulminantes recorrían sus mejillas, fundiéndose junto a su esposo y a su hija en un abrazo grupal.
Por un buen rato, los tres Loud dentro de la habitación paternal permanecieron apretujados unos con otros y plañéndose mutuamente, hasta que los padres, por obra de un momento preponderante para recobrar su sentido de la realidad, uno en el que también casi agotaron sus reservas de lágrimas, lentamente recobraron sus ritmos normales de respiración y de su propiocepción, haciendo que rompieran paulatinamente el abrazo grupal entre ellos y buscar una posición más conveniente para estar más relajados.
De ahí, tras haber sucumbido a un maremoto intenso de congoja, tanto Lisa como sus padres, terminaron muy cansados, por lo que el señor Loud, haciendo uso de sus fuerzas internas algo alicaídas, trató de llamar la atención de una Lisa que yacía reposando en su abdomen como si fuera una almohada, propinándole unas leves palmadas en la espalda.
Para cuando la niña se apartó un poco y levantó nuevamente su cabeza, ambos padres tuvieron que soportar esa mirada profunda y con ojos rojizos. Haciendo uso de sus facultades mentales obliteradas por el ambiente pesado del cuarto, sabía que tenía que mantenerse tranquilo ante las implicaciones de lo que pasó, por lo que el señor Loud realizó un espacioso suspiro antes de hablar con algo de mesura.
‒ Escucha, Lisa. Lamento que haya tenido que llegar a esto, pero debes aprender que las acciones tienen consecuencias.
‒ E-está bien. ‒ asintió una Lisa parsimoniosa.
Uno no sabe si fue por el tono de voz endeble que emitía Lisa o porque su cabeza lentamente volvía a decaer al mismo tiempo que decía esa respuesta, pero ambos padres tuvieron que ahogar un sollozo por ver a su hija tan vulnerable, tan compungida, tan... dolida.
‒ Bueno... ahora, ve a la cama y por la mañana limpiaremos tu habitación, ¿entendido? ‒ dijo la señora Loud, intentando sonar lo más comedidamente posible.
‒ Si. ‒ respondió Lisa, aún estando apesadumbrada.
De por sí, el abatimiento de una persona puede incluso afectar a los que le rodean. No por nada, cuando más semejante somos unos con otros, más es fácil entender y sentir por lo que pasan un individuo.
No obstante, ese dolor que transmitía la voz de una cabizbaja Lisa, era algo completamente insostenible hasta para sus propios padres. Quizás no haya sido su mejor momento para aplicar disciplina, tal vez porque no estaban acostumbrados a eso, pero hasta ellos sabían que ante situaciones desesperadas se necesitan realizar acciones desesperadas, y si bien Lisa tenía una gran dote para fungir como una excelente consultora ante problemas muy arduos, hasta ella debe de saber que no debería de darse ínfulas por ello, dado a que ahora tenía un enorme problema que ni una niña de cuatro años de edad debería de cargar.
Se podría decir que ni siquiera ella necesitara que se le repitiera eso, porque una vez que ella les replicó, el señor Loud, aún teniendo sus energías algo agotadas, le acercó sus lentes y la niña, muy baldada y sin ánimos, simplemente se limitó a aceptarlos de vuelta.
‒ Gracias.
Y de la misma manera, la niña se bajó del regazo de su padre y procedió a prepararse para dormir, no sin antes dirigirles unas últimas palabras a sus padres.
‒ Buenas noches, mamá... Buenas noches... papá.
Ante eso, la niña genio se dio media vuelta y se destinó a salir de la habitación, mas, tan pronto como abrió la puerta, Lola y Lana cayeron dentro. Obviamente, ambas se encontraban apoyadas en la puerta tratando de escuchar todo lo que ocurría adentro.
Lisa los miró con sorpresa, mientras que sus padres los miraban con decepción. Sin saber qué decir, las gemelas simplemente se voltearon y salieron de allí apresuradamente, y fue ahí que Lisa y sus padres atinaron con solo suspirar con desencanto.
Tras este suceso, la niña continuó su camino hacia su habitación, cerrando la puerta de sus padres cuando se iba.
Una vez que llegó a la parte superior de las escaleras, Lisa pudo ver que algunas de sus hermanas estaban hablando en sus habitaciones. Sin embargo, tan pronto como la notaron, cerraron sus puertas de golpe.
Lisa suspiró miserablemente, porque sabía que no solo ella tenía la culpa, sino que también sentía que se había metido en un enorme impasse, y ahora sus hermanas no tenían empacho por darle un tratamiento someramente apático. No queriendo pensar en ello, la niña entró en su habitación para prepararse a dormir, solo para detenerse cuando notó que Lily no estaba en su cuna.
Tomando un momento para mirar alrededor de su habitación, así como en el pasillo, Lisa exclamó con recelo:
‒ ¡Oigan, ¿alguien ha visto a Lily?!
Esperaba que su hermanita no se hubiera extraviado en alguna parte de la casa, porque ya tenía suficiente con que un familiar quedara hospitalizado por sus acciones.
Afortunadamente, la puerta al final del pasillo se abrió, y Luan asomó la cabeza... sólo para que, de buenas a primeras, sintiera que le daban un golpe muy bajo a su consciencia:
‒ Lily no quiere dormir en la misma habitación que tú, así que se está acostando con nosotras para pasar la noche. ¡Y honestamente hablando, si fuera tú, no esperaría que ella vuelva a tu habitación por un tiempo, Lisa! ¡¿Sabes lo cuánto que quiere a Lincoln...?!
Ante eso, la chica comediante cerró la puerta sin ningún tipo de recato, y así, el corredor se silenció lentamente, con la mayoría de las hermanas comenzando a pasar la noche en la salvedad de sus cuartos.
Suspirando, Lisa regresó a su habitación y cerró la puerta. Le molestaba que incluso su hermanita no quisiera estar cerca de ella, aunque no era de extrañarse por ello, dado a que incluso le dieron sus razones. Lisa trató de no llorar cuando se cambiaba de su ropa y se metía en la cama, apagando la luz en el proceso.
Puso sus gafas en su mesita de noche y miró hacia el techo, ligeramente asustada por la absoluta quietud de la habitación. Por lo general, podía escuchar a Lily jugar y musitar durante un rato antes de finalmente quedarse dormida y esto sería seguido por algunos gorgoteos y ronquidos por parte de la beba.
Quizás tales ruidos eran molestos, pero al menos ayudaban a la nena a dormirse. Lamentablemente, la pequeña intelectual jamás creería que llegaría el día en que la ausencia de estos ruidos fuera algo completamente funesto de escuchar.
A la larga, después de un par de horas de dar vueltas, causadas tanto por la falta de sonidos habituales en su habitación como por la culpa que sentía, Lisa finalmente se quedó dormida alrededor de la medianoche... sin siquiera saber lo que le esperaba.
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