Fisura
Poco después de lo sucedido, nuestros compañeros abandonaron la zona, cansados y agotados. Los días se iban despejando, las nubes disipadas eran un vago recuerdo del cielo, y las palabras de nuestros héroes se las llevaba el viento con la desdicha de los difuntos. Por el largo sendero Elea se detiene desplomada con la mirada perdida en un consuelo que no llegaría nunca.
- ¡Elea, Elea! - grita Dallin al ver a su amiga sin alma. - Llevamos días perdidos sin rumbo, sin una misión, y no podemos volver a casa, estoy confuso y te necesito. ¡Despierta! -
En ese momento, una idea le sobrevuela la mente a Dallin, una idea que su corazón siempre pensó, incosciente, pero su mente no. Repentino, el joven coge los brazos de Elea y le abraza. Un abrazo cálido y poderoso. El corazón del chico latía a mil, tanto que Elea al poner su oreja en el pecho recuperaba su alma, sintiendo cada pálpito de su interior.
De repente ella se aleja poco a poco, colorada.
- Elea... - dice él con arrepiento.
- ¡Da igual! Ya soy la misma de siempre. Decías que no teníamos rumbo, ¿no?- sonrojada. - Dirijámonos al la maldita montaña.
- Vamos entonces...- responde Dallin.
El sol alcanzaba su punto más alto.
- Descansemos aquí un
momento. - aclara la joven.-
Voy a ver que podemos almorzar.
- Voy contigo.- dice el chico.
Elea lo mira con cara de pocos amigos.
Al acercarse a un riachuelo la chica coge una piedra y la tira en el agua cristalina.
- Elea... Entiendo que ahora mismo estás mal, pero no puedo ayudarte si no me dejas. Sabes perfectamente lo que llevo sintiendo estos últimos años, y nunca he tenido la oportunidad de decirte...- se calla.
-¿Qué?- contesta Elea.
- Que... Bueno, pues... - cortado.
- ¡Suéltalo ya! ¡Por favor! - estalla Elea.
Impresionado el chico abre la boca y dice.
- Te amo.- simple, rompedor, lo que nunca había sido hasta el momento.
- ¿Vas a declararte ahora? ¿¡En estos momentos de incertidumbre?!- enfadada.- ¿Por qué no lo hiciste, antes de partir, antes de todo este mareo de preguntas sin respuestas?, Antes de embarcarnos en un viaje a la muerte. ¿Por qué?- dice mientras se cae destrozada sollozando
Y de repente, en un revuelo intenso, Dallin coge a la chica en sus brazos de nuevo, hasta que las cabezas se acercaron, cada vez más. Los labios se juntaron, dejando que Elea se llevara por la pasión, olvidando la angustia, cambiando la tristeza de un ser amado, amando a otro. Olvidándose de los complejos de su existencia, al ver que una persona la quería tal y como era. Dejando al dragón en un sueño profundo, alzando el espíritu humano, creando un nuevo desequilibrio que cambiaría rápidamente.
Pasaron días, el viaje lúgubre, se volvió en un paseo alegre, nuestros compañeros inocentes se perdían por el sendero despreocupados cada vez que tenían la oportunidad de hacerlo.
Olvidando su destino principal, Elea se distraía en el amor, dejando a un lado la misión que su madre le había encomendado.
Un día, mientras ella se levantaba en medio de la noche, anonadada, observa el cuerpo de Dallin a su lado durmiendo plácidamente en la misma cama.
Cuando una vez tumbada, unos segundos, levanta la sábana y recuerda la última noche eufórica, riéndose con un punto de lujuria.
Se viste rápidamente, y deja a Dallin solo, para hacer un reconocimiento del terreno, y si hay surte, comer algo.
De repente, Yuna sale de su interior y empieza a hablar, interrumpiendo el paseo:
- ¿Qué crees que está haciendo?- dice la dragona enfadada.
- ¿De que hablas?- sorprendida.
- Llevamos días dando vueltas por los mismos parajes, sin centrarse en la misión, ¿y se supone que quieres honrar la muerte de tu madre? Lamentable...- dice Yuna indignada.
- Pierdes el tiempo, con ese humano, no puede comprender el deber que conlleva la travesía, es una distracción.
¡Ni te atrevas a decir nada sobre él! - dice sin gritar mucho.
- Elea, quiero que me escuches. Ese hombre, no es bueno. Desde que partimos del templo, no ha dejado de darme mala espina, tiene un espíritu oscuro y ancestral, algo familiar que no consigo recordar...- se queda Yuna pensando.
- Dallin es el mismo de siempre, el ñiño amable que jugaba conmigo- dice Elea.
De repente, unas sombras se acercaban a la posición de la joven, y esta alarmada por el mal presentimiento, se esconde en unos arbustos, ocultando su rastro.
