Intento de amigo
[LLAMADA TELEFÓNICA]
— ¿Te has alimentado? — la dichosa llamada no llego hasta muy entrada la tarde, ciertamente Yokozawa se debatió demasiado sobre llamarlo o no pues escuchar esa voz abría un poco más la herida que estaba al rojo vivo.
Por otra parte, Kirihsima estaba entre aliviado y sorprendido. El vendedor era así, callaba su dolor y veía por los demás; "Oh, Dios. Yokozawa es un ser tan bueno. Jamás conoceré a alguien con un corazón tan puro como el suyo" Pensó mientras pegaba más el celular a su oído.
— Sí, comí las sobras del desayuno de ayer — contestó, mientras recordaba el humo negro salir del sárten en la mañana en su intento por cocinar. — ¿Tú ya comiste?
— También — mintió. — Tengo que colgar, debo comprar unas cosas para que Sorata vuelva a vivir aquí.
Del otro lado de la línea no había más que silencio. Cierto, eso lo había olvidado Kirishima, Sorata le pertenecía al menor. Se mordió el labio intentado contestar algo coherente que sacara esa horrible tensión.
— Podrías venir hoy en la tarde, ¿no? Ciertamente no me molestaría ver tu cara todos los días y...
— Lo pensé toda la noche — le interrumpió. Supuso que, aunque fuera por vía telefónica, era una gran oportunidad para hablar. — Quiero decir, sobre lo de mantenernos en contacto y, la verdad, no pienso dejarte solo. Kirishima, comprendo que te duele esto y estoy preocupado por ti así que me daré una vuelta tres veces por semana para cocinar y ver como andas, ¿de acuerdo?
El castaño mentiría si no sintió que el alma le regresaba al cuerpo con saber que Yokozawa no lo abandonaría pero todo eso se vio opacado con la frase: lo pensé toda la noche. Eso significaba que no había dormido y no quería imaginarse su estado actual. Quizás desalineados, quizás ojeroso, quizás destrozado.
— Me parece perfecto, Yokozawa. Gracias por todo — hubo una pequeña pausa, Kirishima estaba a punto de abrir la boca para decir adiós cuando esa voz llegó a él nuevamente.
— También tuve pensando que esperaré — la voz se escuchaba un poco más aguda debido a que Yokozawa estaba nervioso y avergonzado en el otro lado de la línea. Kirishima sabía de que hablaba pero optó por obligar al vendedor a decirlo. — Esperaré para volver a tener esa conversación. Adiós.
[FIN DE LA LLAMADA]
El pitido llegó casi al instante, dejando a un anonado Kirishima con la palabra en la boca. De nuevo una sensación de alivio y tranquilidad lo embriagaban de tal forma que sus labios se curvaron de manera sutil, se podría decir que era una sonrisa genuina desde la muerte de la castaña. Las escuetas palabras del peliazul siempre le tocaban su corazón quisiera o no. Dejó su celular a un lado dejándose caer en el sillón mientras esperaba que algo más interesante que ver el techo apareciera. Ayer había sido una noche dura y se preguntó si había echo lo correcto en permitirle a Yokozawa esperar, nada estaba escrito en piedra pero haría un esfuerzo por salir de su depresión, por él y por aquel hombre, le debía una respuesta clara, fuera cual fuera.
El maullido lo sacó de sus vago pensamientos, el animal quería comida y como él era la única alma de ese lugar no tuvo otra opción que levantarse. ¿Cuándo vendría por Sorata? Ciertamente el menor nunca había aceptado su propuesta de venir aquel día, en su lugar había soltado aquella bomba.
"Nunca dejas de sorprenderme, Yokozawa." Pensó mientras veía al gato comer.
[...]
El reloj marcaba la una de la mañana, Yokozawa no había llamado a su puerta pero se negaba a irse de la sala pues entrar a su recamara se deprimía aún más y el gato se había metido quién sabe donde. Isaka le había llamado en la tarde para ponerle fecha a su reingreso, contando los días que faltaban para que fuera inicio de semana nuevamente y, teniendo en cuenta cuanto faltaba para el fin de ciclo, él volvería a su rutina dentro de seis días, los cuales se preguntaba si serían suficientes. Esperaba que sí.
