El cupido de Matsumoto

Hiyori se había levantado más temprano que los dos hombres, quería darles una sorpresa preparando el desayuno. Ella adoraba recibir alagos de los dos pero más de su oniichan, no sabía cómo ni porqué pero él se había ganado un lugar muy especial dentro de su corazón y no sólo en el de ella, estaba segura que también en el de su papá ya que nunca, que recordara, su padre había llevado a alguien a casa, ni una mujer ni hombre. 

Por eso sabía que su oniichan era diferente, su papá también lo sabía por eso estaba ahí, con ellos. Le resultaba tan agradable que los tres compartieran momentos, eran como una familia... una vez más esa palabra llegó a su mente calificando a esos dos hombre y a ella misma. La primera vez que ese pensamiento surgió se avergonzó muchísimo porque estaba segura que su oniichan tendría alguna novia, un hombre repleto de cualidades, con buen físico, amable y responsable no duraba solo por mucho tiempo. Al menos todas la mujeres tuvieron que darse cuenta de eso. 

Siguió picando los vegetales intentando hacer el menor ruido posible, a estas horas el peliazul solía tener el sueño liviano porque su hora de despertar se aproximaba, de ahí en más todo estaba bien porque su padre, bueno, él simplemente no se paraba de la cama más que para comer e ir al baño. Por suerte, el dueño de Sorata se encargaba de eso, después de despertarla y darle los buenos días, iba a la habitación de su padre y lo despertaba y no solo eso, lo obligaba a levantarse y ayudar con el almuerzo aunque en realidad él ponía los platos y esperaba pacientemente a que la comida estuviera lista mientras abrumaba a su oniichan con bromas y apodos melosos. 

¿Sería muy egoísta el querer que Yokozawa y Sorata formaran parte de su familia? 

Siguió tan metida en sus pensamientos que no se percató que su padre la observaba sorprendido. 

¿Hiyori? — llamó su padre. ¿Qué haces levantada tan temprano, a caso mami oso ya se despertó? 

La castaña no pudo evitar forjar una sonrisa, adoraba que su papá le dijera así a Yokozawa, de alguna manera eso le decía que su oniichan formaba parte de su familia.  — Sabes que no le gusta que le digas así, te volverá a dar un coscorrón si te escucha — advirtió la pequeña, risueña. 

Lo sé, ese oso violento te da un mal ejemplo — su papá se cruzó de brazos, dando a entender su puchero hacia el hombre quién se encontraba, en ese momento, dormido. 

Todo lo contrario, papá, él es una muy buena persona. Su novia debe estar orgullosa de él... — se calló. Había soltado sin querer ese pensamiento que la agobiaba desde ya hace unos meses atrás. Temía el día en que le preguntará por él a su papá y le dijera: "Lo siento, Hiyo, él no vendrá porque tiene una cita con su novia y jamás lo hará porque se casara. A ella no le gusta que pase tiempo con nosotros." No sabía si su corazón soportaría perder a su oniichan. 

¿Qué dijiste, Hiyo? su padre había cambiado ligeramente el semblante al igual que su postura, ahora se encontraba un poco tensa. 

Hiyo evitó verlo, su papá era excelente leyendo a las personas y estaba perdida si veía su cara, sin embargo habló. Quizás sabría la verdad, su "mami oso" tenía novia. 

Digo... debe tenerla, ¿no? Él es fantástico, al menos todas la mujeres donde trabaja deben quererlo como novio, ¿verdad, papá? Por eso... un día nos dejará y se irá con ella. 

En cambio, el padre mantuvo una mirada neutra y fija a su hija para luego sonreír, era una sonrisa socarrona, esa que usualmente le dirigía al peliazul. 

Hiyori... ¿a caso estás celosa de la novia de Yokozawa? — el tono sorprendido alertó a la menor. 

¡¿Entonces sí tiene?! — su tono delató por completo su preocupación. Entonces sí había una mujer que le quitaría a su oniichan y a Sorata. Estaba a punto de gimotear cuando la carcajada de su padre la sacó de todos sus pesimistas pensamientos. 

