Capítulos 12 y 13
¡Hola! Antes de empezar, dos cosas importantes:
1. Siento haber faltado a la actualización del miércoles, están pasando muchas cosas en mi vida y no me acordé. Pero para compensar, hoy tenéis dos capítulos intensitos...😏
2. Estoy con un ataque de 💩 y no me encuentro como para rebuscar preguntas para que comentéis el capítulo😅 Así que os agradecería que fueseis comentando a medida que vais leyendo (o releáis una segunda vez para ir dejando los comentarios). Muchísimas gracias de antemano🙏🏼 y os deseo una feliz semana a todas.
Ahora sí, que disfrutéis de Cole y Emily💋
EMILY
Aún me va rápido el corazón cuando llegamos a la puerta del bar, el cual está a reventar de gente. Esta zona de Monroe está en decadencia. Muchos negocios han cerrado, pero a medida que las fruterías, panaderías y tiendas de barrio tienen que cerrar, el ocio nocturno parece vivir su mejor momento. Aunque, bueno, eso tiene una clara explicación: las bandas y el negocio de la droga, que es lo que sostiene los cimientos de un pueblo cada día más borrado del mapa.
—Buenas noches, Abs. —El hombre que vigila la puerta sonríe a mi amiga y esta choca su puño con confianza; se nota que lleva años trabajando aquí—. Cole, ¿cómo estás? —lo saluda también.
—Bien, contento de estar de vuelta.
—Eso es bueno, se te ha echado de menos.
—¿Te apetece tomar algo? —me pregunta Cole de repente después de sonreír al hombre.
Abi alza las cejas y ambos esperan mi respuesta. El portero nos mira para saber si dejarnos pasar o seguir con la larga cola que da la vuelta al edificio; cualquiera diría que esto es una discoteca y no un simple pub de barrio.
—Vale. —Asiento y Cole sonríe a la vez que me hace un gesto para que pase por delante de él.
—Gracias, Tom. —Abi sonríe al hombre y este abre la puerta para dejarnos pasar sin esperar la cola—. Voy a guardar el bolso, a ver si encontráis un sitio en la barra —nos dice por encima de la música.
Cole le da un beso en la mejilla y después busca mi mano para entrelazar sus dedos con los míos y abrirnos paso entre la muchedumbre. Dejo que me guíe y no puedo evitar bajar la mirada para fijarme en la unión de nuestras manos; una pequeña sonrisa se dibuja en mi rostro e inmediatamente me siento estúpida.
—Ten un poco de cuidado —dice entonces cuando un chico se choca conmigo.
—Que tenga cuidado ella —espeta al mismo tiempo que pasa de largo para marcharse.
Cole frunce el ceño y alarga el brazo para sujetarlo por la camiseta, pero yo levanto la mano, justo a tiempo de sujetar la suya, mientras lo miro y niego con la cabeza.
—Déjalo.
Resopla y vuelve a fijar la vista en el frente para continuar caminando hasta que, segundos después, llegamos a la barra. Nos sentamos en un par de taburetes que acaban de quedar libre y él levanta una mano hacia Abi cuando veo que está sirviendo ya una copa; nos hace un gesto y sonríe mientras le dice algo a una compañera y pasa por su lado hasta nosotros.
—¿Qué queréis tomar?
—Buf, hace mucho que no bebo alcohol —comenta Cole con un gesto travieso, entonces me mira y borra un poco la sonrisa—. Mejor un Red Bull.
—Venga ya —digo inclinándome para que Abi se acerque y hablarle al oído—. Tráenos dos chupitos de tequila.
Mi mejor amiga me guiña un ojo y se aleja a por la botella.
—¿Qué has pedido? —pregunta entonces él arqueando una ceja con diversión.
Lo miro con cariño porque sé que no se ha pedido una copa por mí, porque cree que me va a molestar que beba alcohol por lo sucedido con Trey; pero el problema no era el alcohol, el problema era él. Lo máximo que puede pasarle a Cole si se emborracha es que quiera arrastrarme al baño para hacer lo que solíamos hacer cuando estábamos juntos y, sinceramente, no me parecería tan mala idea. Y menos viendo los vaqueros que se ha puesto esta noche, no sé si lo ha hecho a propósito, pero son los que siempre le pedía que se pusiese porque me encantaba cómo le quedaban.