¿Yokozawa vendría mañana? Esperaba, anhelaba que sí. Necesitaba a un amigo.
Giró su cabeza hasta toparse con ambas fotos, las dos mujeres de su vida lo habían abandonado a su debido tiempo pero tendría que seguir adelante. Ambas siempre lo acompañarían.
[...]
El dichoso día para regresar a la editorial había llegado, durante esos seis días el peliazul no daba signos de vida. El editor sabía que no debía hostigarlo pues era consciente del dolor que le causó y que cuando se sintiera un poco mejor este lo buscaría, con esta idea siempre se aguantaba las ganas de marcarle o mandarle un simple mensaje. Sorata aún era su huésped y no sabía por cuanto tiempo pero no le importaba en realidad, era como tener un pedacito de Hiyori y de Yokozawa.
En la madrugada se había levantado más temprano, se dio una larga ducha y después de esta se quitó la barba. Al hacerlo se vio a sí mismo un poco más pálido y delgado, sin duda ese buen rostro se había ido dando paso a un fantasma; su cabello aún estaba largo pero no se atrevía a meter mano y dejarlo peor, ya en la tarde pasaría a una barbería. Se vistió con uno de sus habituales prendas laborales y partió.
En el metro le pareció tan curioso con el mundo seguía su curso, en un movimiento casi imposible de detenerse y que él se encontraba ajeno a todo. El mundo lo había dejado atrás y ahora le tocaba a él estar al corriente, vivir su presente, esperar el futuro y soltar poco a poquito el pasado. Sabía que hoy vería a Yokozawa, al fin vería su cara. Tenía una elevada expectativa.
Al llegar, la recepción lo saludo cordialmente y así fue en el elevador, el el pasillo y en su departamento. Todos los editores le daban el pésame mientras le agradecía su reingreso pues había unos detalles que solo el editor en jefe podía atender. El castaño no se espero que regresar le hiciera tan feliz, estar movido del tingo al tango le había quitado de la mente su dolor, Ijuun incluso había ido y lo había invitado a beber.
Aunque todos se lo callaban, era muy evidente las ojeras y la delgadez del hombre, pero las mujeres no negaría que su atractivo seguía intacto. Ese hombre jamás podría verse mal, después de todo era uno de los hombres más codiciados de la editorial.
— ¡Bienvenido de nuevo, mi editor creador de rotundos éxitos! — saludó el presidente, acompañado de su fiel secretario.
— Gracias, presidente. Lamento tanto haber faltado todo este tiempo, pero tenga por seg...
— Para nada, aquí todo somos empáticos. No te preocupes. Mejor da tu mejor esfuerzo y si tienes algún comentario házmelo saber personalmente.
El castaño se sintió agradecido, Isaka era un buen presidente que se preocupaba en realidad por sus empleados aunque el escritor Usagi dijera lo contrario. Por culpa del de cabellos plateados la mayoría de los empleados creyeron que Isaka era una explotador, fue todo un caos pues después de eso un chico demasiado bajito como para ser mayor de edad tuvo que arreglar el mal entendido. Después de eso... bueno, fue a puerta cerrada y ahora nadie comentaba el asunto.
Como era inicio de ciclo todo estaba en tranquilidad, había discutido las ideas que los mangakas tenían para el nuevo volumen, revisando el trabajo de las revistas sacadas sin su supervisión y así fue pasando el tiempo hasta que la hora del almuerzo llegó. Varias mujeres lo invitaban pero en realidad no tenía ganas de relacionarse con las personas más allá del trabajo, aún no se sentía preparado.
Con excusas algo escuetas rechazó gentilmente cada una de ellas, después partió al área de descanso para beber un poco de café y comprarse unas galletas. Cuando recorría el largo pasillo de juntas una voz gruesa y muy, muy enfadada hizo eco, el editor sonrió al escuchar al oso gruñir. Perdiendo su objetivo de ir a la área de descanso empezó a buscar la ubicación del hombre, por como lo veía él estaba en una reunión ya que se escuchaba también la voz de la jefa de recursos primarios.Si ese par estaba juntos nadie les podía decir que no, ambos daban miedo.
— ¡ES UN MALDITO DERROCHE! No apruebo tal cifra, propón otro o yo lo haré — otra vez esa voz.
