¿Qué hago?

NB: Hola, soy yo, su servidora, quiero advertirles que no lo he corregido pero aún así he decidido publicarlo. Lamento si encuentran un error de redacción u ortográfico, en la noche me daré la tarea de corregirlo. Sin más por el momento, disfrútenlo.

.

.

.

Yokozawa despertó deseando no hacerlo, una horrible punzada en su cabeza apreció recién fue consciente de su miserable existencia. Después de haber explotado en medio de ese lugar y peor aún, haber golpeado al castaño con casi toda su fuerza. Dioses, casi le da un soponcio de la cólera por las estupideces que dijo y ni quería pensar en ello. 

Intentó incorporarse pero le fue imposible. Para su desgracia, había vuelto a beber aún más que la vez pasada, deseando olvidarse de todo y ese todo era: Kirishima Zen. ¡Maldita sea! Tenía que dejar de pensar en el editor; por su bienestar mental al menos. Abrió un ojo para cerrarlo de inmediato, la luz le taladraba sin piedad. Se removió con cuidado entre las sábanas para chocar con algo, maldijo en voz baja intentado averiguar qué era. Tal vez su maletín, tal vez... 

Yokozawa abrió los ojos casi desorbitado para encontrase con el cuerpo del mayor acostado, durmiendo plácidamente a su lado. Estaba a punto de darle una patada para echarlo de su cama cuando se dio cuenta que, en realidad, no era su cama. Era la de él. poquito peor aún, estaba semi-desnudos. 

"¿Qué mierda?" pensó de mal humor. Intentó aclarar sus ideas, buscando lo que había sucedido ayer exactamente. Sí, había bebido como si no hubiera mañana y luego, todo estaba en blanco. Estaba a punto de levantarse cuando una mano se posó en su brazo, impidiendo que lograra ejecutar su plan. El editor le miraba serio, con una pizca de preocupación y reproche. 

— Suéltame — espetó el peliazul, con un tono de advertencia. 

Kirishima no cambió de expresión y mucho menos dejó de aplicar presión, en cambio, se limitó a suspirar profundamente. Takafumi lo conocía demasiado bien como para saber que lo que se aproximaba era uno de esos largos y molestos discursos sobre la responsabilidad y más. Intentó zafarse por las mala, huir, no verlo hasta 10 años después. 

— Yokozawa — mencionó en tono rígido y glaciar, tanto que no pudo encogerse un poco. — ¿Sabes lo que hiciste ayer? No habías bebido tanto como... bueno. No puedo imaginar lo que te hubiera pasado si no te encontraba. 

Yokozawa solo atinó a fruncir más el entre cejo. 

—Nadie te pidió que lo hicieras — contraatacó. — Después de todo, no te importo. Quieres tu espacio, ¿no? Entonces, limítate entonces a ser un amigo también. ¡Qué mierdas son esas de despertar a tu lado en calzones solamente! Pudiste llevarme a mi departamento o en el sofá estaría bien — quería llorar pero quería más gritarle todo. El color morado de su mejilla  

 HORAS ATRÁS 

Después del golpe, Kirishima quedó noqueado por un largo rato. Mirando el asiento vacío y pensando, de forma casi esperanzadora, que su oso apareciera porque quería hablar nuevamente. Aclarar todo y decir lo que en verdad quería decir.

Había metido la pata hasta el fondo. 

Miserablemente triste, salió de aquel lugar disculpándose y mientras caminaba por las calle, un idea le llegó. Una que le aterró por lo realista que era: un Yokozawa vulnerable en algún lugar. Se sintió culpable y embarcó su búsqueda de bar en bar, callejón en callejón hasta dar con el correcto. Verlo así nuevamente le dolía de formas completamente nuevas: ya no podía pensar "este hombre debería simplemente enamorarse de mí" porque ya lo estaba, se lo había gritado a la cara; o el hecho de saber que el maldito infeliz de maltratar su corazón era él. 

— Yokozawa — le habló. El contrario ni se digno a voltarse pero gimoteó más y un leve susurró de "déjame" le hizo comprender que estaba consciente (a su forma) aún. — No puedo dejarte, ven, vámonos. 

El vendedor negó y se empinó la botella. 

— Él no me ama, ¿sabes? No me ama. No me ama. No me ama — repetía en varias ocasiones. — Sé que sufre, después de todo es la niña más hermosa y gentil que he conocido, era su adoración. Ojalá hubiera sido yo, así, tal vez él sería feliz. No me gusta esa expresión que tiene sus ojos y es que lo que yo siento por él es algo tan puro y profundo... después de todo, él es mi primer amor. 

La declaración de un borracho tenía mucho peso, más si se trataba del vendedor. Una lágrima traicionera recorrió su mejilla al saber lo que pensaba el contrario. 

— Nada de eso. No pensemos en más perdidas. Vamos a casa, Takafumi. 

En esta ocasión el menor asintió y se arrojó a los brazos del editor, aferrándose con necesidad. Durante todo el trayecto, el menor balbuceó un montón de cosas sin mucho sentido y otras que sí como, por ejemplo, su dolorosa soledad y lo molesto que era Kisa y Henmi; también que el amor, al final de cuentas, dolía como el demonio. El castaño se limitó a escucharlo y darle razón a todo sin pensarlo realmente porque había algo de verdad en todo eso: el amor era goce y dolor, sino era así, nunca fue amor. Kirishima decidió llevarlo a su departamento por dos simples razones: Yokozawa lo evitaría a toda costa y no podría hablar con él y, en segunda, no quería estar solo. Al llegar, lo llevo a su habitación y lo despojó de sus prensas para que pudiera descansar. 

