Capítulo 19
EMILY
Me seco el cuerpo después de ducharme, antes de poner un poco de crema en la palma de la mano para esparcirla por los hombros. Han pasado algo más de dos semanas desde que Cole salió y desde... Bueno, desde la última paliza de Trey. Las marcas han desaparecido por completo de mi cuerpo, pero las internas aún permanecen.
Ayer Cole intentó volver a sacarme el tema de las terapias de grupo, pero enseguida corté la conversación y le pedí que dejase de insistir; no entiendo cómo lo hizo conociéndome como me conoce. No digo que no sea un buen método y que a otras mujeres pueda ayudarlas, pero no es mi caso.
Bastante me cuesta abrirme con él y con Abi, como para contarles mis puñeteros traumas y emociones a un grupo de desconocidas.
Sé que lo que me ha pasado no es ninguna tontería, pero soy una mujer fuerte y lo superaré sin necesidad de tener que escuchar cómo el mundo entero me juzga y opina sobre mi mierda. Es mía, de nadie más.
Me miro una última vez en el espejo antes de bajar las escaleras para subirme al coche donde Byron me está esperando. Cole empezó a trabajar en el bar y hoy es sábado, así que By me ha llamado hace un rato para venir a recogerme e ir a darle una sorpresa.
Me he puesto un vestido ajustado por primera vez desde que Trey empezó a obligarme a vestir más holgada... Desde entonces, tan solo me he paseado por casa con la ropa extragrande de Cole —sí, me gusta más llevar su ropa que la mía—, y unos vaqueros normales para ir al trabajo. No sé, creo que hoy me siento lo suficientemente empoderada como para volver a vestirme como siempre me ha gustado: sexy.
No voy a mentir, también lo hago porque me apetece ver la reacción de Cole cuando llegue al bar. Estas dos semanas han sido muy largas. Hemos dormido juntos todas las noches y, a medida que pasan, se me hace más complicado contener mis ganas de besarlo. Y, aunque sé que a él le pasa lo mismo, está empeñado en que es muy pronto. Piensa que primero debo sanar la herida que tengo dentro y no sé cuántas cosas más. Sinceramente, cada vez que me rechaza me cabreo tanto que dejo de escuchar el resto de sus argumentos.
Yo sé cómo me siento y sé lo que quiero. Joder, siempre lo he sabido. Volver a compartir tiempo y espacio con él me ha hecho darme cuenta de que, como le dije hace unas cuantas noches, nunca he llegado a sacarlo de mi corazón. Trey solo fue un parche, porque lo detuvieron y encarcelaron; aunque resultó ser un parche infectado y lleno de mierda que ojalá hubiese podido ahorrarme. Cole siempre ha estado presente en mi vida. Compartir habitación y cama con él cada noche... Dios, se me está haciendo insoportable. Además, su cuarto siempre ha sido uno de mis lugares favoritos del mundo. Ese en el que, por muy mal que me hubiese ido el día, conseguía que todo mejorase entre sus brazos.
Después de romper, éramos incapaces de vernos y de tocarnos, sin acabar en la cama; bueno, en la cama, en el baño, en el sofá... Donde pillásemos. Además, nunca fuimos una pareja precisamente delicada en ese aspecto. Cole es un tío muy dominante en el ámbito sexual. Le gusta mandar y a mí me encanta obedecerlo, porque sé que siempre busca mi placer por encima del suyo; un día me dijo que disfrutaba más con mis orgasmos que con los suyos.
Sé que tengo cosas de las que ocuparme en mi cabeza, que hay episodios que debo cerrar antes de empezar con otros, pero, joder, mi episodio con Trey se cerró la noche en la que Cole salió de prisión y él me dio aquella última paliza.
No sé de qué otra forma se puede cerrar una mierda así.
Soy consciente de que cada historia de maltrato es distinta y que cada mujer responde a ellas de diversas maneras.
Algunas rechazan cualquier tipo de contacto físico y se encierran en sí mismas, incapaces de entablar ningún tipo de conversación con nadie. Lo veo a menudo en las urgencias del hospital. Pero también hay otras que buscan el contacto de aquellas personas con quien sienten seguridad y saben que podrán ser ellas mismas. Supongo que yo entro en esa categoría. El día que salí huyendo de casa de Trey, lo único en lo que podía pensar era en alejarme de allí lo máximo posible, hundirme bajo el edredón de Cole y que sus brazos no me soltasen.
He intentado pasar la noche con Abi en un par de ocasiones en las que nos hemos quedado dormidas en su cama viendo películas, pero las pesadillas me han despertado ambas veces. Puede que sea pronto para pensar en retomar con Cole la relación que, en realidad, nunca llegó a romperse, pero no lo es para estar a su lado.
Cole me cura y me recarga como nadie más lo ha hecho jamás.