Me encanta cómo le quedan.
—Perdona —digo al tropezarme y caer sobre él cuando me levanto de la banqueta para quitarme el abrigo.
—Estás perdonada.
Pasa la lengua por sus labios y recorre toda mi anatomía sin dejarse ni una sola parte, dibuja una sonrisa cuando llega hasta mis ojos y se abstiene de hacer comentarios sobre el pantalón ajustado y la camiseta de tirantes que me he puesto.
Joder, su mirada me hace sentir calor en ciertas partes de mi cuerpo como nada había conseguido hacerlo en estos dos últimos años.
—¿En serio, nena? —Arquea una ceja al ver los dos chupitos que Abi deja frente a nosotros, une los labios en una especie de beso y los mueve a ambos lados mientras me mira con diversión—. De acuerdo, tú lo has querido —ríe y yo me uno a él mientras cada uno coge un pedazo de limón—. ¿Cómo antes? —pregunta acercando el cítrico a su boca.
—Como antes. —Sonrío y ambos nos los llevamos a la lengua, guiñamos un ojo por el sabor ácido y después vamos a por chupito.
Abi nos observa con diversión y con el salero en su mano, lista para intervenir. Nos bebemos el chupito de un trago, y entonces los dos juntamos las cabeza al mismo tiempo que abrimos la boca para que mi mejor amiga esparza la sal.
—Estáis colgados —dice con diversión antes de regresar al trabajo.
Sabemos de sobra que se hace al revés, primero la sal y después el limón, pero un día nos dio por probarlo al revés, y desde entonces lo hacemos así.
—¡Abi! —exclama entonces él antes de que se aleje—. Ponnos un par de copas, anda.
—¿Ron? —pregunta mostrándole la botella que ya tenía en la mano para otro cliente.
Me mira a mí y la verdad es que no suelo beber, así que me da lo mismo una cosa que otra. Es cierto que siempre que vengo al bar tomo ron, por lo que asiento encogiéndome de hombros y él le devuelve el gesto afirmativo a Abi, la cual coge un par de vasos y se acerca.
Nos sirve un poco a cada uno y después reparte un Red Bull grande para los dos, entonces sí que se marcha para continuar sirviendo al resto de personas.
No sé si nos va a cobrar, pero por si acaso me he asegurado de coger la cartera y de que tenía dinero suelto para pagar. Desconozco si Cole tiene dinero y me niego a hacerle pasar un momento incómodo.
COLE
La música tecno resuena dentro del local y el ambiente se va entonando a medida que pasan las horas. Observo cómo mi hermana corre de un lado a otro de la barra sin eliminar la sonrisa de su rostro, hace bromas con sus compañeros y saluda a varios clientes que ya son habituales.
Emily da un trago a su copa y no deja de mover la pierna al ritmo de la música. Como hay mucha gente, hemos juntado más los taburetes y su pierna está entre las dos mías, por lo que sus muslos se rozan con los míos. Se ha bebido ya dos copas y otro par de chupitos, por lo que cada vez está más charlatana y graciosa.
—¿Por qué no quieres beber más? —me pregunta cuando rechazo la tercera copa.
—Porque hace mucho que no tomo una gota de alcohol, Em. —Sonrío y lleno mis pulmones de aire cuando apoya por cuarta vez su mano en la parte interna de mi pierna, la mueve e inclina su cuerpo sobre el mío para hablarme al oído.
—¿Te acuerdas de lo que hicimos la última vez que estuvimos aquí juntos?
Arrastra cada palabra con lentitud para alargar el momento, sus labios rozan el lóbulo de mi oreja y, joder, no soy de piedra. Llevo dos años sin follar y ella es la mujer que más me excita del mundo, de la cual sigo enamorado y a la que me muero por besar.
—¿Te acuerdas o no? —pregunta con una sonrisa traviesa cerca de mi rostro.
Sus pupilas se desvían a mis labios y yo aprovecho para pasar la lengua por ellos, gesto del cual no pierde detalle. Tuerzo la sonrisa y niego con la cabeza mientras dibujo una mueca desinteresada.
