Capítulo 23 | Nuevo reino

Aparté la mirada de él para esta vez ver al tigre que se limpiaba la sangre de su boca, él me mira y se acerca hasta mí, agacha la cabeza unos segundos antes de volver a mirarme.

-Así que... eres un leónido, ¿no es así? -cuestioné.

-"Lo soy, mi nombre es Arawn, es un placer para mí conocer a mi vínculo."

-Arawn... Esto es una sorpresa para mí, pero me alegrará tenerte de mi lado. Mi nombre es Reed Coldcrest, bienvenido.

Arawn asiente con entusiasmo, nos dimos la vuelta para volver hacia los dragones. Me agaché para acercarme más a Eliette, toqué su rostro, sorprendiéndome al instante por lo frío que se ha puesto en tan poco tiempo.

-"Hay que intentar" -escuché a los dragones. Al mirarlos, Ayris se me acerca.

-"Reed, hay que llevar a Eliette al reino."

Asentí sin más y la cargué en brazos antes de subirme en Jadiel. Arawn se transforma en un águila que vuela a nuestro lado mientras todos los dragones alzan vuelo. Pero algo me detuvo, ver a todos los civiles del reino mirándonos con curiosidad y asombro.

-Su rey ha fallecido, pueden buscar otro lugar para vivir o elegir a un nuevo rey -comenté.

-Aunque quisiéramos hacerlo no podemos, usted más que nadie sabe que quien destrona al rey debe gobernar. No podemos elegir a cualquiera de nosotros -responde un hombre.

Me mantuve pensativo mientras miraba a Eliette, dudando de que pudiera quedarmer aquí a hacer lo que dicen. Pero entonces escuché la voz preocupada de una mujer, ella cargaba con una niña que no dejaba de mirar a Blazekherr, el líder de los dragones de fuego, quien se acercaba queriendo tocar a la niña. ¿Es posible que ellos tengan un vínculo? Eliette me ha dicho que estamos vinculados desde nuestro nacimiento, así que no dudé de eso. Ayris llama la atención de todos al pararse al frente de la multitud.

-"Veo que has conseguido a quien cuidar, Kherr... Felicidades" -menciona Ayris-. "Mi nombre es Ayris Wingsflame, vínculo de la reina de los dragones, Eliette Wingsflame. Mientras mi reina no puede gobernar, yo me hago cargo del reino de Dracovia el cual ha vivido oculto de los humanos por muchos años, tras una niebla que nadie ha podido cruzar. Pero eso se acaba hoy... a partir de este momento, quienes quieran formar parte del reino pueden hacerlo si están dispuestos a vivir en paz y armonía con los dragones."

Hubo tantas miradas dudosas y confundidas, pues toda su vida han pensado que los dragones eran los depredadores más terribles en la historia. Esto sería un gran cambio para ellos, solo hacía falta que la primera persona de el primer paso para incentivar a los demás. Y esa persona, fue la pequeña niña en los brazos de su madre, ella tendió sus manitas hacia Kherr, su madre intentó hacerla retroceder.

-No tienes que preocuparte, él no le hará daño -aseguré.

La madre descuida un segundo a su hija por mirarme con dudas y al volver a mirarla se dio cuenta de que Kherr se había encogido para poder subirse sobre el hombro de la madre y así acercarse a la bebé, acariciando sus frentes la una contra la otra. Su madre los mira luego de el susto que se ha llevado y comprueba que mis palabras son verdaderas, él no iba a hacerle daño.

-¿Cómo es esto posible? -preguntó.

-Algunos tienen la suerte de nacer vinculados a un ser especial como los dragones, muy pocos se vinculan a más de uno... Hay muchas cosas que la humanidad aún no entiende por el miedo que los gobernates pasador crearon en ellos, si lo dejan de lado... les aseguro que sus vidas van a mejorar.

La mujer me observa, luego a su hija riendo mientras mira a Kherr, ella suspira y asiente estando de acuerdo en seguirnos. Fue así como cada vez más personas se sumaron y pronto nos vimos mudando un reino entero hasta Dracovia, los dragones nos ayudaron a llevar a las personas y todos fuimos partícipes del momento en que los dragones de niebla quitaban esa gran pantalla que cubría el reino, abriendo las puertas a una nueva era.

-"Reed."

Miré a Ayris a mi lado, ella me indica que la siguiera. Jadiel me lleva con ella hasta el castillo junto a todos los dragones, entramos al gran salón y Ayris me pide colocar a Eliette en el trono. ¿Por qué hacemos esto? Quería preguntar, pero no lo hice, solo seguí las instrucciones de Ayris.

