Memorias azucaradas

Simplemente era diferente... 

Ambos se buscaban con  furia, su  interior lo recibía con cada estocada que daba y lo apretaba con fuerza intentando retenerlo ahí y claro, le resultaba tan difícil no correrse llenándolo con su esencia, haciéndolo suyo otra vez . Profanó otra vez la entrada de Takafumi, su amante, su adorable esposa, su amor; lo había extrañado un montón, se podría decir que casi se volvía loco. Lo necesitaba. 

— Nn... hng~ 

Ese gemido arrancado de los labios del vendedor fue lo que necesitó el castaño para poseerlo con más salvajismo, desde hace mucho este se había rendido ante sus propios sentimientos por aquel hombre que yacía abajo de él. Simplemente era diferente todo cuando estaba con él, nada se le comparaba. Ocasionalmente se había encontrado a sí mismo comparando su relación con algunas pasadas, intentos fallidos con otras personas antes de que Yokozawa llegara a su vida y era diferente, la felicidad provocada al ver a la persona, el tiempo en que se encuentra en su mente, el amor y cariño, el deseo y el encuentro sexual. Todo era diferente. Más intenso, más fuerte, más apasionado.  

Él tenía el deseo de monopolizarlo todo los días, de estar siempre con el menor, de tocarlo de cualquier manera pero tocarlo, de molestarlo para tener su atención...  las sensaciones y necesidades que Yokozawa le provocaba eran y son tan intensas que le resultaba difícil contenerse, parecía todo un adolescente con su primer amor. Su cordura estaba en juego ante su presencia, ¡claro que sí! al verlo en las juntas, en la hora del almuerzo, en los pasillos, en la calle o en su casa se sentía nervioso y débil y todos los deseos mencionados surgían. 

Dirigió su boca al cuello del menor donde lambió desde la base hasta dar con la oreja, sintió a Yokozawa estremecerse, su cuello y orejas era uno de sus tantos puntos erogéneos. Subió hasta que sus labios se toparon con su lóbulo y mordisquiaron cuidadosamente la piel, el peliazul dejaba salir pequeños y entre cortados gemidos, estaba por llegar al punto de no retorno pero Kirishima no quería que su jueguito se acabara tan pronto. Sometió al oso a un ritmo más pausado para perdurar  el momento un poco más  y se concentró en la oreja de su amado, deslizó su lengua en dirección a su oído, simulando la penetración. 

— Zen... ah-a. 

Kirishima sintió esas manos que tan bien conocía recorrer su espalda, estas dejaban un camino de fuego, cada parte que Yokozawa tocaba lo derretía y ahí, las uñas de Takafumi se clavaron en su piel. Se lo había mencionado en alguna ocasión, le gustaba. Le gustaba que Yokozawa le clavara sus uñas, era como una marca que, si pudiera, la mostraría con orgullo pues sabrían que tenía pareja la cual era sumamente sexi y adorable. "Un poco de dolor para encender las cosas, ¿no?" Era lo que solía pensar. 

— Lo sé, lo sé. Pero aún no, me he sentido solo sin ti. Conscienteme Takafumi ~ —  susurró en su oreja para después salir de aquel lugar y apreciarlo. Realmente lo había extrañado, fueron tres duras y largas semanas donde no tuvieron ningún tiempo a solas a causa de que tuvo que salir de la ciudad por asuntos del manga ZA KAN, todas las noches le llamaba y hablaban al menos una hora. Claro que Kirishima aprovechó para decirle cuanta palabra cursi se le cruzó por la cabeza ya que no recibiría algún coscorrón por parte del oso para dale un estate quiero. 

Yokozawa lo observó con esos ojos preciosos, la danza seguí a, claro, pero se podían dar el lujo de traspasar el ideal y el hecho de tener solo sexo y llegar a lo que le llaman: hacer el amor. Era algo horriblemente cursi pero así era, ¿eso lo volvía cursi? Kirishima pensaba que si era Yokozawa quien se hacía responsable de dicha faceta ( que por cierto, él era la causa) estaba bien. Sería cursi solo para cabrearlo y dejarle en claro su amor. El mayor alzó una ceja, presionando a su petición. Yokozawa chasqueó la lengua y con ayuda de sus manos, acercó la cabeza del editor a su boca. 

