Capítulos 1 y 2

COLE

La tobillera localizadora me roza con el vaquero mientras salgo del taxi. Maldigo en voz baja y cierro la puerta cuando ya estoy sobre la acera; sin embargo, toda la rabia pasa a un segundo plano cuando me giro y veo mi casa, ahí plantada como si no hubiese pasado ni un solo día desde que la policía me sacó de ella a rastras mientras mi hermana lloraba.

Sonrío y niego con la cabeza al encontrarme un montón de globos atados a la verja metálica y desgastada que hay junto al buzón. Los giro un poco mientras leo mensajes de «bienvenido a casa» y chasqueo la lengua al mismo tiempo que entro. Ojalá Abi hubiese podido venir a recogerme a la cárcel, pero tenía que trabajar y no es algo de lo que podamos prescindir.

Cuando pedimos la emancipación a los catorce y dieciséis años, fue el mejor día de nuestra vida. El camino desde entonces no ha sido fácil, pero poder dormir con la tranquilidad de saber que no voy a tener que levantarme en mitad de la noche para evitar que mi padre dé de hostias a mi hermana pequeña, es algo que no cambio por nada.

—Hogar, dulce hogar. —Respiro el aroma a galletas recién hechas y no puedo dejar de sonreír mientras dejo mi bolsa sobre el sofá en el diminuto salón de la casa que comparto con ella—. Abigail —digo en voz alta al ver que también ha decorado la cocina.

Me acerco a la encimera que hace unos años adornamos juntos con apenas treinta pavos, compramos material de segunda mano y la dejamos a su gusto. La verdad es que toda la casa estaba hecha mierda cuando la alquilamos, pero no podíamos permitirnos otra cosa y, sinceramente, cualquier lugar habría sido mejor que la autocaravana en la que estuvimos años viviendo.

Cojo una galleta con chispitas de chocolate y me la llevo a la boca como si fuese la última en el mundo. Dios, hacía dos años que no probaba algo que no fuese la comida de la cárcel, estoy salivando como un perro.

Me dejo caer en una de las sillas que hay junto a la pequeña mesa pegada a la pared y disfruto del silencio y de la soledad. Necesitaba volver ya, se me estaba yendo la olla demasiado en esa puta celda.

Dicen que la cárcel sirve para reinsertarte, para hacerte ver que lo que has hecho no está bien y aprender de tus errores. Me río yo en la cara del puto sistema, que me expliquen cómo cojones se supone que voy a reinsertarme y a volverme una mejor versión de mí mismo si necesito tener ojos en la nuca para que no me metan un navajazo mientras me ducho, voy a por la comida o simplemente entreno en el patio.

Es todo mentira; el trullo solo sirve para hacerte más hijo de puta, más malo y experto en todo lo que ya eras cuando entraste. No me enorgullezco de lo que hice, pero lo repetiría mil veces.

Paso los canales sin prestar atención a nada en especial, deseando que den las dos de la madrugada para ir a buscar a mi hermana al bar en el que trabaja, el mismo donde yo lo hacía hasta que me encarcelaron y donde dudo que vuelvan a contratarme después de mi historial.

Aún falta media hora, pero Monroe, ciudad con la que comparto apellido, es una de las más peligrosas del país, así que prefiero llegar antes de que ella salga. Sé que todo este tiempo ha tenido que cuidarse sola, pero ahora que yo estoy aquí, no voy a dejar que vuelva sola a casa y arriesgarme a que le pase lo mismo que hace dos años.

No tengo coche, así que simplemente cierro la puerta con llave y empiezo a caminar bajo las farolas. Lleno mis pulmones con el aire de la libertad, con el aire frío de la noche que inunda mis fosas nasales activando todo mi organismo, y sonrío porque pensé que esté puto día no llegaría nunca.

Me estoy fumando un cigarro, y casi a punto de llegar al bar, cuando dos tíos se me quedan mirando desde fuera de un coche, dicen algo entre ellos y después comienzan a acercarse. Noto cómo todo mi cuerpo entra en modo defensivo, se me encienden las alarmas y por unos segundos mi cerebro se siente de nuevo dentro del patio de prisión, con ojos en la nuca y el corazón bombeando sangre para reaccionar en cualquier momento.