Cierro la puerta de casa con llave y refuerzo el cinturón del abrigo vaquero alrededor de mi cintura; estamos a principios de diciembre y hace un frío que pela. Por debajo tan solo llevo el vestido negro de cuero que me llega justo por debajo del trasero, bordeándolo a la perfección; me queda como un guante. No llevo medias y me he puesto unos botines de tacón que hacía meses que no usaba. Además, me he alisado el pelo y he desempolvado el neceser de maquillaje que Trey tampoco me dejaba utilizar... Lo he celebrado pintándome los labios con el rojo más rojo que tengo.
Estoy increíble.
—Buenas, gracias por recogerme —saludo a By al subirme al coche y él alza las cejas gratamente sorprendido al verme.
—Wow, estás increíble, Em. —Asiente mientras aprieta los labios y yo me limito a sonreír como agradecimiento—. Sé de uno al que se le van a caer los huevos al suelo cuando te vea —ríe mientras toma la primera curva.
—No sé yo... —Lo miro de reojo cuando su comentario me hace pensar que tal vez pueda sacarle algo de información, aunque Cole es bastante claro en cuanto a lo que respecta a sus sentimientos; no como yo—. Creo que pasa de mí. O sea, sé que le importo y eso, pero solo me ve como a su exnovia.
—Qué equivocada estás si piensas eso. —Ensancha la sonrisa sin apartar la vista de la carretera y entonces desvía la mirada un momento hacia mí cuando ve que no digo nada—. Está loco por ti, Em.
—Pues he perdido la cuenta de las veces que me ha rechazado un beso.
—Porque intenta hacer las cosas bien. —Suspira y pone punto muerto cuando se detiene en un paso de cebra para dejar que un grupo de chicas y chicos cruce con bolsas llenas de botellas y hielos—. Lo que te ha pasado... Joder, Emily, lo ha reventado.
—Pero es decisión mía si quiero estar con él o no —espeto al mismo tiempo que me cruzo de brazos, a la defensiva, como cada vez que sale este tema.
—Ya lo sé, y él también. Supongo que tan solo quiere darte un poco más de tiempo para que te des cuenta de si realmente es lo que quieres o si solo... —Se encoge de hombros y yo le hago un gesto para que termine la frase—. No sé, si solo es algo pasajero.
—Pues es un gilipollas.
Byron rompe a reír y me da un toque con el hombro para sacarme una sonrisa cuando ya casi hemos llegado al aparcamiento que hay frente al bar. No pertenece a él, sino a un supermercado, pero no tiene barreras y a estas horas siempre está petado por los coches que se acercan hasta esta calle repleta de bares y clubs nocturnos.
—Buenas noches. —By saluda al portero y este choca su mano con un asentimiento para dejarnos pasar después de saludarme.
La gente de la cola grita cosas y protesta, pero él los manda callar y nosotros los ignoramos. Dejo que Byron nos abra camino entre la gente, espero paciente a que salude a todos con los que se va cruzando —es el típico personaje de libro que conoce literalmente a todo el mundo— y no me quito el abrigo hasta que llegamos a la barra. Busco a Cole y Abi con la mirada, pero es un sitio grande y los sábados por la noche son siete camareros.
—Ahí está —comenta mi acompañante al mismo tiempo que lo señala al fondo de la barra.
Está hablando con una chica que conozco bien: Paige. Es más pesada que un puñetero mosquito en una noche de verano. Lleva intentando enrollarse con él desde que Cole y yo lo dejamos. Desconozco si lo han hecho, pero él siempre me ha dicho que no...
Sus ojos hacen contacto visual con los míos por encima de su hombro, me dedica una sonrisa sorprendida —no se esperaba que viniese— y yo aprovecho el momento para desabrocharme el abrigo sin dejar de mirarlo. Deslizo las mangas vaqueras por mis brazos desnudos y me quedo únicamente con el vestido de cuero negro sin mangas que dibuja todas y cada una de mis curvas. Su semblante cambia al momento. Deja de prestar atención a la conversación con Paige y se chupa los labios con el rostro serio, le dice algo y enseguida camina por dentro de la barra hasta nosotros.
—¿Qué hacéis aquí? —pregunta mientras choca la mano de su amigo, pero sin apartar sus ojos de los míos—. Pensaba que no vendríais. ¿No te dolía la cabeza?
—He tomado un analgésico —contesto al mismo tiempo que me siento en la banqueta de metal roja, la cual guarda relación con la decoración de todo el local, y cruzo las piernas despacio; gesto del cual no pierde detalle—. Me encuentro mucho mejor.
—Eso ya lo veo —contesta antes de tragar saliva y desviar la mirada un momento hacia el escote pronunciado del vestido, el cual hace que se muerda lentamente el labio inferior.
