V- MUJERES MÉDICAS.
El marido de la suiza Enriqueta Faber falleció en el campo de batalla mientras desempeñaba funciones como oficial de Napoleón. A partir de ahí la joven se hizo pasar por varón. Se instaló en París, estudió medicina y fue conocida por todos como Enrique Faber. Cuando se graduó encontró trabajo en la residencia de la emperatriz Josefina, pero se marchó poco después de ingresar, quizá porque la descubrió alguno de los criados. Abandonó el empleo y se lanzó a los horrores de la guerra con los ejércitos que trataban de conquistar Rusia. Allí encontró a su tío y con él tomó parte en la campaña, asistiendo a los heridos.
El tío murió y Enriqueta acabó prisionera de los enemigos, aunque logró escaparse sin que se descubriera su sexo. Luego, cansada de Europa y de las guerras, se marchó a las Antillas, primero a Guadalupe y luego a Cuba, manteniendo en todo momento su identidad ficticia. Tras validar el título, se instaló en Baracoa y —quizá para acallar los rumores— se casó con Juana de León. Tres años después de la boda, la lavandera de la casa descubrió que Enriqueta era en realidad una mujer y la denunció. Se ordenó su reconocimiento a los facultativos y para evitarlo confesó la verdad, pero la sometieron al escrutinio igual. En junio de 1822, un tribunal la condenó a diez años de prisión.
Su abogado, Manuel Vidaurrea, logró rebajarle la pena con las siguientes palabras:
«Enriqueta Faber no es una criminal. La sociedad es más culpable que ella, desde el momento en que ha negado a las mujeres los derechos civiles y políticos, convirtiéndolas en muebles para los placeres de los hombres. Mi patrocinada obró cuerdamente al vestirse con el traje masculino, no solo porque las leyes no lo prohíben, sino porque pareciendo hombre podía estudiar, trabajar y tener libertad de acción, en todos los sentidos, para la ejecución de las buenas obras. ¿Qué criminal es esta que ama y respeta a sus padres, que sigue a su marido por entre los cañonazos de las grandes batallas, que cura a los heridos, recoge y educa a los negros desamparados y se casa nada más que para darle sosiego a una infeliz huérfana enferma? Ella, aunque mujer, no quería aspirar al triste y cómodo recurso de la prostitución».
El tribunal le redujo la condena a cuatro años de servicio en un hospital de la Habana «vistiendo de mujer y siendo después deportada del territorio español», según consta en los archivos de la época. Intentó escapar del centro médico, la descubrieron y la devolvieron a prisión. Al final, gracias a la intervención del obispo, la deportaron a Estados Unidos, donde murió en la ciudad de Nueva Orleans en 1845.
Enriqueta Faber (1791-1845).
La irlandesa Margaret Ann Bulkley nació en los últimos años del siglo XVIII y también se vistió de hombre. Llegó a convertirse en un prestigioso cirujano de la Armada Británica bajo el nombre de James Barry. No obstante, se le había asignado el género femenino al nacer, la habían educado como niña y eligió vivir como varón para poder ingresar en la universidad y proseguir la carrera de cirujano.
Al parecer, su madre era la hermana del artista James Barry y acudió a él en busca de ayuda cuando su esposo —tendero de profesión— tuvo problemas. Al llegar a Londres, Margaret era una adolescente que ya había sido madre —según se sospecha el bebé era fruto de la violación de otro tío— y tenía una gran inteligencia y el sueño imposible de estudiar medicina.
Tuvo la gran suerte de que el pariente no solo era excéntrico, sino que además estaba muy bien relacionado. La chica impresionó a todos con su inteligencia y con la ayuda del tío y de dos de sus influyentes amigos —el general Francisco de Miranda, de Venezuela, y David Stuart Erskine, 11º conde de Buchan, apasionado defensor de la educación femenina— acudió a estudiar disfrazada de hombre. El plan consistía en que, cuando se graduase, se iría a vivir a Venezuela —a la que Miranda planeaba liberar del yugo español— y practicaría medicina sin esconder su identidad como mujer. Solo ellos, la madre de la chica, el médico Edward Fryer y el abogado de la familia —Daniel Reardon— sabían la verdad.
Fue así como James Miranda Stuart Barry ingresó a la escuela de medicina de la Universidad de Edimburgo en 1809, donde constaba que tenía 14 años —menos de la edad real para explicar el aspecto afeminado y la baja estatura—, ataviado con un abrigo que no se quitaba nunca, zapatos con tacones altos y suelas gruesas. Obtuvo el título en 1812 y se convirtió en miembro del Colegio Real de Cirujanos. De hecho, que se sepa, fue la primera mujer médica.
Pero una revuelta en Venezuela les torció los planes. Unos compañeros revolucionarios traicionaron al general Miranda y este acabó en una cárcel española, donde murió en 1816. Margaret se enfrentó a un dilema de difícil solución: admitir que obtuvo el título bajo engaños y olvidarse para siempre de practicar la medicina, o, de lo contrario, continuar con el teatro hasta el fin de sus días. De este modo, un plan diseñado a corto plazo para recibir formación médica terminó siendo una mascarada de por vida. Se trataba de un secreto que la aisló del mundo y que le negó la oportunidad de formalizar lazos con un hombre al que amó.
Convencida del paso que daba, regresó a Londres y aprobó el examen en el Royal College of Surgeons a mediados de 1813, para luego alistarse como asistente hospitalario de la Armada Británica. Tras servir en la India y en Sudáfrica, residió en Ciudad del Cabo entre 1815 y 1817. Allí se convirtió en inspector médico para la colonia: realizó mejoras en la red hidráulica y llevó a cabo una de las primeras cesáreas efectuadas con éxito —sobrevivieron la madre y el niño—, con lo que su prestigio creció como la espuma. También se caracterizaba por sus opiniones directas y por la tendencia a la insubordinación, lo que le creó enemistades por criticar la gestión de los asuntos médicos locales.