Por favor, que no lo hagan. No puedo meterme en jaleos, mi agente de la condicional me lo ha dejado muy claro.

—Oye, tú. —Uno de ellos me habla desde unos metros más atrás, lucho contra mí mismo para no contestarle, pero insiste—. ¿Estás sordo?

Entonces sí me detengo, cierro los ojos mientras expulso el humo del cigarro y le doy un par de caladas antes de tirarlo al suelo. Giro sobre mis talones despacio al mismo tiempo que me crujo los nudillos de las manos tatuadas y me ajusto los dos anillos que llevo a cada lado, movimiento que los dos siguen con su mirada.

—¿Tienes un cigarro? —pregunta el otro.

—No.

Permanezco mirándolos inmóvil y con los brazos y puños tensionados a cada lado del cuerpo, preparado para defenderme y entrar en acción.

Esto. Esto es lo que la cárcel te enseña.

—Vale. —Traga saliva y mira a su colega—. Venga, larguémonos de aquí.

—Buena idea —murmuro para mí mismo cuando ya se han alejado unos pasos.

Los observo y no continúo mi camino hasta que los pierdo de vista segundos después. Esto también lo aprendes dentro, el no dar la espalda a una amenaza, y no lo averigüé de la mejor forma; una de las cicatrices de mi hombro lo demuestra.

Doy gracias a Dios por concederme una noche de paz y enseguida llego hasta la calle en la que se encuentra el bar. Camino con las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros —con tranquilidad porque aún son menos cinco— pero entonces escucho la voz de alguien que conozco bien, alguien que no esperaba encontrarme tan pronto y alguien que despierta hasta la última célula de mi cuerpo. Entorno la mirada para fijarme mejor y tenso la mandíbula al ver la escena.

—Te he dicho que no quiero. Estás muy borracho.

—Venga, cariño, estoy perfectamente. —El tío la sujeta por la cintura e intenta besarla, pero ella aparta la cara y entonces la veo.

—¿Emily?

—Cole —dice sorprendida, y el cabrón con el que está gira la cabeza hacia mí—. ¿Qué haces...? Joder, es verdad, Abi me dijo que salías hoy.

—¿Quién es este payaso? —pregunta entonces el que se encuentra a su lado.

Inflo el pecho al llenarme de aire, preparándome para el segundo asalto, pero entonces Emily se pone en medio y lo empuja hacia atrás. Sabe que no es buena idea tocarme los cojones, no cuando se trata de algo relacionado con ella.

—Es el hermano de Abi —contesta volviendo a empujarlo cuando intenta acercarse de nuevo—. Basta ya, estás haciendo el ridículo, Trey.

—¿Este gilipollas es tu exnovio? —ríe y la aparta con brusquedad, pero Emily tropieza con el borde de la acera y se cae de culo, rozándose las manos al apoyarlas.

La ira sale despedida por mis venas como si fuese un grifo que abres de golpe. Me acerco a él sin importarme lo más mínimo la condicional y lo sujeto por el cuello con fuerza.

—Vuelve a ponerle una mano encima y te juro por Dios que...

—Cole, por favor. —Su mirada me suplica que no continúe, y no quiero hacérselo pasar mal; bastante la cagué en el pasado—. Déjalo, ha bebido demasiado.

Rodea mi muñeca con su mano y yo vuelvo a advertir con la mirada al cabrón, antes de soltarlo y dejar que vuelva a respirar. Se lleva la mano al pecho y tose un par de veces al mismo tiempo que dibuja una expresión confusa, como si no esperase que fuera a reaccionar así.

—¿Quién cojones es este tío? —le pregunto a ella.

—Es mi novio —confiesa y enseguida aparta la mirada, avergonzada, al ver mi expresión de incredulidad—. Oye, me alegra que hayas salido —dice cuando ya se encuentra a unos metros—. Ya... ya nos veremos.

Asiento y me sostiene la mirada unos segundos mientras el cabrón rodea el coche para subirse.

No imaginé que nuestro reencuentro fuese a ser así, pero por la velocidad de los latidos de mi corazón y la sensación en mi estómago, queda claro que, a pesar de llevar tres años separados, la presencia de mi exnovia me sigue afectando.

EMILY

Consigo que Trey se meta en el asiento del copiloto y me preparo para sus reproches y su cabreo en cuanto pasamos por delante de Cole.

