¿A qué huelen las margaritas?
3 de Septiembre
Perdonad que no me presente correctamente, pero es que siempre he odiado hablar de mí misma. Se puede decir que me llamo Faye Fortier, que tengo dieciocho años y que me hice adulta siendo demasiado niña. Hasta aquí puedo parecer alguien bastante corriente, insulsa, sin ningún tipo de atractivo.
En el mundo moderno no es extraño ser infeliz y consumir pastillas hasta el hartazgo, así que supongo que mi situación no es nada notable. En realidad, no tengo nada que os pueda impactar y que atraiga las miradas; es decir, tengo el cabello negro y demasiado abundante para lo que me gustaría, cortado por los hombros y alisado concienzudamente cada mañana. Tengo la piel clara, aunque en cuanto le da un poco de sol se vuelve roja, como si fuese una gamba. Es por eso por lo que suelo huir del sol en verano y en invierno. Lo más remarcable de mí quizás son mis ojos. Antes de que penséis algo erróneo, no son de un azul claro que refleja hasta el alma. Son color miel, un color miel extraño.
Lo único que tenía de especial, lo único que realmente me gustaba era mi profesión. Era actriz, de esas con futuro. Pero en el mundo moderno, las cosas salen como los demás quieren que salga. Por supuesto, a mí las cosas no me salen bien.
En fin, ¿qué os estaba contando?
Es cierto. Mi psicólogo me ha recomendado empezar a escribir un diario, contar mi día a día. La verdad es que lo considero una tarea ardua y costosa, y ciertamente inútil. Es decir, ¿para qué quiero recordar lo que me aburro diariamente? ¿No es preferible olvidarme y seguir adelante?
Quién entiende a los psicólogos. A veces pienso que mi padre le paga para chuparme la vida y las ganas.
El desencadenante de este diario es una mudanza. Sí, me voy, pero no porque quiera; mi padre ha decidido que para alejarme del ambiente parisino lo mejor es aislarme en una universidad en Alemania. Me quiere tener lo más lejos posible. La cuestión es que acabo de llegar, y hasta que me asignen una habitación debo quedarme en un hotel que parece más bien un zulo. Ahora me dispongo a vestirme para ir a la presentación de la carrera. Mi padre ha decidido que estudie Literatura Francesa. ¿Orgullo patrio? ¿Dónde? De poco me voy a enterar, pues lo único que sé decir en alemán es Hurensohn.
Me despido. A partir de ahora escribiré por las noches, antes de irme a dormir y justo después de mis "vitaminas". Solo espero que este curso no sea una puta mierda como me espero.
***
En efecto, el curso va a ser una puta mierda. Pero he aprendido varias cosas: que en esta universidad hay clubes obligatorios, lo cual me parece muy aburrido, y de que tendré un tutor de alemán que mi padre ha pagado. Con un poco de suerte, aprenderé a hablarlo en unas semanas.
Mi tutor de alemán se llama Klaus nosequé. No he prestado demasiada atención cuando la decana me lo ha dicho. Al parecer pasó mucho tiempo en Lyon, así que sabe algo de francés. Me da igual, voy a echarme a la cama y a fumarme un buen canuto. Mañana me mudo a mi habitación en la residencia, así que tendré mucha menos libertad y una compañera con la cual no quiero establecer ningún tipo de relación.
Buenas noches.
P.D.: Ah, y Hurensohn significa hijo de puta. Creo que la utilizaré con frecuencia en éste lugar.
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