Capítulo 11: Días que se van
Cuando brotan las flores y las hojas,
en primavera, y cantan viejos cantos las aves,
yo, en cambio, entonar puedo cosas nuevas y suaves,
aunque hiele, señora, y no oigas mis congojas (1)
Del manuscrito de Arnald
Teníamos un largo camino por delante. Sabíamos que lo importante era llegar pronto, pero si Guillaume no aparentaba ser un modelo más o menos decente de caballero de Provenza, jamás podría abrirse paso en la sociedad que nos esperaba.
A mi favor jugaba que Guillaume tenía la voluntad de aprender. Había jurado que vengaría a su padre, y estaba dispuesto a esforzarse para conseguirlo. Era muy terco a veces, ya me había dado cuenta. Y si dijo que haría una cosa, pues la haría costara lo que costara. Aunque no fuera de su agrado.
Otra cosa a favor eran sus previos conocimientos de la música. Era de los pocos caballeros en París que sabían tocar una vihuela, además poseía una voz agradable. O al menos así era cuando no estaba bebido. Ese fue un detalle importante durante el viaje. Ni una vez se emborrachó. Lo había visto beber una que otra copa de vino, pero nada más. Era mejor para mí trabajar así.
Nos habíamos detenido apenas cruzamos el Ródano. Paramos en una villa de la ruta, y Guillaume dejó claro que no se iría de allí hasta saber más sobre la cortesía provenzal. Parece una cosa sin sentido, pero entendía lo importante que era. La gente de Languedoc se la pasaba diciendo que no eran como "los bárbaros del norte", y él lo sabía.
—Una "tensó" es cuando se reta a un caballero, y entre ambos riman con música para demostrar sus habilidades para la trova —recitó mi señor. Estábamos repasando una lección.
—Exacto, ¿y recuerda que es una "plany"? —Pregunté yo esperando que lo recordara.
—¡Ah! ¡Esa es fácil! Es cuando alguien muy querido fallece y se hacen cantos en su honor para glorificarlo, ¿cierto?
—Muy bien, señor. La lección de ayer le sirvió bastante. ¿Qué tal si practicamos un poco de ambas? Lo que más va a escuchar serán jeu-parti (2). Hay que ser muy astuto y sutil para contestar. Recuerdo algunos inicios, podemos practicarlo —dije animado. Nunca tuve la oportunidad de jugar en un jeu-parti. Y cielos, cómo me encantaban esas situaciones.
—¿Por qué no mejor ensayamos otro tipo de trovas? Quizá sería buena idea que le vaya componiendo algo a la loba de Cabaret. Ya sabes, a las damas de Languedoc les encanta ese tipo de tonterías —dijo con cierto desinterés. Suspiré. Cierto que cumplía sus deberes, pero seguía sin encontrar entusiasmo.
—¿Por qué no mejor ensayamos algo de Rosatesse o Peyre Vidal? Debéis saber sus canciones más famosas si queréis andar tranquilo por Languedoc.
—Si, supongo que es mejor idea. —Guillaume tomó su vihuela, regalo de su padre, y empezó a tañerla despacio.
Debo admitir que mi señor aprendía muy rápido. Desde que partimos de París iniciamos con las lecciones de la lengua "oc". Aunque él la aprendió de niño, la falta de práctica había hecho que se le olviden algunas palabras.
Luego de tenerlo familiarizado con la lengua, comencé a darle una breve descripción de quienes eran los nuevos señores de Languedoc. Después empezamos con las costumbres, con las reglas de la finn' amor y todo lo demás. Aunque pensé hacer de las lecciones una perfecta venganza, para mi desgracia mi señor era muy habilidoso para aprender y me seguía con facilidad. Tenía un gran talento para la música, aunque aún no terminaba por aceptar algunos conceptos de la finn' amor.
—¿Solo un beso, dices? —Me preguntó de la nada antes de empezar a tocar.
—¿Cómo?
—Un beso. Ayer dijiste que los caballeros solo pueden dar un único beso a la dama elegida. ¿Y después qué? ¿Se miran nada más?
—Pues de eso se trata, ¿no? Como os dije, es un tipo de amor en el que solo se puede tener el alma, no el cuerpo. Por eso se compone, se juega con las miradas, se dan algunas caricias, nada más.
