Lo que quiero para mí

Henmi no era conocido por mantener la boca cerrada, no, claro que no. A pesar de eso era un buen sujeto, por esa razón, el secreto de Matsumoto ya lo sabía Kisa y Yukina quienes quedaron fascinados ante la idea de formar parte del plan para que ambos anduvieran. Por obvias razones, Kisa había insistido más en salidas que en ocasiones Yokozawa rechazaba de la manera más amable posible. 

El vendedor se había notado más deprimido en las últimas semanas, Henmi lo sabía al igual que el departamento, al igual que Kirishima... las últimas semanas fueron duras, el oso no lo visitó aunque le dejaba comida con el sujeto de la recepción de su edificio. Quería disculparse, ¡por su puesto que sí! Todo su razonamiento se nubló por el calor de momento, diciendo cosas que no eran ciertas. La única vez que vio al oso fue en la junta mensual hace dos semana y este rehuyó de su mirada  todo el tiempo y, cuando este creyó que Yokozawa se quedaría con él, solos, en la oficina para poder hablar, este fue uno de los primeros en salir. 

El castaño se quedó anonado por tal acción siendo el último en salir de la sala después de varios minutos cuando supo que este no volvería al lugar, ese había sido un claro ejemplo de lo que se negaba a creer: las cosas se estaba fracturando. Todas la noches se torturaba, además de lo de siempre, con lo ocurrido con Yokozawa, su ex pareja y quizás su ex amigo. Se podría decir que ahora se encontraba totalmente solo. ¿No tenía a nadie? ¿Eso le esperaba para el fin de sus días?

Era la hora del almuerzo, antes tenía a manía de bajar al departamento de ventas a llevarse a su adorada esposa a un lugar para estar ellos dos, disfrutando de un momento en público como pareja o bien, ya no era necesario bajar y pelear disimuladamente para que este cediera pues ocasionalmente recibía un mensaje por parte del peliazul citándolo a la hora de comer; esos días de jubilo se fueron, sonrío por tales memorias que atesoraba en su corazón al mismo tiempo que un tristeza lo envolvía. Se talló con el dorso de su mano para evitar derramar lágrimas, no quería que alguien lo viera. 

Sí, esos momentos se acabaron y la verdad no tenía muchas ganas de comer. Su estómago se encontraba cerrado ante cualquier alimento, así que prefirió permanecer en su escritorio intentando seguir con su trabajo. 

— Estoy seguro que tampoco podría vivir sin ti. 

Esa frase le había llegado de la nada, desbocando a su pobre corazón una vez más pero, en esta ocasión, de felicidad. Ambos estaban en el auto y el castaño estaba muy seguro que habían atado, al fin, muchos cabos sueltos que se venían arrastrando desde el comienzo de su relación. Las palabras dichas seguían taladrando sin delicadeza alguna lo más profundo de su ser, intentó calmar su respiración que empezaba a fallarle ante la idea de lo que esas palabras significaban: el "sí" definitivo, el para siempre de la palabra nosotros. 

— ¿Qué dijiste? — preguntó entre alarmado y risueño. Desde siempre a ocultado su vergüenza, entre otras emociones, con su lado humorístico, ese, el que sacaba a Yokozawa de sus casillas. Quería retarlo con ese tono para ver que tan lejos llegaba el oso a abrirse con él aunque con su pareja era jugársela siempre y eso le encantaba.

Pero la mirada que recibió fue una que en definitiva lo hipnotizó y Kirishima sintió que el tiempo se paraba, que todo, absolutamente todo el dolor que había pasado anteriormente era justificado y premiado con aquel sujeto. Aguantó la respiración al ver que el vendedor abría la boca.

— Te quiero. 

— ¿...qué acabas de decir?

— Ya me has oído. 

Listo. Kirishima había caído y aterrizado ante los pies de ese sujeto de ojos azules. Ese "Te quiero" superaba con crecer al primer te quiero que escuchó del vendedor cuando fueron de vacaciones en la playa. Recordó que tuvo que jugarle una broma para escuchar un muy, pero muy tenue te quiero, pero este sabía a felicidad pura y por primera vez su tranquilidad lo abandono dejando ver ese lado torpe que muy pocas veces lo dominaba.

— Espera... espera — pronunció de manera apresurada mientras su torpes y temblorosas manos buscaban en su chaqueta su celular. — Repitelo una vez más. Esta vez lo grabaré. 

Quería segurarse de grabarlo para escucharlo todos los días de lo que quedaba de su vida, esa frase era la promesa de una vida juntos.  La promesa de que él estaría ahí cuando Hiyori soltara su mano para tomar otra, de envejecer justos y si de ser posible, abandonar el mundo juntos.  Kirishima era consciente que había soltado ciertas indirectas al peliazul con respecto a un futuro lejano juntos y, a pesar de no haber recibido respuesta alguna, la estaba recibiendo ahora. 