—La verdad es que no. ¿Qué hicimos? —Frunzo el ceño y ella sostiene mi mirada.
Entonces, se levanta de la banqueta y tira de mi mano para que la siga, pero la detengo en medio de una carcajada; la conozco tan bien.
—Ven aquí —pido volviendo a sentarme al mismo tiempo que la coloco entre mis piernas—. ¿Dónde vas?
—Te acuerdas de sobra. —Me lanza una mirada asesina y yo rompo a reír.
—Si te digo que no, ¿me lo recordarás?
—A eso es a lo que iba —contesta con las cejas alzadas—, pero no has querido.
—Porque estás borracha, Emily. —Acaricio su rostro y me muerdo el labio al pasar la yema de los dedos por encima de su boca.
Pero entonces percibo el corte debajo de mi dedo.
Trago saliva y pestañeo un par de veces, la animo a volver a sentarse en el taburete y cojo lo que me queda de copa para bebérmela de un trago y despejarme. Casi la cago. Lo que más deseo es comerle la puta boca aquí mismo, pero no lo voy a hacer porque no es el momento y mucho menos el lugar. Además, si rompimos fue por algo; bueno, ella me dejó a mí, y lo hizo por una buena razón. Lo más probable es que mañana se arrepintiese y me niego a que la convivencia se vuelva incómoda y tenga que buscarse otro sitio para vivir; prefiero tenerla cerca, aunque eso suponga no poder estar con ella.
Es más, donde debería estar ahora mismo es durmiendo, joder, no en un puto bar. Tendría que estar descansando después del día tan largo que ha tenido, en silencio y tranquila, no rodeada de gente en un antro con la música tecno a todo volumen y rodeada de alcohol.
Acabo de volver a su vida y ya la estoy llevando por el mal camino.
Soy su puta némesis.
A las dos menos diez salimos del bar para esperar a Abi fuera, la gente comienza a dispersarse y muchos se quedan en el aparcamiento para seguir ahí la fiesta.
Emily me observa apoyada en la pared, no ha seguido bebiendo y el resto de la noche nos la hemos pasado hablando y bailando un poco. Si es que el tecno se puede bailar. Lo único que hemos hecho ha sido tocarnos, observarnos con unas ganas locas de besarnos y, yo, controlar la situación para que no se me fuese de las putas manos; no me lo ha puesto nada fácil.
Me fumo un cigarro con un pie apoyado en la farola que hay en la esquina del bar, alzo las cejas cuando veo que no para de mirarme y no puedo dejar de sonreír por la forma en la que sus ojos recorren todo mi cuerpo.
—O sea que no vas a besarme —suelta de pronto al mismo tiempo que se aproxima despacio hasta mí.
Me chupo los labios y dejo que se acerque sin borrar la sonrisa, expulso el humo a un lado para no echárselo en la cara y bajo la pierna para dejar que se sitúe entre ellas. Muevo un poco la cabeza a un lado para apartar los mechones de pelo rubio que me caen sobre los ojos, estremeciéndome cuando dibuja con la yema de sus dedos la silueta del tatuaje de mi cuello. La sujeto por la cintura y suspiro sin apartar mis ojos de los suyos.
—¿Qué quieres, Em? —pregunto al mismo tiempo que pego su pelvis a la mía.
—Ahora mismo, en este momento —contesta con la voz igual de exhausta que su mirada—. Que me beses.
—Ya, pero eso lo quieres ahora, que estás borracha, cansada y con las defensas por los suelos. —Retiro el pelo de su rostro y sonrío cuando hace pucheros.
—Pues entonces abrázame por lo menos.
—Eso sí. Siempre. —Apoya la cabeza en mi pecho y yo doy una última calada al cigarro antes de tirarlo para poder rodearla con mis brazos.
Cierro los ojos y por un momento me permito fingir que los últimos dos años no han sucedido, que seguimos en dos mil veintiuno y que aún somos solo Cole y Emily.
