Capítulo 1: El paje y la doncella
Los llamados "Manuscritos del Grial" fueron escritos entre los años 1228 y 1240. Describen un periodo histórico entre el año 1208 hasta el 1240. Se han dividido en dos partes.
El manuscrito de Arnald de Maureilham se encuentra en París. Pertenece a uno de los descendientes del caballero que redactó la historia, Julius de Maureilham. Ha sido estudiado de forma privada por este y su familia.
El manuscrito de Mireille pertenece a la Universidad de Yale desde el año 2000. Fue donado por una fundación cultural, y ha sido estudiado por un grupo de especialistas franceses y americanos.
Sin embargo, hay fragmentos que se han mantenido en secreto. Hasta ahora.
Triste y alegre me separaré
cuando vea este amor de lejos,
pero no sé cuándo lo veré,
pues nuestras tierras están muy lejos.
¡Hay demasiados puertos y caminos! (1)
Manuscrito de Arnald
Es complicado para mí empezar este relato. No tengo idea de a dónde irán a parar estos pergaminos con el tiempo, pero lo que sí sé es que alguien los leerá, y espero que esa persona tenga la paciencia para comprender.
Os advierto que habrá cosas que escapen de vuestra comprensión. Acontecimientos increíbles que parecen sacados de la imaginación de un demente. Historias que tal vez consideréis paganas y peligrosas. Decidid ahora. Podéis elegir salvar vuestra cordura y alejaros de esta historia, o podéis seguir adelante dispuesto a asumir los riesgos. Os pido perdón desde ahora si el conocimiento que os daré en mis memorias os lleva a la muerte. O a la locura.
Mi nombre es Arnald, hijo de Pons de Maureilham. Durante mis años de juventud fui miembro de una orden secreta llamada"Los Caballeros del Grial".
Pues bien, con esto podéis creer que fui un alto miembro de esta orden. Pero la verdad fue que me vi involucrado hasta lo más profundo de este asunto sin querer. O al menos así pensé mucho tiempo, hasta darme cuenta que fui elegido para eso. Y así descubrí poco a poco verdades que hubiera preferido no conocer, y que iré relatando conforme sea necesario.
Mi parte de la historia se remonta, como era de esperarse, a mi origen. Nací y crecí en Béziers, un hermoso pueblo de gente valerosa situado en Provenza. Béziers está junto al río Orb, y el único medio para cruzarlo y llegar, aparte de las barcazas, es el antiguo puente romano situado a los pies de la villa. Una amplia colina es la base de la ciudad, que está rodeada de muros imponentes y elevados. ¿Cómo describir la hermosa vista que se aprecia al llegar? Por encima de estos muros se alza la Torre Ventosa y la Catedral de San Nazario. Para acceder a nuestra villa existían tres enormes puertas siempre vigiladas.
Pero mi lugar favorito era hacia el lado este, donde la colina descendía hasta el riachuelo de San Antonio. Un puente lo cruzaba, y por encima transcurría la antigua vía romana a Montpellier. No puedo evitar que mis ojos no se llenen de lágrimas al recordarlo. Cuando caminaba de vuelta a casa por el puente amaba sentir el murmullo del viento en las hojas de los árboles, y escuchar el andar impetuoso del río. Podía ver al atardecer como si los muros fueran de un hermoso color rosa. Y el cielo... Tan bello, tan azul, se reflejaba en las aguas del río, rodeado de un verde encantador. ¡Oh! ¡No quiero llorar! Ya he pasado y vivido demasiado para eso. Lo que sí tengo claro es que la nostalgia por mi amado Béziers me ha acompañado toda la vida, y así será siempre.
Fui criado en la corte del senescal de la villa, Bernard. Aunque más bien debería decir la corte de la joven dama Bruna de Béziers. Cuando mi padre murió, mi tío Bota se hizo cargo de mi crianza, y me entregó al senescal para que me enseñara como ser un caballero.
