11.1 -Pacto

Grimalkin tarda solo dos días en encontrar el libro. Cuando vuelve lo hace con la noticia de que éste se encuentra junto con Amalia, quien está siendo torturada en ese momento.

Al enterarse de eso, Verónica entra en pánico. ¿Cómo pudo haber sucedido? Desea salir corriendo en busca de su amiga, pero antes de que haga algo Isibene la detiene.

«Es el hombre que os siguió a la iglesia, estoy segura»

―Tal vez no lo reconozcas ahora ―el carnero explica a Isibene― pero ese hombre en la iglesia era alguien que ya conocías. Es la misma persona por quien te uniste al libro pero en su nueva vida, una reencarnación. La vida de ambas está empezando a volverse una.

A Verónica le da un brinco en el estómago al recordar la imagen del cadáver podrido en la plaza de Cartagena.

―¿Hay alguna forma de evitarlo? ―pregunta Verónica.

―La hay ―responde el carnero―, pero tendrás que renunciar a algo.

―¿A qué? ―Verónica está decidida a hacer lo que sea por su amiga.

«El carnero no nos separará, seguiremos unidas en un mismo cuerpo»

Aunque Verónica desea liberarse de la posesión, tiene claro que su prioridad siempre va a ser Amalia. 

Fue ella por quien realizó el hechizo del libro y terminó metida en todo esto. Es posible que lo que le esté pasando ahora sea una consecuencia de sus acciones.

Ya encontrará una forma de separarse de Isibene.

―Está bien ―acepta.

―Como desees

El pacto que habían realizado Isibene y el Buziraco en el pasado le permitía a ella usar los poderes del carnero para vengarse, sin embargo, ahora que Amalia tenía el cuerpo de la bruja debían realizar un ritual para traspasar el pacto a Verónica.

El ritual es sencillo, no requiere de ninguna capacidad especial. Solo una serie de pasos que le indica el Buziraco y que ella realiza al pie de la letra.

Como le explica la criatura, se trata de una ceremonia privada que podía llevarse a cabo en la intimidad de su habitación. Sin embargo, por petición de la joven, esperan a que sus padres estén dormidos para hacerlo.

No quiere que existiera la posibilidad de que alguno de ellos entre y se encuentre cara a cara con el carnero.

Luego de reunir los elementos necesarios para el ritual, usando aquello que Verónica encuentra en la despensa de la casa, se da inicio a la ceremonia.

Isibene le advierte de la importancia de tener todos los materiales reunidos antes de iniciar el trazo del círculo ya que una vez empiecen no podían parar. La más pequeña intervención dañaría por completo el trabajo de canalización de energías que había realizado y tendría que iniciar de nuevo.

Por esta razón Verónica se toma un momento para revisar que cuenta con todo. Cuando lo confirma toma la sal para trazar la figura que el carnero le dicta.

Él está sentado justo detrás de ella, muy cerca para su gusto. Susurrando con su voz mística y cavernosa los pasos que la joven debe seguir.

Lo primero que tienen que hacer para lograr su objetivo es trazar un círculo mágico. Este tipo de recursos de la magia se dibujan principalmente en el plano etéreo, es decir, con energía, aunque se usen elementos físicos como la sal.

La imagen que debe dibujar no se limita a un círculo y nada más. Según las instrucciones del Buziraco, una vez ha terminado de hacer la primera figura geométrica, debe dibujar un rombo en el interior. Luego cuatro estrellas que se conectan con él, unas imágenes extrañas a las cuales Isibene llama «runas» y finalmente las palabras «Alpha» y «Omega» en las estrellas del este y el oeste respectivamente.

Hacer el círculo mágico le toma a Verónica más tiempo del que había esperado ya que debe tener cuidado de no dañar la figura. En más de una ocasión se ve a punto de borrar, sin querer, alguna de las formas trazadas con anterioridad.

Por eso necesita estar completamente concentrada, en un estado de casi meditación, para no equivocarse. Cada una de las figuras es un reto que debe superar.

A medida que trabaja en el círculo mágico, siente como la energía espiritual aumenta.

Cuando termina de dibujar las imágenes del círculo interior debe trazar otro alrededor de este y luego de eso otras cuatro estrellas más, en cada uno de los puntos cardinales.

Para cuando termina son casi las cuatro de la mañana. Verónica se da cuenta que lo que tiene enfrente no es otra cosa que un mándala, como esos que siempre le gustaron a Amalia. 

Se sorprende con el descubrimiento.

Un gesto aprobatorio del carnero le indica que está satisfecho, su trabajo puede usarse para el ritual.

Las energías reunidas por medio del círculo mágico pueden sentirse en el aire con cada inhalación que da.

Prende cuatro veladoras blancas y las coloca con cuidado en cada una de las estrellas exteriores haciendo lo posible por no dañar el trazo, una taza con agua en el centro del rombo y en cada una de las estrellas interiores que no tenían escrito nada un incienso, el primero con el humo mirando al este y el segundo con el humo mirando al oeste.

Ya falta poco para terminar el ritual.

A Verónica le pesan los ojos por el cansancio, tiene mucho sueño. Como si sus energías se hubiesen drenado con la realización del círculo.

El carnero le pasa la daga ceremonial para que corte su mano. Solo su sangre puede sellar el pacto.

Como Verónica nunca se había hecho daño a sí misma no tiene muy claro cómo debe iniciar. Abre su palma izquierda y presiona el cuchillo contra su piel. Respira profundo antes de aplicarle algo de fuerza. Siente como la hoja rompe su tejido causándole ardor. Empieza a salir sangre de la herida.

Vuelca un par de gotas en la taza de agua.

El carnero, con su voz profunda, susurra algo en su oído que ella repite:

―Con esta sangre traspaso el pacto

Verónica no puede evitar la sensación extraña que se produce en su vientre bajo cada vez que siente la voz de la criatura. Esa voz cavernosa e hipnótica que parece despertar algo dentro de ella.

Una ráfaga de aire sale de la taza de agua apenas caen sus fluidos, elevando sus cabellos descontroladamente. La sal que había usado para trazar el dibujo en el suelo se ilumina con una luz blanca.

Todo parece moverse por culpa de la fuerza sobrenatural que emana de la taza con agua y sangre.

Mira como el carnero toma el cuenco y bebe todo su contenido. Sus ojos se iluminan con la misma luz blanca del círculo mágico, haciéndolo aún más aterrador. Poco a poco se empieza a elevar del suelo.

«Debéis romper el círculo con la sangre de vuestra mano» —indica Isibene a Verónica.

Así lo hace.

Pone su palma ensangrentada en una de las líneas del círculo y luego empieza a moverla para borrarlo. Una vez el círculo mágico se rompe, el carnero cae de rodillas y todo cesa.

El ritual ha terminado.

―Traspasaré mis poderes mañana en el aquelarre ―indica a Verónica antes de desaparecer.

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