Las siguientes lineas no se lograron escuchar muy bien, parecía que la víctima era un editor joven. "Pobre — se burló. — si te toca la mujer de recursos y el oso estás acabado. Ni yo puedo contra ellos."
— Estoy de acuerdo con el señor Yokozawa. Elige otra cifra — la mujer intervino.
Kirishima siguió cuchicheando hasta que la junta terminó. Con previó, ese par se salió con la suya moliendo casi a palos al pobre editor que se encontraba ahí adentro; quería ver quien era el desdichado y esperó hasta que salieron. No reconoció al muchacho, estaba temblando y con cara de miedo. Se dio cuenta que tanto la de recursos con Yokozawa no había salido, se pego una vez más a la puerta.
— Acabo de encontrarme con una editora del departamento de Japun y me dijo que su jefe había vuelto, al parecer volveremos a tener problemas con los números del mes. Él y Takano son los más testarudos, ¿no crees Yokozawa?
Estaban hablando de él o bueno, realmente era un comentario normal. Espero pasciente la respuesta del otro.
— ¿Regresó? No lo sabía. Pero si eso sucede siempre llegamos aun punto donde todos estamos conforme, ¿no crees?
— Supongo que tienes razón. Oh, cierto. Ten.
— ¿Qué es esto?
— Antes de venir aquí fui por el informe de Esmeralda y Kisa me dio esto para ti. Creí que odiabas a todo ese departamento.
— ¿De qué hablas? Esto es solo trabajo. Déjame en paz.
— Claro, claro. Al fin de cuentas eres el oso gruñón, ¿no? Me sorprende que Kirishima y tú sean amigos, son tan distintos pero supongo que es lo divertido — hubo un pausa, Kirishima no sabía muy bien que pensar pero tenía que irse antes de ser descubierto. — Nos vemos mañana.
El castaño casi corrió para llegar al final de pasillo y ver desde lejos, la mujer salió primero rumbo las escaleras y después de unos momentos salió el vendedor con varios papeles en la mano y su cara de pocos amigos. Este caminaba hacia él, lo que supuso que también iría a la zona de descanso, ahora tendría que volver a correr para no ser visto.
Al llegar se sirvió un café con torpeza y rápidamente se acercó a la máquina expendedora. Esperaba en esa posición la presencia del otro y no espero mucho.
— Kirishima... — en como lo dijo era evidente la sorpresa, aunque fuera un leve susurro.
El mayor volteó y lo observó parado en la entrada, sosteniendo la puerta con su mano. El menor se veía claramente sorprendido.
— Oh, Yokozawa, ¿vas a tomar también un descanso?
— Sí, no he parado en toda la mañana.
El menor se acercó a la mesa que estaba cercas de la ventana, se sentó mientras sacaba su cajetilla de cigarros, todo esto bajo la mirada del mayor. Después de su maletín casó un bentou con la intención de comérselo.
— ¿Puedo hacerte compañía? — el castaño preguntó, sabía que el otro no lo invitaría a su mesa y aún tenían mucho por hablar. Yokozawa le indicó que podía con un movimiento de mano, por suerte la sala estaba vacía y podían hablar tranquilamente. — ¿Me odias? — preguntó sin poder evitarlo, no quería torturarse más con esa duda.
— ¿Debería de odiarte? — cuestionó el otro viendo fijamente sus alimentos.
— Tú más que nadie en el mundo tienes el derecho de odiarme, pero esa pregunta solo me la puedes contestar tú así que, ¿lo haces?
El vendedor lo vio a los ojos y negó con la cabeza. — No te odio, solo que necesito tiempo. Te lo dije, ¿a caso ya lo olvidaste? Además aún tengo que ir por Sorata.
— Déjala un poco más en mi casa, su compañía silenciosa me hace bien — Yokozawa aceptó, no le agradaba de todo que el hombre estuviera solo.
Ambos comieron sus respectivos alimentos en silencio, no sabían como hablar sin mencionar lo que había pasado, pero Kirishima no era un hombre que se quedara conforme en el silencio y eso el contrario lo tenía en claro.