COLE
Por suerte, el camino de vuelta a casa sucede sin imprevistos. A pesar de que hay más gente que antes por la calle —aunque es jueves—, nadie se acerca a nosotros; y lo agradezco, porque los tres estamos agotados y no me apetece nada tener que romperle la cara a otro por segunda vez el mismo día.
Las últimas veinticuatro horas han sido demasiado largas, necesito tirarme en la cama y no despertarme hasta dentro de una semana; no obstante, hay algo que me preocupa un poco, por mucho que no quiera admitirlo, y es que ese cabrón llame a su papaíto y la pasma me saque de la cama a rastras como la última vez.
—Quiero dormir contigo —comunica mi pequeña debilidad desde la puerta del dormitorio cuando Abi se mete en el baño para desmaquillarse.
—Quieres dormir conmigo —repito con una pequeña sonrisa al mismo tiempo que camino hasta ella—. ¿Eres consciente de que ya no estamos juntos, Em?
—Sí, pero podemos ser amigos. —Me dedica una mirada que conozco bien, intenta aguantarse las ganas de reír y después acaricia mi pecho por encima de la camiseta antes de colarse en mi cuarto.
—Ya somos amigos —contesto rindiéndome mientras voy hasta la cómoda para coger un par de camisetas para dormir, una para mí y otra para ella.
Se la ofrezco y me responde con una sonrisa triunfal al mismo tiempo que se quita el jersey para quedarse con el top de tirantes que ya he podido disfrutar en el bar. Sostiene mi mirada un segundo y arquea una ceja antes de empezar a quitarse también esa prenda, pero entonces niego con la cabeza sonriendo y me doy la vuelta. Me deshago de mi ropa y la tiro en un rincón para ponerme también la camiseta, hace frío, pero no puedo dormir con pantalones, así que me quedo en bóxer.
—¿Ya estás? —pregunto antes de darme la vuelta cuando ella asiente.
Mis ojos recorren sus piernas desnudas y no puedo evitar relamerme sin ningún disimulo, ella aprieta los labios reprimiendo una sonrisa traviesa y después pasa por mi lado para perderse dentro del cuarto de baño con mi hermana.
Será una noche larga.
Después de lavarme los dientes y dar las buenas noches a Abi que, como era de esperar, no ha puesto ninguna objeción en que Emily duerma conmigo —está deseando que volvamos a estar juntos—, me meto en la cama cuando ella ya está dentro y tapada hasta las orejas.
—Estoy helada —murmura casi tiritando.
—Perdona, cuando he cogido tu ropa no me he fijado en los pijamas —maldigo al recordar cómo solo he metido la ropa que estaba colgada de las perchas—. Puedo dejarte unos pantalones de chándal, ya sabes que pijama no uso. Si no, seguro que Abi...
—No te preocupes —me interrumpe con una pequeña sonrisa—. Enseguida entraré en calor.
Intercambio una mirada cómplice con ella y sé que lo está deseando, así que levanto un brazo y le hago un gesto acompañado de una sonrisa. Me la devuelve y pega su cuerpo al mío a la vez que apoya la cabeza sobre mi hombro. Como si no hubiese pasado ni un solo día desde la última vez que dormimos juntos, pasa la pierna sobre mi cadera y yo llevo la mano hasta su muslo. Los dos inhalamos en profundidad por la nariz y después dejamos salir todo el aire con calma, como si estar en esta posición nos aliviase a ambos por igual. Me estremezco por las cosquillas que su respiración me hace en el cuello, pero no digo nada.
—Cole —susurra al mismo tiempo que alza ligeramente la cabeza para mirarme.
Agacho la mía y nuestros labios quedan más cerca, incluso, que el resto de la noche cuando no ha parado de intentar que la besase; sin embargo, esto es muy diferente. Sentir su piel bajo mi mano, el calor de su cuerpo pegado al mío y el tacto de sus dedos recorriendo el tatuaje de mi cuello una vez más.
—Dime, pequeña. —Trago saliva e intento despejar la niebla que trata de confundir mis pensamientos, arrastrarme a una vorágine de deseo y, como siempre, cagarla.
—Gracias por todo lo que haces siempre por mí —dice al mismo tiempo que lleva la mano hasta mi mejilla—. Por protegerme.