¡Claro que tiene! — dijo su padre, extrañamente alegre. — Soy yo, no es obvio. 

Hiyo levantó la mirada y se fijo en su progenitor, él lucía bastante confiado en esa afirmación, con su porte característico, manos en la cintura y sonrisa triunfadora que por un momento llegó a pensar que es verdad. Entonces, por primera vez, una idea más loca se implantó en su cabeza: su papá y su oniichan podían llegar a sur novios. Él formaría parte de su familia. Ante tal pensamiento sonrío de una manera que no hacía muy seguido y claro, tal gesto no paso desapercibido para el mayor. 

Ese gesto le decía todo lo que quería saber de  Hiyori. Ella estaba preparada para saber la verdadera naturaleza de su relación. Ella lo aceptaba de esa forma, de hecho, ya lo veía de esa forma. 

Bien, pequeña. Despertaré a Yokozawa para hacer todo el desayuno juntos, espera aquí. 

Después de hablar, el editor voló prácticamente al cuarto que le pertenecía al vendedor, Hiyori sospechaba que lo molestaría, pero lo dejó pasar. 

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El jueves había llegado, Kirishima esperaba pacientemente en el recibidor de la editorial a su amigo, el cual le había enviado un mensaje anunciando que ya había salido del departamento de ventas. El mayor había esperado ansioso desde el lunes a que este día llegara, había limpiado lo más posible la casa, claro, sin tocar ni ver el cuarto de Hiyori. Aún no estaba listo. 

El elevador llegó a la planta bajo, cuando las puestas se abrieron un oso se dejó ver con su usual ceño fruncido mientras checaba algo en su celular. 

— Será para la próxima, hoy tengo asuntos que atender — su voz era neutra, no trasmitía nada más que un sentido meramente formal. 

— De acuerdo, nos vemos luego. 

Henmi inicio el paso dejando atrás al menor, quien aún no se había percatado aún de la presencia del otro. Casi por salir, la mano derecha de Yokozawa y se despidió amistosamente del editor en cuanto lo vio, este hizo el mismo gesto y aguardo hasta que el otro lo vio. 

— Perdona la demora. 

— No te preocupes, ¿vamos? — Yokozawa asintió y ambos hombres salieron de la editorial. 

El camino fue en silencio, ambos hombres tenían múltiples pensamientos que les robaba toda la atención, pero ninguno se sentía incómodo con la cercanía del otro o, bueno, no tanto. En todo esos día Yokozawa había tenido duelos con su corazón y con su mente, los recuerdos con Kirishima se negaban a abandonarlo durante el día, hiriendo un poco más su alma, él no dejaba de pensar en él, en su fragancia, en su mirada, en su calor, en todo y eso lo molestaba.

Se decía a sí mismo que su ruptura era a causa del dolor por perder a su hija, a su única y adorada hija que opacaba todo lo demás y era consciente del gran trabajo que realizaba el mayor para salir a delante, por salir día a día al trabajo, regresar a su casa y preparase para el siguiente. El editor era fuerte, lo sabía, entonces él también tenía que hacerlo, tenía que cargar con su dolor de perder a sus dos personas favoritas solo porque él necesitaba ser fuerte. 

Por otro lado, Kirishima no estaba mejor. Todos los días, cuando llegaba a casa se obligaba a  comer la comida rápida y congelada que vendían en las tiendas de convivencia al igual que se obligaba a alimentar a Sorata y, después, se encerraba en su cuarto e irremediablemente rompía a llorar. Los desgarradores lamentos llegaban hasta los oídos de Sorata quien se levantaba de su lugar y corría a la puerta de esa niña que tanto le gustaba y maullaba, rasguñaba y se restragarba en esta para avisarle que su papá la necesitaba, que su dueño no estaba para consolarlo, pero ella nunca salía... 

Su departamento se había vuelto su peor enemigo, pero se negaba a salir de ahí. 

[...] 

