Beso robado

— ¡No vendrá hoy! — exclamó Hiyo cuando su padre entró al departamento solo. Se supone que hoy, su oniichan y ella harían un postre muy elaborado. 

El mayor, al ver la tristeza de la niña, sonrió y se inclinó hasta llegar a su altura. 

— Vendrá, solo que un poco más tarde. Uno de sus subordinados cometió un error y tuvo que quedarse a solucionarlo. 

— Pero no fue su error, no es justo. 

— Vamos, sabes que él te adora y haría lo imposible para cumplir su palabra contigo. Eres especial para él, casi como lo eres para mí. 

La pequeña sonrió satisfecha por las palabras de su padre. 

— Y él es tan especial para mí como para ti, ¿no es así? 

— Es nuestro oso — dijo simplemente, sin pensar en un trasfondo más allá de un berrinche de su pequeña por la tardanza de su odorable hombre. Aunque tenía planeado volver a sacar el tema para decirle la verdad que existía entre ellos dos. 

Sin embargo, la pequeña solo confirmaba lo que ya sospechaba desde sus once años. Su oniichan era de ellos y jamás tendría que preocuparse porque se lo quitarán ya que, conociendo a su padre, no lo permitiría. No cuando lo miraba tan bonito.    

.

.

.


Ni siquiera sabía cómo debía sentirse, ese roce de labios no fue placentero de ninguna manera y mucho menos agradable. Apretó sus labios para evitar hacer una mueca mientras miraba a un punto fijo en el suelo, era una situación similar con lo que pasó con Iokawa o tal vez no. Era peor. Sí, era una mierda.

Matsumoto miraba a otro lado, demasiado aborchornada como para enfrentar lo que hizo: besar a Yokozawa Takafumi, el hombre más atento, caballeroso, tierno y sensible que haya visto en su vida. Se perdió en esa boca que se movía explicando algo sobre cómo era el proceso de ventas y sin tener control de su cuerpo, se acercó sin más. Había estado demasiado nerviosa y emocionada por esta "cita", parecía que las mariposas de su estómago no iban a parar por un largo tiempo. 

En cambio, Yokozawa se sentía, conforme pasaba el tiempo, culpable. Sí, culpable porque la última boca que había probado ya no era la del vendedor y eso lo afectaba más de lo que creyó. Suspiró varias veces en un intento de enfocarse y tomar riendas de la situación, girando en dirección a su compañera la cual tenía un rojo escarlata por todo su rostro. Tal vez para ella era lo mejor del mundo, un huracán de emociones, una corriente eléctrica vivaz recorriendo cada fibra de su ser siendo así, la persona más feliz del momento.  

La comprendió por completo, así se sentía cuando lo besaba, cuando su cálida y húmeda lengua se enredaba con la suya. Cuando esas manos hábiles con su cuerpo se enredaban en su cintura y cuando la respiración caliente se volvía una con la suya. Besar a Kirishima, a su amor, era tan epifánico sin importar las veces que rozara esos labios delgados.

"¡Basta! Lo prometimos, ¿no? Prometimos no pensar en él". Se recriminó una vez más. 

Cada vez que se decía que ya no iba a pensar en él, este regresaba a su mente con más persistencia y fuerza. Era inútil, lo sabía muy bien. El editor se había colado de manera hermosa por cada poro de su piel y si era sincero con él, no tenía intensiones de sacarlo. 

— ¿Por qué lo hiciste? — mencionó al fin. — ¿Por qué me besaste? 

Matsumoto lo vio tímidamente y le sonrió de la misma manera, jugó con sus manos antes de responder.

— Me gustas, Yokozawa. Me gustas mucho desde hace mucho tiempo. 

¿Lo qué estaba presenciando era una declaración? Dijo desde hace mmucho tiempo, ¿desde cuándo? El recuerdo de esa reunión donde el castaño se portó bastante gallardo y elocuente apareció como un destello. Se pelearon una vez por eso, recuerda. Ahí fue donde este le comentó que se sentía un viejo mezquino por comportarse de esa manera y afirmó que sus sentimientos eran más fuertes de lo que pensó. 

Para ese entonces su relación apenas comenzaba. 

Para ese entonces Yokozawa no sabía que Kirishima, en realidad, lo haría muy feliz. 

Para ese entonces, él no sería capaz de visualizar un futuro juntos donde ambos, ya mayores, siguieran juntos. 

"Y volvemos a lo mismo..." suspiró al caer en cuenta que volvía al pasado.     

— No sé que decirte — fue sincero. — No soy bueno en estas cosas y no creo que sea un buen momento p- 

— ¡Por favor, Yokozawa, no me rechaces! —le interrumpió. — Solo conóceme un poco más. Yo te puedo hacer feliz. 