—Debería haberlo hecho mejor. —Suspiro y me giro ligeramente a la vez que subo la mano de la pierna a su espalda.
—No podías hacer más, Cole. Nada de lo que me ha pasado ha sido tu culpa.
—Lo sé, pero si esta tarde hubiese insistido o...
—No, para —dice con una pequeña sonrisa mientras sus ojos no dejan de dibujar un triángulo entre los míos, y después mis labios—. Sabía que te estabas culpando por eso.
—Me conoces bien. —Sonrío con nostalgia y pego la boca a su frente para evitar hacerlo donde realmente quiero.
—Me da miedo la reacción que Trey pueda tener —confiesa al fin—. No me perdonaría que volviesen a detenerte.
—No pienses en eso, Em. —Vuelvo a mirarla y no puedo evitar sonreír al verla entre mis brazos mientras llevo la mano hasta su rostro; cierra los ojos cuando deslizo los dedos por su mejilla y suspira—. Intenta dormir, ha sido un día muy largo y ya serán casi las tres. ¿Mañana trabajas?
—Sí, tengo turno de tarde.
—De acuerdo. —Vuelvo a besarle la frente y ella se acurruca más contra mi cuerpo—. Buenas noches, nena.
—Buenas noches —dice al mismo tiempo que deposita un cálido beso en mi cuello.
EMILY
No sé si es por el agotamiento físico y mental, si es por el alcohol que he tomado esta noche o si es por encontrarme entre los brazos de Cole, pero, por primera vez en meses, logro que mi respiración se acompase y dormir sin la necesidad de tener un ojo en la nuca por si a mi exnovio se le cruzan los cables en mitad de la noche y arremete contra mí.
Estoy demasiado cansada como para tener la plena capacidad de reflexionar acerca de todo lo sucedido hoy. Desde el reencuentro con Cole a media tarde, hasta la agresión de Trey al llegar a casa, la pelea con Cole por haber ido a por él y nuestro acercamiento después en el bar; sin embargo, decido quedarme solo con las últimas horas porque son en las cuales, tras meses de sentirme anulada, avergonzada y culpable, he sido capaz de volver a sentirme un poco más yo misma.
Cole siempre ha hecho que cada uno de los componentes de mi personalidad afloren exponencialmente —tanto los malos como los buenos—. La forma en la que me ha mirado esta noche, el deseo que he percibido en cada uno de sus gestos, la manera en la que pasaba la lengua por sus gruesos labios cada vez que me pegaba a él... Y el hecho de que me haya rechazado y haya sido capaz de contener sus ganas de besarme, solo hace que esas ganas aumenten por reconocer al mismo Cole que dejé hace dos años. Uno que anteponía mis necesidades y deseos a los suyos propios, que le preocupaban más mis sentimientos y emociones que las suyos.
Lo dejé, sí, pero no fue porque no estuviese enamorada, no fue por el modo en el que me trataba y, desde luego, no fue por no desearlo.
Cuando me despierto al día siguiente, me encuentro sola en la cama, pero escucho ruido en la planta inferior, así que imagino que Cole se habrá levantado ya; sin embargo, de pronto se me acelera el pulso al pensar que la policía haya podido venir a por él en medio de la noche y estuviese tan profundamente dormida que no me he enterado.
Salgo de la cama con rapidez y cojo una de sus sudaderas, la primera que pillo y que está tirada sobre la cómoda junto al armario. Meto los brazos y subo la cremallera, comprobando frente al viejo espejo que tiene detrás de la puerta que me queda enorme; a Cole no le va la ropa ajustada, así que, si ya por sí a él le queda ancha, imaginad a mí. Bajo las escaleras descalza, igual que cuando solía vivir aquí —es lo bueno de tener moqueta—, y recorro la sala nerviosa hasta que por fin llego a la cocina.
—Estás aquí —digo a la vez que me llevo la mano al pecho y respiro aliviada.
—¿Dónde iba a estar si no? —Sonríe y, cuando se quita de delante de la encimera, veo que me estaba preparando el desayuno—. No me has dado tiempo, iba a subírtelo ahora.