—¿Te sigue gustando ese tío?

—¿Qué dices, Trey? ¿Ves cómo estás borracho? —No aparto la vista de la carretera, pero entonces él me obliga cuando me sujeta con fuerza por la mandíbula para que lo mire.

—¿Te lo quieres volver a follar?

—Suéltame —pido tratando de mirar al frente.

—Contesta.

—¡No! —Lo aparto de un manotazo y resoplo, pero sé que esto tendrá consecuencias.

No han pasado más de dos minutos desde que llegamos al apartamento cuando, sin verlo venir, me da un tortazo tan fuerte que mi cuerpo rebota contra la pared y me tengo que sostener para no caer al suelo.

—Tu exnovio parecía tener mucho interés en ti —espeta antes de agarrarme por el brazo para acercarme de nuevo a él—. Si vuelvo a veros cerca el uno del otro, te mataré a ti y después a él, ¿me has oído?

De mi boca tan solo pueden salir sollozos.

—¿¡Que si me has oído!? —insiste al mismo tiempo que me zarandea.

—Sí —musito dejándome caer cuando me suelta y se aleja por el pasillo.

Espero a escuchar el sonido de la televisión antes de correr al cuarto del baño y encerrarme en él. Me miro al espejo y rompo a llorar con más fuerza al ver el corte del labio. ¿En qué momento he terminado metida en esto?

Cuando Trey me pidió que nos fuésemos a vivir juntos hace tres meses, no lo dudé ni por un momento. Hacía un año que salíamos y era un hombre maravilloso, a pesar de tener veintinueve y yo veintitrés, en ningún momento había notado que la diferencia de edad fuese un problema. De hecho, no creo que lo sea, el problema es él.

Él cuando bebe.

El poco tiempo que está sobrio, lo pasa disculpándose y prometiéndome que todo volverá a ser como antes de que la empresa en la que trabajaba quebrase, y su mundo se fuera a la mierda. Hasta entonces, no le había visto beber nunca, si acaso una copa de vino cuando íbamos a cenar a algún restaurante, pero nada más. Ahora, en cambio, tenemos la nevera llena de cervezas y sale de fiesta día sí y día también.

Siempre he sido una mujer con carácter, muy independiente y de las que disfruta de su soledad, de ir de aquí para allá sin dar explicaciones a nadie... Por eso me cuesta tanto asumir todo esto, porque siento que no me está pasando a mí.

Hace dos semanas me dio el primer tortazo y, desde entonces, los gritos, empujones e insultos se han vuelto cada día más habituales. Cada vez que me pega, entro en una especie de shock y me despersonalizo de tal manera que no soy consciente de lo sucedido hasta horas después (normalmente a la mañana siguiente), cuando me veo las marcas en la cara o el cuerpo y debo taparlo para que no se den cuenta en el trabajo.

Llevo la cuenta: cinco veces me ha golpeado en las últimas dos semanas.

Cinco veces en las que ha llegado borracho a casa y se ha buscado cualquier excusa para arremeter contra mí. Cinco veces en las que me he sentido humillada, maltratada y asqueada de mí misma por no ser capaz de reaccionar a sus ataques.

Y sí, cinco veces en las que he tenido a Cole presente en mi cabeza, en las que me he imaginado lo que hubiera hecho si Trey me levantase la mano frente a él.

Cuando esta noche lo he visto y me he fijado en la forma en la que nos estaba mirando, en la que miraba a Trey, ha sido como un jarro de agua fría. Siempre he sido la que se mete entre una pareja que discute en la calle para asegurarme de que la chica está bien, pero ahora esa chica soy yo y no puedo sentirme más patética, más ridícula, avergonzada y decepcionada conmigo misma.

Dios, si mis padres me viesen... Doy gracias porque vivan a quinientas millas de Monroe y no puedan ver en lo que me he convertido.

—Trey... —lo llamo cuando entro en la habitación para asegurarme de que ya se ha dormido.

Al ver que no responde, me acerco despacio y apago la televisión antes de meterme en la cama, lo más alejada posible de su lado y tratando de que mis llantos no lo despierten y venga una nueva oleada de golpes.

