Petra

Muy lejos de todos los acontecimientos, una historia paralela se desarrollaba tal que una rosa abarca el espacio con sus espinas.

- ¡¿Y qué si quiero irme a investigar al Monte de Fuego!?- decía la chica al dar un golpe en la mesa.
- Cariño es un sitio peligroso, además deberías quedarte cuidando de la casa y de tu hermano pequeño. - la madre le acariciaba los hombros tranquilizándola.

- Pero, siempre me quedo, y también Hager ha crecido bastante, pronto, podrá venir conmigo- indignada-
Me falta esto, para encontrar el yacimiento de Guiramita, nos haremos ricos, y ya no tendremos que estar en la granja.

- Ese yacimiento es un mito Petra,- dice su padre al entrar en escena.
- ¡Pero el abuelo lo encontró!- exclama.
- Se lo llevó a la tumba, seguramente a causa de su locura.
- ¡No hables del abuelo en esos términos padre!- el tono de Petra sube cada vez más.
- ¡Te pasará lo mismo si sigues por su camino!- un silencio sepulcral apareció después del último grito.

Los ojos de Petra empezaron a generar lágrimas que limpiaban sus mejillas llenas de polvo y roña.
Después de una mirada de odio a su padre, se dió la vuelta y marchó de la casa con un portazo posterior.

El hombre se echaba las manos a la cabeza.
- Deberías ir a buscarla- dice la madre bajo la luz de las llamas.
- Volverá,- su voz interrumpió el sueño del pequeño Hager.

Petra corría por la pradera despavorida a causa del dolor de la pérdida de su abuelo, ella estuvo muy unida a él, y aún seguía atormentándola el sentimiento.
Su padre sabía perfectamente porqué seguía buscando el yacimiento mítico, pero él seguía sin respetarlo. Cada paso que daba Petra en su descubrimiento, se acercaba más a su abuelo.

El hogar de Petra no era más que una pequeña cabaña, con un establo. Después de la pradera, delante suyo estaba el afluente del Nea, que era por donde pasaban todos los salmones en esas épocas. Su familia se ganaba el pan de esa manera, su padre cogía el carro y llevaba pescado fresco todos los días a la Ciudadela.
Ella soñaba con que algún día encontraría ese yacimiento y vendería sus piedras a todos los habitantes de la ciudad.
Aunque cada vez estaba más lejos de ese sueño.

Anduvo durante esos parajes en la fría noche, el viento cantaba con el roce de las paredes de piedra que protegían el valle del río. Camino arriba, una sombra se vislumbraba en la oscuridad, una forma humana, estaba varada en la costa del río y sus corrientes. El torso se encontraba en la superficie del agua,mientras que las piernas eran tapadas por el riachuelo.

Petra se acercaba cuidadosamente y al fijarse detenidamente pudo vislumbrar el rostro de la joven, un rostro lleno de escamas negras en la mitad de su cara donde estaba su ojo rojo y felino, el vapor que ocasionaba la diferente temperatura de su cuerpo y el río, rozaba las manos de Petra, sucias y humildes, llenas de cayos y trabajo.

La entusiasta chica, arrastraba el cuerpo inválido y dormido, a través de la noche.

-¡Mamá, Papá!, ¡ayudadme rápido!-
Los dos cogieron el cuerpo medio inerte.
- ¡¿Que coño ha pasado!?
No sé, estaba paseando y de repente apareció la joven en el río...- estaba histérica.-

Tiene heridas feas... Debe de haberse caído o algo- El padre pone su oído en el pecho- Parece que respira.-
La cara de alivio de la pequeña Petra era indescriptible.

Un rato más tarde Elea dormía en la cama de Petra, con vendas en todas partes.

Petra caminó con suavidad hacia la cama, su mirada estaba fija en los ojos de la chica, cerrados y callados. Sus labios carnosos tenían su expresión característica, seria, de sufrimiento y soledad, por acontecimientos pasados. Habiendo vivido todos esos sucesos, y tenía que seguir sin decir nada, inconsciente.

La joven se sentó en las sábanas y vislumbró una pequeña escama oscura que se le había quedado a la durmiente, debajo de las pestañas.
Justo cuando se la quitó, Elea se levantó bruscamente y cogiendo a Petra por el cuello, la amenazó con sus garras transformadas.
Los ojos que pudo ver anteriormente Petra no tenían nada que ver con los que tenía Elea en ese instante, rojos y felinos, como cuando su amor la traicionó, tirándola por un barranco mortal.

Al despertar de su instinto salvaje, Elea inspiró cogiendo aire y suspiró profundamente. Y soltando todo dijo...

- He vuelto a la vida...- su mano no había dejado a la pequeña Petra.
Esta apartó el brazo de Elea, bruscamente. La chica tenía fuerza.
Tosió bruscamente soltando un poco de agua. Unos minutos después, todos salvo el pequeño de la familia, estaban en la cocina debatiendo sobre lo ocurrido.
- Entonces, ¿no recuerdas nada?- El padre de la niña tenía un semblante serio. Una joven que aparece en un río, demacrada, y aún encima con amnesia.
- Lo único que recuerdo es el haberme caído, a un vacío muy grande.- la familia intercambia miradas extrañas.
- ¿No te habrás caído por los acantilados? Es increíble como has podido sobrevivir - La madre fue para acunar al pequeño Hager con una impaciencia que impregnaba la sala.