—Una tontería —me dijo—. Y no me mires con esa cara porque sabes que es verdad. ¡La Finn' amor es lo más antinatural que existe! ¿Cómo es posible que dos personas que se amen solo puedan darse un beso en toda una vida?
—Las parejas son casadas, señor. Es por eso que no se puede. —Sabía que jamás lo iba a entender, pero aun así intenté que asimilara la idea. Solo obtenía gestos de desagrado por su parte.
—Ya se me fueron las ganas de cantar —dijo dejando la vihuela al lado—. ¡Vamos! Tómame la lección de algo que hayamos aprendido.
—Está bien, decidme algunos de los nombres de los señores más poderosos de Languedoc.
—Eso es fácil. En Montpellier está Pons de Montpellier y toda su familia, incluida esa tal Sybille. Seguimos con Béziers, donde está el senescal Bernard y la familia de los Maureilham, la tuya. Bernard de Béziers tiene una hija llamada Bruna que es la esposa de Peyre Roger de Cabaret. Peyre Roger tiene a su hermano Jourdain, coseñor de Cabaret y esposo de Orbia de Pennautier, la dama grial. En Cabaret vive Guillenma de Barvaira, hermana del señor Xabaret de Queribus. Al norte, el conde de Tolosa, Raimón. Y pues en Carcasona el engreído de Trencavel. Si vamos más al sur está el conde Raimón Roger de Foix. Y en resumen, todos ellos son vasallos del Rey Pedro de Aragón. Y supongo que eso también me incluye, ¿verdad?
—Si, señor. Vos debéis presentar vuestros juramentos ante el Rey Pedro de Aragón. Aunque me imagino que eso va a demorar un poco.
—Una pregunta, ¿por qué tengo que aprenderme también los nombres de las damas? ¿No es innecesario?
—Así es París, señor. En Languedoc las damas son muy influyentes, incluso más allá de las cortes.
—Es solo que... No lo sé, ¿a nadie se le hace extraño? Me sorprende que la iglesia no esté enojada con eso. No tengo idea de cuántos sermones he escuchado sobre lo importante que es que las mujeres se callen la boca. Suena horrible, por cierto.
—Tampoco es como si a los señores de Languedoc les importe mucho —murmuré. Pues hasta donde había visto, ninguno de ellos estaba lo suficiente interesado en ser católicos ejemplares.
—Ya me acostumbraré, supongo —me dijo—. ¿Y bien? ¿Y si jugamos a un jeu-parti de esos que tanto te gustan? Pregunta cualquier cosa —agregó más animado.
—Bien... Ehhh... —Me tomé un momento para pensarlo bien. No me creía lo suficiente habilidoso para competir con caballeros mayores, pero al menos lo intentaría—. Creo que ya lo tengo.
—No, espera. Se me acaba de ocurrir una —me cortó, y por la sonrisa que le noté, parecía dispuesto a molestarme—. ¿Qué preferirías? ¿Verme salir de la casa de tu dama por la noche, o verme entrar cuando sales de allí? —Abrí la boca de sorpresa. Sí que era un buen comienzo para un jeu-parti, sin duda pondría en aprietos a más de un caballero—. ¿Y bien? —Insistió Guillaume con gracia, esperando verme enojado.
—Preferiría que os parta un rayo —contesté, ni siquiera quise jugar ese jeu-parti. Guillaume rió, supuse que consiguió lo que quiso. Tal vez extrañaba esos viejos tiempos de París en los que me hacía enojar por todo. Hasta eso había quedado en el pasado.
Considerando los avances de mi señor, pronto tendríamos que movernos. Eran los primeros días de marzo, o al menos eso calculé.
*************
Montpellier
Sybille sonreía. Iba en la carroza de la familia, rodeando la ciudad amurallada. Estaba empezando la primavera, pero el invierno no quería en irse, lo podía sentir por el frío viento en su rostro.
Esa mañana no era el viento lo único que sentía. También una sensación que jamás había experimentado, y aunque una parte de ella le gritaba que no era correcto sentirse complacida por eso, al final decidió disfrutarlo. Lo que sentía eran las miradas envidiosas de algunas damas de la ciudad, pero también las miradas curiosas de las personas del pueblo que le dirigían una sonrisa y hasta alzaban la mano para saludar. Y como no, si a su lado estaba el vizconde Trencavel.