De los árboles salieron dos espíritus malignos armados con yelmos huecos y armas corroídas por el óxido.
- Syshers...- piensa a sí misma.-
Yuna hay que encontrar a Dallin, se dirigen al campamento.
Elea corrió por la hierba que empezaba a mojarse a causa del rocío nocturno. Los árboles, que habían sido compañeros dóciles, mostrándoles fresca sombra durante el día, se comportaban de forma tosca gracias al viento, a causa de las palabras viperinas de la noche.
Cuando llega al campamento, Dallin había desaparecido y los atacantes, ni rastros de ellos, al venir hacia allí, Elea contó el número de enemigos, que fueron apareciendo al poco rato.
Los Syshers, se acercaron a Elea despacio, hasta que un nuevo personaje, entró en escena.
Dallin, de parecido capturado, se encontraba allí inmóvil.
Pero los espíritus empezaron a golpear, y a hacer estoques de forma aleatoria, como marionetas.
Dallin seguía helado, pero no mostraba miedo, seguía indiferente, con una mirada que Elea no había visto nunca.
- Dallin, ¡Ayúdame! ¿Qué haces?- grita Elea entre las heridas.
No parecía estar amordazado, ni tampoco poseído, ¡¿qué estaba pasando!? Hasta que de repente, Elea lo comprendía, él era quien los controlaba, quería dañarla, lo hacía con las manos rodeadas de un aura oscura y tétrica. Él era el Nigromante.
Elea se quedó con los ojos como platos, Dallin, quien había sido el amor de su vida durante unos días, estaba intentando matarla en esa noche, si alguien pensara fríamente sería muy irónico.
Llena de furia, heridas y dolor. Elea gritó todo lo que pudo, al ver que su cuerpo empezó a transformarse.
Su alma de fuego intentaba salir, de forma que la mitad de su cara se quemó, convirtiéndose en escamas de dragón, con un ojo rojo cubierto de llamas como el rubí. Mientras que la otra mitad de la chica que quedaba también furiosa, hacía todo lo posible de salir de la pesadilla.
Una mutación del hombre y el dragón, La Llama Eterna había llegado a su máximo nivel, lo que preocupó a nuestro Dallin.
Elea, (o Yuna) poseída por la rabia y la cólera, empezó a desgarrar a los Sysher, que estos desaparecían al contacto de las zarpas llameantes.
Cada vez eran más, el poder de invocación de Dallin era impresionante, no se le podía derrotar fácilmente.
Pero tampoco Elea se quedaba corta. Su rapidez era certera, los espíritus tenían serios problemas contra sus movimientos. La fuerza de dragón que guardaba dentro, se volvió corpórea lo que hacía que la conciencia humana permitiese esa situación inconsciente.
Yuna iba conquistando más parte del cuerpo de la chica. Su rostro cada vez se veía más monstruoso con las escamas en ascuas y los colmillos de marfil.
Hasta que en un instante Dallin dejó de jugar, lanzando un hechizo maldito, haciendo que la joven se retorciese sobre su cuerpo corrompida por la magia negra.
Los espectros atraparon a las chica, sus ojos recuperaban su color inicial, tanto que se volvieron friós y sin alma, de parecido muerto por el hechizo.
El tiempo pasó mientras los sirvientes de Dallin, llevaban a la chica hacia un acantilado, que en el vacío se podía vislumbrar un río desbordado, con rocas salientes.
Mientras dejaban a Elea en el borde, Dallin se acercaba a ella para tirarla el mismo.
La chica lo vió, y empezó a recordar al ñiño jovial que le había engañado, para llevarlo a la muerte, que esperaba sobrevolando la cabeza de la joven.
- Una pregunta, - dice demacrada por los sentimientos contradictorios.-
¿Todo lo que pasamos, fue real, sentías algo por mí?
- Elea, eres un sujeto de pruebas, que ha sido aludida por las acciones de nuestro Venerable y Señor Oscuro.
Todo era por un fin.- dice con una voz fría y seca a la vez.
- Pero, aunque fuese por un fin, ¿me amaste como yo a ti? - dice llorando-
¡Respóndeme bastardo de mierda! - gritando y sollozando.
Él la mira, por encima del hombro, actuando. Mientras le dice al oído.
- No lo sé...- dice susurrando finalmente.
Dallin le empuja al vacío, mientras el corazón de Elea, en una situación de incertidumbre, rompe en mil pedazos, de una forma desgarrada y bruta.
Mientras está suspendida en el aire, las lágrimas que antes se encontraban en sus párpados, caían después de ella.
Antes de sucumbir a la muerte, por un momento pudo ver que Dallin también lloraba, discreto. Elea moría confusa y en el río que nunca pudo escuchar bajo la Luna, con su madre.
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