Al dejar a Eliette sentada en el trono, acaricié su mejilla fría. No podía seguir viéndola así, retrocedí volviendo a bajar los escalones, pero una luz resplandeciente sobre el trono nos sorprende a todos los humanos. Dos dragones de luz entran por la gran ventana abierta tras el trono, traían una corona de oro y diamantes, digna de una reina como lo era Eliette, la acomodan sobre su cabeza y ahora un gran dragón de luz y Ayris rodean el trono con Eliette allí.

-"Un reino no lo es por completo sin su reina." -habla Ayris.

-"Abre los ojos, reina mía, y observa al nuevo reino que espera por tu gobierno." -vocifera la dragona de luz con una fuerte voz, potente e intimidante.

Todos los dragones se agachan ante las tres, salvo los líderes, ellos lanzan un rugido gutural y el centro de su pecho empieza a brillar, finalmente se inclinan ante Eliette, al igual que Ayris y la dragona de luz, de su pecho sale un brillo distinto para cada dragón, y todos se unen para iluminar el cuerpo de Eliette. Esta escena... me hace pensar en cuando ella usa su propia energía para curar a los heridos, esta calidez... es aún mayor. ¿Es posible que funcione?

Observé asombrado como del pecho de ambas dragonas igualmente aparecen esas luces que se unen a Eliette y de ella sale disparada hacia los cristales del techo. Esos cristales reflejan la luz hacia todo el reino, en todos los sectores. El reino se volvió más vivo, más reluciente al igual que el castillo, el piso resplandecía como si hubiera sido recién aseado. Levanté la mirada hacia el trono cuando el brillo desapareció y solo permaneció el de la corona sobre su cabeza... Eliette abre los ojos finalmente y nos observa a todos y cada uno de nosotros, su cuerpo estaba limpio, no tenía ni una sola herida y se veía como si hubiera despertado de una espléndida siesta. Todos los dragones y humanos nos inclinamos ante ella, realmente estaba haciendo un verdadero esfuerzo por contener mis emociones.

-De pie -pide con su dulce voz. Todos hicimos caso, ella me mira directamente a mí y sonríe-. Ver esto ha sido mi sueño desde que era una infanta, ese sueño se ha cumplido gracias a ustedes, quienes aceptaron venir aquí y vivir en paz con los dragones. Sean todos bienvenidos, al reino de Dracovia.

Los humanos sonríen, se veían felices por ser aceptados en este nuevo reino para ellos, libres del miedo hacia los dragones y otras criaturas que igualmente consideraron peligrosas casi desde sempre. Volví la mirada hacia Eliette quien extiende la mano en mi dirección.

-Reed Coldcrest, acércate.

No dudé en hacerlo. Subí los peldaños hasta acercarme al trono en donde ella me esperaba, tomé su mano con delicadeza y me hinqué en una rodilla frente a ella antes de besar sus nudillos.

-Mi reina.

-Después de todo, has servido con valor y honor al reino. Estoy en deuda contigo.

-No existe pago mejor que el verla sana y salva, mi reina, estoy conforme con servirle hasta el último día de mi vida.

-Bueno... ¿qué te parece servir al reino como rey de Dracovia? -la miré sorprendido, pero ella me sonríe aún más-. Gobierna conmigo, Reed, conviértete en rey junto a mí.

-¿Es una pedida de matrimonio lo que escucho? -jalé de su mano hasta acercarla a mí y sujetar su cintura-. Porque acepto sin dudarlo.

Besé sus labios con intensidad y pasión, esperaba hacerlo desde todo lo que ha pasado. Eliette acaricia mi mejilla mientras corresponde al beso con una sonrisa en sus labios. Podíamos escuchar el vitoreo de los presentes mientras los dragones rugían, ambas especies celebrando nuestra unión. Nos separamos por el nuevo brillo sobre nuestras cabezas, otros dragones de luz traían una corona diferente a la de Eliette en forma, pero de los mismos materiales, la colocan sobre mi cabeza y Eliette la acomoda.

-Esta ha sido la coronación más rápida en la que estuve -mencioné pensando en que no hubo ni palabras ni obispos-. Está bien, me cortan el aburrimiento.

-Así son las cosas en Dracovia, vuelan con prisa.

Ambos dejamos escapar una risa cómplice antes de volver a unir nuestros labios, disfrutando de este momento entre ambos.

-Mi rey...

-Mi reina.

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