Hacía días que había llegado, se presentó como emisario de la orden de los caballeros del Grial. Lo había conocido cuando el vizconde llegó a Montpellier a pedir la mano de su prima Agnes. Apenas si hablaron aquella vez, pero él siempre se mostró amable, haciendo honor a su fama de ser un caballero galante. De hecho, el hombre la hacía sonrojarse a cada momento y sin siquiera pretenderlo. Saber que él también pertenecía a la orden, y que Bernard le dejó indicaciones de ir a buscarla antes de morir, la dejaron pasmada.
Leonor siempre estaba cerca durante sus encuentros y conversaciones, pero al contrario que al señor de Saissac, a este sí le ponía buena cara. Al parecer, como muchos que la rodeaban, pensaron que el vizconde la cortejaba como parte de los juegos de la finn' amor. Y mejor así, pensó. Porque la verdadera razón era un secreto que no podía revelarse, y eso era porque Sybille lo ayudaría a dar un paso a ascender al siguiente nivel dentro de la orden.
La puso nerviosa al inicio, no estaba acostumbrada a hablar con hombres, apenas si le dirigía algunas palabras a su padre, y el único que la comprendió había muerto. Se trababa, y toda la culpa la tenía él por ser tan apuesto. ¿Qué podía enseñarle Sybille al vizconde? Tal vez algunos de esos secretos que compartió Bernard con ella acerca de la naturaleza del secreto. De su origen, y de lo que había sido de este a lo largo de los años.
Los días habían pasado, y era en verdad agradable pasar el tiempo en la compañía del joven señor. Él si la escuchaba, la entendía de verdad. No solo eso, sino que guardaba silencio con respeto mientras ella compartía su conocimiento. Se sintió admirada de saber que él siempre supo quién era, de saber que todos los caballeros del Grial estaban pendientes de su seguridad y creían en cada una de sus predicciones. Que ella era parte primordial dentro de la orden, y que nadie lo ponía en duda. Le alegraba al fin tener alguien con quien hablar, alguien a quien contarle lo que sentía, sus miedos acerca del futuro de Languedoc y lo que se venía.
Él era siempre tan atento, tan considerado. Incluso le compuso varias canciones que recitó en público como Raimón de Miraval (3), hablando de su belleza y sus virtudes. Gente que casi se había olvidado que existía pronto comenzó a prestarle atención. Y aunque ella sabía que todo era parte de la tapadera para justificar su presencia en Montpellier, igual se sentía feliz.
¿Qué sentía por él en realidad? ¿O qué sentía él por ella? Podría afirmar que nada en especial. Se había dado cuenta que solo estaba siendo cortés, que quizá hasta la admiraba por el conocimiento que ella tenía, y nada más. ¿Y qué había de su corazón? Se sentía tonta, y hasta se preguntaba cada noche por qué no podía quererlo. ¿Acaso no sería más fácil enamorarse de él y seguirle el juego con la finn' amor? Al menos así disfrutaría de sus labios besando sus manos, o escuchando sus canciones llenas de romance y fervor.
Sybille hasta estaría dispuesta a hacerse la dama difícil por un tiempo, así como Bruna de Béziers. De ella había escuchado mucho por las canciones de Peyre Vidal. El trovador se la pasaba cantando de ella, pero también sufriendo porque esta no lo aceptaba. Qué bonito debía de ser sentirse como ella, pensaba. Que la admiraran tanto, que fuera tan deseada. Podía ser como ella un tiempo, ¿no? Pronto en Languedoc sabrían que el vizconde le andaba cantando a Sybille de Montpellier, y sería tan famosa como la dama loba o esa tal Bruna. ¿Por qué no? ¿Por qué no podía permitirse eso?
No era tan fácil. Esos eran sueños bobos, y ella tenía otro tipo de sueños. Unos en los que Guillaume de Saissac siempre estaba presente. Hasta había visto su rostro. Ya no le quedaban dudas que su prometido sería parte de su futuro, y también muy importante para la revelación del Grial. ¿No era más fácil ilusionarse con el vizconde que tenía al frente, en lugar de fantasear con el hombre que no conocía? Sí, por supuesto. Pero ella, tonta, solo quería saber de Guillaume. Hasta interrogaba al vizconde al respecto.