Al llegar, Yokozawa se sintió como en casa, volvió a ver el recibidor de siempre, al igual que la sala, al igual que la cocina. Dejó su saco y su maletín donde siempre, estaba a punto moverse como dueño por su casa cuando recordó que era un invitado, así que espero al verdadero dueño. 

— Adelante... — dudo al hablar, no sabía que tendría que volver a decirle eso al vendedor. 

Ambos entraron y el castaño espero pacientemente unas palabras por su esfuerzo en mantener la casa limpia y estas no tardaron en llegar: 

— Esto está más limpio de lo que pensé, me da tanto gusto que hagas el esfuerzo, Kirishima. 

Las palabras se colaron lentamente por sus cicatrices y llegaron a su corazón, calentándolo un poco, sintió que podía volver a respirar. No dijo nada, pero Yokozawa entendió que le hacía bien escuchar palabras de aliento, después de todo Kirishima realmente hacia un esfuerzo y alguien tendría que reconocérselo. 

[...] 

El castaño se sentó en el comedor mientras veía a Yokozawa cocinar, se sentía bien al verlo, eso lo relajaba. Solo observaba cada movimiento que este hacía, el cómo se movía y se concentraba, en su mente no había más que el peliazul, por lo tanto, en su ser había una paz que hace mucho no sentía, sus músculos se relajaron y poco a poco toda esa falta de sueño lo obligó a cerrar los ojos. 

Cuando el menor terminó la cena bastante bien equilibrada prestó atención al sujeto que, según él, debería estar metido en sus múltiples pensamientos; cundo giró en su dirección se sorprendió al verlo dormir tan pacíficamente, recargado en sus dos bazos encima de la mesa. Sirvió en silencio los alimentos y caminó con cuidado hasta llegar a él y con sigilo, puso los alimento en frente de él. Estaba a punto de irse una vez más a la cocina para preparar más comida para los días siguientes cuando su vista se dirigió a su, aún, amor. 

Su corazón dolió y su respiración se volvió errática, quería llorar, nunca creyó ser así de patético alguna vez. Se mordió los labios e intentó, sin mucho éxito, evitar acariciarle algunos mechones de esa melena dorada; estiró su mano y quitó el que se encontraba en su frente, al instante sintió sus dedos arder porque no podía hacerlo, ya no. No podía tocarlo, él... él ya había perdido ese derecho.  Con tal pensamiento sus ojos se llenaron de lágrimas y trotó en silencio hasta el baño. Soltó un pequeño gimoteo ahogado al toparse con la puerta de la recámara de Hiyori, toda su preparación para este día se había ido al carajo. ¡Por el amor de Dios, ¡¿a quién engañaba?! En su alma había una profunda herida. Era un maldito masoquista. 

Solo a él se le ocurría mantener contacto con su ex, el cual, amaba hasta los huesos. Al llegar al baño cerró con seguro, no sabía si el castaño se había despertado con ese ruido que salió sin permisos de sus labios pero de ser así, no podía permitirle verlo así. Se sentó en la taza mientras se abrazaba a sí mismo intentando regular su respiración a la vez que se decía que tenía que calmarse.

El olor a comida hizo gruñir a su estómago, perezosamente abrió lo ojos e inmediatamente se topó con varios platos servidos ante él, ¿cuanto tiempo llevaba dormido y por qué Yokozawa no lo había despertado? Se incorporó con toda la intensión de buscar al menor y, para su sorpresa, no había rastro de él. 

— ¿Yokozawa? — preguntó en un susurro alarmado. Nada, no hubo respuesta y eso le crispó los nervios: se paro de la silla de forma violenta, caminando hacia la cocina, estaba sola. — ¡Yokozawa! — gritó con terror. 

Un sonido sordo se escuchó en el fondo de su departamento acompañado de unas pesadas pisadas, en segundo el menor salía del pasillo claramente alarmado con un peine listo para atacar. 

— ¡¿Qué pasa?! ¿Estás bien? — Yokozawa lo escaneó por breves segundos y luego el lugar, suspiró aliviado a no encontrar nada anormal. — ¡Demonios, estúpido! ¿Sabes el susto que me diste? 