No sé cómo voy a cubrir el labio. Sé que no está partido porque es mi trabajo, soy enfermera en el "North Vista" y lo peor es que veo este tipo de cosas casi a diario. Se me revuelve el estómago cada vez que llega una chica con algún hematoma o golpe y, cuando le pregunto cómo ha sucedido, se inventa cualquier excusa.

Dios, ¿sonaré igual de falsa cuando Abi me pregunta?

COLE

Levanto a mi hermana del suelo en un abrazo en cuanto sale del bar y me encuentra apoyado en una farola, esperándola. No sabía que fuese a venir, así que la sorpresa le ha encantado. A pesar de haber venido a verme cada semana a las visitas de la cárcel, poder estrecharla contra mi cuerpo sin un guarda repitiéndome cada dos segundos que no podemos tocarnos, ha sido, sin duda, lo mejor de todo el día.

—No te imaginas lo largos que se me han hecho estos dos años —dice mientras caminamos de la mano por la acera, iluminada únicamente por las pocas farolas que no están rotas y dejan en evidencia el estado del barrio.

—Lo sé, pero ya estoy aquí. —Deposito un beso en sus nudillos e intercambiamos una sonrisa. El gesto no dura mucho en mi rostro al pensar en lo sucedido unos minutos antes—. He visto a Emily.

—¿Cuándo? —inquiere con el ceño fruncido.

—Hace un rato, antes de que salieras. —Me chupo los labios y la miro de reojo—. Estaba con su novio.

—Vaya... —Clava la vista en el suelo y suspira. Supongo que, al igual que yo, no se lo esperaba—. No te lo dije porque tenía la esperanza de que lo dejase pronto, Cole. Ese tío es un gilipollas.

—¿Cuánto llevan? Pensaba que Em estaba viviendo contigo.

—Algo más de un año, ella...

—¿¡Un año!? —Freno en seco y suelto su mano, cabreado—. ¿Y en todo este tiempo no se te ha ocurrido mencionarlo ni una vez?

—Joder, Cole, ¿para qué?

Aprieto los labios y alzo las cejas a la vez que me encojo de hombros. Realmente tiene razón, pero, joder, me habría gustado saber que mi exnovia sale con otra persona.

Abi es consciente de que, por mucho que me dejase unos meses antes de entrar en prisión, siguieron pasando cosas entre nosotros hasta prácticamente la semana previa a mi encarcelamiento.

La culpa fue mía. Emily y yo nos conocimos hace unos cinco años, cuando ella se mudó a Monroe para estudiar enfermería. Yo trabajaba en el bar en el que ahora sigue currando mi hermana, ella vino una noche y no paramos de tontear; me gustó en cuanto la vi.

La curva que dibujaba su cuerpo con cada nuevo movimiento que hacía, la manera en la que el vestido se pegaba a la perfección a sus anchas caderas, haciendo contraste con la estrecha cintura y unos pechos espectaculares. El pelo negro y ondulado, con algunos rizos sueltos que le caían por los hombros, llegando casi hasta un culo que imaginé sosteniendo con mis manos tatuadas.

Salivé.

Pero lo que de verdad me atrapó fue la forma en la que se expresaba con todo el mundo, con una seguridad y una sonrisa arrolladora; la misma con la que vino hasta la barra para pedirme una copa.

Aquel día no nos liamos porque ella no quiso, pero me dejó claro su interés por mí al regresar la semana siguiente y la próxima, en la que ya me preguntó a qué hora salía y si me apetecería acompañarla a casa.

Estuvimos juntos dos años, dos meses y siete días; sin embargo, durante toda la relación hubo algo que ella no toleraba y que le hacía replantearse las cosas cada vez que llegaba a casa con una ceja partida o el pómulo hinchado: mi participación en las peleas callejeras de bare knuckle.

Es una modalidad de boxeo, pero sin guantes. Se pelea con los nudillos al descubierto y, obviamente, las hostias son tremendas. No participo por gusto, aunque debo reconocer que es, en cierta forma, terapéutico para mí.

La violencia es algo que ha estado unido a mi vida desde pequeño; yo no elegí tener que defender a mi hermana cada vez que nuestro puto padre intentaba romperle la cara. Con catorce años ya me habían abierto el labio varias veces, y eso no es algo que se olvide con facilidad.

Y menos cuando es tu padre quien te lo hace.