—Después de que me colgaras me di cuenta que realmente quiero sentirme mejor, quiero volver a ser el mismo de antes y si quieres ser mi amigo me sentiría mejor. También quiero disculparme con lo que dije el otro día en mi casa, no es que no sepa que siento por ti porque sí lo sé; te quiero muchísimo, así que, por favor, Yokozawa, permiteme ser un poco egoísta y mantenerte a mi lado...
— Kirishima, eso ya te lo había dicho: me quedaré contigo y, cuando te sientas libre de ese dolor que acapara todo tu corazón y mente, volveremos a hablar. Es cierto que me duele, no lo negaré pero necesitas tiempo, espacio y es lo que te estoy dando. Me mantendré indirectamente ausente y si te sientes mal o necesitas compañía estaré ahí.
kirishima se maldijo mentalmente por dañar a un ser tan hermoso como Yokozawa, se odiaba más que cómo odiaba a Takano. Él se había vuelto un Takano.
— ¿Y tú? ¿Qué hay de lo que sientes, también importas, lo sabes?
— Bueno... yo...
— ¡Yokozawa, sabía que estaría aquí! — Henmi interrumpió desde la puerta. — Oh, siento interrumpir pero Kisa quiere ver si va a confirmar.
Kirishima observó a Yokozawa preguntando qué pasaba pero fue ignorado olímpicamente.
— Sí, dile que iré y mencionale a Yukina que aproveche para entregarme los informes de la librería, que se los pida a su jefe.
— Claro, Yokozawa — la mano derecha del peliazul parecía bastante complacido. — ¡Bienvenido a la editorial, Kirishima!
— Gracias, Henmi.
[...]
— ¿Entonces vendras a mi casa el jueves?
— Ya te dije que sí, veré en que cochinero te quedas y estoy casi seguro que no te haz alimentado bien así que trata de limpiar la cocina para cocinar algo.
— ¡Sí, señor! Por cierto, yo también te digo los mismo — al ver la cara de confunción total decidió aclarar el panorama. — Si te sientes mal puedes hablarlo conmigo.
— Claro, gracias. Bien, me voy.
Yokozawa atravesó la puerta, dejándolo solo en el recibidor de la empresa. Las cosas se habían aclarado y estaban menos tensas. No quería hacer esperar tanto a Yokozawa, él no se merecía esto pues ya había esperado 10 años a una persona y él no quería eso. Se ajustó su bufanda mientras el frío golpeaba su rostro, a pesar de ser septiembre, en japón hacía bastante frío; a veces el clima era bastante irregular. Al menor tenía ya una tarea encomendada por el oso: tener la casa lo más limpia posible.
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— Sabes, oniichan, estoy tan feliz de que entrarás a nuestra familia — la pequeña envolvió la cintura del hombre con sus brazos.
— ¿Por qué lo dice Hiyori?
— Porque desde que llagaste a casa mi papá ha sonreído más, se siente más feliz y la abuela también lo dice. Creo que tú lo haces feliz porque también me haces feliz, gracias por eso — Yokozawa dejó de hacer lo que estaba haciendo y la abrazó también. La pequeña no tenía idea de la tranquilidad que le daba al oso con aquellas palabras porque él también se sentía así, feliz.
— Gracias, Hiyori. También me hacen feliz.
— Oniichan, no nos dejes nunca.
Unas semanas atrás el y su amante habían tenido una conversación sobre eso, ahí él había dicho sus miedo de que en el futuro no se podría pasar por su casa sin que la pequeña sospechara, sin que los demás sospecharan, recordaría esa noche donde el castaño le había asegurado que quería pasar el resto de su vida con él.
— No lo haré. Estaré ahí siempre, cuando te gradúes, cuando consigas tu primer trabajo... cuando te cases, tendré que consolar al llorón de tu padre por perder a su mayor tesoro.
— ¡Oniicha!— la pequeña se puso toda colorada provocando que el vendedor soltara una carcajada. Ahora él podía visualizar el futuro junto a Kirishima sin sentirse torpe o mal por ocupar el lugar de pareja, ahora se sentía merecedor de dicho puesto. — No digas esas cosas, aún falta mucho.
— Espero que sí... volvamos a cocinar, tu padre no tarda en volver y hoy es fin de ciclo. Debe estar cansado, ¿que dices?
— ¡Sí!
Espero que lo hayan disfrutado y apoyen este nuevo fanfic.
Nos leemos pronto.
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