Kirishima sonrió casi al instante en que sus labios se fundieron con los contrarios, amaba cuando el otro lo besaba. La cálida lengua se coló en su boca, jugando con la suya; el chapoteo de las bocas junto con las caricias en su nuca mandaban descargas eléctricas por toda su espina dorsal, concentrándose en su pene, también estaba en su límite. Todo que no fuera el exquisito beso se desvaneció aunque no duró mucho ya que un movimiento brusco lo sacó de tan delicioso placer. Yokozawa no dijo nada, el castaño sabía perfectamente que este odiaba la charla durante su entrega carnal pero a él no... 

— Hoy estás muy activo, oso — la verdad es que no se quejaba, las nuevas vistas eran increíbles. Yokozawa se acomodó y se penetró, el rostro al hacerlo era tan erótico que bien podía tomar una foto y contemplarla por el resto de tu vida. Una vez más ese interior lo apretó y un jadeo salió de sus labios. — Anda, recargate en mi pecho — gruño con una voz ronca. 

— Cállate, sé lo que tengo que hacer. 

No tardó mucho para que consiguieran un ritmo placentero, Yokozawa se auto penetraba y Kirishima podía dar rienda suelta a sus manos que se paseaban por esa piel que adoraba. Pellizcaron todo a su paso, los pezones, sus costados, sus hombros, sus muslos, su trasero, se detuvieron en lo último. A esos los apretó de manera obscena, masajeándolos en el proceso. Las jadeos de Yokozawa se hicieron más pesados y agudos, su osos se correría en cualquier instante y también él, así que los hizo rodar una vez más para imponer un ritmo acelerado con estocadas profundas. 

— Hgn... Takafumi~ te... amo. 

Yokozawa no pudo responderle, el cuerpo de su amado se sacudió con fuerza, sus manos fueron a parar una vez más a sus hombros arañándolos al igual que sus brazos mientras salía un "Ah" sonoro. Kirishima siempre disfrutaba observar el orgasmo de su pareja, era un gusto personal aunque no logró observar mucho porque el suyo llegó, estremeciéndolo también. Agotado, se dejó caer sobre el sudoroso cuerpo de su amante, escondió su rostro en la curva del cuello con la intención de reponerse y, durante el proceso, dejaba pequeños besitos en su escondite. 

Yokozawa, a su vez, deslizó sus brazos por su espalada para sostenerlo en un abrazo algo débil  por rato y compartir un momento tan íntimo incluso más que el sexo mismo. 

—También me sentí solo... te extrañé — la suave voz del menor se coló en los oídos contrarios. Kirishima abrió los ojos un poco más, acelerado encaró a su amante y dio con un sonrojado y muy, muy avergonzado rostro. Esa era una de las cosas más bonitas que le había dicho, su corazón se aceleró y la felicidad lo embriago. Todo era diferente con Yokozawa Takafumi porque se sentía amado, apreciado, comprendido y acompañado. 

No pudo hablar, las palabras no le salieron, a cambio, lo besó a manera de respuesta. Lo besó con suma delicadeza y con mucho amor. — Yo no puedo vivir sin ti — dijo después de muchos besos. A Yokozawa le brillaron los ojos. Kirishima no tuvo que preguntar el motivo de ese gesto, lo sabía, Yokozawa entendía que había encontrado a esa persona que lo acompañaría hasta el fin de sus día y él lo sabía porque estaba seguro que sus ojos brillaban de igual manera y porque esa era la razón de que le brillaran. 

Ambos acariciaron sus cuerpos provocando esa chispa que no tardaría en convertirse en un fuego y, posteriormente, los llevaría a otra entrega carnal. 

Kirishima abrió los ojos en par, incorporándose con rapidez en la cama, ¿qué había sido eso? ¿Un sueño húmedo con Yokozawa? Su cuerpo estaba hormigueando y no solo eso, se encontraba caliente. Intentó relajar su cuerpo al igual que la respiración y durante el proceso se dio cuenta de su erección. 

— Maldición... — susurró. Se levantó como pudo y caminó al baño, ahí se desabrochó los pantalones para empezar con su felación. 