—¿Cómo es él? —Le preguntó de pronto aquella mañana mientras paseaban.
—Os referís a Guillaume, ¿verdad? —ella asintió—. Pues es todo un idiota, si soy sincero.
—No habláis en serio —respondió ella, y hasta rió por ese comentario.
—No, que no es broma. Es mal educado, a veces algo grosero. ¿Qué más podéis esperar? Es casi un franco.
—Pero no creo que sea tan malo. Es el gran maestre ahora, además de ser el hijo de Bernard. Debe ser un gran hombre después de todo.
—Sí, creo que es un gran hombre en el fondo —contestó con desinterés.
—Lo sabía —dijo sonriendo. Un gran hombre. Fuerte, valiente, increíble. Su esposo. Su amor.
—Pero muy.... Muy en el fondo —bromeó el vizconde provocando las risas de la dama.
No importaba lo que él dijera. Ella ya tenía la imagen de Guillaume de Saissac en la cabeza. Él y ella para siempre, pensaba con ilusión. Quizá era una tonta, pero sentía que ya lo amaba sin conocerlo.
*************
El legado Arnaldo vio sus planes frustrados cuando recibió una pronta llamada del Papa, quien lo convocó a Roma para conversar de ciertos asuntos de vital importancia. Eso arruinó todo lo que quería hacer para conseguir información del Grial, y extorsionar al conde de Tolosa para que le dijera aún más. Cierto que tenía suficiente poder e influencia para mantenerlo vigilando, pero en cuando a asuntos del Grial él prefería la absoluta discreción. Eso era algo que no podía revelar a nadie más, no quería que otro se tentase con el secreto y decidiera jugarle en contra.
Así que ahí estaba, sentado al lado de Peyre de Castelnou, otro legado Papal que había predicado con él, y Domingo de Guzmán. Sabían que lo más probable era que los llamaran para presentar un informe sobre el resultado de las predicaciones en Languedoc. Por lo mismo tenían que ponerse de acuerdo, además tenían que decidir sus próximos movimientos. Tal vez el Papa diera por concluida la empresa, pero hasta entonces la presencia de la iglesia en esas tierras debía de mantenerse firme. Eso, sin duda, era algo que le convenía hasta a él y sus planes.
Arnaldo escuchaba, pero su cabeza estaba en otro lado. Peyre hablaba sobre lo difícil que era predicar en esas tierras donde los albigenses eran aceptados entre los buenos cristianos, pero sentía habían logrado algo de avance. Domingo lo apoyaba, después de todo fue idea de él salir a predicar imitando el ejemplo de Jesucristo.
Domingo hablaba con entusiasmo. Le seguía pareciendo un hombre de Dios, muy cercano a esa divinidad, incluso más que él mismo. Pero una parte de Arnaldo despreciaba esa simpleza, esa vida miserable que Domingo soportaba, recibiendo insultos de gente que no valía nada. Un día se descubrió pensando en él con cierto desprecio. Porque este solo vivía para Dios, pero no sabía las maravillas que estaban ocultas en Languedoc. El poder que podía conseguir era tal que lo hacía temblar de emoción. Domingo no sabía nada de la vida. Quizá el Grial fue revelado por el mismo Dios que él predicaba, y por eso Arnaldo iría a encontrarlo. Porque quería descubrir sus secretos y ser como Dios.
—Seré sincero —dijo él en cuanto le dieron la palabra—. La predicación ha fracasado. La cantidad de herejes convertidos no justifica una campaña tan larga. Son demasiados, y el esfuerzo de la iglesia ha sido enorme. Esa gente desprecia las enseñanzas, no quiere ser convertida —añadió con desdén, como si nada de lo que dijeron Peyre y Domingo fuera relevante.
—Es difícil —respondió Domingo—, pero no imposible. Sin confiamos en nuestro señor, y que en la verdadera fe prevalecerá, no tenemos nada que temer
—Domingo —le dijo con una sonrisa burlona—. Sed sensato, ellos no quieren ser convertidos. Han pecado y disfrutan de eso. Se ríen de la Iglesia católica, y esa es la verdad. Se han enviado decenas de sacerdotes. Decidme, ¿a cuántos pueblos han convertido? No creo que la voluntad baste contra esos herejes.