Su linda fantasía se tambaleó cuando Iokawa intentó seducirlo y no solo eso, sino, ademas, confundirlo. Pero eso ya no tenía importancia alguna, por fin le había dejado en claro que Yokozawa le pertenecía, que era suyo y no había manera alguna que este pudiera hacer algo al respecto. 

— Como si volvieras a verme diciendo algo así de nuevo.

La sonrisa socarrona de Yokozawa lo indigno de sobremanera, si tan solo supiera el menor las revoluciones que le había causado en todo su ser con su declaración. Bueno, al menos ya los dos se habían declarado, al fin Kirishima le había dicho lo que el vendedor tanto quería oír y el encantado de decírselo: Estoy seguro que quiero pasar el resto de mi vida contigo. Tenías que ser tú. Y era cierto. Yokozawa sería su último amor. 

— ¡Eso es... como engañarme! — reprochó. 

Bueno, lo que vino después fue grato para él. Lo tomó en su auto para reafirma lo dicho esa tarde. Yokozawa era suyo y algo más, él era de Yokozawa. Con ese pensamiento volvió a atacar esos deliciosos labios que lo buscaban y ese maravillosos juego de lenguas se prometió algo más: decirle algún día a su propia hija lo loco que esta por el oso gruñón. Su instinto de padre le decía que ella lo aceptaría. 

Los leves gimoteos escapaban de su garganta por más que trataba, el recuerdo de esa tarde y de esa noche lo golpeaba más que otros recuerdo con el oso. No sabía que podía llegar a ser tan auto-destructivo... ¿en verdad estaba dispuesto a perderlo? ¿A dejar de tener el derecho de verlo todos los días, de probar su comida, de dirigirle la palabra, de verlo desnudo, de besarlo, abrazarlo y de adorarlo? Una motivación que tenía era estar bien para poderle dar una respuesta clara a Yokozawa. Para no ser como el egoísta de Takano. No, claro que no. El castaño era mejor que ese hombre. 

— Yokozawa... en serio no quiero perderte y por ello saldré de esto. Seré de nuevo ese hombre que alguna vez elogiaste, yo me levantaré de las cenizas. 

Kirishima sabía que esas palabras era frágiles aún, que la brisa de cualquier recuerdo podría tumbarlas pero ya estaba cansado de sentirse así. De tenerse lástima él mismo. Ya era hora de seguir adelante, Yokozawa estaba parado a lado de esa luz muy en el fondo, esperando paciente mente por él. El mayor se limpió las lagrimas, buscó su celular y tecleo cuidando sus palabras. 

Yokozawa, quiero disculparme por mi comportamiento. Soy el más consciente de tu esfuerzo al estar a mi lado, eres alguien tan amable que a veces me olvido que también sufres y puede que haya sido lo suficientemente egoísta durante todo este tiempo y que debo de dar lástima hasta por los codos. Yo te quiero muchísimo. Estoy decidido a salir de esa oscuridad y si aún quieres saber mi respuesta con respecto a nosotros te pido, por favor, que esperes un poco más. 

Eres valioso para mí y lo que tengo claro es que merecer todo el amor de una persona. No he olvidado nuestros encuentros, ni la pasión que me provocabas. Tú solías encenderme, yo solía arder por ti. No te lo digo en persona porque quiero que veas mi progreso más adelante, tú juzgaras por tus propios ojos. Reitero mi arrepentimiento, eso me ha mantenido en vela varias noches. No me animo a seguir pidiendo tu amistad porque la dañe, sin embargo tú tendrás la mía de manera incondicional. 

Sorata está bien, no te preocupes. Agradezco la comida, sabes que  amo tu sazón.   

El editor leyó un par de veces el mensaje, todo lo que decía era cierto. Dudo un poco al añadir otra frase, no quería ilusionarlo pero su corazón le gritaba que lo contrario, es decir, que era nada menos que una verdad aún poco turbia por la tristeza. 

No te quiero perder, eres la única persona tan relevante en mi vida que quiero proteger y... atesorar. Tú y ese gato gordo. Espera por mí.

Tembló cuando vio la notificación de enviado. Bien, esto era bueno, ¿no? Ya había dado el primer paso. Kirishima, en el baño de su piso, después de llorar, había decidido lo que quería. Hiyo siempre estaría en su corazón al igual que Sakura pero aún tenía a alguien importante. Aún valía la pena luchar. 

Bueno, creo que ya era hora de dejar de hacer sufrir a Kirishima. 

¡Espero que lo hayan disfrutado! Se aproximan muchas sorpresas, emociones y, sobre todo, suspiros. 

Nos leemos pronto. 

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