Abandonó Ciudad del Cabo en 1828 con destino a la Isla Mauricio, a Trinidad y Tobago y a la isla de Santa Elena. También sirvió en Malta, en Corfú, en Crimea, en Jamaica, en Canadá y en las Indias Occidentales, donde se dedicó por entero a la práctica de la medicina y a mejorar las condiciones de vida de las tropas. Durante las misiones también se preocupó por la salud de los indígenas. En 1845 contrajo la fiebre amarilla y regresó a Inglaterra.
En 1846 la destinaron a Malta, donde tuvo que enfrentar una epidemia de cólera que recién acabaría en 1850. Participó en la guerra de Crimea —entre 1854 y 1856—, donde coincidió con Florence Nightingale, que más adelante sería la primera mujer admitida en la Royal Statistical Society británica y como miembro honorario de la American Statistical Association.
La enfermera la describe de la siguiente manera:
«Me hizo permanecer en medio de una muchedumbre de soldados, de comisarios, de sirvientes, etc., cada uno de los cuales se comportó como un caballero durante la reprimenda que recibí mientras se comportaba como un bruto... Tras su muerte me dijeron que era una mujer... Yo diría que era la criatura más endurecida que haya encontrado nunca».
Barry partió a Canadá en 1857 donde se ocupó de mejorar la higiene pública, la comida y los cuidados médicos de los prisioneros y de los leprosos, así como los de los soldados y sus familias. Se jubiló en 1864 y volvió a Inglaterra, donde falleció de disentería el 25 de julio de 1865.
Sophia Bishop, la persona encargada de preparar los restos de James Barry para su entierro, reveló tras los funerales que aquel cuerpo era el de una mujer: la anciana ocultaba los senos escondiéndolos con una faja.
Esta información se conoce a través de varias cartas intercambiadas entre Georges Graham —del General Register Office— y el mayor D. R. McKinnon —el médico de James Barry—, que certificó su muerte como hombre.
Señor,
Me han manifestado que el Inspector General Dr. James Barry, fallecido en Margaret Street 14 el 25 de julio de 1865, era de hecho una mujer como se descubrió tras su muerte. Puesto que usted suministró el certificado de defunción, me tomo la libertad de preguntarle si lo que he oído es cierto y si usted había determinado que se trataba de una mujer y ¿aparentemente que fue madre? [...]
Georges Graham.
Señor,
He sido una persona próxima al doctor desde hace muchos años, tanto en Londres como en las Indias Occidentales, y nunca he tenido la sospecha de que el Dr. Barry fuera una mujer. Le he atendido durante sus últimas enfermedades (bronquitis y después diarrea). Una única vez, tras la muerte del Dr. Barry, en la oficina de sir Charles McGregor, una mujer que debía realizar los últimos oficios esperaba para hablar conmigo. [...] Entre otras cosas, me dijo que el Dr. Barry era una mujer, y que yo era un médico terrible por no saberlo, y que nunca se dejaría tratar por mí. Le informé que no era de mi incumbencia si el Dr. Barry era un hombre o una mujer y que pensaba que podría no haber sido ni lo uno ni lo otro, es decir, un hombre desarrollado de manera imperfecta. Ella me dijo entonces que había examinado el cuerpo, que era una mujer perfecta, y, aún más, que había señales de que había tenido un niño cuando era muy joven. Le pregunté entonces cómo había llegado a esa conclusión. La mujer, señalando la parte baja del estómago, me dijo «a partir de marcas aquí. Soy una mujer casada y madre de nueve niños, y debería saberlo».
La mujer parecía pensar que había descubierto un importante secreto y quería dinero para guardarlo. Le informé que los parientes del Dr. Barry estaban muertos, que no había ningún secreto para mí y que en mi opinión el Dr. Barry era un hermafrodita. Pero si el Dr. Barry era un hombre, una mujer o un hermafrodita, lo ignoro, y poco importa porque puedo positivamente afirmar que la identidad de ese cuerpo era el de la persona que he conocido como Inspector General de Hospitales durante varios años.[...]
D.R. McKinnon.
El secreto se supo porque no respetaron la última voluntad de Margaret. Durante décadas dio instrucciones de que, en caso de fallecer, no la examinaran y la enterraran con la ropa con la que muriera.
Como curiosidad os pongo esta canción que le han dedicado:
https://youtu.be/4blWxd0HHNQ
Retrato de Margaret Bulkley (1795-1865) cuando joven.
Foto de 1850 en la que vemos a Margaret y a su sirviente.
Si deseas profundizar más puedes leer:
📚Travestidas, un desafío a los roles de género, artículo número 218 de National Geographic Historia escrito por Carlos Prego, actualizado a 29 de marzo de 2022.
📚Enriqueta Faber, la transgresora que se disfrazó de hombre para ser cirujana, artículo de La Vanguardia escrito por Lara Gómez Ruiz el 21 de marzo de 2019.
📚El médico James Barry, ¿o la sobrina del pintor James Barry?, artículo de Marta Macho Stadler publicado el 28 de febrero de 2017 en Mujeres con ciencia.
📚El escandaloso secreto del eminente doctor James Barry, que planeó irse con Francisco de Miranda a liberar a Venezuela, de la BBC Mundo y de fecha 24 de septiembre de 2017.
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