Cap 7

Días después del incidente con la camioneta de Lincoln, Liam, Zach, Rusty y Stella fueron a visitar a Clyde en el reformatorio juvenil a las afueras del pueblo, cerca de la frontera con Hazeltucky.

Visto que los cuatro seguían siendo menores de edad, la administración no les permitió entrada a no ser que fuera en compañía de un adulto. Por lo cual tuvieron que conformarse con rodear la edificación y reunirse afuera de su celda.

–Rayos, Clyde, amigo –exclamó Liam–. Es increíble que hayas terminado en este sitio.

–Nha, descuiden –dijo este asomándose por entre los barrotes de su ventana–. Sólo estaré aquí unos pocos días. Mis papás tienen mucho dinero y un buen abogado. Estaré fuera en un dos por tres... ¡Y ENTONCES POR FIN PODRÉ ACABAR CON ESE ASQUEROSO TRAIDOR!

–¡Por Dios, Clyde, por Dios! –imploró Stella–. Ya tienes muchos problemas y tú sigues con eso. Ya olvídalo, por favor.

–Si –secundó Zach–. Así sólo vas a hundirte más en el bote.

–Además –añadió Rusty–, supimos que Lincoln ha estado rogándoles a sus padres que retiren los cargos en tu contra hasta el cansancio. Eso habla muy bien de él... Y por ello decidimos darle otra oportunidad. Quizá tú también deberías hacer lo mismo.

–¡Ni hablar! –gritó Clyde sacudiendo los barrotes, con tal fiereza que parecía quería arrancarlos con las manos–. ¡Ese canalla se robó a mi chica y voy a hacerlo pagar con su vida así termine yo en la silla eléctrica!

Los chicos de la pandilla se miraron preocupados entre si.

–Creo que creaste un monstruo –le susurró Rusty a Stella.

Afirmación que esta otra no pudo refutar.

***

Más tarde, después de que sus amigos se marcharan, los guardias lo sacaron al patio junto a los demás jóvenes reclusos a hacer ejercicio; porque eso es lo único que se podía hacer estando en ese tipo de instituciones. Por supuesto no desaprovechó la ocasión para ponerse en forma, motivado con la idea de ir por la cabeza de aquel traidor malnacido a la primera oportunidad.

Luego de una sesión de levantamiento de pesas con ayuda de unos rufianes llamados Hank y Hawk, Clyde se sentó un rato a limpiarse el sudor con una toalla, cuando en esas escuchó la bocina de un Toyota Yaris.

Era Chloe que acababa de detenerse frente a un semáforo, justo en la calle que pasaba frente al patio del reclusorio.

Hubo otro bocinazo más, tras el cual la muchacha hizo bajar la ventanilla y se asomó para ver a su ex novio, quien a su vez se aferró al alambrado.

–Hola, Clyde –lo saludó con descaro–. ¿Qué estás haciendo?

–Chloe –gruñó entre dientes–. ¿Qué haces tú aquí?

–Nada en particular. Sólo vine a ver si era cierto lo que oí. ¿Entonces ahora eres un chico malo de prisión? Eso me gusta. Lastima que estés aquí encerrado, ahora que por fin decidiste hacerte hombre. Pero, hey, quizá puedas llamarme cuando salgas en... No sé... ¿Unos diez años y tengas los abdominales marcados y tatuajes en tu cara en forma de lagrimas? Hasta entonces tal vez vaya a ver a tu amigo para que me haga algo de compañía. Bueno, fue un gusto verte, hombresote malo. Nos vemos... Ah, y, hagas lo que hagas, no dejes que se te caiga el jabón en las duchas. Es en serio.

Chloe puso su auto en marcha en cuanto el semáforo cambió a verde. Los otros reclusos se quedaron mirando con lastima a Clyde, cuyo rostro se encendió de ira.

Gruñendo y con unas tremendas ganas de estrangular al primero que se le pusiese en frente, el muchacho de color se abrió paso por el patio intimidando con su sola presencia a jóvenes delincuentes incluso mucho más grandes y pesados que él.

En su mente empezó a maquinar un plan de escape, pues decidió que su venganza no podía esperar más.

Mientras se paseaba por el patio de un lado a otro como un león enjaulado empezó a considerar sus opciones. Una era guardarse una cuchara de la cafetería y afiliarla contra una piedra para tener un arma; pero no le gustaba la idea de herir a un guardia o cualquier otro inocente que no fuese el traidor. La otra opción era usar la cuchara para cavar un túnel, pero eso le tomaría más tiempo y quería vengarse ya.

Estaba contemplando una tercera opción, la de iniciar un motín y escabullirse en medio del altercado, cuando la respuesta se le presentó en la puerta del alambrado.

No tenía candados ni seguros, sólo un pequeño pestillo oxidado que habría por dentro. Y en medio del alambrado de la puerta colgaba un cartel con estampados de florecitas y caritas felices que advertía a los reclusos:

FAVOR DE NO ESCAPAR
GRACIAS :-)

Att: la dirección.

Tras una ardua lucha interna contra los valores que le enseñaron en casa, Clyde corrió el pestillo.

–¡Bha, al diablo con las reglas! ¡Tengo que recuperar mi honor!

Sin dudarlo más abrió la puerta y se lanzó fuera de los limites del reclusorio.