—Claro que no —respondió Domingo sin perder la serenidad—, si envían a sacerdotes sin voluntad alguna predicando en latín. Estamos en Languedoc, el pueblo no habla latín, habla oc. Al menos deberíamos esforzarnos en aprender su lengua para poder hablar de la palabra con ellos.
—Tonterías, la palabra de Dios no tiene idioma. Ellos no quieren aceptar la verdad y sabéis bien que no miento —contestó cortante. Nada de eso tenía sentido para él.
—Vamos a tomarlo con calma —les dijo Peyre—. Hermanos, ambos tienen buenos puntos. El pueblo no entiende a los sacerdotes, y podemos atraerlos hablando oc. Por supuesto, la palabra solo debe leerse en el verdadero idioma, en latín. Y como decís, Arnaldo, la palabra de Dios es sagrada y única.
—¿Lo veis? Tengo razón —se jactó él. Le hacía hasta gracia ver la cara de Domingo al notar que era eran dos contra uno.
—Sin embargo, discrepo en el punto en que ellos no desean ser convertidos. Son ovejas perdidas del rebaño. ¿Y qué hace el buen pastor cuando la oveja se escapa? No la condena, desde luego. Va por ella, no la abandona. Eso es lo que debemos hacer.
—Exacto. —Domingo sonrió con discreción. Bien, estaban empatados en ese momento. Tenía que inclinar todo a su favor.
—Hay una cosa importante que se nos está escapando a todos —dijo Arnaldo—. Y eso es que los simples siguen el ejemplo de sus señores. Y sus señores son herejes desalmados, ¿qué podemos esperar de ellos? Los nobles del Mediodía nos reciben, nos muestran sus sonrisas y mienten diciendo que nos están apoyando. ¿Y qué hacen en verdad? Nada, y sé de buena fuente que varios de ellos practican la doctrina de los albigenses.
—Dios nos libre —comentó Peyre haciendo la señal de la cruz—. Es un buen punto, Arnaldo. Mientras la cabeza no funcione, el cuerpo no andará bien. Tenemos que presionar a los señores para que la conversión sea real.
—Hay verdad en eso —murmuró Domingo pensativo—. Tal vez ellos no lo están tomando en serio.
—No ven a nuestra iglesia como una amenaza, no nos respetan. Y tenemos que hacer que se den cuenta el terrible error que están cometiendo —agregó él decidido. Sus palabras acabaron convenciendo hasta a Domingo de Guzmán.
—Me encargaré de eso en vuestra ausencia, Arnaldo —le dijo Peyre—. Me dedicaré a presionar al más importante de ellos, así el trabajo estará hecho.
—¿Ah si? ¿De quién se trata? —Preguntó él con interés.
—Del conde Raimon de Tolosa, por supuesto —contestó con naturalidad Peyre. Arnaldo hizo lo posible por esconder la sonrisa. A veces los aliados surgían en los momentos menos esperados.
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(1) Cuando brotan las flores y las hojas - Wolfram von Eschenbach (1170- 1220)
(2) Jeu-Parti: Es una canción compuesta entre dos. El primero plantea un caso con una pregunta o una estrofa, siempre sobre algún caso amoroso. El segundo escoge una o respuesta, y la defiende en la siguiente estrofa. El primero rebate con otra solución, y la sustenta. Así sucesivamente. Se podía planear con anticipación, o se podía improvisar sobre la marcha de acuerdo a la habilidad de los que juegan.
(3) Raimón de Miraval: Conocido trovador que se definía a sí mismo como "Un pobre caballero de Carcasona que poseía menos de la cuarta parte del castillo de Miraval". Su origen es incierto, y existen varias teorías que indican que tal vez fue el seudónimo del vizconde Raimon Trencavel para cantar. En esta historia aplicaré esa teoría.
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Hello, hello, hello!!!
¿Qué es de sus vidas? Acá una con más pendientes del trabajo que ganas de vivir, pero todo bien xd triunfandin.
Arnaldo se regresa a Roma a molestar por allá, lo que les dará tiempo a los bbecitos de hacer algo útil por sus vidas, ¿o no? Ya veremos xd
PRÓXIMA ACTUALIZACIÓN: Lunes 08 de Marzo
¡No olviden dejar sus comentario! Y si están en el grupo de Facebook.. LOS MEMES XD
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