Pasos de Piedra
Las ganas de surcar el mundo, y descubrirlo al lado de su amiga, no carecían en la mente de Elea. Todo optimismo era bien poco en esa situación, pues La Compañía no estaría para ayudarla en ese momento. Todos lo peligros, amenazaban con desplomar a la joven, mas un rayo de esperanza y la guía de Petra, eran esenciales para descubrir el misterio de los dragones.
El paisaje de hojarasca al que estaban acostumbradas, se fue cambiando por tundras de gran superficie pulida y homogénea. El nuevo mundo le esperaba, y no sería tan necia, como para que le apuñalaran por la espalda de nuevo. Las cicatrices le habían vuelto otra persona, junto a Petra. La personalidad tímida de Elea, se transformó en algo arisco, pero sutil. Perseverancia, y entrenamiento, todas las mañanas. Yuna cada vez se volvía más poderosa.
Pero el trayecto no era para nada indiscreto. El rastro, era perseguido por una presencia desconocida de los alrededores. Sin embargo no pasaba desapercibido, para Yuna. Que se quedaba callada en el interior de la chica, al saber que era del todo inofensiva.
En un momento del trayecto, las dos paran en el escaso riachuelo. El paisaje que se encontraba entre ellas, no dejaba indiferente, pues ni un árbol, hondonada o elevación alguna, tenía que ver.
- Dime Petra, además de la minería, que hacías antes en tu hogar...-
Hace días que dejaron la casa de Petra, sin ser vistas.
- Pues, me encanta inventar, por ejemplo estas gafas, las construí con seis años- la chica saca los oculares aparatosos que llevaba puestos en el cabello rizado, llenos de polvo y cachivaches sin sentido.
-Pero... También tengo más cosas,- de la bolsa sale una caja, que con mínimo roce saltaban los engranajes, destruyéndolos por completo. La chica se ríe, contagiando a Elea.
La amistad de ellas dos, se basaba en hechos pasados pero también las vivencias mutuas que compartían hacían más fuerte su lazo. Petra había sufrido una pérdida importante, igual que Elea, lo que hacía que la chica de cabellos rizados, empatizara perfectamente con ella.
El problema de Elea que debía erradicar, era la soledad. Que poco a poco era un vago recuerdo de lo narrado. La traición de Dallin, le rompía el corazón. Pero no debía quedarse en el pasado, tenía que ser más fuerte, sus hermanos los dragones, le ayudarían en su encomienda.
- Una cosa Elea... ¿Nos llevan siguiendo desde hace tiempo verdad?- ella asiente.
- Desde los Bosques Cromosos, fue ahí cuando note una presencia extraña.
Ahora mismo está con nosotros.
- ¿Pero qué...?- los ojos de Petra no daban crédito.
- Parece que nuestro amigo se esconde bien...- Elea le ordenaba al aire, haciendo que las piedras de la llanura sobrevolaran sobre ellas y con los minutos, el cuerpo de roca iba apareciendo. Un pequeño Golem de la altura de ellas dos, se puso de pie con aire confuso.
La cabeza es compuesta por unos surcos dibujados, y el resto con partes pulidas a mano, con cuidado y sencillo. Se comportaba como un niño mudo, solo observando a sus descubridoras.
- ¡¿Q-Qué es eso?!- Elea, a diferencia de su amiga actuaba con normalidad pues, había estudiado golemancia en la escuela de magos, además de control de elementos, lo que significa que, era fácil tratar con presencias mágicas, aunque esta fuese de lo más peculiar. Nunca hubiera pensado en el haberse percatado de aquello, la presencia del pequeño evocaba un gran sentimiento de lealtad en el corazón de ella.
- Un Golem de piedra, que ha perdido a su amo. Estaría desamparado en el Bosque que pasamos hace rato...
- Pero... ¿Qué rayos te enseñaron en esa academia de magos?- Elea ignoraba el tono grosero de la chica.
- Alquimia, Golemancia, Artes mágicas... Sólo lo básico.
- ¡Lo básico!- exclama aún sin creer que existía un mundo tal como lo narraba la "loca de los dragones".
- En fin... ¿Y que hacemos con él?- el golem, las miraba extrañado.