Vivía enamorado de la dama Bruna. Teníamos la misma edad, pero yo seguía luciendo como un mozalbete sin gracia. Ella ya era una dama encantadora. La vi desde muy pequeño, y pensé que esa hermosa criatura era un ángel que había venido a visitarme del cielo. Se decía en aquel entonces que la dama más hermosa de la cristiandad era la loba de Cabaret, y que esa mujer podía conquistar a cualquier hombre con solo una mirada. Pero yo aseguro que Bruna de Béziers era tan linda que con una sonrisa no solo conquistaba, también te dejaba enamorado.
Y así vivía yo entre la casa del senescal de Béziers y la de mi tío, esperando el momento en que la dama girara a verme y me dedicara una sonrisa, o inclinara la cabeza para saludarme. Vivía suspirando por ella, mirando atento su maravilloso y grácil andar, buscando siempre su mirada y cercanía. Bruna, cultivadora de la finn' amor, se limitaba a sonreírme y a atraerme con su mirada que, en honor a la verdad, eran honores más que suficientes para alguien que ni siquiera era caballero. Yo esperaba el día en que sería nombrado, solo así podría lanzarme a la conquista. Le pediría ser su caballero y yo sería siempre su trovador, porque estaba seguro que la alianza matrimonial con ella era imposible.
Me figuro que si vos, mi lector, no vivís en Languedoc y no tendréis muy claro qué es la finn' amor. También sé que en otras cortes de la cristiandad nuestras viejas costumbres no son bien vistas, los monjes las critican, como si estuviésemos cometiendo adulterio. Debéis saber que en este amor se entrega el alma, y no el cuerpo. Un conjunto de técnicas, sonrisas, miradas y coquetería caracterizaban el finn' amor, y el gozo y placer que daba esto se llamaba "joy".
Fue por aquellos días que Bernard de Saissac llegó a Béziers en busca de un nuevo integrante para la orden. Y así fui escogido. El senescal me recomendó como un excelente paje, y entonces conocí al gran maestre.
—Vuestro tío y el senescal aseguran que sois un joven dedicado y meticuloso. Atento y cortés —me dijo Beranrd. Yo sonreí a medias, aceptando los halagos.
—Hago lo que puedo, señor —murmuré con humildad.
—Veréis, muchacho. Creo que tienes todo lo necesario para una misión. Yo no soy un señor común y corriente. Debéis jurarme en este momento, en nombre de todo lo que consideréis sagrado, que no hablaras con nadie sobre lo que voy a contarte.
—Lo juro, señor —contesté con cierto temor—. Lo juro por el nombre de Jesucristo si es necesario —agregué convencido, y hasta me persigné. Bernard me sonrió, complacido tal vez de que me haya tomado en serio sus palabras.
—Existe una organización secreta. Se llama la orden de los caballeros del Grial. Y yo soy en Gran maestre.
Lo escuché con atención, y me quedé fascinado con esa historia de una orden secreta de caballeros, aunque no reveló más que eso. No entendí bien para qué me quería y cuál era mi misión, hasta que me dijo que me llevaría a París para entregarme como paje a su hijo Guillaume. Yo hablaba oíl, el idioma de los francos, así que supuse fue por eso que me escogieron.
Fue así como dejé Béziers, no sin antes ir a despedirme de mi señora Bruna. Ella me recibió, me sonrió, me deseó la mejor de las suertes y permitió que le dedicara una corta estrofa. Mi corazón latía de emoción al verla sonreír. Sentí que jamás sería tan feliz, y solo deseaba regresar convertido en un gran caballero para hacerla mi dama.
Meses después me enteré que ella se casó con el señor de Cabaret, y mi corazón se rompió en mil pedazos. Aunque siempre supe que el afecto que por ella me embargaba no era más que finn' amor, no pude evitar sentir ese vacío en el alma.
Llega entonces el momento en que tengo que hablar de mi señor Guillaume. Fue criado en Saissac hasta los catorce años, y luego su padre lo llevó a París donde lo dejó en manos de la familia de Montfort. Bernard de Saissac fue tutor de nuestro señor el vizconde Trencavel, ambos jóvenes se criaron juntos por un tiempo. Esto me hizo preguntarme una y otra vez cómo fue posible que del mismo virtuoso tutor salieran dos personas tan diferentes. Uno, modelo de caballeros, y el otro todo lo contrario. Por supuesto, la antítesis de un caballero era Guillaume.