Era la primera vez en mucho tiempo que soñaba algo así, pero esa vez fue diferente, esa vez pensó que era un sujeto afortunado. Tenía un preciosa hija, un trabajo que le gustaba y un grandioso compañero de vida, lo tenía todo y, ahora, no tenía dos de esas cosas. No podía negarlo, a pesar de todo lo sucedido con Hiyo su cuerpo requería de ciertas necesidades pero... ¿esto? 

— Es culpa tuya... Yokoz... Takafumi... — decir aquel nombre después de mucho tiempo se sintió tan jodidamente bien. El hombre de ventas tenía le seguía provocando deseo. — Nn. 

Kirishima cerró los ojos, intentando concentrarse en la placentera sensación pero no era suficiente, necesitaba más; vagó por su mente hasta dar con otros encuentros con el vendedor y fueron eficaces, todo se volvía soso en su cuerpo. Recordó aquella vez aquella vez que llegó al hogar de peliazul, no tuvo necesidad esperar a que le abrieran ya que contaba con un juego de llaves que este le había sido regalado, entró y encontró la sala y la cocina vacías lo cual era extraño ya que este le había asegurado que estaría en casa todo el día. Se adentró un poco más hasta que escuchó el agua correr en el baño, sonrío con total malicia. Se desvistió en el camino, pantalones aquí, camina allá hasta quedar completamente desnudo, se adentró al cuarto de baño y lo vio. A su amante.  

Le estaba dando la espalda lo que era aún mejor, se acercó sin apartar la vista del trasero y cuando quedó a centímetros de este, paso sus manos en un muy insinuante agarre hasta llegar a su cadera y sostenerlo con firmeza. Yokozawa le reprochó y lo maldijo hasta que su mente se nubló.

— Uff... ah... — Kirishima no sabía como sentirse, masturbándose con los recuerdo de Yokozawa, ¿qué haría el otro si se enterará? 

El agua en sus cuerpo fue bastante estimulante si le preguntaban a él, lo penetró desde atrás. Yokozawa se apoyaba con fuerza en la pared para evitar caerse. El castaño lo embestía con fuerza dando una y otra y otra vez en ese punto para escucharlo, para ver como su pie se ponía de gallina. Aquella ocasión dejó muchas huellas, por suerte el menor no pudo verlas. 

— Aa-ah... — el semen salió de su organismo y se sintió relajado a tal grado de acostarse ahí y dormir como todo un bebé. Se sentó en la orilla d ela bañera, procesando lo que había ocurrido, un sueño con Yokozawa le había provocado un erección y utilizo recuerdos con Yokozawa para aliviarla... el hombre tenia una gran relevancia en su vida aún después de terminar. 

¿cómo sería aquella madrugada si Hiyo estuviera viva? ¿ya le habrían dicho la verdadera naturaleza de su relación? ¿Él menor se encontraría viviendo en su casa o, incluso, en su misma cama? Pensar tales cosas eran amargas y dulces. Si su pequeña estuviera viva el mundo, su mundo, sería perfecto como aquella ocasión. Si daba rienda suelta a su mente y se permitía divagar en el hubiera regresaría al inicio de todo y todo su esfuerzo de las últimas semanas se irían a drenaje. Esto le decía que estaba mejorando, que ahora era capaz de ver más allá del dolor y enfocarse en otras cosas como, por ejemplo, él. 

Salió de baño una vez que se aseguró de limpiar todo, mañana pensaría de nuevo las cosas, cuando tuviera la cabeza fría. Sorata lo encontró a medio pasillo, cuidándolo como se lo había pedido Yokozawa en las últimas veces que había ido. 

— Perdón por despertarte, Sorata. Vamos a la cama. 

Cuando ambos regresaron a su habitación, el castaño pensaba en lo mucho que le gustaría ver al peliazul. Ver esa cara, escuchar su voz, sentir su presencia y disfrutar de su compañía, y sin darse cuenta sonrió, aún no estaba dicho pero quizás seguía amando a Yokozawa.

Hola personitas de Wattpad, espero que estén lo mejor posible.

¿Qué les pareció? Me gustaría que me lo dijeran, en verdad. Adoro leerlos.

¡Nos leemos pronto! 

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