En cuanto cumplí dieciséis, pedí la emancipación y no dudaron en otorgármela cuando los servicios sociales vieron el panorama en el que me encontraba, además de concederme la custodia de mi hermana de catorce. Los dos primeros años vivimos en una caravana que heredamos de mi abuela materna, pero como comprenderéis, alguien tenía que pagar los gastos y no iba a dejar que fuese Abi.

Empecé a trabajar como camarero y fui de un bar a otro hasta que llegué al Henry's, que es donde curra mi hermana y donde todo sucedió... A pesar de meter horas extra, no me llegaba para ocuparme de todo, necesitaba ganar más pasta para que Abi pudiese seguir yendo al instituto y no tener que aguar la leche para desayunar.
Entonces lo conocí.

Byron apareció en mi vida una noche en la que estaba volviendo del supermercado y un grupo de tíos intentó robarme. Recuerdo dejar las bolsas en el suelo y prepararme para lo que se me venía encima; eran cuatro y más mayores que yo, que apenas tenía diecisiete y mi cuerpo no era, ni de lejos, el que es ahora. Me dieron unas buenas hostias, pero me defendí. A pesar de que conseguí tumbar a dos, me sujetaron y no hubo forma de liberarme. Hasta que apareció Byron; se bajó de la moto y corrió para ayudarme. Entre los dos los hicimos frente y finalmente se largaron.

—¿Estás bien? —preguntó al mismo tiempo que señaló mi cara—. Esos cabrones te han reventado.

—Estoy bien, gracias por ayudarme. —Me sacudí los pantalones y me llevé una mano a las costillas al notar el dolor procedente de ellas.

—Soy Byron, encantado.

—Cole. —Choqué mi puño con el suyo y volví a darle las gracias cuando cogió mis bolsas de la compra del suelo.

—Te llevo en la moto. Venga, no estás para ir andando.

Dudé un segundo, pero al final acepté porque si hubiese querido robarme, habría aprovechado mientras los otros cuatro me apaleaban. Me llevó hasta la caravana y, justo cuando iba a entrar por la puerta, me llamó me explicó lo de las peleas. Supongo que al darse cuenta de dónde vivía y ver a mi hermana asomada a la ventana, dedujo que necesitaba dinero y ya había comprobado que sabía defenderme.

A partir de ahí, todo cambió.

Cuando me despierto por la mañana en el sofá, miro a mi alrededor y me doy cuenta de que debí quedarme dormido mientras mi hermana se duchaba, así que me levanto para preparar el desayuno al notar cómo me rugen las tripas. Camino descalzo sobre la moqueta beige y noto que el bajo de los vaqueros me arrastra, así que tiro de la cinturilla para arriba y me quito la sudadera que me puse al llegar anoche. Como fui a buscar a Abi en cuanto llegué, ni siquiera he subido aún a mi habitación y mi bolsa, con las pocas pertenencias que tenía cuando me detuvieron, continúa en la sala, en una esquina.

—Joder —murmuro al abrir la nevera y ver que está casi vacía.

Me siento el peor hermano de este mundo por haber dejado sola a mi hermana durante estos dos años. Sé que es perfectamente capaz de buscarse la vida, y lo ha hecho, pero Monroe no es un lugar donde abunden las oportunidades.

Al contrario, es un puto pueblo en decadencia, de menos de cincuenta mil habitantes, que ocupa el ranking de los sitios más peligrosos de todo el país. Está catalogada con riesgo alto y todos los días ocurren delitos violentos siete veces por encima de la media.

Para que os hagáis una idea, si vienes como turista, lo primero que te recomendarán es no salir solo —y tampoco acompañado— cuando anochezca y extremar las precauciones de día.

Ahora podéis entender por qué no he pegado ojo ni una jodida noche sabiendo que Abi tenía que volver sola del bar cada madrugada. Nuestra casa se encuentra al sur de la I-20, la zona más peligrosa, pero la más barata, así que definitivamente no es un lugar por el que pasear.

—Buenos días.

Giro la cabeza hacia las escaleras cuando la escucho a mi espalda. Se acerca con una enorme sonrisa, que acompaña a su rostro exhausto, y me fijo en que viste un pijama gordo con los calcetines por fuera y el gorro de la parte de arriba puesto.