- Podemos destruirlo, o llevarlo con nosotras...- Petra era demasiado buena, como para desconectarlo a sangre fría.
- Llevaremos a "Rocalo" hacia el mismo paradero. Nos ayudará, seguro.
- Ya le cogiste cariño, ¿verdad?
- Si - sonríe ampliamente. Una chica que con la facilidad, podía resolverte un problema con una sonrisa de amistad.
Elea dibuja un círculo de transferencia, en el suelo, rayando la tierra. La alquimia estaba ligada a la Golemancia directamente. Era una parte de la magia, muy importante, que servía para dar vida o manipular materia inerte al libre albedrío. Solo sabía cosas básicas, pero, le servía perfectamente para poder acaparar la pertenencia del Rocalo y volverlo su más fiel siervo.
Poco a poco, las líneas se iluminaron creando un halo, que afectó en gran medida al cuerpo de piedra.
Dándole conciencia. Un objetivo que perseguiría hasta el fin de su vida.
Exteriormente, Petra no lo veía igual, una energía de un carácter exiguo la impregnó completamente. La diferencia residía en su ser ecuánime. Artificialmente, podía comunicarse de forma muda. Con señas imperceptibles para los humanos corrientes, sin tener idea de lo arcano, o mágico.
- Ya está, ahora nos seguirá y obedecerá nuestras órdenes... ¿Petra?- la chica de alguna forma, se encontraba hablando con Rocalo.
Podía comunicarse. No era maga, y tampoco tuvo ningún tipo de contacto con el mundo arcano, ¿cómo podía ser capaz de hacer tal cosa?
- Petra... ¿Qué estás haciendo?-
- Hablar con Rocalo...- el golem responde con señas, incomprensibles.
A veces, hablaba en su lengua, que para Petra era totalmente entendible.
Elea estaba petrificada, con las capacidades innatas de su amiga. ¿Cómo aquella mente consciente de lo desconocido, pudiera saber aquel dialecto? ¿Sería cierto su pasado?
- Dice que está contento de tener un nuevo amo. Ahora podrá tener un objetivo con su existencia.- el ser asentía entorno a la afirmación.
- Está bien... Enséñanos lo que puedes hacer- cumplió la orden, mostrando todas sus transformaciones pétreas. La capacidad de su fuerza haciéndole honor a su antaño amo.
Las dos se quedaron impresionadas, a lo que Elea respondía con una expresión de indiferencia.
- Venga, tenemos un largo camino por recorrer...- Rocalo les seguía como un perrito faldero.
- Elea, mientras andamos, ¿puedes enseñarme algo de esa magia?- el silencio de ella, lo explicaba todo.
- Ya sabes hacer magia, antes pudiste hablar con él.- Petra no comprendía nada. Seguían viajando por las grandes extensiones de prados húmedos.
- Pero, tu tuviste que hacer un círculo muy extraño, para poder realizar eso... Yo sólo hablaba normal, no entiendo nada.
- Tienes un vínculo de contacto con la dimensión Arcana, que es el plano dónde los magos cogen la energía de los espíritus para hacer todo tipo de hechizos. Yo no tengo eso, mi magia proviene de Yuna. Al tenerla en mi interior mi cuerpo cambia, La Llama Eterna, me da la energía para hacer hechizos y manipular el fuego y mis sentidos.- La chica de rizos se quedó pensativa unos breves instantes.
- Quieres decir que, yo también tengo el don de la hechicería...
- Exacto. Especialmente la Golemancia, por los hechos que hace momentos ocurrieron. Podrías ser una excelente maga- a Petra se le iluminaron los ojos rápidamente.
- ¡Quiero que me cuentes más cosas Elea!- grita de emoción.
- Te puedo contar un poco de historia, eso se me da bien, pero la práctica tendrás que desarrollarla tú, ahora que tienes un sujeto de pruebas.
- Genial.- Las Montañas Azules se vislumbraban al Norte, muy altas se veían, para la tormenta que sobrevolaba sus laderas con frialdad. No presentaba nada bueno.