—¡Em! —Los brazos de Abi me rodean desde atrás—. ¡Bua, estás cañón! —exclama al separarse y levantar mi mano para verme mejor—. ¿La has visto? —pregunta a su hermano, el cual respira con pesadez y asiente.
—La he visto, Abi, tengo ojos.
Su hermana lo ignora y le da un beso a Byron, porque aún no lo había saludado. Después se disculpa cuando la llaman desde dentro de la barra y desaparece entre la gente. Río al ver que se aleja mientras baila al ritmo del techno con toda la gente que se va cruzando, sin borrar la sonrisa de su rostro.
—Es el alma de la fiesta, eh —comento a los dos con una sonrisa—. Cualquier diría que está trabajando.
—¿Qué tomáis?
Cole mira a su amigo y después a mí, aunque en su rostro percibo algo diferente a otros días: deseo. Pero deseo del que yo conozco, del que no puede contener. El deseo que pretendía conseguir cuando me he puesto este vestido esta noche. La verdad es que no me he hecho ilusiones, y menos después de la conversación con By en el coche acerca de por qué no quiere dar un paso más conmigo; sin embargo, no pienso rendirme hasta que le quede claro que yo tomo mis propias decisiones y que, si quiero besarlo, lo haré.
Lo conozco bien, cree que no me conviene. Siempre ha pensado que merezco algo mejor que él, que su vida no es para alguien como yo y que, si volvemos juntos, acabará reventándome; pero, joder, por Cole me dejaría reventar una y mil veces.
Soy muy consciente de que, probablemente, volverá a participar en esa mierda de peleas callejeras que tanto detesto y que tanto miedo me dan. Pero, como dijo su hermana aquel día en el que discutimos, Cole no pelea por gusto, sino por necesidad. Él nunca me ha juzgado a mí, siempre me ha protegido y ha estado para todo lo que he necesitado. Si decido volver a meterlo en mi vida, sé que tendrá que ser con todas las consecuencias.
—Yo quiero una copa —digo al mismo tiempo que me levanto para bajarme un poco el vestido, ya que al sentarme el cuero se sube y es más corto de lo que recordaba.
El pecho de Cole sube y baja sin apartar sus ojos de mi cuerpo, Byron se da cuenta, porque chasquea la lengua y me dirige una mirada como diciendo: "Te lo dije".
—Otra copa para mí, hermano —ríe su amigo mientras él asiente y se aleja sin añadir nada más.
Ya sabe lo que nos gusta y lo que solemos beber, así que no tiene la necesidad de preguntar. Lo observo sin perder detalle del movimiento de cada uno de sus músculos bajo la camiseta blanca que se le pega en la zona del abdomen y el pectoral, dejando a la vista todos los tatuajes de sus brazos, manos y cuello; a él no le gusta la ropa ajustada, pero sé que su jefa le ha pedido que vista un poco más... ¿provocativo le dijo? No voy a hacer comentarios al respecto, pero dejó muy claro que volvía a contratarlo por su aspecto, a pesar de que también sea un muy buen camarero.
Regresa frente a nosotros con la botella de ron y un par de Red Bulles, deja los vasos de tubo llenos de hielo sobre la barra y sirve primero a su amigo. El líquido dorado oscuro llega hasta más de la mitad en el vaso de Byron, pero en el mío apenas echa un par de dedos. Arqueo una ceja y le hago un gesto para que eche más.
—Suficiente —dice después de añadir tan solo un poco.
—¿Por qué a él le echas tanto y a mí tan poco? —protesto a la vez que me inclino un poco en la barra.
Se esfuerza por no bajar los ojos hacia mis tetas y, entonces, tensa la mandíbula cuando mira un memento por encima de mi hombro, a mi espalda. Giro la cabeza justo a tiempo de ver cómo un grupo de tíos me está mirando el trasero mientras dicen algo y hacen un gesto obsceno. De forma instintiva tiro hacia abajo de la tela y Byron se da cuenta de la situación. Enseguida rodea mi cintura con su mano y empuja mi cuerpo para apoyarme sobre su regazo, al mismo tiempo que mira a los chicos y les hace una señal con la cabeza.
—¿Queréis un babero? —les pregunta con seriedad.
—Perdón, tío, es que está tremenda —ríe uno mientras dibuja mi silueta con sus ojos sin disimulo.
—A tomar por culo de aquí —suelta Cole desde detrás de la barra—. Venga.
El grupo de tíos hace un gesto con las manos como queriendo apaciguar la situación y entonces By me suelta para que vuelva a levantarme. Cole intercambia con él una mirada cómplice que solo ellos entienden y se marcha para seguir trabajando.
Sea lo que sea lo que le sucede, esta noche he decidido que pienso divertirme; y ni él ni nadie me lo van a impedir.
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