Al principio me costó mucho adaptarme a mi nuevo señor. Me resultaban insoportables sus costumbres francas de andar en tabernas, apostando y metiéndose con las damas cuyos maridos andaban ocupados en alguna guerra. El mejor amigo y hermano de armas de Guillaume era Amaury de Montfort, el hijo del señor. Este siempre lo presentaba como un gran señor de una tierra lejana, y debo reconocer que eso le daba popularidad entre las damas. A Guillaume parecían gustarle mucho las mujeres, pues siempre estaba de conquista en conquista junto con Amaury. Una conducta que yo consideraba deshonesta y escandalosa, indigna de hombres de bien.
Los dos fueron grandes amigos, o debería decir grandes idiotas. Ahora puedo decirlo, pues ya no tengo a ambos burlándose de mí, o censurándome por ser correcto. ¿Acaso creían que las mujeres eran un simple entretenimiento para usar y desechar? Parecían no tener idea de lo que es el respeto y el afecto verdadero que se debe profesar a una mujer.
Después de cuatro años en París al servicio de Guillaume seguía pareciéndome insoportable en ocasiones. Se burlaba de mí, de mis costumbres refinadas y del respeto que mostraba siempre ante las mujeres. Me llamaban "Arnald, el pilar de la moral". Incluso tenía que soportar a Jean, el escudero de Amury, quien siempre me andaba molestando.
A veces entendía sus burlas y el choque entre sus costumbres y las mías, pero en verdad no me interesaba cambiar o ceder ante mis principios. Fui criado en una encantadora corte donde una mujer era el centro del mundo, al igual que muchos caballeros de mi tierra. Eso es lo que nos diferencia de los francos.
Cuatro largos años habían pasado desde que dejé mi hogar en Béziers, y no había vuelto a ver a nadie. Aunque siempre estaba enterado de todo lo que pasaba en Béziers gracias a las cartas de mi familia y de Luc, el primo de Bruna que siempre fue un gran amigo mío.
No sabía hasta cuando permaneceríamos en París, pero un día llegó una gran noticia. Una carta de Bernard de Saissac a su hijo diciendo que iría de visita, que ellos dos tenían que hablar como caballeros de la orden. La noticia de que nuestro gran maestre parecía dispuesto a contarlo todo nos hizo pensar que quizá regresaríamos a nuestras tierras. Por aquel tiempo yo estaba feliz de saber de mi regreso. Ahora pienso que hubiera querido que ese encuentro nunca se realizara.
No tenía idea de nada. Ni siquiera puedo decir que mi vida previa fue un entrenamiento para lo que estaba por venir. Oh no, nadie está preparado para eso.
Pues la razón de la visita de Bernard a París no traía esperanza, sino noticias tenebrosas que se manifestaron en los sueños de una dama profeta. Sangre. Muerte. Guerra.
La rata devoraría al ruiseñor. El mediodía se cubriría de sangre.
Dos frases que no parecían decir nada, pero que solo significaron la destrucción de todo lo que alguna vez amé.
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Manuscrito de Mireille
Quisiera comenzar aclarando quien soy, esperando que no os sorprenda de sobremanera y dejéis de leer esto por considerarlo indigno, porque quien escribe es una mujer.
Mi nombre es Mireille, y os preguntaréis cómo es que una mujer común, alguien que empezó siendo doncella para ser exactos, conoce la escritura. Antes de que desistáis, quisiera deciros por qué escribo. Esta es parte de mi historia dentro de un misterio en el que me vi envuelta sin quererlo, aunque en realidad fui escogida para eso. Es la historia de la señora Bruna, y de eso que algunos llaman Grial.
