ella
Un hombre estaba escribiendo una carta para su amada quien, por negocios había viajado a la casa de su madre por unos días. Estaba en su oficina iluminado por la tenue luz de una gran vela sobre un recipiente de plata muy común para la época, con su pluma roja escribía párrafos de amor dedicados a la madre de sus hijos y dueña de su felicidad. Mientras soltaba algún que otro suspiro enamorado al recordar la gran belleza de su mujer, llegando a ignorar a una pequeña niña de largos cabellos risados que jugaba en el suelo con sus muñecas de tela, con una pequeña sonrisa imaginando que habían otras pequeñas niñas como ella jugando a hacer una elegante fiesta de té con pequeñas tacitas que llenaba con agua simulando que era té, la niña de acercó a la mesa donde estaba el mayor pera subirse en sus piernas y interrumpir su vista con una de sus muñecas, mirándole con algo de ilusión.
– ¿Quieres unirte a mi fiesta de té, papi? –
La voz de la menor saco de sus pensamientos al hombre quien, con una suave mirada colocó su mano en la cabeza de su pequeña para revolver su cabello dedicándole una pequeña sonrisa para bajarla de nuevo al suelo dándole una pequeña palmadita en su espalda.
– ve a jugar con tus hermanos, papá está ocupado.
volvio a fijar su mirada en el papel que tenia en frente, tratando de pensar más palabras dulces para recordarle a su amada que le esperaba con ansias en casa. la pequeña de cabellera blanca solo asintió y arrastrando sus muñecas salió de la habitación corriendo un poco hasta llegar a otra habitación donde se encontraba una joven dama sentada en la cama mientras cosía un vestido de un tenue color azul, la pequeña de cabellos blancos se subió a la cama sentándose al lado de su hermana para mostrarle una de sus muñecas con una pequeña sonrisa para imitar la voz de una mujer elegante mientras movía la muñeca.
– ¿Deseas acompañarnos en nuestra fiesta de té ~?
La jóven dejo el vestido a un lado para acariciar las mejillas de la mejor y bajarla de la cama para con una sonrisa negar suavemente, la pequeña suspiro para tomar sus muñecas y volver a cambiar de habitación buscando un nuevo acompañante. Está vez quien estaba en esa habitación era su hermano menor quien jugaba con sus jueguetes en su corral de un lindo color azul con algunas estrellas talladas en la madera. La pequeña se metió en el corral y le colocó una de las muñecas en las manos al menor y este la sujeto haciéndola sonreír ¡Quizás con el si ! Colocó la pequeña tacita de té de plástico y movió la muñeca imitando que bebia el té esperando a que el menor le imitara.
– ¿Ves? Solo coloca la tacita en su boca, vamos Esteban, no es muy difícil.
Le mostró otra vez como hacerlo pero el menor solo río y empezó a mordisquear la muñeca como si fuera un delicioso dulce, la pequeña albina se asusto y se la intento quitar pero el menor la tomaba con fuerza, jalando con cada vez más fuerza hasta que un sonido de algo desgarrándose le hizo soltar la muñeca. Miro como su relleno de salía y gruesas lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas, al ver la muñeca destrozada el pequeño también empezó a sollozar con fuerza llamando la atención de los demás que no tardaron en entrar para averiguar lo que sucedía, El mayor tomo al pequeños varón intentando calmarlo para mirar a la pequeña albina con algo de enojo.
–¿Que te e dicho de acercarte a Esteban, lucía ? No puedes.
Para la época no se sabía mucho sobre por qué aquella pequeña era tan extraña a los demás, su piel tan pálida y su extraño cabello blanco. Se creía que estaba enferma o maldita ¿Si ellos eran normales por qué ella no ? El padre recordaba ver a su mujer llorar cuando a la pequeña empezó a crecerle el cabello y en vez de ser marrón o negro, era de un puro color blanco. La jóven dama de suave cabello marrón hermana mayor de la pequeña albina tomo a la misma en sus brazos con cariño, secando sus lágrimas para tomar la muñeca y tranquilizarla diciéndole que ella arreglaría la muñeca y quedaría como nueva.
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