Pero Kirishima no respondió, en cambio se acercó con rapidez al cuerpo del menor y lo abrazó con torpeza y necesidad, al instante el contrario se dio cuenta del ligero temblor del cuerpo ajeno y lo envolvió el sus brazos. No entendía el por qué de esa reacción. 

— Eh, ¿qué pasa? — demandó con suavidad, mientras apretaba su agarre— Kirishima, me estás asustando. 

— No estabas... — susurró. — Desperté y no estabas, yo... me asusté, pensé que te habías ido, como ellas. Que estaba solo y... tú no estabas — lo último lo dijo entre gimoteos ahogados. Él no podía soportar una perdida más. 

Yokozawa no sabía que hacer, hace unos momentos estaba llorando y ahora se encontraba consolando al hombre. ¿Cuanto más podría resistir su corazón? — Tranquilo, no me he ido. Estoy aquí, solo fui al baño. Tranquilo, tranquilo, tranquilo — habló de manera bajita, esparciendo suaves caricias por toda su espalda, su modo materno se había activado en seguida. 

Pasaron varios minutos abrazados hasta que Kirishima, a regañadientes, tuvo que soltarlo  porque la comida se enfriaría. 

[...] 

— He visto que Henmi y tú se llevan mejor — soltó después de darle un largo trago a la cerveza. Desde esa noche que rompió con Yokozawa no había probado ni una sola gota, temía volverse un alcohólico para huir de su realidad.  

— Sorprendentemente así es — afirmó el vendedor. — Desde hace un buen rato llevaba invitándome a salidas con otros compañeros de trabajo a la que yo me negaba, una noche me volvió a invitar y acepté. 

— ¿Tú y los de ventas? 

— Ojalá, pero no. Es Kisa, un editor del departamento de esmeralda, Henmi y un joven que trabaja en la librería Maritmo, se llama Yukina. 

— Ya veo... no sabía que te llevaras con la gentes de esmeralda después de... bueno, lo de Takano. 

— De hecho, según yo, así era pero Kisa resultó ser mejor ser humano de lo que creía, logramos congeniar. 

Después de la cena, Kirishima entabló una agradable conversación. Era la primera vez que hablaba sin tener que fingir una sonrisa, estaba vez era él el que se dejaba ver, a nadie le permitiría ver, dentro de mucho tiempo, esa cara más que a Yokozawa. Ni siquiera con su mamá se permitía quietarse esa armadura de fortaleza falsa.

Yokozawa acariciaba con devoción al gato que se encontraba en sus piernas, en serio lo extrañaba pero se lo dejaría un poco más al editor. Ya había pasado bastantes horas y se preparaba para irse aunque no quería, él pertenecía ahí. El editor lo sabía, sabía que la hora temida estaba por llegar, el lenguaje corporal del peliazul se lo indicaba. 

Dejó su cerveza a un lado y se acercó al menor, el cual estaba concentrado en aquel gato.

— Yokozawa — habló. El oso levantó la mirada y se sorprendió por la cercanía innecesaria, el pensamiento de alejarse se desvaneció cuando se topó con esos ojos miel los cuales había huido incontables veces en todo ese tiempo. 

Su vista se dirigió, involuntariamente, a sus labios. Cómo se moría por probar esos labios, ¿sería correcto? Tal vez... no, no había manera. Desvió la mirada pero se encontró viéndolos una vez más. Observó a Kirishima pero él se encontraba perdido, su mente estaba en otro lado y entonces, Yokozawa Takafumi lo besó. Solo fue un roce hasta que unas manos ajenas lo empujaron con fuerza. 

— ¿Pero qué... ? — Kirishima lo veía con el ceño fruncido y con una expresión claramente desconcertada. — No debiste hacer eso, Yokozawa. 

— Yo lo s-siento — se apresuró a decir, había tenido una debilidad en su ser y ahora se sentía tan mal y no por la acción que había realizado hace unos instantes, sino por la mirada que le dedicaba el mayor. 