Yo nací y crecí en la hermosa villa de Béziers. Mi madre era doncella de Marquesia de Montpellier, la madre de Bruna. Pero más que su doncella fue su amiga, como mi señora y yo. La señora Marquesia se casó a los quince años con el señor Bernard de Béziers, e insistió en llevar a mi madre con ella. Dijo que un juramento de parte de mi madre las unía, que ella debía de estar siempre a su lado protegiéndola y cuidándola como solo ella sabía.
Nací en el mismo año que mi señora Bruna. Nunca supe quién fue mi padre, pero sospecho de un soldado de la guardia de Béziers de quien mi madre se enamoró, y que murió poco después sin siquiera un compromiso.
La dama Bruna y yo crecimos juntas, desde pequeñas nuestras madres nos criaron de la misma manera, nos trataron igual y nos enseñaron lo mismo. Siempre supe que no era una dama, sabía cuál era mi lugar. Era la hija de la doncella y solo eso, una sirvienta. Pero a la señora Marquesia le gustaba nuestra amistad, y cuando Bruna empezó a estudiar lectura y escritura, ella misma pidió que la acompañara en sus clases porque se iba a aburrir sola.
Quizá no sea normal en vuestro lugar de procedencia, pero las damas del mediodía solían ser mujeres cultas, educadas desde pequeñas en las letras al igual que los caballeros. Así que por suerte yo también recibí parte de esa educación. Y no dejé de practicar, pues Bruna siempre elogió mi buena caligrafía.
Pero la tragedia siempre nos rondó a mi señora y a mí. Cuando tenía once años mamá murió en un accidente. Se cayó mientras caminaba llevando unas frutas para la señora Marquesia, se golpeó la cabeza, se desmayó, y nunca más despertó. Su sorpresiva muerte nos consternó a todos, sobre todo a mí. Y pronto le tocó el turno a Bruna.
Cuando ella tenía doce, la señora Marquesia enfermó. Ni todos los sanadores que el señor Bernard hizo traer la pudieron ayudar. Fue entonces que la señora Marquesia me sorprendió cuando me mandó a llamar en su lecho de muerte. Estábamos a solas, y yo tenía miedo.
—Me muero —dijo con un hilo de voz y respirando agitada—. Tienes que jurar, igual que tu madre, que protegerás a Bruna. Que nunca la abandonarás, que serás su apoyo.
—No habléis más, mi señora. Yo juro eso y mucho más. No dejaré a Bruna sola.
—Muy bien. Ahora debes saber una cosa. Le he entregado a Bruna un mensaje muy importante, pero no debe abrirlo aún, es muy joven. No debe perderlo, no puede. Y debes asegurarte que no lo haga, que lo lea algún día, y que cumpla con mis designios.
—Así será, mi señora —prometí, aunque no entendí por qué me estaba encomendando tal cosa.
—Cuídala —dijo, y luego se quedó dormida.
No sabía yo que nunca más abriría los ojos, pues poco después la mujer murió de fiebre. Fui la última persona con quien habló. Cuando le conté a Bruna sobre ese mensaje de su madre, ella no le dio mucha importancia, es más, le aterraba la idea de las palabras de su madre después de la muerte.
Con la partida de la señora Marquesia una parte importante de Béziers murió con ella, el espíritu del joy. Pero pronto Bruna, como buena dama del mediodía, se convirtió así de joven en la alegría de Béziers. Ella daba el espíritu de la finn' amor, era la que recibía a los trovadores y juglares, quienes siempre le dedicaban canciones. Con Bruna a cargo las cosas mejoraron en Béziers. Ella era el alma femenina de nuestra villa.
Todo siguió así, hasta que casaron a mi señora con Peyre Roger de Cabaret. En un principio ella se opuso, hizo todos los berrinches posibles, huelgas y escándalos con tal de no irse. No sé cómo el señor Bernard la convenció de que era su deber como dama aceptar al caballero que su padre escogía. Eso era algo que siempre supo, pero en ese momento hubo algo que le hizo imposible aceptar aquello. Bruna ya no pudo oponerse más, y se fijó la fecha para nuestra partida a Cabaret.
