5.1-Simposio de exorcistas

Cuando la madre Ferreti entra al salón, la charla no lleva mucho tiempo de haber empezado. 

A pesar de ser siempre puntual, esta vez está retrasada y eso es algo que le incomoda. Sin embargo, por más de haber hecho todo lo que pudo para cumplir con el horario de la programación, la situación en ese momento se le sale un poco de las manos: llegó a Colombia el día anterior después de un viaje largo y pesado para su edad que la dejó completamente agotada, por lo que esa mañana fue muy difícil para ella levantarse. 

Aún en ese momento, siendo las once del día, no se siente completamente despierta.

El lugar de la charla no está muy iluminado, la única luz emana del proyector que cuelga del techo y que enfoca directamente al escenario desde donde Enrique Santos se dirige en ese momento al auditorio. 

Hay al menos unos cien exorcistas reunidos allí, todos pendientes de lo que el hombre habla.

―Dentro de los diversos tópicos que giran en torno a la bruja y el demonio, el aquelarre es, quizás, el más conocido ―expone potenciado por el micrófono que tiene en la sotana―. La palabra «aquelarre» proviene de dos vocablos vascos: «Akerr», macho cabrío y «Larre», prado.

Margueretta acerca a la madre Ferreti a la tarima para que pueda ver mejor. Enrique hace una pausa en su discurso para saludar a la exorcista con una reverencia y luego continúa hablando. Ella le devuelve el saludo con un discreto movimiento de cabeza. Algunas personas en el público la reconocen y murmuran entre ellas, señalándola. 

Margueretta acomoda la silla de ruedas y se sienta a su lado.

―Estas reuniones clandestinas realizadas por un conventículo de brujos, en los prados de las afueras de la ciudad, tenían como objetivo la adoración a un dios astado que no era sino la materialización del demonio en forma de macho cabrío ―explica el sacerdote―. Si usamos a Deleuze para entender este fenómeno, podríamos pensar en este grupo de personas como una manada que se forma, se desarrolla y se transforma por contagio y por esta razón sus raíces son tan profundas en la sociedad. Hay que recordar que Deleuze plantea que allí donde hay una multiplicidad siempre habrá un individuo excepcional con quien se hará la alianza para hacer parte de la manada. 

»En este contexto se puede pensar en el demonio, tal vez en su forma de macho cabrío, como el animal con quien se ha de establecer el vínculo que permitirá el contagio entre los diferentes miembros del conventículo. 

»De esta manera, la brujería podría ser vista como un asunto de devenir primero porque implica una primera relación de alianza con un demonio; segundo, porque ese demonio ejerce la función de borde de una manada en la que el hombre entra por contagio; tercero, porque ese devenir implica una segunda alianza con otro grupo humano que es el conventículo y cuarto, porque este nuevo borde entre los dos grupos orienta el contagio entre el animal y el hombre en el seno de la manada.

Ferreti lucha por mantener sus ojos abiertos. La penumbra de la habitación no le ayuda en su tarea. 

Lo último que quiere es quedarse dormida en la mitad de la charla de su discípulo.

Se acomoda en la silla de ruedas con la esperanza de que el movimiento le ayude a despejar un poco el cerebro y evitar así la vergüenza de ser descubierta echándose una siesta.

―Ahora bien ―continúa hablando Enrique― dentro del conventículo, dentro de esa manada de brujos de la que ya hemos hablado, existen tres grados que establecen sus funciones en las reuniones: el primero es el de los aspirantes a brujos, conformado comúnmente por niños cuya edad varía entre los siete y los trece años (siendo los diez años la edad promedio en la que reciben la iniciación) su función no es otra que la del cuidado de los demonios familiares. El segundo grado es el de los brujos novicios, quienes al haber sido iniciados gozan de los privilegios de la profanación de tumbas y del banquete que consta de carne humana, tienen un demonio familiar temporal pero carecen de la capacidad de ejercer su brujería por medio de maleficium y de la posibilidad de participar de los demás ritos de las asambleas, reservados para los brujos profesos. El último rango es el de los brujos profesos, quienes por demostrar su potencial para la maldad han sido aceptados por el demonio para engrosar sus filas recibiendo su familiar permanente a cambio de una disciplina de asistencia obligatoria a los aquelarres y un voto de sigilo en el que está prohibida toda divulgación de los sucesos del ritual. Cualquier infracción en éstas dos clausulas se castiga con la muerte.

»Éste último grado, el de los brujos profesos, posee una jerarquía matriarcal de forma piramidal donde la bruja principal es la única que puede obtener el rango más alto. Ella se sienta a la izquierda del demonio en las reuniones, lleva a cabo la misa negra y entrega la concubina al macho cabrío para dar inicio al ritual de fecundidad. Las diferentes actas inquisitoriales varían en la naturaleza virginal de éste personaje a quien, en ocasiones, le atribuían el ser madre de la concubina. En segundo lugar se encuentra el rey del aquelarre, cuya función es, principalmente, la de sostener el caldero donde se preparan los venenos, los polvos y los ungüentos en el momento en el que se lleva a cabo el maleficium. En tercer lugar está la favorita de Satanás o concubina con quien inicia el ritual de fecundidad que termina en la conocida orgía, asociada a las bacanales de la antigüedad. Le siguen en rango el tambor mayor y después el tambor menor quienes, a lo largo del ritual, no dejan de tocar nunca, incitando a los asistentes por medio de música demoníaca a las diferentes actividades que se llevaban a cabo durante la ceremonia. En ocasiones no se cuentan a éstos últimos como parte de la jerarquía de los brujos, pues se consideran menores. Bajo ellos, se encuentran los demás brujos profesos y novicios que asisten a la ceremonia.