Esas últimas palabas resonaron en su mente como tambor, haciendo eco una, y otra, y otra vez. En definitiva que desde hace mucho meses el ya no sentía la felicidad, se alimentaba de los recuerdos y de una fe ya casi inexistente. ¿Ser feliz, con ella?, ¿era posible? No. o no sabía. Amaba a Kirishima con cada célula de su cuerpo, no podría olvidarlo. Ni volviendo a nacer. 

Y así comenzó su lio: oscuridad y luz; tristeza y evasión; amor y aprecio; dolor y morfina; todo era muy confuso y la verdad, era una sensación que no quería. 

— Verás, yo aún no estoy listo, ¿me entiendes? Yo no puedo corresponderte... por ahora. 

Ella solo asiente satisfecha, dispuesta a esperar. El "por ahora" le daba una ilusión a la cual aferrarse. 

— Entonces, permíteme estar a tu lado hasta que creas que puedas darme una respuesta. 

Yokozawa asintió sin saber muy bien el porqué y de nuevo, la voz de Kirishima apareció en su cabeza: eres muy buena persona, Yokozawa. Debes ser directo, poner límites y decir no cuando es no. Pero él ya no estaba en su visa así que, ¿qué más da seguir con algún viejo hábito?  


[...] 


Después de que Yokozawa se fuera de su departamento, este se mantuvo en automático, es decir, trabajar nada más por trabajar. Regresar, dormir, darle de comer a Sorata daba lo mismo pero cada vez que quería tirar la toalla se recordaba que aún no todo estaba perdido porque amaba el peliazul. Lo amaba. Lo amaba. Como un carajo, era el hombre de su vida pero no podría llegar, decirle eso y esperar a que lo espere. No podía volverle a pedir que volviera a ese carrusel donde él sufría solo, era demasiado egoísta. 

Debía ofrecerle algo mejor. Sí, algo mejor. 

Debería ofrecerle una pareja de verdad: tiempo para él, comprensión, cariño, oídos, calor. Yokozawa no merecía menos. Dejó su trabajo en busca de aire fresco, el piso de edición tendía a estresarlo más de lo usual, por suerte, el turno había acabado y podía volver a su casa. 

Bajó hasta el piso de abajo y se dirigió a la máquina expendedora dispuesto a ingerir azúcar cuando se encontró a Henmi y Kisa cuchicheando entre chillidos poco masculinos. Decidió ignorarlos y volver a lo suyo, mientras más rápido volviera a su casa mejor y así era el plan hasta que escuchó el nombre de Yokozawa. Su oído se afinó y puso atención. 

Apretó los labios cuando escuchó el nombre de Matsumoto, en definitiva no le gustaba ese nombre en la misma oración que Yokozawa. Así que, sacando la mejor máscara que puso, decidió  saludar. Henmi saltó al escucharlo y sonrió como si de un viejo amigo se tratase y sin preámbulos, este lo invitó a su conversación. 

El editor del departamento esmeralda, por alguna razón, se le quedó mirando como bobo por un buen rato e incluso notó un leve rubor, ¿qué tanto le miraba? Las increíbles y notables ojeras o quizás su cabello levemente más largo. Cuando decidió preguntarle, este se puso nervioso y evitó durante toda su estancia su mirada. 

Se olvido de aquel sujeto al escuchar la grandiosísima noticia que tenía, no tuvo que preguntar a qué se refería cuando la pantalla brillante se posó ante él y deseó con todas sus fuerzas que jamás lo hubiera hecho. Matsumoto, la joven castaña de lentes redondo tenía sus labios posados en los de Takafumi. Y sabía que era ella la causante de aquel acción por simples razones: 

1: La expresión de Yokozawa lo decía todo.

2: Yokozawa no era así. No besaría a nadie ni por muy herido que estuviese porque simple y sencillamente su corazón era tan puro y honesto que nunca soportaría hacer algo tan bajo. 

3: El muy idiota aún tenía agujeros en su armadura, por lo tanto, era fácil robarle besos. ¡Él mismo lo sabía de primera mano! 

Su corazón se arrugó y quiso llorar. Solo atinó a decir que no era bueno festejar una acción que no había sido consensuada recíprocamente y que si eran sus amigos, debería ayudarlo a ponerle límites. Soltó, además, como una especie de regaño, que Yokozawa no necesitaba presiones en ese aspecto. Henmi solo preguntó cómo sabía que era un beso robado, a lo que él solo le dijo: lo conozco muy bien, él es muy especial para mí. 