¿Cuánto faltaría para no tener que desear la muerte? Los pensamientos de Elea, hacían que se planteara el sentido de su vida, un experimento fallido que lucha contra una amenaza invisible, contra un amor destrozado, que se basa en los pilares de una promesa de su madre. ¿Se podría considerar un humano?
¿O un dragón?
Eso lo desvelaría, con la suposición de su existencia que aún está por desvelar, ella es la única. La única que podría salvar a todos, e unir a los dragones y humanos, una vez más, la Llama Eterna no pasaría inadvertida, de las presencias ignotas.
Pronto llegarían a El Gran Valle, el centro de todo Aska, donde se unen todos las regiones de cada raza. Un lugar transitado, de Comercio, donde no podrían llamar mucho la atención.
Unos gritos de furia alertaron a nuestras viajeras, y al propio golem.
"Socorro" "Ayuda" solo se escuchaba, parecía un hombre. Las dos no dudaron en correr hacia las voces, no podían dejar que aquella persona pudiera morir o sufrir en ello.
La mitad del rostro cambió en una llamarada, al igual que su ojo rojo, y las garras escamadas. Todo plateado y negro, con un cuerno de marfil bifuracado, como el cuerpo de Yuna. Igual que la dragona. Petra seguía sorprendiéndose en las transformaciones de Elea en batallas, aunque ya las hubiera visto previamente.
Corrían, por el suelo llano, hacia una parte de las montañas, que tenían la función de entrada al valle. Un ladera grisácea, y de rocas volcánicas que
dejaban atrás la tundra de faraónicas longitudes. Tuvieran que atravesar un terreno escarpado, con la intención de salvar una vida.
Llegaron, la imagen era un tanto satírica. Unos bandidos, con una espada corroída, intentando asaltar a un viajero de extraña armadura, con un yelmo corneado, con escrituras en sus detalles de oro. Sería un comerciante de países lejanos. Nunca visto. La armadura solo le dejaba ver sus labios carnosos y jóvenes.
- ¡Por favor, no tengo nada! ¡No me hagáis daño!- la voz desvelaba su edad, un chico como Elea o Petra. Rocalo seguía a la mujer de pelo rizo, con insistencia. Sin enterarse del panorama de pocos metros a la lontananza.
- Danos lo que queremos, esas preciosidades, seguro que se venden bien...- el bandido con la voz más rota, amenazaban con cortarle, seguramente sería el jefe de aquella extraña pareja. El otro, se veía más preocupado, pensaba que no sería buena idea lo que proponía.
- Venga Clarius, mejor dejémoslo irse, has visto escasos minutos lo que es capaz de hacer, tenemos el dinero, déjalo...- le movía los hombros, intentando convencerle.
- ¡No, hermano! Debemos aprovechar la oportunidad, y sacar el partido a esta extraña criatura.- el chico de la armadura, temeroso y con lanza en mano, apuntaba en señal de defensa, pero poco haría, ya que temblaba por todas las partes de su cuerpo, aterrado.
-Podría hacerte daño, tú con esa mísera espada y él con una lanza.
- ¡E-sstás en lo cierto! Puedo ha-aceros mucho daño...- no asustaba ni aún gato, Elea no sabía si ayudarle, de momento esperar al momento crítico.
Haber como se desarrollaban los acontecimientos.
Los hombres se acercaban más, acorralándolo contra las rocas de la ladera. Retrocedía poco a poco, mientras balbuceaba.
- He dicho... Qu-é... No os acerquéis...
- Venga, no creo que sea para tanto Selius- hablaban entre sí.
- No... Lo v-voy a repetir...- los otros no parecían escuchar.
- No... ¡OS ACERQUÉIS!- en el momento de el grito desgarrador, unas alas blancas y puras, se ondearon entre la espalda del joven, provocando un viento fuerte y afilado, que alejó a los captores hasta las piedras que los rodeaban, noqueándolos, las chicas estaban en presencia de una criatura de los cielos, con unas poderosas alas de marfil, con la envergadura de unos cinco metros. Suerte tuvieron de no haberlos matado. El chico se cayó por la cantidad de estrés y energía, desmayándose. Dejando que sus plumas probaran el polvo de entre la piedra seca.
Elea bajó como un rayo ladera abajo entre la grava, ayudando a su futuro compañero.
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