— No — dijo tajante. — Sabes que yo no puedo darte una respuesta, no entiendo porque eres tan cruel. ¡Estoy sufriendo la perdida de mi hija pero te comportas como si no te importara, por esta razón terminé nuestra relación! Te pido tu apoyo pero tú solo piensas en cosas que no importan... ¿es mucho pedir un amigo de tu parte? Anda, ¡dímelo! ¡Dime si estoy solo en esto, no me sorprendería viniendo de ti! 

Las palabras dichas fueron crueles, Kirishima se dio cuenta al momento de que la última letra salió de sus labios. No era verdad, él no había terminado con él por esa razón, sabía que al peliazul también le dolía la perdida, lo veía en su mirada y sabía lo mucho que le importaba todo lo que tenía que ver con su persona, por eso estaba ahí, con él. 

Yokozawa no dijo nada, esas palabras fueron dagas, su cuerpo comenzó a temblar. Yokozawa era un tipo fuerte o se obligaba a serlo, pero esto era más de lo que podía aguantar, si no se iba se desplomaría como lo ha hecho en la soledad de su cuarto, sin compañía, solo, con un frío interno que quemaba. Sin decir palabra alguna y mucho menos mirarlo, se paró y se dirigió en la entrada, se obligaría a entender que esa ya no sería su hogar. 

En cambio, Kirishima lo vio irse. Quería disculparse por las palabras pero nada salió de su boca, cuando el sujeto salió se tocó los labios, estos quemaban, se encontraban en llamas y era doloroso no sentir más que eso, no sabía que sentir. Todo él se encontraba revuelto. 

"Hiyori... ¿por qué me dejaste? Estoy segura que hoy estaríamos juntos. Yo sería el hombre más feliz del mundo, lo tenía todo. Una hermosa hija y un adorable amante... ahora, no sé que hacer y si no hago algo pronto, arrastraré a Yokozawa conmigo." pensó. Sorata, que observó todo, se acercó al hombre y sentó en sus piernas, para consolarlo ya que Hiyo, por alguna extraña razón, no regresaba aún. 

— Gracias, gatito. ¿Sabes que eres mi pedacito de Hiyori y de Yokozawa? — murmuró, mientras las lágrimas salían de sus hermosos ojos una vez más. 

A la mitad del camino, Yokozawa se talló los ojos con el dorso del brazo derecho. No quería llegar a su casa porque sería otro infierno más, ahora ni siquiera sabía en que situación se encontraba con el mayor y no quería saberlo en lo que restaba del día. Sacó su celular y buscó el contacto de Henmi. No espero mucho para que atendieran su llamada. 

— Hola, habla Henmi. 

— Hola, soy Yokozawa. Sé que puede ser demasiado tarde pero terminé más temprano mis asuntos, ¿aún es posible integrarme a ustedes? 

Unas voces se escucharon al fondo, claramente eran risas. — ¡Claro que sí, Yokozawa! Apenas acabamos de llegar, Kisa salió más tarde y decidimos esperarlo. 

— Bien, llegaré pronto. 

No tardó mucho en llegar al restaurante, al entrar los buscó y para su gran, gran sorpresa, una persona más los acompañaba: Matsumoto. La chica la cual la había rechazado sutilmente a inicios de su relación con Kirishima. Ahora no sabía se acercarse o irse a otro bar a beber pero no tuvo mucho tiempo para pensarlo ya que Yukina gritó su nombre, llamando su atención. 

— ¡Yokozawa, por aquí! — Yukina sacudió los brazos, provocando que el resto viera hacía su dirección. 

Se acercó y saludo a todos formalmente, incluyendo a la mujer quien se mostró tímida al momento de dirigirse hacía ella. Se sentó a lado de Henmi, del otro lado de él se encontraba ella por lo que evitaría tener algún contacto más allá que el de pasar la comida. 

La charla fue muy refrescante, justo lo que necesitaba para olvidar el mal sabor de boca y aunque comió muy poco por haber comido con el editor, degustó de uno que otro bocadillo. El alcohol abundó pero no tomó mucho, no como Kisa quien sí se puso demasiado ebrio. 