–¡Voy por ti, Loud!

En el patio, otro recluso llamado Ryan Miller que se ejercitaba con unas mancuernas le reclamó por ello.

–¡Oye, nos vas a fastidiar a todos!

***

Al caer la tarde, Chloe aparcó su auto frente a la casa Loud, subió al porche y tocó el timbre.

Ding, dong... ¡Rrrr...!

–¡Hay! –chilló al recibir un corrientazo, como todos los incautos que se apersonaban allí por primera vez.

–Ah, eres tú –dijo Lynn de mala gana cuando salió a recibirla–. ¿Qué quieres?

–¿Está tu hermano?

Sin esperar a que la invitaran a pasar, Chloe trató de entrar, pero Lynn la retuvo agarrándola del hombro.

–Si está; pero no quiere verte ni en pintura.

–Hay, ¿pero por qué eres tan mala conmigo? –rió Chloe–. Si lo único que yo quiero es hacerlo feliz como él sabe hacerme feliz a mi.

–Mira, voy a decir esto una sola vez –advirtió la castaña deportista tronándose los nudillos–: Aléjate de mi hermano o si no haré que te tragues esa boina tuya y luego te reventaré esas bolsas de silicona que tienes por pechos a puñetazos.

–Que mala –siguió riendo la otra castaña–. Y eso que yo venía a avisarles que Clyde se escapó del reformatorio y creo que viene para acá.

–¡¿Cómo?!... Está bien, pasa, pero sólo un rato.

***

En breve, Lynn pidió a Lincoln y a sus padres que se reunieran con ellas en el comedor para que Chloe los pusiera al tanto de todo.

–¡¿Cómo que Clyde se escapó?! –preguntó angustiado el señor Loud.

–Si, señor –afirmó Chloe, quien tuvo la osadía de sentarse junto a Lincoln–. Tal como lo oye.

Pese a que decía la verdad y se mantenía seria conforme les contaba todo, la traviesa muchacha no desaprovechó la oportunidad para hacer de las suyas. A cada rato deslizaba su mano bajo la mesa y la posaba en la rodilla del peliblanco, quien de inmediato la apartaba a fuerza de manotazos.

–... Yo venía conduciendo de regreso de Hazeltucky... –prosiguió Chloe tras agarrarle la rodilla por quinta vez–. Fui a una barata de boinas que supe había por allá...

Al tiempo que le soltaba otro manotazo por debajo de la mesa, Lincoln la miró con cara de pocos amigos, perspicaz al hecho que, podía apostar, ese ultimo dato irrelevante era una sucia mentira suya.

–Y, bueno, camino de regreso acá lo vi caminando por la acera –terminó de contar, mientras volvía a tocarlo, esta vez no en la rodilla, sino en el muslo, para de ahí encaminarse a su entrepierna. Lo que valió Lincoln le soltara un pellizco y ella contestara enroscando una pierna a la suya–. Asumo que no lo habrán dejado salir antes porque corrió a esconderse en unos matorrales cuando me vio pasar. Además, aun llevaba puesto su uniforme de recluso; y debo decir que el anaranjado no le queda tan bien como a ti, ¿eh?, Linc.

Terminado de contar todo, el mencionado se levantó de su lugar y la apartó de si empujándola delante de todos.

–Bueno, gracias por venir a decírnoslo –dijo formalmente el señor Loud que también se puso en pie–. Ahora, retírate, por favor, y ten la amabilidad de no volver a acercarte a mi hijo.

–¿Es todo? –replicó Chloe entre risillas–. ¿Ni si quiera me van a invitar a beber algo, ahora que soy como parte de la familia?

–No –contestó Rita tajante–. Lynn, acompáñala hasta la puerta.

–Como quieran –Chloe se levantó también y se dispuso a irse antes que la sacaran a la fuerza–. Nos vemos en la escuela, Linc. Estaré esperando ansiosa a que termine nuestra suspensión y nos volvamos a encontrar.

–Si, como sea –contestó el otro de peor gana–. Ahora vete.

–¿Qué? ¿No me vas a dar un beso de despedida?

–¡LARGO! –rugió Lincoln señalando a la puerta, con un vozarrón tan potente que las frágiles paredes de la casa vibraron–. ¡FUERA DE AQUÍ, CHLOE! ¡SAL Y NO VUELVAS JAMÁS...!

Al final Lynn Jr. si tuvo que hacerse cargo. Tomando con firmeza a Chloe de los hombros, la guió fuera de la casa Loud.

–Esto ya ha ido demasiado lejos –dijo a su vez Lynn padre–. Llamaré a la policía... Y...

Luego se dirigió a su hijo.

–Lo mejor será que te vayas a vivir lejos por un tiempo.

–¿Irme? ¿A dónde?

–Estoy de acuerdo –convino Rita.

–Pero, mamá...

–Es por tu propia seguridad, cariño. Clyde no está en sus cabales y no sabemos lo que sea capaz de hacer.

–Será sólo hasta que se arregle todo esto –añadió su padre, en tanto su hermana la deportista volvía a asomarse al umbral del comedor y lo escuchaba todo con pesar.

Lincoln suspiró y volvió a dejarse caer en su silla.

–Hay, rayos... ¿Y a dónde se supone que voy a ir?

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