Capítulo 17

¡Helloooo! ¿Cómo estáis? ¡Cuánto tiempo! Bueno, en realidad solo han pasado un par de meses como mucho, pero sé que estáis ansiosas por saber más de Cole y Emily, así que aquí os dejo un nuevo capítulo.

Porfi, id dejando vuestros comentarios a medida que vais leyendo (o releed después), porque sabéis que es mi única motivación para seguir actualizando.

¡Disfrutad!

COLE

Sus ojos me inspeccionan de arriba abajo al mismo tiempo que da un trago a la copa. La mujer de treinta y ocho años se chupa los labios, tuerce un poco el gesto y niega con una sonrisa mientras me señala.

—Tienes mucha suerte de ser guapo.

—Naomi, no estoy de coña, necesito el trabajo. —Resoplo y me remuevo sobre el taburete donde estamos sentados por dentro de la barra.

Mi hermana no deja de mirarnos mientras termina de recoger las últimas copas y la gente va abandonando el bar para el cierre.

—Sé que lo necesitas, no has parado de repetirlo desde que hemos empezado a hablar.

—¿Vas a hacer que te suplique? —pregunto al mismo tiempo que empiezo a perder la paciencia; si va a decir que no, que lo haga de una jodida vez.

—Si te contrato, es porque eres guapo —repite.

Creo que lleva varias copas encima; normalmente no suele ser así, al menos no lo era hace dos años.

—Soy buen camarero y lo sabes.

—Sí, pero buenos camareros hay a patadas. Tíos con tu aspecto, no tantos.

—Mira, me suda los huevos el motivo, Naomi —suelto sin aguantar más tiempo sentado—. ¿Me contratas o no?

Ella también se pone en pie, alza la barbilla para mirarme a los ojos con el semblante serio, intentando aparentar superioridad, pero pocas mujeres llegan a mi metro ochenta y siete; apenas me llega por la barbilla aun llevando tacones.

—Si me la lías una sola vez, Cole —advierte con su uña clavada en mi pecho—, te mando a la puta calle y no habrá más oportunidades.

—Entendido. ¿Cuánto vas a pagarme? —pregunto sin rodeos; es lo único que me interesa.

—Lo mismo que a tu hermana, ocho pavos la hora. —A pesar de saber que es un sueldo de mierda, habla con prepotencia—. Te daré los horarios de cada semana los sábados, como al resto de la plantilla. Puede que seas guapo, pero no eres especial. Lo tomas o lo dejas.

—De acuerdo, pero Abigail no va a meter ni una sola hora extra más. ¿Cuándo empiezo?

—Eso es cosa de ella, no tuya. Empiezas el lunes, de seis a cierre, tendré el contrato preparado —sentencia antes de pasar mi lado para alejarse por el pasillo que lleva a la pequeña oficina que tiene detrás.

Abi se acerca expectante y alza las cejas buscando una respuesta, yo sonrío y ella salta a mis brazos mientras me da la enhorabuena.

—¿Cuándo empiezas? —consulta después de que la deje en el suelo.

—El lunes, de seis a cierre.

—Bueno, ya sabes que hasta los jueves se cierra a las once, así que ni tan mal. A mí tiene que darme los horarios mañana.

—Venga, te ayudo a terminar. —Me remango y comienzo a recoger vasos.

Pero enseguida me señala la pila de cajas que hay bajo el mueble con un montón de botellines, dibuja una sonrisa inocente y yo pongo los ojos en blanco rompiendo a reír con ella mientras me quito la sudadera.

—Apiádate de mí, llevo once horas aquí metida, no siento la espalda.

—Claro que sí. —Beso su frente y me agacho para empezar a cargar las cámaras para el día siguiente—. Se acabó meter horas extra —advierto con una rodilla en el suelo al mismo tiempo que busco sus ojos—. Prométemelo.

—¿Y el coche?

—Lo compraremos entre los dos.

—De acuerdo —dice después de soltar una bocanada de aire.

—¿¡Cole Monroe!?

Una de las chicas con las que trabajaba antes de que me detuviesen, Paige, corre para rodear la barra y darme un abrazo. Sonrío mientras mi hermana nos observa con detenimiento y un poco reacia; Paige intentó que me liase con ella varias veces después de que Em y yo rompiésemos, pero nunca lo hice.

No podría besar a una mujer estando enamorado de otra.

—Dime que vuelves a trabajar aquí —pide uniendo sus manos como si rezase.

—A partir del lunes. —Asiento y rompo a reír cuando empieza a dar saltitos en el sitio.

A pesar de que a Abi no le haga mucha gracia nuestra cercanía, le devuelve la sonrisa cuando ella la mira emocionada. Después de todo, llevan años trabajando juntas y tienen buena relación; Paige es una chica simpática, no es la típica arpía que te salta al cuello. Las veces que intentó besarme y la rechacé, se lo tomó a risa y enseguida le quitó hierro al asunto; creo que me ve como un reto.

Salta a simple vista que es atractiva. No tiene problemas para ligar y me lo demostró en numerosas ocasiones cuando, tras decirle que no quería nada con ella, se iba a por el primer cliente que le gustaba y me guiñaba un ojo sonriendo antes de besarlo.

—El puto Cole —ríe Gavin mientras se une a nosotras y se acerca para chocar mi mano—. Si estás dentro de la barra es porque vuelves a ser de los nuestros, o porque tienes muy consentida a esta canija —dice despeinando a Abi al pasar por su lado.