La anciana se mueve de nuevo en su silla haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantener sus ojos abiertos, sabe muy bien que el cansancio la supera y que en poco tiempo terminará cediendo. 

En la parte de atrás del auditorio un sacerdote de gafas levanta la mano, Enrique le da la palabra.

―¿Es posible saber en qué consiste el ritual que permite subir el rango de profeso a novicio o esa es una información que desconocemos? ―pregunta con voz chillona.

―Para eso, las actas inquisitoriales son la mejor fuente de información. Por ejemplo...

―Pero ¿las actas no se remiten únicamente a la época del medioevo? ―lo interrumpe el sacerdote de gafas.

―Es verdad que el momento histórico que más nos brindó información respecto a la brujería fue la época medieval. Sin embargo tiene usted que recordar que la Santa Inquisición aún continúa funcionando bajo otro nombre. 

»En 1542 pasó a llamarse la «Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición», 1908 San Pío X la renombró «Sagrada Congregación del Santo Oficio» y desde 1965 hasta la actualidad continúa funcionando bajo el nombre de «Sagrada Congregación para la doctrina de la fe». 

»Si bien ya no realizan actos públicos y pomposos como en la antigüedad, se dedican a custodiar la correcta doctrina católica. Si desea casos de estudio más recientes puede ir al archivo a solicitar las actas de la época y el lugar que le interesen. Eso sí, recuerde que entre más cercanas sean en el tiempo usted tendrá que contar con permisos especiales para acceder a ellas ya que las leyes hoy en día son muy estrictas respecto a la protección de los datos personales de los sujetos de estudio ―mira de soslayo a la madre Ferreti y ella se da cuenta―. 

»Para responder su pregunta inicial, me remitiré a las actas de Zugarramurdi que son las que más he estudiado hasta el momento. La persona que nos informa de estas prácticas, mediante confesión, es una mujer de nombre Stevanía, convertida en bruja por su madre. Ella cuenta que para que un brujo pudiera ser novicio tenía que pasar por un ritual de iniciación en donde era obligatorio renegar de Dios, de sus padres, de la religión, del bautismo, de la comunión y demás representaciones católicas para entregarse únicamente en la adoración a Satanás. Para firmar el juramento se debe besar el ano del macho cabrío. Por el momento no tengo el conocimiento de que esto haya cambiado mucho con paso el tiempo ―abre la botella de agua que está sobre la mesa de la tarima y toma un poco―. Espero haber respondido tu pregunta adecuadamente.

El sacerdote hace un gesto afirmativo con la cabeza y Enrique continúa con su presentación. Ferreti cabecea de nuevo.

―Retomando nuestro tema, las asambleas son de dos tipos: la asamblea general, celebrada la noche del treinta de abril, conocida comúnmente como la noche de Walpurgis, que es la fiesta principal de adoración al demonio. Esa noche todos los conventículos ―o manadas―  existentes en el mundo se reúnen en un mismo lugar con propósitos satánicos. 

»El segundo tipo son las asambleas ordinarias, que se llevan a cabo los días lunes, miércoles y viernes al igual que todos los días santos del año.

»Para asistir a estas reuniones, los brujos esparcen un ungüento por su cuerpo desnudo que les permite volar guiados por su demonio familiar, quien es el único que conoce el lugar de la reunión. Los novicios no pueden asistir si una bruja o brujo profesos no los acompañan.

»De acuerdo a lo recogido en las actas de inquisición de Zugarramurdi, que les mencionaba hace un momento, una vez los brujos llegan al aquelarre saludan al demonio besándole el ano en señal de respeto, confiesan todas las cosas buenas que han hecho y las cosas malas que han dejado de hacer y se unen a la danza ritual, alrededor de la hoguera, que se realiza en honor al demonio en forma de carnero. Dentro del baile, de vez en cuando, saltan a las llamas con el fin de acostumbrarse al infierno y así no temer el momento de la muerte. 

»Después de un tiempo prudente se da inicio al ritual de fecundidad. 

»Los días santos les sigue una misa negra que parodia al ritual cristiano pues la conduce una mujer, la bruja principal, que ofrece una suela de zapato como comunión. También se menciona la violación de tumbas en la que se extrae al difunto de su ataúd, se le sacan los intestinos y se depositan en la mortaja. El resto del cuerpo es utilizado como ingrediente principal en el banquete, en el que a nadie se le ocurre abstenerse de comer carne humana aun cuando ésta proceda del padre, la madre o del cónyuge. El corazón, al ser la parte más preciada se reserva a Satanás. 

»Finalmente, el último paso del aquelarre consiste en el daño al prójimo, es decir, el maleficium. Esta palabra significaba originalmente «acción maligna o diabólica» y era empleada en los documentos oficiales a partir en el siglo XIV con el sentido específico de hacer daño por medios ocultos...

En este punto de la exposición, la madre Ferreti no puede evitar quedarse dormida. Siente como la voz de su discípulo se funde con las imágenes tenebrosas que produce su mente por culpa de la ensoñación. La transportan a lugares, hace tiempo extintos, en donde planeaba, junto con su hermano, la forma de liberar a su país de la oscuridad que los amenazaba por culpa de la guerra.

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