—Eres un encanto, Cole Monroe. —Me acerco hasta él, cierro los ojos cuando me rodea con uno de sus brazos y deposita un beso en mi frente al mismo tiempo que yo me llevo una tira de bacon a la boca—. Qué bueno está.
—Tú sí que estás buena —suelta provocando que los dos rompamos a reír.
—Qué buen humor por la mañana, ¿no? —Abi se une a nosotros y se abraza a sí misma encogiendo el rostro al fijarse en que Emily lleva las piernas al aire—. Joder, Em, me está dando un frío verte así.
—Ya, ¿por qué no te vistes? —me pregunta Cole—. Coge alguno de mis pantalones deportivos, no sería la primera vez. —Alza las cejas y yo le muestro el dedo del medio mientras saco la lengua.
—Es que cuando me he despertado y he visto que no estabas, me he rayado pensando que igual... —Aprieto los labios y me encojo de hombros.
—Estoy aquí —dice ofreciéndome su mano—. Te dije que esta vez no me iba a ir a ninguna parte y no pienso hacerlo.
—Mi armario es tuyo, Em —añade Abi mientras se sirve un poco de café en su taza favorita de Dragon Ball, pero rompo a reír al mismo tiempo que arqueo una ceja.
—Mi culo no cabe en tus pantalones.
—Porque tienes un culazo.
Me giro a tiempo de ver cómo Cole me lo está mirando al mismo tiempo que se relame; tanto su hermana como yo nos cruzamos de brazos con una sonrisa y él levanta las manos pidiendo perdón, a la vez dibuja una mueca inocente y se da la vuelta para continuar con el desayuno.
—¿Bacon? —pregunta a Abi mientras extiende la sartén hacia ella.
—No, tengo el estómago revuelto, gracias. Además, ya es casi la una, en dos horas tengo que entrar a currar.
—¿Tan temprano?
—Le pedi a Naomi meter horas extra —explica después de dar un trago—. En teoría mi horario de hoy es de seis a cierre, pero voy a meter tres horas más.
—¿Piensas trabajar doce horas seguidas, Abigail? —Cole cruza los brazos y apoya su cuerpo en la encimera—. Te dije que no quería que metieses más horas extra.
—Ya, bueno. —Aprieta los labios y se desafían unos segundos con la mirada—. Es lo que hay.
—Escuchadme —intervengo y los dos me mira de golpe—, el alquiler son novecientos pavos al mes y unos cien de gastos, sin contar con la comida.
—Emily...
—No, cállate. —Levanto la mano hacia Cole y él resopla al mismo tiempo que echa la cabeza hacia atrás—. Sigo teniendo acceso a la cuenta del banco, voy a meter todos los meses quinientos dólares, como hacía antes, y no se os ocurra decirme que no porque cojo mis cosas y me largo.
Mi mejor amiga asiente en mi dirección y extiende la mano para que me acerque, se la sostengo y la lleva hasta su boca para depositar un beso en mis dedos. Giro la cabeza hacia Cole con las cejas alzadas y me aguanta la mirada con el semblante serio; sé que intenta encontrar las mejores palabras para contestarme sin hacer que me cabree.
—Entiendo que quieras pagar tu parte y me parece bien, pero ni siquiera tienes un dormitorio, Em, no vas a meter quinientos pavos.
—Eso es lo de menos. —Me acerco a él y le quito la tostada que tiene en la mano para darle un bocado—. Además, no tengo un dormitorio, tengo dos, el de Abi y el tuyo. —Sonrío con suficiencia y él pone los ojos en blanco.
—No voy a convencerte —afirma volviendo a quitarme la tostada y yo niego con la cabeza—. De acuerdo, pues quinientos pavos cada uno. —Levanta la cabeza hacia su hermana y le hace un gesto—. Ahora ya no tienes motivos para meter horas extra, así que dile a Naomi que a partir de la semana que viene, vuelves a tu horario normal.
—Necesita camareros y yo la pasta, Cole —insiste—. Quiero comprarme un coche.
—Pues si necesita camareros, que me contrate a mí. —Pasa por el lado de su hermana y, cuando esta abre la boca para rechistar, le mete la tostada dentro—. Y es mi última palabra.
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