El primero el caer fue el causante de su horrible dolor en la mejilla, se veía tan tranquilo y relajado, nada que ver con horas atrás. Delineó con su dedo su perfil, siendo cuidadoso cuando pasó su dedo índice por esos labios. Yokozawa Takafumi era sin dudas, la única persona relevante en su vida.  

ACTUALIDAD 

— No, porque de esa manera me evitarías tan solo me vieras — mencionó. 

Yokozawa solo se encogió de hombros, restándole importancia pero era verdad. Maldijo mil veces al editor por conocerlo mejor que él mismo. 

— No hay nada que hablar, Kirishima y no creo que sea buena idea hablar. No ahora — se asinceró. — Tengo que pensar en lo sucedido ayer y- 

— No, yo me equivoqué. No quise decir eso, solo que siento que un día descubrirás que hay cosas que yo no puedo ofrecerte. Hay cosas que jamás volverán a ser como antes y te decepcionaré.  

— ¿Me amas, Kirishima? — preguntó. 

kirishima bajó la mirada. 

— Entonces, por favor, no me des esperanzas. No juegues conmigo. 

Y sin más, se soltó del agarré y salió de la habitación, luego del departamento y por último, siendo lo más difícil, de su vida. Yokozawa no miró atrás y tampoco esperó a que el otro saliera, algo se rompió dentro de él, algo que ni él mismo sabía como repararlo.  En cambio, Kirishima se quedó ahí hasta bien entrada la tarde, repitiendo la pregunta en su cabeza. 

Luego, salió con el torso desnudo al balcón a fumar un cigarrillo mientras veía el atardecer. Temía que ni el calor del sol podía calentarlo. Fue entonces cuando  el recuerdo del comienzo de su relación comenzó en ese mismo lugar: el balcón. Recordó la vez cuando le dijo que no había parado de pensar en él y luego... 

Si te quedas a medias no te perdonaré. 

La frase se le clavó como daga en su pecho porque Yokozawa, todos estos siete meses se aferró a la relación de una u otra manera. Intentando pelear por ella. Luchado él solo porque realmente quería estar aquí, a su lado. Porque lo amaba. 

"Dioses, ¿por qué tiene que ser tan difícil?, ¿Por qué no pude responder a su pregunta?, ¿Por qué dejé que se fuera? Soy un estúpido. Un maldito estúpido. No puedo seguir así. No. No, ya no. "

 Porque como él lo veía solo tenía dos opciones: 

*Dejar ir a Yokozawa. 

* Luchar por Yokozawa. 

Su Hiyo de seguro estaría decepcionada de él. Fue a la habitación de su pequeña casi por un impulso que por iniciativa propia y tocó con cuidado la ropa arrugada de la cama. La tomó y la depositó en una caja e hizo lo mismo con otras cosas. Si quería avanzar tenía que acabar con la tumba que tenía en medio de su casa, se lo había dicho Yokozawa, su madre y su psicológo.

Su cuerpo temblaba pero cuando estuvo todo el armario y el escritorio limpio se sintió más liviano, y con esa sensación, abrió la ventana dejando que el aire limpiara todo. Le dolía, claro que sí y tenía el impulso de devolver todo, sin embargo, llamó a su madre e intentó entablar una conversación con Sorata. Contándole todo. Cuando llegó la noche, el gato pudo al fin dormir en tan anhelada habitación después de todo ese tiempo.  


[...] 


A mitad de la nueva semana, Matsumoto estaba presionando a Yokozawa para salir otra vez y ahora si, cenar. Obviamente el vendedor se disculpó con ella por el incidente anterior y aceptó la sugerencia como "pago" por su falta. Como se lo dijo el editor, lo había estado evitando. No tenía ni las fuerzas para verlo. 

.

.

.

¿A dónde van los muertos, oniichan? 

¿A qué se debe la pregunta? — el hombre la miró curioso, mientras seguía cortando los vegetales para el gran festín, en celebración a su excelente nota escolar. 

Me preguntaba si cuando ustedes mueran y yo también, los encontraré. Papá dice que vamos al cielo y que allá está mamá pero no sé. 

El hombre meditó bien la pregunta. Ciertamente él no creía en eso, sin embargo, Hiyori estaba muy pequeña (a su vista) como para preocuparse por ello aún. 

Estoy seguro que vamos a un lugar — admitió. — Lo sabremos cuando lleguemos, ¿no crees? 

Sí, mi papá dice que mi madre nos cuida, ¿eso se puede? 

Creo que sí, después de todo, cuando muera haré lo mismo. 

La pequeña se sonrojó y sonrió complacida. 

— ¡También yo! 


Buenas y respetuosas tardes, lectores. Lamento la eterna espera pero me he sentido decaída todo este tiempo y con una cantidad ridícula de tareas y proyectos. Me di un espacio debido a los comentarios de los lectores que recién llega a la historia y, por su puesto, a lo que están desde el inicio. Me da un montón de animo leerlo, en verdad. 

Hace unas horas un comentario de una lectora me dio ese impulso que me faltaba, de hecho, ha sido de las que han estado siguiendo mis historias desde un inicio, creo yo. Si lees esto, gracias. Te dedico el capitulo. 

Besos. Abrazos. Pingüinos marinela. 

¡Nos leemos pronto! 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top