—Espero que te hayas limpiado esa mano después de mear. —Mi hermana finge una mueca de asco y él le muestra su dedo corazón entre risas.

—Dime que es la primera opción.

—Empiezo el lunes. —Sonrío y él lo celebra dándome una palmada, orgulloso, en la espalda.

Saludo al resto del equipo y entre todos terminamos de llenar las cámaras, recoger y limpiar todo antes de las dos, hora en la que el bar ya tiene que estar con las luces apagadas y el cerrojo echado. Nos despedimos antes de dirigirnos al coche de Byron y niego cabreado conmigo mismo al ver cómo mi hermana se descalza en cuanto se sienta, frota los pies contra las alfombrillas y apoya la cabeza en el respaldo con los ojos cerrados.

—Estás reventada.

—Estoy bien, no empieces —habla sin despegar los párpados mientras conduzco; esto es como andar en bici, nunca se olvida—. ¿Qué haces con el coche de By?

—Ha venido a cenar y le he pedido que se quedase con Emily para poder hablar con Naomi.

—¿Y la niña?

—Este fin de semana la tiene su madre. —Chasqueo la lengua por no haber estado más pendiente de mi colega durante estos dos años—. No me puedo creer que rompiesen. Estaban mal, pero, joder, no pensé que llegasen a esto.

—Hailey estaba descontrolada, se la liaba cada vez que lo veía hablando con otra.

—Joder, ¿él lo pasó muy mal? —Desvío la mirada hacia ella en un semáforo—. ¿Cuánto hace?

—Un año —contesta al mismo tiempo que se masaje los pies sobre el asiento—. Al principio sí que lo pasó mal, sobre todo por Char, que no entendía por qué tenían que vivir separados.

—Pobre cría. —Suspiro mientras acelero de nuevo y no tardo más de cinco minutos en aparcar frente a la puerta de casa.

Tengo la necesidad de pasar más tiempo con mi colega, pero es que apenas he tenido ni un minuto para sentarme con él y hablar con calma, joder. Llevo dos días fuera y me da la sensación de que han sido dos meses.

—Hola —saluda Emily en cuanto entramos, se levanta del sofá y señala a Byron en silencio.

Nos acercamos mientras reímos al ver que está roncando con la boca abierta y la cabeza medio colgando por un lado del sillón, miro a mi alrededor para buscar algo con lo que poder vacilarle y mi hermana me lee la mente.

—Salchichas —susurra con una sonrisa traviesa.

Va hasta la cocina, abre la nevera y me trae el paquete abierto. Saco una sin preocuparme por no hacer ruido porque, cuando Byron duerme, ya puede caerle un petardo junto a la oreja que, como no lo zarandees un poco, no se despierta.

—Ten cuidado, que no se ahogue —comenta Em al mismo tiempo que dibuja una sonrisa perezosa con cara de sueño.

—Como se te ocurra acercar esa salchicha a mi boca, te la tragas —advierte entonces mi colega provocando que todos estallemos en una carcajada.

—¡Pero si estabas roncando! —exclama Emily sin creer que estuviese despierto.

—Te estaba vacilando, sabía que este cabrón me haría algo. —Le saca la lengua y después se come de dos bocados la salchicha cuando se la lanzo entre risas—. He escuchado el motor de mi Chevy, por eso me he puesto a roncar.

—¿Cómo ha ido? ¿Todo bien? —Em se acerca a mí mientras Byron se queda vacilando un poco a Abi como siempre cuando llega cansada y su humor no está para tirar cohetes.

—Sí, he conseguido que Naomi me dé otra oportunidad —le digo antes de quitarme la sudadera y colgarla de la barandilla de la escalera.

—¿Te ha contratado? —Dibuja una enorme sonrisa y salta para abrazarme cuando asiento—. ¡Cole, eso es genial!

—¿Qué es genial? —inquiere mi amigo cuando nos escucha—. ¿Lo has conseguido?

—Sí, tío.

—De puta madre. —Se acerca para chocar mi mano y me guiña un ojo con complicidad sin hacer comentarios acerca de la necesidad del contrato—. Yo me piro ya, te pego un toque mañana —dice de camino a la puerta después de ponerse las zapatillas deportivas que se quitó al llegar—. Espera, ¿curras mañana?

—No, empiezo el lunes.

—Vale, pues mañana hablamos.

—Hasta mañana. —Asiento y espero a que se despida de las chicas antes de cerrar la puerta tras él y echar la llave.

—Yo me voy a morir —dice Abi mientras arrastra los pies por la escalera—. No me resucitéis hasta las tres de la tarde de mañana. Em, ¿duermes conmigo? —pregunta desde lo alto de las escaleras.

Ella fija los ojos en mí, dubitativa cuando dibujo una pequeña sonrisa y me encojo de hombros haciéndola ver que es decisión suya; a pesar de que no seamos pareja, sabe que a mí me encanta dormir con ella.

—No, así podrás dormir más a gusto.

—Ya, seguro que es por eso —comenta Abi al mismo tiempo que dibuja una sonrisa y se da la vuelta para desaparecer por el pasillo—. ¡Buenas noches! —exclama ya desde su habitación.

—¿Vamos a dormir entonces? —Le ofrezco mi mano mientras paso la lengua por mis labios.

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