Mucho había oído hablar de aquel lugar. Que era una ciudad inexpugnable, en su riqueza en minas de hierro, oro, plata. Aunque eso poco importaba a los trovadores que no se cansaban de elogiar a la dama loba. Decían que Cabaret era el castillo del Grial, porque a Orbia de Penautier se le conocía también como "la dama Grial", pues aquellos que atesoraban el joy como el Grial la consideraban a ella la máxima exponente.
Partimos una mañana, y en un par de días llegamos a las inmediaciones de la montaña negra. Fue entonces que apareció a mi vista el que sería mi nuevo hogar. Tres castillos conectados entre sí, unidos por diferentes muros y torres. Parecían ser la corona de la montaña negra, ahí a lo alto tan magníficos. Aunque tenía cierto aire aguerrido, a mí me pareció encantador. Pendones y gallardetes con los colores de los señores locales y nobles visitantes ondeaban. No se podía esperar menos, era la capital del joy y de la finn' amor. Mis ojos se desviaban a los colores, a la música, a las sonrisas. Sí, ese era el reino del Joy. Mi señora trató de fingir indiferencia, pero yo notaba como sus ojos brillaban.
Conocimos a Peyre Roger. El señor Bernard y él se trataban con mucha familiaridad, y Bruna no tenía buena cara. El señor Peyre no se cansó de elogiar la belleza de Bruna y de decir lo feliz que estaba de hacerla su esposa. Pero mi señora seguía triste y sonreía solo para no enojar a su padre.
Me dolía verla así, sentía que algo de su corazón y su alma se estaba rompiendo. Ella no deseaba casarse. ¿Y quién querría con solo catorce años? Era el destino que debía aceptar como la dama que era, considerando que otras hasta se casaban más jóvenes. Incluso se atrevió a cometer una acción desesperada para que la repudiaran, pero ni eso logró. ¿Tantas eran sus ansias de mantenerse soltera? Pero no era eso, lo único que Bruna deseaba era ser feliz, nada más.
Después de la boda ella se mantuvo expectante. Aunque tuvo la esperanza de liberarse, de golpe aceptó que ya era la señora de Cabaret y una mujer casada. Fue muy triste para mí ver su repentino cambio. Ya no sonreía como antes, dejó de ser la dama que practicaba la finn' amor y amaba las trovas. Al contrario, huía de los trovadores, de las fiestas. Me dijo que la finn' amor era una estupidez, que lo único que hacía era ilusionar los corazones con promesas vacías que solo llevaban al sufrimiento. Pero eso sí, nunca abandonó su gusto por la poesía y las letras.
Y quizá no solo fue por eso, sino porque de cierta manera mi señora se vio eclipsada por quien parecía ser la ama y señora del mundo, la dueña de todas las atenciones y a quien en verdad todos en Cabaret y Lastours idolatraban. La dama loba, la dama Grial. Orbia de Pennautier. Incluso a mí, siendo una mujer, me parecía seductora. A veces no podía dejar de mirarla, todo en ella era tan bello y atractivo que me abrumaba.
Se suponía que ella no era ni la señora de Cabaret, pero figuraba como tal, aunque no cumplía las funciones. Era Bruna quien se encargaba del "trabajo sucio", por así decirlo. La señora Bruna cuidaba de los asuntos con las cosechas, las provisiones, parte del presupuesto, la comida, el ordenamiento de los castillos. Orbia solo se dedicaba a ella misma y al joy.
De cierta forma eso era bueno para mi señora Bruna, pues se mantenía oculta entre las sombras, dedicada al bienestar básico de Cabaret, y cumpliendo funciones que a veces hasta su marido dejaba de lado. Aún así, los habitantes de Cabaret no la tuvieron en buen agrado.
Cuando iban trovadores los evitaba y por eso pensaban mal de ella, como si quisiera evadir aquello que le daba hermosura y belleza al lugar. Y cuando tenía que estar en alguna fiesta, siempre silenciosa, era trovada por compromiso por todos. Jamás agradecía, y eso le dio fama de una mujer difícil, un reto de conquista para los trovadores.