Después de un par de horas, los cinco salían del restaurante bastante llenos y satisfechos. Yukina se había prestado para llevar al editor a su departamento mientras que Henmi acompañaría a Matsumoto a la estación. Yokozawa se iría por otro camino, así que estaba bien y de esa manera, todos se despidieron. 

En el trayecto, Henmi decidió preguntar algo que quería desde hace ya algún tiempo, cuando ella apareció por primera vez anunciando que su jefe, el oso gruñón, le había ayudado en el metro realizando un acto heroico ante un acosador. 

— Oye, Matsumoto, ¿a ti te gusta Yokozawa? — soltó de golpe, sabía que debía trabajar más en ese aspecto ya que Yokozawa le reprochaba que así no llegaría a vender muchos mangas, pero era algo que aún no dominaba de todo. 

La pregunta le llegó como balde de agua fría lo que provocó un pequeño salto por parte de la mujer. Instantáneamente esta se sonrojó con violencia, ¿era tan obvio? 

— ¿Por que lo dice, Henmi? 

— Cuando te vi por primera vez tu mirada brilla cuando lo veías y hoy no le quitaste la mirada de encima ni un solo minuto, así que, supongo, él te gusta, ¿verdad? 

Matsumoto observó sus manos con nerviosismo, era cierto, aún le gustaba Yokozawa. A pesar de intentar fijarse en otros hombres no había podido evitar suspirara cada vez que lo veía en la librería, haciendo sus rondines como todo un hombre trabajador. Lástima que tuviera pareja. 

— Sí, así es — admitió. — Pero tiene pareja, una vez le pregunté. 

— ¿Tiene pareja? — habló extrañado el hombre, a él no le constaba. — No lo sé, Matsumoto, probablemente ya terminaron. 

— ¿E-en serio? — era más que claro la emoción en sus palabras, observó al hombre buscando una clase de broma de mal gusto pero fue todo lo contrario. — ¿Por qué lo dices, a caso sabes algo? 

— No realmente, pero desde hace algunas semanas atrás se ha visto algo decaído. Mas o menos como desde hace mes y medio, así que es un posibilidad, ¿no crees? 

Matsumoto analizó la información obtenida recientemente, era muy probable. Yokozawa era alguien espectacular, quedó flechada inevitablemente cuando lo vio por primera vez en la editorial, ella llevaba poco menos de una semana y quedó embobada de su atractivo rostro y no decir de esos ojos azules con toques grises; cuando él la protegió su corazón saltaba de alegría, su interés amoroso la había rescatado y aunque quería acercarse a él desde mucho antes del incidente no tenía forma de llegar a él. Mientras tanto, Henmi pensó que Yokozawa era un buen hombre y que ella era una buena mujer, ambos harían una bonita pareja, sin duda alguna. Quizás ella sería esa persona que haría muy feliz a su jefe y con ese pensamiento habló: 

— Si gustas, claro, yo puedo indagar un poco. Últimamente me he vuelto cercano a él así que podré investigar algo.

— ¿En serio? Gracias, gracias. Te lo agradeceré mucho, la verdad es que Yokozawa me gusta mucho y me gustaría intentar algo con él — contento con la respuesta, este le prometió que intentaría averiguar algo, después cada quien tomó el tren correspondiente. 

[...]

Era un día normal, había salido de presentar su tesis para salir de la universidad y ahora se disponía a ir a trabajar a la librería, en el transcurso recibió un mensaje, era Henmi. Rápidamente abrió el mensaje esperando buenas noticias y estas llegaron. 

Yokozawa no tiene novia, así que... ¿cuál es el plan? 

¡Espero que lo hayan disfrutado! En el otro capítulo se explicará como Henmi supo tal respuesta, no olviden apoyar la historia. Abrazos y besos.  

Nos leemos pronto. 

https://kokoronofujoshi2.blogspot.com/2020/12/sekaiichi-hatsukoiyokozawa-takafumi-no.html

Un regalito por parte mía ya que estamos en épocas decembrinas. ¡Albricias!  (Sé que me lo agradecerán)

Siguiente actualización: LA RAZÓN DEL PORQUE TE AMO.

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