—¿Tanto frío tienes? —pregunto abrazándola cuando llega hasta mí.

Deposito un beso en su cabeza y froto sus brazos a cada lado.

—Estoy helada. No sé cómo puedes estar solo con una camiseta —comenta al mismo tiempo que va hacia la nevera.

—Está vacía —digo apoyándome en el borde de la mesa. Entonces se gira para mirarme y agacha la cabeza al mismo tiempo que resopla—. ¿Cuántos meses de alquiler debemos, Abi?

—Uno —confiesa caminando hasta una de las sillas para sentarse y apoyar los codos en la mesa—. He ido bien hasta que Em se marchó hace un par de meses. Pagábamos todo a medias y, aunque ella ha querido seguir pagando, no he aceptado su dinero. Si ya no vive aquí, no tiene sentido.

—No te preocupes, yo me encargo —aseguro mientras me acerco a ella y hago que apoye su cabeza en mi abdomen para abrazarla—. A partir de ahora, no quiero que vuelvas a meter horas extra. Estás reventada, Abi.

—Estoy bien —contesta con voz cansada.

—No, no lo estás, ¿no hay espejos en esta casa? —Finjo mirar a mi alrededor y ella se pone en pie.

—Ja, ja, muy gracioso.

—Hablo en serio, tienes que empezar a cuidarte. ¿Cuánto dinero hay en la cuenta?

Suelta una carcajada amarga y va hacia el salón para coger el teléfono que había dejado sobre el sofá, lo desbloquea y, después de pulsar varias veces en la pantalla, me lo entrega. Tenso la mandíbula al ver que aparece el número doscientos siete, pero con un guion por delante.

Estamos en rojos.

—De acuerdo. —Asiento y me chupo los labios mientras me revuelvo el pelo—. Voy a solucionarlo.

—Cole, ¿qué vas a hacer? —consulta alzando las cejas.

—Ya sabes lo que voy a hacer.

¡Holaaaa!😍 Qué emoción teneros aquí y que por fin hayáis conocido a Cole y a Emily. Como véis, empezamos fuerte desde el comienzo... Las cosas no han sido fáciles para ninguno de los dos, pero quiero saber vuestra opinión; así que, comenzamos la dinámica de preguntas😋

• A rasgos generales, ¿qué os han parecido el primer y segundo capítulo? ¿Qué esperáis de esta historia? ¿Qué os gustaría encontraros?

• Cole Monroe. Cuéntame tus primeras impresiones sobre él, sobre la vida que ha tenido y también cómo te imaginas que es físicamente (cada una es libre de usar su imaginación 😏). Por las imágenes ya habéis visto que para mí es él👇🏼

Emily Walker. Lo mismo, ¿qué primeras impresiones tenéis de ella? Para Em no tengo una imagen clara, yo me la imagino morena con el pelo largo, bajita, caderas anchas, cintura estrecha... Podéis dejarme sugerencias☺️

• Trey. El nuevo novio de Emily🤢 No voy a preguntaros qué os parece, porque es evidente; pero ¿cómo creéis que van a avanzar las cosas con él? ¿Le hará algo Cole...? Os recuerdo que tiene la condicional y no puede meterse en problemas🥴

• Byron. ¿Qué esperas de él en esta historia? ¿Cómo crees que será su relación con Cole?

• Sabéis más de Cole y su hermana, ¿qué te parece todo lo que él ha hecho para cuidar de ella?

• Las peleas. ¿Entiendes que Cole haga cualquier cosa por ganar dinero?

• Como veis, para ellos nada es sencillo😔 Deben un mes de alquiler, tienen la nevera vacía y ni un dolar en la cartera... ¿Podrán solucionarlo?

• No hemos sabido nada de Emily en el segundo capítulo, ¿cómo creéis que está? ¿Le verá Cole los golpes?

• Segundas oportunidades❤️‍🩹 Es la primera vez que escribo con este trope, ¿os llama la atención? Creo que puede ser muy guay porque los protagonistas ya tienen confianza, han estado juntos dos años y, well... la tensión sexual, amigas😮‍💨

¡Hasta aquí los dos primeros capítulos! Espero que hayáis disfrutado. Os recuerdo que tendréis adelantos en Instagram: nerea_vara

También he subido a stories la playlist de Spotify🥹😍


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