Fue eso de cierta manera lo que atrajo a Peyre Vidal hacia Cabaret en busca de Bruna. Llevaba él un tiempo sin visitar el castillo, a pesar de ser uno de los trovadores que juró amor eterno a la dama loba. Peyre estuvo por un tiempo en las cortes inglesas, de Tolosa, en el norte de Italia, de Aragón, de Cataluña, de León y Castilla. En fin, de casi todas las cortes más importantes. Era famoso por su facilidad de palabra, por sus amores galantes y por su ingenio.
Y así fue que Peyre Vidal llegó decidido a conquistar a mi señora. Bruna en un principio no prestó mucha atención, incluso enviaba a otra doncella a recibirlo como si fuera ella. Poco a poco Peyre fue ganando terreno con mi señora, de vez en cuando hasta le arrancaba una sonrisa, cosa que a mí me alegraba bastante. Hasta creí que esa tal Rosetesse de quien tanto Peyre transmitía las trovas en realidad no existía, y que todas esas canciones eran dedicadas a mi señora.
Antes de continuar, quisiera hablar de la relación de Orbia y Bruna. Las dos, señoras de Cabaret, pero con funciones distintas. Mi señora le daba la fortaleza al castillo, y la otra solo sabía de juegos de amor.
La señora Orbia siempre se comportó amable con Bruna y conmigo. Fue ella quien le presentó a la señora Guillenma, que a mi parecer fue la única amiga que tuvo Bruna en Cabaret. Era una joven viuda muy bien dispuesta para ayudar, pero también cultivadora del joy. Es de ella de quien el señor Peyre Roger estaba en verdad enamorado. Bruna lo aceptó, porque así son las cosas entre los nobles. Rara vez aman a sus esposas, y siempre tienen los ojos en otras.
Orbia era encantadora, pero no puedo afirmar lo mismo de su esposo, Jourdain. Lo detestaba. Y sé que él hacía lo mismo con mi señora, ella tampoco ocultaba su desagrado. Lo peor de todo era que quizá él tenía razones para detestarla, una culpa que mi señora pagaba en silencio.
Y así corrían los días en Cabaret. Con la señora Orbia coqueteando, rodeada siempre de un séquito de damas risueñas que la acompañaban en sus conquistas. Con mi señora Bruna ocupándose de los quehaceres en Cabaret, y tratando de alejarse del maravilloso mundo de la finn' amor. Con Peyre Vidal cantando para ella e insistiendo en conquistarla aún a la distancia con sus hermosas trovas. Con Peyre Roger preocupado siempre por el bienestar de Bruna, aunque más ocupado en su amor con Guillenma. Y claro, con Jourdain y sus desprecios hacia mi señora de los que ella nunca se quejaba.
Bruna y yo teníamos el permiso de visitar Béziers una vez al año, justo a inicios, por el cumpleaños de su padre. Era invierno y el viaje estaba cerca, pues a pesar del frío Bruna siempre insistía en ir, y el señor Peyre Roger no se negaba.
Teníamos una rutina. Nuestra vida era lo que se suponía tenía que ser. Bruna era infeliz, es cierto. Yo me había conformado. Pero esa supuesta infelicidad, esa vida a la que nos acostumbramos, sin duda era mucho mejor que todo lo que nos aguardaba por vivir. Ojalá, Dios mío, hubieras sido piadoso con nosotras.
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(1) Jaufré Rudel, 1125-1148
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¡Hola, hola! Feliz fin de semana a todas, y espero que hayan disfrutado de este primer capítulo. Un poco de los manuscritos de Arnald y Mireille, quienes legarán para el futuro su versión de la historia. Por supuesto, hay mucho por conocer, otros personajes que irán apareciendo. Pero ya tuvimos un vistazo general de la percepción que tienen ambos de los protagonistas: Guillaume y Bruna.
Cuénteme sus impresiones, ya saben que es lo que más espero <3
Próxima actualización: Miércoles 26
¡Hasta luego!
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