Quiso agregar que no solo lo conocía como la palma de su mano, cada gesto, cada acción sino que, por el contrario, conocía perfectamente la temperatura de su cuerpo, lo húmeda que era su boca, lo tímidas y honestas caricias que le regalaba en sus momentos privados. En cómo se ponía de malas (aunque no lo aceptara) cuando no tenían tiempo a solas durante un buen rato y lo pasional y entregado que llegaba a ser. No, claro que no podía decir eso pero ganas no le faltaron.      

Ambos hombres se disculparon por ser tan malos amigos y le aseguraron al mayor que le preguntarían a Yokozawa si se sentía cómodo o no para ponerle un alta, cosa que el castaño agradeció. Se retiró con un terrible nudo en el pecho pero no se permitió soltar su armadura hasta estar en casa. 

La imagen de ese beso se repetía constantemente y en él surgió ese sentimiento de enojo pero no con el oso, sino con su persona. Además ese lado posesivo que tanto le caracterizaba. Quería que Yokozawa le mirase solo a él.

Cuando llego a casa, un maullido lejano se escuchó. ¿Cuánto tardaría para que Yokozawa reclamara a su amado gato? Dioses, esto era una horrible pesadilla. Las primeras lagrimar surcaron por su mejilla al ver el cuadro familiar que su pequeña había hecho, ahí el peliazul posaba con una tenue sonrisa mientras era abrazado por ambos kirishimas en cada lado. Se tocó el pecho para cesar un poco el dolor, sin embargo, solo ocasionó que gimoteara con más fuerza. Se sentía perdido, solo, abandonado...

— Hiyori.... — susurró con voz queda. — Mi pequeña florecita, ¿en serio está bien que te suelte? ¿No me adiarás? — se abrazó a sí mismo, intentando quitar el frío de ultratumba en su interior. — Necesito hacerlo. Necesito hacerlo para poder recuperar a la persona que me ama. 

De seguro se veía horrible llorando. Un hombre de su edad llorando como si fuera un niño... aunque no era un niño, pero sus sentimientos nunca se endurecieron o algo por el estilo. Siempre ha sentido mucho y se mostraba orgulloso por eso. Llorar purificaba el alma a su manera.

— Tu papá va a ser feliz, pequeña — susurró antes de levantarse del suelo y prender las luces de su casa. La oscuridad solo alimentaba el mostro llamado depresión. 

No sabe cuanto tiempo pasó realmente parado frente a la puerta de la pequeña pero un vez que entró con varias cajas en la mano, se dispuso a guardar cada cosa en estas. Sorata solo miraba desde la cama en silencio, vigilando a su dueño y asegurándose de que no hubiera desastre, de alguna forma, el gato había entendido la situación días atrás. Le dolía, claro que sí. Sería igual de doloroso como cuando su primer dueño lo abandonó con un extraño de pelo azul, sin saber que ese sujeto sería la persona más preciada para él. 

Sorata amaba a Yokozawa y como tal, siempre velaría por el hombre torpe con sus sentimientos. Le había dado una buena vida, llena de golositas que lo volvieron esponjado con el paso del tiempo, aún así, sentía la perdida de su tercera dueña. Claro que no siendo suficiente, de laguna forma supo que tendría un cuarto dueño. Para Sorata, tanto el segundo como el cuarto sufrían de manera horrible, ojalá pudiera hacer algo más que ronronear. 


[...] 


En el departamento Esmeralda Kisa no soportó contener la noticia y terminó contándole de su labor como cupido a Onodera. Este solo lo miraba sorpendido, por alguna razón, aún no se creía que tuviera tan buena relación con el oso de Marakuwa, si tan solo supiera que los cuatros eran una equipo grandioso. 

A lo lejos, Takano escuchaba la platica entre ambos hombrecillos, demasiado interesado desde que el nombre de su mejor amigo resonó. Había pasado demasiado tiempo desde que cruzaron palabra, siendo la última un "saludame a Onodera". Desde entonces, Yokozawa jamás lo buscó para conversar o salir a tomar y él, pensando que necesitaba tiempo, esperó lo que nunca llegó. 

Ahora resulta que se besaba con alguien y él ni en cuenta, ¿aún seguía siendo su mejor amigo? Tal vez el vendedor ya ni lo consideraba así. Solo atinó a suspirar y a lamentarse, nuevamente la ruptura de su relación. Aún, teniendo su anhelada relación con ese chico de ojos verdes, había un hueco que nadie podía llenar. 


¡Holaaaa gente de Wattpad! Me reportó nuevamente.

He salido de vacaciones y espero ya terminar dos historias de la trifecta. Solo falta otro capítulo y un extra para dar por terminada "La decisión de Kirishima", así que estén al pendientes. Espero que lo hayan disfrutado. 

¡Nos leemos pronto!         

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top