Elea, se sentía tranquila en ese entorno, tenía la esperanza de que volvería a recordar todo lo sucedido. Aunque el pasado fuese doloroso. Como primera impresión Petra parecía la típica chica de campo, pero su entusiasmo y los aparatos que portaba, la hacían semejar a una aventurera.
- Bueno, de momento, podrás quedarte en nuestra casa hasta que recuperes la memoria, después te llevaremos con tu familia. - En ese momento, al escuchar la palabra familia, una tristeza inundó a la joven de cabello castaño. Como si esa nostalgia le resultase familiar. Petra se acercó a ella.
- Me presentaré, yo soy Petra, y estos son mis padres: Joan y Galiera.
Y el pequeñin es Hager.
- Encantada, pueden llamarme Elea.-

Pasaron días, y nuestra protagonista se fue acomodando en la familia de los pescadores. Petra hacía buenas migas con Elea, ya que le enseñaba todos los tesoros y sueños que tenía, el Yacimiento, su abuelo y casi todo sobre ella. No se preguntaba demasiado sobre la nueva, los padres no querían forzar los recuerdos, una amnesia es difícil de llevar. Pero había algunas cosas que le resultaban familiares.

- Buenos días, Elea...- Petra andaba hacia el río tranquila, mientras saludaba a su compañera. En aquel tiempo habían conseguido hacerse amigas.
- Buenos días...- Elea sujetaba un sable bastante largo. Lo miraba con cautela.
- ¿Empiezas a recordar algo?- Petra estaba un poco cansada de tanta delicadeza, tenía unas ganas enormes de saber la historia de la joven, sus marcas de la noche en la que fue encontrada, no eran normales. Esa fue su primera vez en ver algo mágico, de cuento. "Seguro que tenía unos relatos increíbles, con elfos o con seres feéricos" pensaba para sus adentros.
- Petra... Tengo algo que confesarte...- Esta le miró levantando una ceja.

- Ya recordé todo mi pasado, hace un tiempo, pero no quería decirlo...- su expresión fue una contradicción del júbilo. Al contrario que la de su amiga, que estaba con la emoción desbordante.- ¡¿ En serio!? ¿Y que recuerdas? - dijo interesada.
Las lágrimas le caían como gotas de lluvia en su rostro aparentemente reptiliano. La sorpresa de Petra seguida de sollozos premeditados.
En ese mismo instante inesperado, la pequeña aldeana, se dió cuenta de que sus recuerdos probablemente no serían nada bonitos. Pero era imposible que todo fuese triste y desesperante, como para tener que derramar lágrimas.
Elea abrazo a Petra, mientras se desahogaba de todo lo sucedido. La partida de su pueblo, el poder maldito de un dragón, la muerte de su madre, la traición de su primer amor, y en definitiva toda su historia.

Un rato después, Elea se confesó a su primera y única amiga, le informó de su viaje con la Compañía, de porqué los Nigromantes la querían, de los familiares caídos, sin mencionar a Dallin en todo momento. Era demasiado, por todos los momentos íntimos que pasaron.
Petra no sabía cómo reaccionar a todo eso, a la existencia de los dragones, de la magia. Era su primer contacto con el mundo real, fuera de sus tierras de cultivo, fuera de su valle donde nació.

Para poder demostrarlo todo, Elea le enseñó su transformación de Dragón.
Cuando su cuerpo cambia, y la mitad de su rostro, se convierte en escamas incandescentes, que quemaban todas las lágrimas, pero que no la sanaban por completo. Un ojo carmesí y sus cuernos semejantes a los de Yuna.

- Por favor, no se lo cuentes a tu familia, no quiero que se involucren, yo... Te lo he mostrado, porque eres la primera persona con un poco de confianza que tengo, además de La Compañía. Pero, hay un precio por saber esto, que ahora estás dentro, y los Nigromantes te tendrán en cuenta a partir de ahora. Por favor, ayúdame... - Petra, miró para sus adentros y pensó en dos posibilidades,
Uno, escapar, decidle a sus padres que hay un monstruo entre nosotros y que es peligroso, pero nunca poder salir de la granja, y tener que cuidar a su familia por el resto de su vida. O por otra parte, ayudar a Elea, una chica con una historia sobrecogedora, que sucedió fuera de los acnatilados, en el mundo de fantasía y de los cuentos, en el mundo real. Poder con ella, juntas, salvar el mundo de los Nigromantes. Una de las opciones estaba más cerca de conseguir su sueño.
Suspiró, haciendo esperar a Elea con lágrimas en los ojos.
- Bueno, algún remedio encontraremos para resolver esto...- la risa de Elea, expresaba la mayor felicidad alcanzada por ella. No tenía palabras para el acto que su amiga había hecho por ella.
En ese momento, las dos chicas se preparaban para su viaje hacia el mundo nuevo.

- Dime un cosa Elea... - Esta la miro a los ojos.
- ¿Tienes algún sueño?

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